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19.6.10

LA FIGURA DEL PERTIGUERO EN LAS HERMANDADES

Vamos en este artículo a abordar el tema de la figura del pertiguero en los cultos de las hermandades.
En principio hay que decir que esa figura en los cultos internos sobra. La Ordenación general del Misal Romano (OGMR) no le atribuye ninguna función durante la celebración eucarística por lo que su presencia no está contemplada en la Liturgia eucarística.
La figura del pertiguero está tomada del ceremonial litúrgico de las catedrales, ya que el pertiguero, vestido con un ropón negro y portando una pértiga –de ahí su nombre– es quien abre marcha a los canónigos cuando marcan en procesión bien por las naves o desde el coro al presbiterio. Después desaparece.
Sí que se hace preciso en cambio la figura del maestro de ceremonias, como perito de las normas litúrgicas. Puede ser un ministro ordenado o un laico y debe conocer perfectamente la “geografía” del presbiterio así como dominar al dedillo las normas litúrgicas, el desarrollo de los ritos y la función de cada participante en la acción litúrgica. En las celebraciones con el obispo su figura es obligatoria. En las demás funciones, sobre todo si son aparatosas por el número de participantes, es aconsejable.
Vemos que el pertiguero en las funciones de nuestras hermandades se limita a abrir paso al cuerpo de acólitos y ministros en la procesión de enterada (hasta ahí podría valer) para después indicar a los acólitos los movimientos y acciones que tienen que ejecutar (función ya ésta de un maestro de ceremonias). Por cierto que esos golpes de pértiga en el suelo para indicar que hay que alzar los ciriales en determinados momentos (evangelio, bendición, consagración) también sobran ya que el ritual no dice nada de que haya que alzar los ciriales en ningún momento. Así, en el evangelio, se dice que los ciriales acompañan en procesión junto al turiferario y al diácono o sacerdote hasta el ambón. Nada dice de tenerlos alzados durante su proclamación (OGMR 133 y 134).
Más sentido tiene la participación del pertiguero en la cofradía, al mando del cuerpo de acólitos. Sería como un diputado de tramo para mantener la compostura de los acólitos y darles instrucciones.
No obstante, la tradición y la tendencia a la barroquización y ceremoniosidad de las manifestaciones cultuales, que tanto pesan en las hermandades, han hecho que su figura se mantenga y aunque así continúe no está de más conocer sus verdaderas funciones.