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27.8.07

TRATAMIENTOS Y PROTOCOLO ECLESIÁSTICOS

Vamos en este artículo a relacionar los tratamientos más usuales que tienen los eclesiásticos.
En primer lugar el Papa tiene el tratamiento de Su Santidad o Beatísimo Padre, cuyas abreviaturas son S.S. o Btmo. P. Su color propio es el blanco.

Los cardenales tienen el tratamiento de Eminentísimo y Reverendísimo Señor, cuya abreviatura es Emmo. y Rvdmo. Sr. Su color propio es el rojo.

A los arzobispos, obispos y Nuncios Apostólicos (equivalentes a un embajador, en este caso de la Santa Sede) se les trata de Excelentísimo y Reverendísimo Señor, cuya abreviatura es Excmo. y Rvdmo. Sr. Su color propio es el morado.
Reverendísimo Señor es el tratamiento debido al abad o superior de cualquier Orden o Congregación religiosa y su abreviatura es Rvdmo. Sr. También se les puede tratar como Reverendísimo Padre en cuyo caso la abreviatura correspondiente es Rvdmo. P. Tienen sus hábitos propios.

Reverendo Señor, cuya abreviatura es Rvdo. Sr. es el tratamiento debido a los presbíteros y diáconos, por ejemplo a un párroco o capellán. Su color propio es el negro.
Como puede el lector observar, salvo en el caso del Papa, a todos los tratamientos específicos se les añade la palabra Reverendísimo (en superlativo) o Reverendo Señor, que es el tratamiento básico común a todos ellos.

Otros tratamientos particulares se refieren a los canónigos, que tienen el de Muy Ilustre Señor, cuya abreviatura es M. Iltre. Sr. El de Ilustrísimo Señor, cuya abreviatura es Ilmo. Sr. Lo poseen otras autoridades eclesiásticas como el Vicario, Presidente del Tribunal Eclesiástico, Juez del Tribunal Eclesiástico, Fiscal de la Diócesis, Priores de los canónigos regulares y de las órdenes militares y algún otro caso más.
El tratamiento de Monseñor no va con ningún cargo específico y lo concede el Papa como un honor a las personas que por su servicio y fidelidad a la Iglesia considera oportuno. Suele denominarse así también a los prelados.

Al obispo hay que recibirle en la puerta del templo y dirigirle, en primer lugar, a la reserva del Santísimo si lo hay para adorarlo. Después se pasa a la sacristía para revestirse y comenzar la procesión solemne de entrada. La costumbre de dirigirse en primer lugar a adorar al Santísimo está dispuesto para todos los fieles que entran en un templo.
Como signos de respeto y filial obediencia, a los obispos se les besa el anillo. La costumbre de besar la palma de la mano a los presbíteros está hoy día en desuso.

En lo referente a las siglas con las que se identifica el clero regular perteneciente a Órdenes y Congregaciones religiosas vamos a relacionar algunas, dejando para otro artículo las demás.

Los franciscanos usan las siglas O.F.M. (Ordo Fratrum Minorum)
Los capuchinos O.F.M. Cap (Ordo Fratrum Minorum Capuccinorum)
Los dominicos O.P. (Ordo Praedicatorum)
Los carmelitas O. Carm (Ordo fratrum Beatissimæ Virginis Mariæ de Monte Carmelo)
Los mercedarios O. de M. (Orde de Mercede)
Los agustinos O.S.A. (Ordo Sancti Augustini)
Los jesuitas S.J. (Societatis Jesu)
Los salesianos S.D.B. (Salesiani don Bosco)
Los escolapios Sch. P. (Ordo Scholarum Piarum)
Los redentoristas C.S.S.R. (Congregatio Sanctissimi Redemptoris)
Los lasallianos F.S.C. (Institutum Fratrum Scholarum Christianarum)
Los maristas F.M.S. (Institutum Fratrum Maristarum)
Los padres blancos SS.CC. (Congregatio Sacrorum Cordium Iesu et Mariae necnon adorationis perpetuae SS. Sacramenti altaris)
Los claretianos C.M.F. (Cordis Mariae Filius)
Los hospitalarios O.H. (Ordo Hospitalarius Sancti Joannis de Deo)

Jesús Luengo Mena, Lector Instituido y Vicette de Jesús Despojado




11.8.07

VELAS Y LÁMPARAS: SU USO LITÚRGICO

El fuego y la luz son uno de los elementos importantes en la Liturgia. En el Antiguo Testamento el fuego se asocia a la presencia de la divinidad. Los primeros cristianos pronto lo asociaron a Cristo resucitado.
Para la celebración de la Eucaristía son necesarias dos, cuatro o seis velas, que se ponen sobre el altar. Se pueden usar dos velas en los días feriales y las memorias, cuatro en las fiestas y seis en los domingos y solemnidades, aunque no es obligatorio. Un número impar de velas, concretamente siete, se ponen solamente cuando oficia el obispo diocesano.
En cuanto al color la costumbre es que sean blancas o de color crema. El uso de velas de colores resulta vulgar y es inadecuado, así como las eléctricas.
El material de que estén fabricadas debe ser de buena calidad, aunque no es obligatorio que lo sean de cera de abeja. Si hay corrientes de aire puede llevar protectores de cristal, siempre transparentes.
Su colocación en el altar debe ser de tal manera que no deben tapar la vista del celebrante. Deben colocarse a lo largo del altar, de manera simétrica, aunque también se ha puesto de moda colocarlas todas en un extremo, sobre todo si el altar es pequeño.
También se usan velas en la Vigilia pascual, tomando el pueblo su luz del cirio pascual y en el sacramento del bautismo.

Una “vela” muy importante litúrgicamente hablando es el cirio pascual (cirio procede de cera). Debe ser de cera de abeja y se enciende en la Vigilia pascual. Se le puede poner cinco granos de incienso para simbolizar las cinco llagas de Cristo y se decora con el alfa y el omega. Debe encenderse en la cincuentena pascual durante todas las celebraciones litúrgicas y en otras determinadas ocasiones, como en los bautismos y las exequias. Así, su luz acompaña al cristiano en el momento de su ingreso en la Iglesia y en su despedida de este mundo. En tiempo pascual estará situado en el presbiterio, cerca del ambón. El resto del año debe colocarse cerca de la pila bautismal.

En las misas solemnes, cuando interviene el cuerpo de acólitos, dos ciriales se colocan a los lados del ambón, durante la proclamación del Evangelio. También se colocan mirando al altar durante la Plegaria eucarística. Esto último no es aconsejable, a mi parecer, si la capilla o templo es pequeño y la presencia de los ciriales pudiese estorbar notablemente la visión del presidente y del altar.

La lámpara que arde perpetuamente junto al sagrario debe estar alimentada por aceite o con cera, aunque el obispo puede autorizar el uso de una lámpara eléctrica por motivos prácticos. En cualquier caso siempre es preferible una llama natural, que expresa ofrenda de luz. La costumbre actual es un vaso de color rojo.
Su posición puede ser sobre una repisa adosada a la pared o sobre un pedestal, aunque la forma más digna y tradicional es colgando. Nunca debe colocarse sobre el sagrario ni delante de la puerta del mismo. Las luces eléctricas o focos que en algunos lugares se disponen dirigidas al sagrario no pueden sustituir en ningún caso a la lámpara eucarística.

Por último, una referencia al uso de los cirios y ciriales en las cofradías. El color de la cera roja se asocia a hermandades sacramentales. En los tramos de Cristo aparece la cera color tiniebla, blanca o morada (penitencial) y excepcionalmente verde o negra. El color de los tramos de la Virgen suele ser blanco, a veces azul o tiniebla aunque el verde (esperanza) es frecuente en sus advocaciones. El cirio puede ser entero de ese color o sólo la cantora, dependiendo de los tramos.
Las velas de los ciriales que anteceden a los pasos deben ser del mismo color que las que lleven los pasos que los preceden.
Jesús Luengo Mena






10.8.07

LA MISA EN RITO TRIDENTINO

En el mes de septiembre se podrá utilizar, como forma extraordinaria de la Misa, el antiguo rito tridentino según el Misal de Juan XXIII de 1962. El Motu Propio “Summorum Pontificum” de Benedicto XVI levanta las restricciones im­puestas por la reforma litúrgi­ca de Pablo VI en 1970 al uso de la liturgia anterior, promulga­da por san Pío V en 1570 si­guiendo las indicaciones del Concilio de Trento frente al protestantismo. Vamos en este artículo a analizar las diferencias de ese rito con el rito del Vaticano II.
A modo de introducción en primer lugar hay que aclarar que la Misa es y ha sido siempre la misma: celebración del misterio de nuestra salvación, sacrificio redentor que vuelve a suceder. Lo único que ha ido variando a lo largo de la historia han sido los ritos, la forma de celebrarla. No obstante lo anterior no excluye que el rito de Trento (así lo llamaremos por ser el que el Misal de san Pío V normalizó en 1570) ponga más hincapié en la Misa como oblación y sacrificio divino y el rito del Vaticano II añada e introduzca la idea de la Misa como asamblea y reunión del pueblo de Dios.

Como caracteres generales podemos señalar algunas peculiaridades. En primer lugar existen diferencias terminológicas entre ambos ritos: lo que actualmente son los ritos iniciales y la Liturgia de la Palabra se llama en el rito tridentino Misa de los Catecúmenos o Antemisa, porque a esa parte de la Misa podían asistir los que se preparaban para el Bautismo (catecúmenos). La Liturgia Eucarística y los ritos finales se conocen en el anterior rito como Misa de los Fieles y la asistencia a esta parte estaba restringida a los bautizados. Este rito tiene una única Plegaria eucarística, la llamada Canon romano, hoy quizás más conocida como Plegaria Eucarística I.
Otra peculiaridad se refiere al uso exclusivo del latín, ya que ese Misal no tenía traducción vernácula. La posición del sacerdote también varía respecto a la actual: la mayor parte del tiempo está de espaldas al pueblo, aunque los saludos y las lecturas se hacen cara al pueblo. Esa postura venía motivada porque el Altar quedaba adosado al retablo, como aún puede verse en numerosos templos y capillas aunque las exigencias de la reforma litúrgica haya originado la aparición de altares exentos, en el centro del presbiterio. El sacerdote, al oficiar, miraba hacia el oriente, como litúrgicamente estaba orientada la cabecera del templo. El hecho de dar la espalda al pueblo no hay que interpretarlo como desprecio ni nada perecido sino en el sentido de que el sacerdote oficiaba junto con el pueblo.
Asimismo, en el rito tridentino son muy numerosas las oraciones que el sacerdote lee en secreto y las rúbricas (la palabra viene de rojo y son instrucciones escritas en ese color que indican los gestos y posturas que se deben adoptar en cada momento), así como mayor abundancia de genuflexiones.
Siempre, incluidos domingos y solemnidades, se hacen dos lecturas: Epístola y Evangelio, que se leen en sitios diferentes del presbiterio. La Epístola se leía a la derecha del Altar y el Evangelio a la izquierda del Altar. Obviamente, para el pueblo que presencia la Misa los sitios quedan a la inversa de los citados. Característico también de este rito es el Evangelio final, que se leía siempre al acabar la Misa y consistía en el principio del Evangelio de san Juan, salvo que se señalase otro en el calendario litúrgico.
Ritos como el darse la mano en señal de paz o la procesión de las ofrendas no son propios de esta Misa, así como la concelebración, que se limitaba a casos muy concretos.

Misa de los catecúmenos
La Misa tridentina no comenzaba en el Altar, sino en las gradas, con los siguientes ritos: la señal de la cruz, el salmo 42 (Me acercaré al Altar de Dios) y el Confiteor. Entonces se produce la primera subida al Altar, con el Introito, Kiries y Gloria. Acto seguido venía la Colecta, la Epístola, el Gradual, Aleluya o Tracto según los casos y el Evangelio. Los misales tridentinos llevan incorporadas las lecturas o Léctio. De ahí deriva el nombre dado al Leccionario como conjunto de lecturas sagradas que se leen en la Misa, hoy publicado aparte en los distintos tomos separando las lecturas del Misal propiamente dicho. Tras el Sermón y el rezo del Credo, cuando procedía, terminaba la Misa de los Catecúmenos y comenzaba la Misa de los Fieles.

Misa de los fieles
Tiene los siguientes ritos: el ofrecimiento del Pan y el Vino (Ofertorio), el lavabo, la súplica a la Santísima Trinidad, la “secreta” y la Plegaria Eucarística denominada Canon Romano, con el prefacio, Santus y el Te Igitur posterior que daba comienzo al Canon, que finalizaba con la elevación menor y doxología final. Siguen el Pater Noster, la fracción de la Hostia, el Agnus Dei y una oraciones previas a la comunión. Tras la comunión, que se recibía en la boca y arrodillados en el reclinatorio adosado a las verjas que cerraban el presbiterio, se hacen unas oraciones de las abluciones, antífona de poscomunión, el Ite, Misa est y la bendición. La Misa termina con el último Evangelio, ya citado anteriormente.
Jesús Luengo Mena

2.8.07

LA LITURGIA DE LA UNCIÓN DE ENFERMOS

La Unción es un sacramento propio y especifico para los enfermos a los que se les puede y debe administrar cuando entren en peligro de muerte o en caso de vejez. No es lo mismo que el Viático que está pensado para moribundos sino para dar fuerzas a sobrellevar la enfermedad y vivirla bien, no para ayudarle a morir. El signo más visible de este sacramento es la unción con aceite de oliva debidamente bendecido ungiendo al enfermo en la frente y en las manos. Sólo los sacerdotes (presbíteros y obispos) pueden ser los ministros de este sacramento.
Su celebración es como sigue:
RITOS INICIALES
Monición previa
Acto penitencial
LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas

RITO DEL SACRAMENTO
La imposición de manos
La oración del presbítero y de los presentes que es la epíclesis propia de este sacramento
La Unción con su fórmula
Termina con el rezo del Padrenuestro.

El sacerdote puede abreviar más o menos estos ritos a la vista del estado del enfermo. Asimismo, este sacramento puede y debe hacerse dentro de la misa si es posible y no perder nunca de vista el aspecto eclesial y comunitario que tienen todos los sacramentos.
Jesús Luengo Mena

1.8.07

LA LITURGIA DE LA PENITENCIA

El Catecismo llama “sacramentos de curación” a la Penitencia (Reconciliación) y a la Unción de Enfermos.
A la Penitencia se la denomina sacramento de conversión porque realiza la vuelta al Padre del cual el hombre se había alejado por el pecado.
El signo fundamental de este sacramento es el gesto epiclético o imposición de manos sobre el penitente. El ministro de este sacramento es el obispo y los presbíteros aunque, como en todos los sacramentos, es Cristo quien oficia y en este caso quien perdona.
Actualmente hay tres tipos de ritos del sacramento que diferencian:
* una celebración comunitaria con confesión y absolución general, propia de los tiempos fuertes
* comunitaria con confesión y absolución individual
* la propiamente individual, mucho más frecuente y que sirve para reconciliar a un solo penitente.
Vamos a considerar la comunitaria, que es más completa.

LOS RITOS INTRODUCTORIOS.
Canto de entrada
Saludo
Oración
Examen

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas
RITO DE LA RECONCILIACIÓN
La confesión de los pecados al sacerdote que "constituye una parte esencial del sacramento de la penitencia".
Preces de arrepentimiento
Rezo del Padrenuestro
Absolución, con las palabras del Ritual.
Acción de gracias por la misericordia divina

RITOS CONCLUSIVOS
Bendición y despedida.

El sacerdote debe llevar puesta la estola morada y este sacramento se debe realizar fuera de la Misa. El penitente debe cumplir la penitencia que se le imponga. "Todo fiel llegado a la edad del uso de razón debe confesar al menos una vez al año los pecados graves de que tiene conciencia.
Jesús Luengo Mena