Tras haber conocido la vida terrenal de María abordamos ahora sus fiestas y el culto que la Iglesia la profesa.
Además de los grandes ciclos festivos, con el paso del
tiempo van apareciendo otras festividades que no están dedicadas al Señor.
A la Virgen se dedica, desde tiempos remotos, un
recuerdo especial el sábado, y más modernamente un mes, el de mayo. Se puede
afirmar que es a raíz de la proclamación del dogma de la Maternidad Divina de
María en el Concilio de Éfeso del año 431 cuando el culto a la Virgen se
desarrolla de manera clara, aunque haya autores que remontan el culto mariano
al siglo I y se manifiesta en Roma ya en el siglo II. En todo caso, parece
claro que el culto oficial a la Virgen aparece después que del de los mártires.
La presencia actual de María en la Liturgia católica
ha quedado claramente definida fundamentalmente por dos documentos: por un lado
por la Constitución promulgada por el Vaticano II sobre la Iglesia denominada Lumen Gentium, de 21 de noviembre de
1964, que dedica su capítulo VIII a la «Santísima Virgen María, Madre de Dios,
en el Misterio de Cristo y de la Iglesia» y por otro lado la Exhortación
Apostólica Marialis Cultus para la recta
ordenación y desarrollo del culto a la Santísima Virgen, dada por el papa
Pablo VI en Roma, el 2 de febrero de 1974. Juan Pablo II también ha contribuido
a enriquecer el culto mariano con su Encíclica Redemptoris Mater de 25 de marzo de 1987, y con las Misas de la
Virgen María, que han completado esta presencia de María en la Liturgia
católica, dejando el culto a la Virgen claramente establecido y en su justo
lugar. Estas misas están especialmente dirigidas para la memoria sabatina y
para los santuarios marianos de la Cristiandad.
La presencia del culto a la Virgen en la Iglesia
católica se deja ver:
En el AÑO LITÚRGICO.
La Virgen no tiene un ciclo propio dentro del Año Litúrgico. La SC del
Vaticano II nos dice en el apartado 103: En
la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa
Iglesia venera con amor especial a la BIENAVENTURADA MADRE DE DIOS, la Virgen
María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo; en ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la redención y
contempla, como en la más purísima imagen, lo que ella misma, toda entera,
ansía y espera ser.
No obstante, hay un tiempo litúrgico en el
cual la presencia de María es muy clara: en Adviento y Navidad. En Adviento se
celebra la solemnidad de la Inmaculada el 8 de diciembre y en tiempo de Navidad
la solemnidad de la María, Madre de Dios, el 1 de enero. La última semana del
Adviento, en las ferias del 17 al 24 de
diciembre, es toda una eclosión de María que se refleja en las lecturas y un
momento especialmente apto para celebrar el culto a la Madre de Dios. La
Cuaresma y el tiempo pascual tienen en la Liturgia actual escaso color mariano.
Sin embargo, en Semana Santa la presencia de la Virgen al pie de la cruz se
hace patente, así como en Pentecostés,
cuando los apóstoles, presididos por la Virgen, reciben el Espíritu.
En CADA DÍA se la recuerda durante la misa
en la Plegaria Eucarística, que es el centro de la celebración, ya sea en
numerosos prefacios o ya sea en las intercesiones cuando la Iglesia hace
memoria de los Santos. También se la
recuerda en el Credo –y nació de Santa María Virgen– y en el
acto penitencial –si se escoge la
fórmula del Yo Confieso en la frase por eso
ruego a Santa María, siempre Virgen–. También en la antífona mariana que
cierra el rezo de las Completas cada día.
En CADA SEMANA en
la memoria libre antigua y discreta de Santa María en Sábado, día en el cual se
pueden decir una de las misas de Santa María Virgen. Desde la Edad Media se ha
considerado el sábado como día dedicado a la Virgen –en las Liturgias
orientales lo es el miércoles–. El fundamento de tal elección hay que buscarlo
en la tradición, que considera que el sábado, día en que Jesús permanece
muerto, es el día en que la Fe y la Esperanza de la Iglesia estuvieron puestas
en María como presidenta del Colegio Apostólico. El Misal contiene seis misas
del Común de Santa María Virgen para usar en la memoria de Santa María en
sábado y en misas votivas.
En el MES DE MAYO,
tradicionalmente el pueblo cristiano ha tenido un recuerdo especialmente
ligado a la memoria de María, nacido de elementos de la piedad popular. Al
coincidir con el tiempo pascual, hay que saber conjugar la presencia de María con
la de Cristo, ya que María es, en definitiva, el fruto más espléndido de la
Pascua que nos trae Jesús.
Pero especialmente, a María se la recuerda en sus
celebraciones propias, que son:
* cuatro solemnidades: María Madre de Dios, la Inmaculada
Concepción y la Asunción. A estas se puede sumar la Anunciación del Señor, que
se considera una solemnidad del Señor y de la Virgen, conjuntamente.
* tres fiestas: Natividad de María y Visitación. Se añade
otra fiesta conjunta: la de la Presentación de Jesús en el templo. También, en
el calendario español se suma Nuestra Señora del Pilar.
* once memorias: Nuestra Señora de los Dolores, Nuestra
Señora del Rosario, Santa María Virgen Reina, Bienaventurada Virgen María Madre de la Iglesia, y la Presentación de Nuestra Señora como
memorias obligatorias y Nuestra Señora de Lourdes, el Inmaculado Corazón de
María, Nuestra Señora del Carmen, bienaventurada Virgen
María de Loreto y la Dedicación de
la basílica de Santa María como memorias libres.
Hay que tener en cuenta que el
Calendario Romano general no recoge las celebraciones marianas propias de las
distintas iglesias locales y diócesis, que se suman a las que celebran las
diferentes familias religiosas.
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