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16.7.23

EL CULTO A MARÍA (V)

 Tras haber conocido la vida terrenal de María abordamos ahora sus fiestas y el culto que la Iglesia la profesa.

Además de los grandes ciclos festivos, con el paso del tiempo van apareciendo otras festividades que no están dedicadas al Señor.

A la Virgen se dedica, desde tiempos remotos, un recuerdo especial el sábado, y más modernamente un mes, el de mayo. Se puede afirmar que es a raíz de la proclamación del dogma de la Maternidad Divina de María en el Concilio de Éfeso del año 431 cuando el culto a la Virgen se desarrolla de manera clara, aunque haya autores que remontan el culto mariano al siglo I y se manifiesta en Roma ya en el siglo II. En todo caso, parece claro que el culto oficial a la Virgen aparece después que del de los mártires.

La presencia actual de María en la Liturgia católica ha quedado claramente definida fundamentalmente por dos documentos: por un lado por la Constitución promulgada por el Vaticano II sobre la Iglesia denominada Lumen Gentium, de 21 de noviembre de 1964, que dedica su capítulo VIII a la «Santísima Virgen María, Madre de Dios, en el Misterio de Cristo y de la Iglesia» y por otro lado la Exhortación Apostólica Marialis Cultus para la recta ordenación y desarrollo del culto a la Santísima Virgen, dada por el papa Pablo VI en Roma, el 2 de febrero de 1974. Juan Pablo II también ha contribuido a enriquecer el culto mariano con su Encíclica Redemptoris Mater de 25 de marzo de 1987, y con las Misas de la Virgen María, que han completado esta presencia de María en la Liturgia católica, dejando el culto a la Virgen claramente establecido y en su justo lugar. Estas misas están especialmente dirigidas para la memoria sabatina y para los santuarios marianos de la Cristiandad.

La presencia del culto a la Virgen en la Iglesia católica se deja ver:

En el AÑO LITÚRGICO.  La Virgen no tiene un ciclo propio dentro del Año Litúrgico. La SC del Vaticano II nos dice en el apartado 103: En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la BIENAVENTURADA MADRE DE DIOS, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo; en ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la redención y contempla, como en la más purísima imagen, lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser. 

No obstante, hay un tiempo litúrgico en el cual la presencia de María es muy clara: en Adviento y Navidad. En Adviento se celebra la solemnidad de la Inmaculada el 8 de diciembre y en tiempo de Navidad la solemnidad de la María, Madre de Dios, el 1 de enero. La última semana del Adviento, en las ferias del  17 al 24 de diciembre, es toda una eclosión de María que se refleja en las lecturas y un momento especialmente apto para celebrar el culto a la Madre de Dios. La Cuaresma y el tiempo pascual tienen en la Liturgia actual escaso color mariano. Sin embargo, en Semana Santa la presencia de la Virgen al pie de la cruz se hace  patente, así como en Pentecostés, cuando los apóstoles, presididos por la Virgen, reciben el Espíritu.

En CADA DÍA se la recuerda durante la misa en la Plegaria Eucarística, que es el centro de la celebración, ya sea en numerosos prefacios o ya sea en las intercesiones cuando la Iglesia hace memoria de los Santos.  También se la recuerda en el Credo  y nació de Santa María Virgen– y en el acto penitencial –si se escoge  la fórmula del Yo Confieso en la frase por eso ruego a Santa María, siempre Virgen–. También en la antífona mariana que cierra el rezo de las Completas cada día.

En CADA SEMANA en la memoria libre antigua y discreta de Santa María en Sábado, día en el cual se pueden decir una de las misas de Santa María Virgen. Desde la Edad Media se ha considerado el sábado como día dedicado a la Virgen –en las Liturgias orientales lo es el miércoles–. El fundamento de tal elección hay que buscarlo en la tradición, que considera que el sábado, día en que Jesús permanece muerto, es el día en que la Fe y la Esperanza de la Iglesia estuvieron puestas en María como presidenta del Colegio Apostólico. El Misal contiene seis misas del Común de Santa María Virgen para usar en la memoria de Santa María en sábado y en misas votivas. 

En el MES DE MAYO, tradicionalmente el pueblo cristiano ha tenido un recuerdo especialmente ligado a la memoria de María, nacido de elementos de la piedad popular. Al coincidir con el tiempo pascual, hay que saber conjugar la presencia de María con la de Cristo, ya que María es, en definitiva, el fruto más espléndido de la Pascua que nos trae Jesús.

Pero especialmente, a María se la recuerda en sus celebraciones propias, que son:

* cuatro solemnidades: María Madre de Dios, la Inmaculada Concepción y la Asunción. A estas se puede sumar la Anunciación del Señor, que se considera una solemnidad del Señor y de la Virgen, conjuntamente.

* tres fiestas: Natividad de María y Visitación. Se añade otra fiesta conjunta: la de la Presentación de Jesús en el templo. También, en el calendario español se suma Nuestra Señora del Pilar.

* once memorias: Nuestra Señora de los Dolores, Nuestra Señora del Rosario, Santa María Virgen Reina, Bienaventurada Virgen María Madre de la Iglesia, y la Presentación de Nuestra Señora como memorias obligatorias y Nuestra Señora de Lourdes, el Inmaculado Corazón de María, Nuestra Señora del Carmen, bienaventurada Virgen María de Loreto y la Dedicación de la basílica de Santa María como memorias libres.

Hay que tener en cuenta que el Calendario Romano general no recoge las celebraciones marianas propias de las distintas iglesias locales y diócesis, que se suman a las que celebran las diferentes familias religiosas.

 

 

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