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12.12.10

LA EXHORTACIÓN PASTORAL POSTSINODAL "VERBUM DOMINI"

Tras el Sínodo de la Palabra, celebrado en el Vaticano del cinco al veintiséis de octubre de 2008, el Papa ha respondido con una Exhortación apostólica postsinodial titulada Verbum Domini, fechada en el Vaticano el treinta de septiembre de 2010.
De dicha Exhortación, muy amplia, vamos a resumir algunos aspectos que atañen especialmente a la Liturgia.
Al subrayar el nexo entre Palabra y Eucaristía, el Sínodo ha querido volver a llamar justamente la atención sobre algunos aspectos de la celebración inherentes al servicio de la Palabra, sobre todo a la importancia del Leccionario. “La reforma promovida por el Concilio Vaticano II ha mostrado sus frutos enriqueciendo el acceso a la Sagrada Escritura, que se ofrece abundantemente, sobre todo en la liturgia de los domingos. La estructura actual, además de presentar frecuentemente los textos más importantes de la Escritura, favorece la comprensión de la unidad del plan divino, mediante la correlación entre las lecturas del Antiguo y del Nuevo Testamento, centrada en Cristo y en su misterio pascual”.
Se señala la dificultad a veces para captar la relación entre las lecturas de los dos Testamentos y se dice que han de ser consideradas a la luz de la lectura canónica, es decir, de la unidad intrínseca de toda la Biblia.
Donde sea necesario, los organismos competentes pueden disponer que se publiquen subsidios que ayuden a comprender el nexo entre las lecturas propuestas por el Leccionario las cuales han de proclamarse en la asamblea litúrgica en su totalidad, como está previsto en la liturgia del día. Otros eventuales problemas y dificultades deberán comunicarse a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
Además, no se ha de olvidar que el actual Leccionario del rito latino tiene también un significado ecuménico, en cuanto es utilizado y apreciado también por confesiones que aún no están en plena comunión con la Iglesia Católica. De manera diferente se plantea la cuestión del Leccionario en la liturgia de las Iglesias Católicas Orientales.
Proclamación de la Palabra y ministerio del lectorado
Ya en la Asamblea sinodal sobre la Eucaristía se pidió un mayor cuidado en la proclamación de la Palabra de Dios. Como es sabido, mientras que en la tradición latina el Evangelio lo proclama el sacerdote o el diácono; la primera y la segunda lectura las proclama el lector encargado, hombre o mujer. El Papa se hace eco de los Padres sinodales, que también en esta circunstancia han subrayado la necesidad de cuidar, con una formación apropiada el ejercicio del lector en la celebración litúrgica, y particularmente el ministerio del Lectorado que, en cuanto tal, es un ministerio laical en el rito latino. Es necesario que los lectores encargados de este servicio, aunque no hayan sido instituidos, sean realmente idóneos y estén seriamente preparados. Dicha preparación ha de ser tanto bíblica y litúrgica, como técnica: “La instrucción bíblica debe apuntar a que los lectores estén capacitados para percibir el sentido de las lecturas en su propio contexto y para entender a la luz de la fe el núcleo central del mensaje revelado.
La instrucción litúrgica debe facilitar a los lectores una cierta percepción del sentido y de la estructura de la liturgia de la Palabra y las razones de la conexión entre la liturgia de la Palabra y la liturgia eucarística. La preparación técnica debe hacer que los lectores sean cada día más aptos para el arte de leer ante el pueblo, ya sea de viva voz, ya sea con ayuda de los instrumentos modernos de amplificación de la voz”.
La propuesta más innovadora que hizo el Sínodo relativa al acceso al ministerio instituido del Lectorado de las mujeres no ha sido atendida de momento.

28.11.10

CALENDARIO LITÚRGICO 2011

Hoy, veintiocho de noviembre de 2010, es primer domingo de Adviento, comenzando un nuevo Año litúrgico. El Año litúrgico comienza siempre el domingo más próximo al treinta de noviembre, fiesta de San Andrés apóstol. Con la fijación del primer domingo de Adviento y del domingo pascual se puede confeccionar el resto del calendario, que para el año 2011 es el siguiente:

Domingo I de Adviento: 28 de noviembre de 2010.
Sagrada Familia: Domingo, 26 de diciembre de 2010.
Bautismo del Señor: Domingo, 9 de enero de 2011.
Miércoles de Ceniza: 9 de marzo de 2011.
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor: 17 de abril de 2011.
Domingo de Resurrección: 24 de abril de 2011.
Ascensión del Señor: Domingo, 5 de junio de 2011
Domingo de Pentecostés: 12 de junio de 2011.
Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote: Jueves, 16 de junio de 2011.
Santísima Trinidad: Domingo, 19 de junio de 2011.
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo: Domingo, 26 de junio de 2011 (En Sevilla se mantiene la procesión y Liturgia el jueves anterior).
Sagrado Corazón de Jesús: Viernes, 1 de julio de 2011.
Jesucristo, Rey del Universo: Domingo, 20 de noviembre de 2011. Domingo 1 de Adviento: 27 de noviembre de 2011.

FIESTAS DE PRECEPTO EN ESPAÑA
- 1 enero Santa María, Madre de Dios.
- 6 enero Epifanía del Señor.
- 19 marzo San José, esposo de la Virgen María.
- 25 julio Santiago, apóstol.
- 15 agosto La Asunción de la Virgen María.
- 1 noviembre Todos los Santos.
- 8 diciembre La Inmaculada Concepción de la Virgen María.
- 25 diciembre La Natividad del Señor.
Cada diócesis debe añadir las fiestas que acuerde el obispo. Nota para aclarar las dudas sobre los días de precepto
Cuando en alguna Comunidad Autónoma, por motivos de calendario laboral, se presente alguna duda sobre si una determinada festividad conserva o no su tradicional carácter de fiesta de precepto, se debe acudir a la propia Parroquia u Obispado para resolver la duda, pues es, en cada caso, el Ordinario del lugar quien decide sobre la dispensa o no del precepto, así como sobre el oportuno traslado de ciertas fiestas de santos patronos.

LIBROS QUE SE UTILIZAN DURANTE ESTE AÑO
Liturgia de las Horas
Volumen I, II, III y IV y Diurnal
Misa
Misal Romano.
Leccionario I: ciclo A (domingos).
Leccionario VII: Ferias de Tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua.
Leccionario IV: Ferias del Tiempo Ordinario.
Leccionario V: Santoral.
Leccionario VIII: Rituales
Fuente: Calendario litúrgico-pastoral 2010-2011 de la CEE


3.11.10

LOS CAMPOSANTOS

En este mes en que la Iglesia dedica un recuerdo especial a los fieles difuntos, vamos a analizar con preguntas y respuestas lo que el Código de Derecho Canónico dice sobre los camposantos o cementerios.

¿Tienen los fieles difuntos derecho a tener exequias?
Sí. Los fieles difuntos tiene derecho a tener exequias eclesiásticas. Por lo tanto un sacerdote no puede legitimamente negárselas a ningún difunto que haya vivido en comunión con la Iglesia. Mediante estas exequias la Iglesia obtiene para los difuntos la ayuda espiritual y honra sus cuerpos, y a la vez proporciona a los vivos el consuelo de la esperanza, se han de celebrar según las leyes litúrgicas.

¿Se puede negar la celebración de las exequias a algún difunto?
Sí, se han de negar las exequias eclesiásticas, a no ser que antes de la muerte hubieran dado alguna señal de arrepentimiento:
* a los notoriamente apóstatas, herejes o cismáticos;
* a los que pidieron la cremación de su cadáver por razones contrarias a la fe cristiana;
* a los demás pecadores manifiestos, a quienes no pueden concederse las exequias eclesiásticas sin escándalo público de los fieles.
El difunto al que se ha excluido de las exequias eclesiásticas se le negará también cualquier Misa exequial.

¿Permite la Iglesia la cremación de los cadáveres?
Sí, aunque la Iglesia aconseja vivamente que se conserve la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos; sin embargo, no prohíbe la cremación, a no ser que en la voluntad de quien se incinera lo haga por motivos contrarios a las normas de la Iglesia.

¿Puede la Iglesia tener cementerios propios?
Sí puede, es más, se aconseja que donde sea posible la Iglesia debe tener cementerios propios, o al menos un espacio en los cementerios civiles bendecido debidamente, destinado a la sepultura de los fieles. Si esto no es posible, ha de bendecirse individualmente cada sepultura.

¿Pueden las parroquias y los institutos religiosos tener cementerio propio?
Sí, las parroquias y los institutos religiosos pueden tener cementerio propio.
También otras personas jurídicas o familias pueden tener su propio cementerio o panteón, que se bendecirá a juicio del Ordinario del lugar.

¿Pueden enterrarse cadáveres en las iglesias?
No. Al contrario de épocas anteriores en que era frecuente la costumbre de fundar capillas funerarias en las iglesias actualmente no deben enterrarse cadáveres en las iglesias. Se exceptúa al Romano Pontífice y a los Cardenales o a los Obispos diocesanos, incluso «eméritos», siempre en su propia Iglesia.
Si en cambio se permite la existencia de columbarios, para reposo de las cenizas resultantes de la incineración. Muchas hermandades ya los tienen.

¿Son lugares sagrados los camposantos?
Sí, la Iglesia considera como lugares sagrados aquellos que se destinan al culto divino o a la sepultura de los fieles mediante la dedicación o bendición prescrita por los libros litúrgicos. La dedicación de un lugar sagrado corresponde al Obispo diocesano aunque puede delegar en cualquier Obispo y en casos excepcionales en un presbítero.

¿Qué significa que los camposantos son lugares sagrados?
Pues que en ellos sólo puede admitirse aquello que favorece el ejercicio y el fomento del culto, de la piedad y de la religión, y se prohíbe lo que no esté en consonancia con la santidad del lugar.
Los lugares sagrados (templos y cementerios) han sido consagrados, son lugares sagrados; por lo tanto actos contrarios a la moral, injuriosos o por el estilo serán considerados como profanación.

¿Se puede negar la sepultura a un cadáver en un cementerio católico?
Sí, si el difunto es apóstata y murió por tanto fuera del seno de la Iglesia. También se le puede negar sepultura eclesiástica a aquellos que en vida o a la hora de la muerte formalmente manifestaron su voluntad de no querer funerales religiosos.
Más delicado es el caso de bautizados según el rito católico y pertenecientes a familias católicas pero que han vivido alejados de toda práctica religiosa, han llevado públicamente una vida inmoral y desprecian abiertamente las leyes de la Iglesia.
En materia de tanta importancia la Iglesia quiere que se proceda con mucho tacto y prudencia, y advierte con este fin a los pastores de almas que, en cuanto sea posible, no nieguen nunca por su libre albedrío la sepultura eclesiástica a ninguno, aunque parezca indigno de ella, sino que notifiquen el caso al Obispo y esperen su disposición. Si la consulta no puede realizarse por dificultad del lugar o por falta de tiempo un sacerdote no negará jamás la sepultura eclesiástica, salvo el caso en que apareciese como cierto y evidente que el concederla sería contrario al derecho.
Fuente: CDC Canón 1204 y siguientes y 1240 y siguientes.




20.10.10

LAS SIETE VELAS DEL OBISPO

Seguramente los lectores habrán observado que, cuando preside el obispo la Eucaristía, se colocan bien sobre el altar a cerca del mismo siete velas o candeleros. La OGMR (Ordenación General del Misal Romano), en su nº 17 que trata sobre el uso de las velas dice así:”Cúbrase el altar al menos con un mantel de color blanco. Sobre el altar, o cerca de él, colóquese en todas las celebraciones por lo menos dos candeleros, o también cuatro o seis, especialmente si se trata de una Misa dominical o festiva de precepto y, si celebra el Obispo diocesano, siete, con sus velas encendidas”. Igualmente sobre el altar, o cerca del mismo, debe haber una cruz adornada con la efigie de Cristo crucificado. Los candeleros y la cruz adornada con la efigie de Cristo crucificado pueden llevarse en la procesión de entrada.
Y ¿porqué siete luces? Como es fácil de comprender, en la liturgia no hay nada arbitrario. Toda la liturgia es un lenguaje de signos y símbolos con significados y ese signo de las siete luces también tiene el suyo.
El número siete, que indica perfección, se usa para destacar la plenitud del sacerdocio de la que participa el obispo. Siete son los días de la semana, siete los diáconos para el servicio terrenal, siete los sacramentos, siete los dones del Espíritu. También fueron primitivamente siete las basílicas mayores, todas ellas en Roma aunque hoy solamente se consideran así cuatro –San Pedro, San Pablo, Santa María la Mayor y San Juan de Letrán–con la peculiaridad de que en su altar principal sólo puede oficiar el Papa.
El origen del uso de las siete velas viene de la época de la liturgia estacional, en que el Papa, obispo de Roma, era acompañado de su séquito, turnándose para ello las siete divisiones o regiones de la Urbe romana. Quienes portaban los cirios encendidos eran los acólitos. También algunos autores apuntan al Apocalipsis donde se habla de siete lámparas ardiendo delante del trono. En definitiva, es un signo que expresa la preeminencia episcopal.
Sólo se usan las siete luces si el obispo que oficia es el obispo diocesano, o sea, el que tiene la jurisdicción en la diócesis. Si un obispo oficia fuera de su jurisdicción no se encienden las siete luces (al igual que no portan báculo).

28.9.10

EL JUBILEO CIRCULAR DE LAS CUARENTA HORAS

El origen del Jubileo nace como una forma de celebrar la Pascua del Señor. Una de las costumbres de los cristianos de los primeros siglos consistía en juntarse para ayunar, hacer penitencia, orar y cantar salmos durante cuarenta horas, en memoria del tiempo que el Salvador del mundo permaneció en el sepulcro. De esta manera, durante este tiempo sagrado, estos cristianos, asociándose con profundidad a la muerte redentora del Señor, hacían más perfecta su participación en la celebración de su resurrección en la liturgia pascual.
Este tiempo lo computaban, desde el viernes, a la hora de nona (tres de la tarde), en que murió Cristo (Lc 23,44), hasta el amanecer del domingo, hacia las siete horas, en el que resucitó (Mt 28,1). Tres días no completos permaneció muerto el Señor en el sepulcro. La idea del Jubileo es pues tener expuesto cuarenta horas seguidas al Santísimo.
En Roma lo comenzó el papa Clemente VIII institucionalizando en 1592 su práctica para todas las diócesis. Esa devoción había comenzado en Milán en 1527. En 1592, el Papa Clemente VIII, mediante la Encíclica Graves et diuturnae, ordenó establecer públicamente en Roma "la piadosa y saludable oración de las cuarenta horas" en las basílicas y en todas las iglesias para que "día y noche, en todos los lugares y a lo largo de todo el año se alce al Señor, sin interrupción alguna, el incienso de la oración".
Esta manera de interpretar el tiempo de permanencia de Jesús en el sepulcro, tiene una significación propia en la Sagrada Escritura. El número cuarenta puede significar sin más un largo período de tiempo, como cuando se dice que Saúl reinó cuarenta años (Hch 13,21), David cuarenta (1Cro 29,27) y Salomón cuarenta (2 Cro 9,30). Pero en otras ocasiones "cuarenta" señala un tiempo largo de purificación o de abatimiento, previo a una gracia muy alta o una especial exaltación. Son cuarenta, por ejemplo, los días que dura la purificación enorme del Diluvio (Gén 7,12; 7,17), cuarenta años duró para el pueblo de Israel la travesía del desierto, antes de entrar en la Tierra prometida (Dt 8, 2; Núm 14, 33-34; Hch 13, 18) y cuarenta pasó Moisés en el Sinaí, en oración y ayuno, antes de recibir las Tablas de la Ley (Ex 24,18; 34,28). También Elías camina cuarenta días y noches con la fuerza del alimento misterioso que le da un ángel.
Jesús permanece asimismo cuarenta días y noches a solas en el desierto, antes de iniciar su misión pública en medio de Israel (Mc 1,13). Cuarenta horas permanece muerto. Y una vez resucitado, antes de ascender al cielo, se aparece a sus discípulos durante cuarenta días (Hch 1,3).
En el siglo XVI, esta devoción comenzó a adquirir mucha importancia en las iglesias de Milán y de Roma. Eran muy graves las situaciones que atentaban contra la Iglesia (Reforma Protestante e invasiones de los turcos). Además eran también tiempos de relajación de costumbres, producto de la época renacentista. Fueron muchos los santos sacerdotes que contribuyeron en el afianzamiento y extensión de esta devoción, especialmente San Carlos Borromeo, que fue quien le dio su actual configuración: Jubileo de Cuarenta Horas, en el que se expone solemnemente al Santísimo Sacramento para que los fieles, en el curso de tres días, puedan adorar al Señor sacramentado, con la oración y la penitencia. Posteriormente, en el siglo XIX, esta devoción se fortaleció nuevamente, cuando la Sede de Pedro estaba sufriendo las humillaciones de la época napoleónica. La Iglesia rogó mucho ante el Santísimo Sacramento por el feliz regreso del Papa a Roma. A partir de este momento la devoción se afianzó en Roma y comenzó a extenderse por el mundo católico.
En consonancia con este deseo de la Iglesia, la piedad eucarística del Jubileo de las 40 Horas, por su carácter expiatorio, suplicante y eucarístico, ayuda a muchos fieles a configurarse con Cristo y de estar en sintonía con su obra redentora, a través de la oración, que "es el medio privilegiado para relacionarnos con Cristo, para contemplar su rostro y aprender a servir a los hermanos.
En este sentido, el Jubileo de la 40 Horas, desde sus orígenes, ha enseñado a los fieles a unirse a Cristo resucitado, presente en el Santísimo Sacramento del Altar, recordando el momento de su Pasión: su permanencia en el sepulcro muerto por tres días. Esto es posible porque la institución del Sacrificio Eucarístico, desde su nacimiento, tiene inscrito de forma indeleble el acontecimiento de la pasión y muerte del Señor, que no sólo la evoca sino que la hace presente sacramentalmente
En Sevilla fue Jaime de Palafox y Cardona, arzobispo de Sevilla, quien lo solicitó al Papa el veinticinco de octubre de 1698.
Terminamos aclarando que se denomina “circular” porque va celebrándose en distintos templos que lo tienen concedido, cubriendo los 365 días del años.

14.9.10

BIOGRAFÍA DE LA VIRGEN II

Terminamos con este segundo artículo una breve biografía de María, en estas fechas cercanas a la recién celebrada fiesta de su Natividad a modo de felicitación de cumpleaños.
Los datos de cuándo regresó María y su familia a Nazaret no son claros, ya que por un lado Lucas, después de la presentación en el Templo nos indica que regresaron a Galilea, concretamente a la ciudad de Nazaret, donde el Niño crecía y se fortalecía (Lc 2, 40) mientras que Mateo nos presenta la llegada de los Magos de Oriente (Mt 2,1-11), la huida de la Sagrada Familia a Egipto (Mt 2,13-14), la muerte de los Inocentes (Mt 2,16-18) y sólo hasta la muerte de Herodes no regresan a Nazaret.
Desde ese momento la familia vivió de manera estable en Nazaret. Cada año, según la tradición judía, se hacía una peregrinación al Templo de Jerusalén tal como Lucas nos narra (Lc 2, 41). El mismo evangelista nos cuenta el episodio de la pérdida de Jesús en el Templo. Sucedió al cumplir los doce años, que era la edad en la que se alcanzaba la ciudadanía y todos los derechos y obligaciones de un judío, Jesús fue llevado como de costumbre al Templo (Lc 2,42-50). Después de este suceso, la vida de José y María transcurrirá normalmente en Nazaret y Jesús les estaba sumiso, mientras María guardaba todas estas cosas en su corazón (Lc 2,51). Durante este período suponemos que José murió posiblemente cuando Jesús habría tenido unos veinticinco años. La siguiente vez que aparece María citada es en las bodas de Canán (Jn 2,1-11), escena en la cual ya no se nombra a José como asistente a la misma.
Al comenzar Jesús su vida pública lo más probable es que María continuaría su vida con normalidad en Nazaret. Sin embargo, no hay razón tampoco para dudar que Jesús la visitaría con frecuencia. Un dato nos lo aporta el evangelista Mateo en donde se nos narra que al menos una vez María fue a visitarle mientras ejercía su ministerio. Es muy posible que todos los años subiera con María a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Algunos autores piensan que de ser eso cierto lo más posible es que se quedara en casa de Lázaro, en Betania, lo cual explicaría el hecho de la presencia de María en la Crucifixión que nos narra Juan en su Evangelio (Jn 19,25-27). María, posiblemente avisada por alguno de los discípulos, habría estado presente en todo el doble proceso religioso y político al que Cristo fue sometido y asimismo asistiría, con el mayor dolor, a la cruel Crucifixión de su Hijo. Finalmente, recibirá el cuerpo de Jesús descendido de la cruz por los Santos Varones y lo acompañaría hasta el sepulcro. Esa noche posiblemente habría regresado a casa de Lázaro en Betania.
Tras la Crucifixión, la próxima referencia que tenemos sobre María es su presencia en Pentecostés, donde, junto con los discípulos "perseveraba en oración".
La vida de María tras la Resurrección quedó unida a la comunidad. Desde la muerte de Jesús viviría con san Juan (Jn 19,25) y en estrecha comunión con los demás miembros de la Iglesia naciente. Después de Pentecostés no volveremos a tener referencia bíblica sobre su vida. Existen dos tradiciones que nos hablan de su residencia en Éfeso y otra en Jerusalén. Puede que residiese algún tiempo en Éfeso aunque la hipótesis de su estancia permanente en Jerusalén es más aceptada. Probablemente acabó sus días terrenales en Jerusalén hasta que, como dice el dogma de la Asunción, "llegado el final de su vida terrena, María fue asunta al cielo en cuerpo y alma".

10.9.10

BIOGRAFÍA DE LA VIRGEN MARÍA I

En una serie de dos artículos vamos a aproximarnos al conocimento de los datos terrenales que podemos conocer sobre la Virgen.
Muchos de los elementos históricos de la vida terrenal de María, algunos plenamente asumidos por la comunidad creyente, nos lo proporcionan documentos extrabíblicos a los que es imprescindible acudir.
Una de las fuentes en las que se han basado generaciones enteras para conocer la vida de María, sobre todo antes de la Anunciación, han sido los evangelios apócrifos, en especial el llamado protoevangelio de Santiago, que ha sido sin duda la narración apócrifa que más influencia ha tenido en la posteridad. Escrito al parecer entre los siglos II al IV en lengua griega y conocido también como “Libro de Santiago” consta de 25 capítulos en los cuales se narra el nacimiento y vida de María hasta la edad de dieciséis años para contar posteriormente el nacimiento de Jesús y la matanza de los Inocentes. Termina con un epílogo que nos presenta a Santiago el Menor como el autor del texto. Todo el objetivo del libro de Santiago no es otro que el de exaltar la figura de María y su virginidad.
Otro libro esencial para la difusión de las leyendas e historias sobre la Virgen es el llamado “Evangelio del Pseudo Mateo” por atribuirse a dicho evangelista su texto y siendo san Jerónimo su supuesto traductor del hebreo al latín. Ha sido una fuente muy importante para la iconografía mariana y los aspectos literarios sobre la Virgen sobre todo en época medieval. Detalles tan asumidos hoy día como el nombre de los padres de la Virgen, la Presentación de la Virgen al templo, el nacimiento de Jesús en una cueva y apoyado en un pesebre, la vejez y viudez de san José, las ofrendas de los Magos o la vara florecida de José son elementos que proceden de estos apócrifos. Hemos de aclarar al lector que el término “apócrifo” no es sinónimo de falso ni de herético sino simplemente que son escritos que la Iglesia no reconoce como verdad revelada, lo cual no excluye que en todo o en parte puedan narrar hechos ciertos. Recordamos que no es hasta el S. IV en que quedan fijados en veintisiete el número de libros que componen el Nuevo Testamento.
Así pues, algunas de las cosas que sabemos de María a través de estos escritos se pueden considerar dentro del campo de las leyendas y tradiciones y otras no. De hecho la Iglesia nunca los ha aceptado como escritos canónicos y se sigue debatiendo en términos teológicos y bíblicos si su uso como fuente de información es fiable aunque no es éste el momento de realizar ese debate. No obstante, lo que sí conocemos son los usos y costumbres de la época y datos evangélicos sobre los cuales vamos a construir, aunque sea en precario, su biografía, especificando los datos reales de los supuestos.
Los Evangelios únicamente narran la genealogía de José, no la de María (Mt 1, 1-17) lo cual es acorde con la tradición judía en la cual el papel de la mujer en la sociedad era muy secundario. Los padres de María se llamaban al parecer Joaquín y Ana y posiblemente vivían en Nazaret. Una tradición nos habla de que Joaquín nació en una aldea de Galilea llamada Séforis. Los apócrifos coinciden en señalar que Joaquín era hombre rico, de la tribu de Judá, y que tras muchos años de casado no tenía descendencia, lo cual era considerado oprobioso en la época, por considerarlo como no bendecido por el Señor al no haber dado vástagos a la casa de Israel. Tras retirarse en soledad al desierto y pedirlo insistentemente, un ángel del Señor le anuncia su paternidad y Ana, su esposa, da a luz a una niña a la que llamaran Mariam y que nacería en Jerusalén. Sobre la infancia de María nada sabemos, aunque los apócrifos coinciden en que a la edad de tres años fue presentada y entregada al servicio del Templo, al que sirvió hasta los doce años lo cual no implica que necesariamente viviera en el Templo ya que también pudo vivir con sus padres en Jerusalén o en Nazaret.
Entre los parientes de la Virgen, aunque no se citen con precisión, podemos citar a Isabel, que sería su prima y madre de Juan el Bautista y a la que la Virgen visita viviendo con ella al menos tres meses en la aldea de Ain-Karin que era el domicilio de Isabel. El evangelista Lucas nos lo narra con cierto detalle (Lc 1, 39-56). El Magnificat, espléndido canto mariano entonado por la Virgen en esta ocasión, constituye un magnífico regalo de la Virgen a las generaciones posteriores. Por otra parte el evangelista Marcos nos habla de otros parientes, hermanos de Jesús. En la Edad Media se difundió la leyenda de la parentela de la Virgen, leyenda hoy desautorizada, según la cual Ana, al enviudar, se volvería a casar por dos veces originando una numerosa parentela que podría quedar así: María de Cleofás era hermana de María (Jn 19, 25) y esposa de Alfeo cuyos hijos serían Santiago el Menor, Simón, Judas Tadeo y José. Otra hermana de la Virgen sería María Salomé, esposa de Zebedeo cuyos hijos serían Santiago el Mayor y Juan y que serían llamados por Jesús para el grupo inicial de apóstoles (Mc 1, 16-20). Así pues, Jesús tendría parientes próximos, primos y tíos seguramente. También debemos aclarar que el término hermano o hermana debe entenderse en sentido amplio, como sinónimo de parientes. La teología católica no admite que la Virgen tuviese más hijo que Jesús, el Unigénito. En cualquier caso este punto referido a los parientes de la Virgen y de Jesús queda muy confuso y se nutre mucho de conjeturas ya que las Escrituras no aclaran mucho al respecto.
María debía tener entre catorce y dieciséis años cuando se casó con José puesto que esa era la edad habitual en la que las muchachas hebreas contraían matrimonio por lo cual podemos deducir que debió nacer sobre el año 23 al 20 a.C. Este dato es aproximado y tiene en cuenta el error de cálculo sobre la fecha del nacimiento de Cristo, el cual debió ocurrir muy posiblemente en el año 4 a.C. o sea, cuatro años antes de la fecha en que habitualmente se fija, ya que hay datos históricos y astronómicos que así parecen indicarlo. En el caso de que la estrella que guió a los Magos fuese una conjunción planetaria como también se apunta, el nacimiento habría que retrasarlo al año 7 a.C. Teniendo en cuenta esos datos se pueden aventurar algunas hipótesis más o menos fiables.
Siguiendo la costumbre judía María habría realizado su desposorio (parte legal del matrimonio judío en el cual se obtienen todos los derechos y obligaciones de los esposos) con un joven que tendría entre dieciocho y veinticinco años llamado José, originario de Belén, posiblemente entre el 9 y el 6 a.C. La tradición ha difundido la idea sobre José como la de un viejecito viudo incluso con hijos al casarse con María, idea seguramente surgida con el fin de proteger la virginidad de María, que no parece ajustarse a la realidad y que justificaría el nombre de hermanos de Jesús. Podemos suponer que la Anunciación del arcángel Gabriel y la concepción de Jesús fue sobre el año 5 a.C. (Lc 1,26-38). Sabemos por los Evangelios que inmediatamente María se puso en camino para visitar a su prima (Lc 1,39), lo que indica que la visita ocurrió dentro del mismo año. La localidad donde vivía Isabel debía ser la ya citada ciudad de Ain-Karim, en las montañas cerca de Jerusalén.
Al regreso de su visita a su prima santa Isabel, y después de la visita del ángel a José para explicarle el misterio de la concepción, se realizó la ceremonia religiosa y la fiesta de bodas de José y María, a partir de la cual empezarían a vivir juntos (Mt 1,24). La boda se celebraría en miércoles y duraría una semana, tal como era habitual en la tradición judía. Desde ese momento, María se ocuparía de las tareas domésticas, ir a por agua, preparar la comida y cosas por el estilo. Debido a las disposiciones romanas sobre el censo, José y María tuvieron que trasladarse a Belén (Lc 2,1) en donde nació Jesús probablemente en la primavera del año 4 a.C. A los ocho días, de acuerdo a la ley judía, Jesús fue circuncidado (Lc 2,21). La circuncisión era un rito socio-religioso con un doble significado: por un lado el circunciso se incorporaba al pueblo de Dios y al mismo tiempo se les ponía un nombre, que hacía referencia a las virtudes que se le deseaban o esperaban de él. Solía hacerse en la intimidad del domicilio por una persona experta, ante la presencia de testigos y familiares y era el signo de la Alianza. A Jesús se le puso ese nombre porque fue el nombre que el ángel de la Anunciación dijo: “Concebirás y darás luz a un Hijo, al que pondrás por nombre Jesús” (Lc 1, 31).
A los cuarenta días del nacimiento de acuerdo a la ley mosaica las mujeres debían purificarse del parto y María también lo hizo, por lo que los esposos fueron al templo de Jerusalén en donde presentaron al Niño y tuvo lugar el encuentro con la profetisa Ana y el anciano Simeón (Lc 2,22-38). Esta purificación en el caso de Maria hay que entenderla como el simple cumplimiento de un imperativo legal. La Iglesia lo celebra como la entrañable fiesta de la Candelaria.

20.8.10

LITURGIA Y HUMOR II

En esta segunda y última entrega vamos a seguir narrando anécdotas y ocurrencias sobre temas de Iglesia, en clave de humor veraniego.

En primer lugar diremos que, tras el descubrimiento de América, al poco se importó la costumbre de fumar tabaco, cosa que los españoles veían hacer a los nativos del Nuevo Mundo. El debate sobre su licitud se trasladó al campo eclesiástico. Se debatía, entre otras cuestiones, si el uso del tabaco rompía o no el ayuno cuaresmal y el ayuno eucarístico. La anécdota se refiere a los franciscanos y a los jesuitas, religiosos que el pueblo identifica con inocencia bondadosa por un lado y astucia inteligente por otro.
Así, en la polémica sobre el consumo del tabaco, los franciscanos preguntaron a Roma si podían fumar mientras rezaban y les respondieron que no. En cambio los jesuitas preguntaron si podían rezar mientras fumaban, y les respondieron que sí.

Más cercano en el tiempo, se cuenta que en un pueblo del Aljarafe sevillano muy rociero acudió una vez el cardenal a presidir la Función principal. Tras la misma, saludó a los vecinos que se le acercaban y uno de los lugareños, para adularle, le espetó con ánimo de agradar la siguiente frase:

–¡Es usted tan buen cardenal como lo fue su padre¡ –sin reparar en que los cardenales tiene padre, evidentemente, pero no pueden tener hijos.
Hubo que explicarle después que el halago fue una metedura de pata.

La religiosidad popular es vivero de numerosas anécdotas. Se cuenta de una hermandad muy pobre radicada en un lejano pueblo serrano. Sólo tenían una imagen y dos devociones: San Antón y la Inmaculada. Así que, ni cortos ni perezosos, transformaban a su única imagen según conviniera.
De esa manera, surgió el dicho siguiente: “Si lleva barbas es san Antón, si no la Purísima Concepción”.

Terminamos con algunos anuncios parroquiales que circulan por Internet.
En un folleto sobre la Liturgia de la Vigilia pascual en una parroquia se decía lo siguiente: “El presbítero encenderá su vela del cirio pascual y le dará luz al diácono; posteriormente el diácono encenderá uno a uno a toda la primera fila”.
¡Cuidado con el diácono!
En otra parroquia se avisaba que “el coro de mayores dejará de intervenir en las misas durante el verano, con el agradecimiento de toda la parroquia”.
¡No lo harían demasiado bien cuando les agradecen el descanso!
Finalizamos con otro aviso que en esta ocasión advertía que “la misa finalizaría con un responso cantado por todos los difuntos”. Difuntos cantarines.



15.8.10

LITURGIA Y HUMOR I

En estos días estivales vamos a variar nuestra habitual y seria colaboración relatando algunas anécdotas sobre temas litúrgicos y religiosos en general, para ayudar a los lectores a refrescarse con unas sonrisas, en tono respetuoso y humorístico. Comenzamos.
Se cuenta que en una ocasión, el cardenal Bueno Monreal (arzobispo de Sevilla) revestido de capa pluvial y muy ceremonioso, se disponía en una Función solemne a impartir la bendición con el Santísimo. A veces, el Señor se oculta poniendo una capucha en la custodia cuando se suspende la adoración. Por alguna extraña circunstancia resultó que la Hostia consagrada no estaba en el viril. Alguien la había reservado.
Cuando el maestro de ceremonias destapó la custodia, con el cardenal arrodillado y dispuesto con el incensario y todo el pueblo atento, se llevaron la sorpresa de que el viril estaba vacío. Se estableció el siguiente dialogo:
–¿Eminencia, y ahora que hacemos? –preguntó consternado el maestro de ceremonias.
– El ridículo, hijo mío, el ridículo –contestó el cardenal.
Humor no le faltaba al prelado.

También se cuenta de una familia noble que allá por el siglo XVII habitaba en Sevilla que se consideraban familiares de Jesús ya que eran de origen judío y descendientes de la tribu de David. Tan es así que, cuando rezaban el rosario con la servidumbre, decían las avemarías de la siguiente manera:
· Dios te Salve María, Madre de Dios y prima mía, llena eres de gracia....–decía la señora, y respondían todos
· Santa María, Madre de Dios y prima de Usía, ruega por nosotros....
Por presumir de ascendientes que no quede.

Se dice de un catalán que fue a Tierra Santa y visitó el lago Tiberiades. Los catalanes tienen fama, infundada, de tacañería y ahorradores. En el lago se ofrecían barcas de alquiler para los turistas al precio de 50 euros.
Nuestro amigo el catalán protestó por el precio.
–Oiga, ¿no le parece un abuso cobrar esa cantidad por un paseo en barco?
–Tenga usted en cuenta que por sus aguas hace dos mil años anduvo nuestro Señor Jesucristo –replicó el empleado.
–Pues no me extraña nada. ¡Con estos precios! –replicó nuestro amigo.

La salud de los Papas era, hasta no hace mucho, objeto de un secretismo que limitaba con lo ridículo. Así, se cuenta de un Papa que en su parte de defunción y en la nota que dio a la prensa el Vaticano se decía: “En el día de hoy Su Santidad...... ha fallecido en perfecto estado de salud”.
Seguramente la anécdota no será verdad, pero quiere reflejar una situación hoy felizmente superada.
Finalizamos con otra anécdota de Papas. León XIII tuvo un pontificado larguísimo, de los más largos de la historia de la Iglesia, superando los veinticinco años (sólo superado por San Pedro, Pío XI y Juan Pablo II). Tanto que los cardenales comentaban entre sí: “El Espíritu Santo nos iluminó para que eligiesemos a un Santo Padre pero no a un Padre Eterno”.





25.7.10

REQUISITOS PARA CELEBRAR EL BAUTISMO II

Vamos en esta segunda entrega a ver los requisitos que precisa el sacramento del Bautismo.
En primer lugar decir que el agua del Bautismo debe ser agua natural y limpia, para manifestar la verdad del signo y hasta por razones de higiene. Según las necesidades locales, existe la opción de calentar el agua.
La fuente bautismal o el recipiente en que se prepara el agua cuando, en algunos casos, se celebra el sacramento en el presbiterio debe distinguirse por su limpieza y estética.
A no ser en caso de necesidad, el sacerdote o diácono no deben bautizar sino con agua bendecida expresamente para tal fin, o sea, que hay que bendecir el agua en ese momento y no utilizar agua ya bendecida. Se exceptúa al agua bendecida en la Vigilia Pascual, que debe conservarse en lo posible durante todo el Tiempo pascual y emplearse en los bautismos que se celebren en ese tiempo. Sirve este gesto para afirmar con más claridad la conexión de este sacramento con el Misterio Pascual. Pero, fuera del tiempo pascual, se bendice el agua en cada una de las celebraciones.
Si el bautisterio está construido de manera que sea una fuente de agua viva, se bendecirá la corriente de agua.
Tanto el rito de la inmersión –que es más apto para significar la Muerte y Resurrección de Cristo– como la de la infusión (el más común y consistente en echar agua en la cabeza del niño) pueden utilizarse con todo derecho. Ambos son igualmente legítimos.
Las palabras con las cuales se confiere el Bautismo en la Iglesia latina son: «Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». No pueden usarse otras.
Una vez concluido el tiempo de Pascua, el cirio pascual se colocará dignamente en el bautisterio y durante la celebración del Bautismo deberá estar encendido, para que se puedan encender en él los cirios de los bautizados. Todos los niños nacidos recientemente serán bautizados, a ser posible, en común en el mismo día. Así pues se desaconsejan los bautismos individuales. De igual modo, salvo causa justa, no puede celebrarse el Bautismo dos veces el mismo día y en la misma iglesia.
Debe disponerse dentro de la iglesia un lugar adecuado para la celebración de la Liturgia de la Palabra, bien en el bautisterio, bien en otro lugar del templo.
De igual manera, el bautisterio –es decir, el lugar donde brota la fuente bautismal o, simplemente, donde está colocada la pila– debe estar reservado al sacramento del Bautismo y ser verdaderamente digno, de manera que aparezca con claridad que allí los cristianos renacen a la vida y al Espíritu Santo.
Los párrocos deben anotar sin excusa ni demora en el libro dedicado al efecto los nombres de los bautizados, día del bautizo, ministro que lo bautizó y nombres de padres y padrinos.
En definitiva, la celebración del sacramento siempre debe tener un sentido pascual.

15.7.10

EL BAUTISMO I

En una serie de artículos vamos a abordar los diferentes aspectos del sacramento del Bautismo.
El Catecismo de la Iglesia Católica en su número 1213 define así al Bautismo: "Es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el Espíritu y la puerta de acceso a los otros Sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y hechos partícipes de su misión”.
El Bautismo es uno de los tres sacramentos que se conocen por el nombre de iniciación cristiana (Eucaristía y Confirmación son los otros dos).
El Bautismo de niños es práctica antigua dentro de la Iglesia, que se realiza por el bien y salvación del niño, para no privarle de sus beneficios. El argumento en contra del Bautismo de los niños (que no pueden decidir por sí mismos) se rebate facilmente: los padres le procuran un bien, al igual que le vacunan aunque al niño no le guste el pinchazo.
Antes de proceder al Bautismo hay que tener en cuenta la salud de la madre, para que esté presente y pueda participar, además de que haya un espacio de tiempo suficiente para que los padres reciban la debida catequesis sobre el importante sacramento que ellos, en nombre de su hijo, van a pedir a la Iglesia.
Las normas litúrgicas actuales recomiendan el Bautismo de los niños “dentro de las primeras semanas” de su nacimiento. Si hay peligro de muerte se procederá al Bautismo “sin demora”.
Los padre deben poner en conocimiento del párroco el nacimiento para que éste prevenga con la suficiente antelación todo lo referente al sacramento.
El lugar idóneo para la celebración es la parroquia, que deberá tener fuente bautismal como signo de que el Bautismo es sacramento de fe de la Iglesia y de incorporación al pueblo de Dios. Con permiso del obispo, también puede haber fuente bautismal en otro templo dentro de la jurisdicción parroquial. No debe celebrarse el Bautismo en casas particulares ni hospitales salvp causa grave.
Los ministros del sacramento son los obispos, presbíteros y diáconos. No habiendo ministro ordenado, y en caso inminente de muerte, cualquier fiel puede conferirlo, incluso si no es bautizado, con tal que tenga esa intención.
Se recomienda que el Bautismo tenga lugar en domingo –o su víspera– y durante la Vigilia pascual. El obispo debe bautizar especialmente en la Vigilia pascual y tiene encomendado el Bautismo de los adultos.
Los efectos que produce el Bautismo son: perdona el pecado original, y cualquier otro pecado. Además se nos dan las tres divinas personas junto con la gracia santificante. Imprime en el alma el carácter sacramental que nos hace cristianos para siempre y fundamentalmente nos incorpora a la Iglesia.

1.7.10

EL MAESTRO DE CEREMONIAS

Se conoce por ese nombre a la persona (ministro ordenado o laico) que ejerce la función de organizar el desarrollo de las celebraciones litúrgicas.
La labor del Maestro de Ceremonias ha sido siempre de gran importancia en las celebraciones especiales o de especial complejidad. En la liturgia episcopal su ministerio está regulado en el Ceremonial de los Obispos. Así se dice expresamente que "para que la celebración, especialmente la que preside el Obispo, resplandezca por su decoro, simplicidad y orden, es necesario un maestro de ceremonias que la prepare y dirija en estrecha cooperación con el Obispo y los demás que tienen el oficio de organizar sus partes, sobre todo bajo el aspecto pastoral”.
El maestro de ceremonias debe ser verdaderamente perito en sagrada liturgia, su historia y su índole, sus leyes y preceptos. Pero, además, debe ser versado en pastoral, para que sepa cómo se han de ordenar las sagradas celebraciones, a fin de fomentar tanto la participación activa del pueblo, como para promover su belleza.
El maestro de ceremonias debe procurar que se observen las leyes de las sagradas celebraciones, según su espíritu verdadero y las legítimas tradiciones de la Iglesia particular, que sean de utilidad pastoral.
Debe coordinar oportunamente a los cantores, acólitos, lectores, ministros y celebrantes en aquellas cosas que deben hacer y decir y en qué momento deben hacerlo.
Importante en un maestro de ceremonias es la máxima discreción; no habla nada superfluo; no ocupa el lugar de los diáconos ni de los asistentes al lado del celebrante. Debe actuar con piedad, con paciencia y con diligencia.
Un buen maestro de ceremonias asegura el buen desarrollo de la acción litúrgica sin sobresaltos y da seguridad a todos los ministros que están en el presbiterio al saber que serán avisados en el momento preciso para realizar su función.
En el ejercicio de sus funciones, el maestro de ceremonias se reviste con alba, o sotana y sobrepelliz. Si es diácono, dentro de la celebración puede revestir la dalmática y las demás vestiduras de su orden. Si es canónigo (todas las catedrales tiene un canónigo encargado expresamente de ese papel) viste el hábito coral.
La liturgia papal, aunque se rige por otras leyes, se desenvuelve siempre con la ayuda del Maestro de Ceremonias Pontificio
Como curiosidad añadimos que en tiempos pretéritos y con el objeto de señalar el inicio del texto a leer por el celebrante o cantor, el maestro de ceremonias usaba en España el puntero. Era una especie de batuta, muy útil cuando las dimensiones del libro o la distancia entre el libro y el ceremoniero hacían difícil señalar con la mano, como solía acontecer con los grandes antifonarios corales y el canon pontifical. Así, el puntero se convirtió en la insignia por excelencia del maestro de ceremonias.
Finalizamos con un elogio a la magnífica escuela sevillana de liturgistas y sus cabezas visibles en la catedral, canónigos Ángel Gómez y Luis Rueda, siempre pendientes del buen desarrollo de los ritos y ceremonias.

19.6.10

LA FIGURA DEL PERTIGUERO EN LAS HERMANDADES

Vamos en este artículo a abordar el tema de la figura del pertiguero en los cultos de las hermandades.
En principio hay que decir que esa figura en los cultos internos sobra. La Ordenación general del Misal Romano (OGMR) no le atribuye ninguna función durante la celebración eucarística por lo que su presencia no está contemplada en la Liturgia eucarística.
La figura del pertiguero está tomada del ceremonial litúrgico de las catedrales, ya que el pertiguero, vestido con un ropón negro y portando una pértiga –de ahí su nombre– es quien abre marcha a los canónigos cuando marcan en procesión bien por las naves o desde el coro al presbiterio. Después desaparece.
Sí que se hace preciso en cambio la figura del maestro de ceremonias, como perito de las normas litúrgicas. Puede ser un ministro ordenado o un laico y debe conocer perfectamente la “geografía” del presbiterio así como dominar al dedillo las normas litúrgicas, el desarrollo de los ritos y la función de cada participante en la acción litúrgica. En las celebraciones con el obispo su figura es obligatoria. En las demás funciones, sobre todo si son aparatosas por el número de participantes, es aconsejable.
Vemos que el pertiguero en las funciones de nuestras hermandades se limita a abrir paso al cuerpo de acólitos y ministros en la procesión de enterada (hasta ahí podría valer) para después indicar a los acólitos los movimientos y acciones que tienen que ejecutar (función ya ésta de un maestro de ceremonias). Por cierto que esos golpes de pértiga en el suelo para indicar que hay que alzar los ciriales en determinados momentos (evangelio, bendición, consagración) también sobran ya que el ritual no dice nada de que haya que alzar los ciriales en ningún momento. Así, en el evangelio, se dice que los ciriales acompañan en procesión junto al turiferario y al diácono o sacerdote hasta el ambón. Nada dice de tenerlos alzados durante su proclamación (OGMR 133 y 134).
Más sentido tiene la participación del pertiguero en la cofradía, al mando del cuerpo de acólitos. Sería como un diputado de tramo para mantener la compostura de los acólitos y darles instrucciones.
No obstante, la tradición y la tendencia a la barroquización y ceremoniosidad de las manifestaciones cultuales, que tanto pesan en las hermandades, han hecho que su figura se mantenga y aunque así continúe no está de más conocer sus verdaderas funciones.

15.5.10

LA MATERIA DEL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA II

Comenzamos este artículo contestando a las preguntas que nos hacíamos en el anterior, que ahora recordamos. Eran estas:
¿Qué ocurre si el sacerdote no puede probar el vino, bien porque su salud corra peligro o porque esté en proceso de recuperación de alcoholismo, por ejemplo? De igual manera ¿Qué ocurre si el sacerdote o un fiel es celíaco –intolerante al gluten–, o sea, no puede consumir sin grave riesgo para su salud, las hostias? Y tercera ¿Es lícito comulgar con pan (no con hostias) fabricado por los propios fieles, que lo aportan al Sacrificio Eucarístico, tal como algunas comunidades parece que hacen?
En primer lugar, a los sacerdotes que no pueden consumir vino se les permite recibir la comunión mojando la hostia en el vino, siendo un asistente quien consuma el vino consagrado. También pueden recibir un indulto para usar jugo de uva (mosto) en vez de vino cuando presiden o para recibir sólo la hostia cuando concelebran. Para este indulto el superior del sacerdote debe enviar su petición a la Santa Sede. La petición debe estar acompañada por el testimonio de un doctor que verifique que aun la mínima cantidad de alcohol ingerida en la hostia mojada en el vino pondría en peligro la salud o recuperación del sacerdote.
De igual manera hay fórmulas para los enfermos celíacos (alérgicos al gluten) que no puedan, sin grave riesgo para su salud, consumir las hostias. Si es sacerdote puede comulgar sólo con el Vino y si es laico puede arbitrarse alguna fórmula, con previo conocimiento del sacerdote (comulgar con el Vino mediante una cucharilla de metal noble o directamente del cáliz o de otro cáliz exprofeso). También se pueden elaborar hostias especiales, con el mínimo de gluten, sin que dejen de ser de trigo. En cualquier caso el sacerdote debe tener en cuenta la problemática del feligrés.
La Congregación para la Doctrina de la Fe, el 19 de junio de 1995 dio la normativa a tener en cuenta en estos supuestos.
Respecto al permiso de usar pan con poca cantidad de gluten la licencia puede ser concedida por el Ordinario a los sacerdotes y laicos afectados de celiaca, previa presentación del correspondiente certificado médico.
Las condiciones para la validez de la materia son:
Las hostias especiales «quibus glutinum ablatum est», o sea, sin gluten, son materia inválida para el Sacramento. En cambio son materia válida si en ellas permanece la cantidad de gluten suficiente para obtener la panificación, si no se han añadido materias extrañas y si el procedimiento usado para su confección no desnaturaliza la sustancia del pan.
Respecto al permiso de usar mosto la solución preferible sigue siendo la comunión por intinción (mojando la hostia en el vino), o bien, en la concelebración, la comunión bajo la sola especie del pan. La licencia para el uso del mosto puede ser concedida por el Ordinario a los sacerdotes afectados de alcoholismo o de otra enfermedad que les impida tomar alcohol incluso en mínima cantidad, previa presentación del correspondiente certificado médico.
Por mosto se entiende el zumo de uva fresco o conservado, suspendiendo la fermentación mediante congelamiento u otro método que no altere su naturaleza. A quienes gocen de licencia para el uso del mosto les está impedido en principio presidir la Santa Misa concelebrada, salvo que sea Obispo o Superior General, o bien, con el permiso del Ordinario, en el aniversario de la propia ordenación sacerdotal y en otras ocasiones similares. En estos casos el que preside la Eucaristía hará la comunión bajo la especie del mosto, mientras para los concelebrantes se preparará un cáliz con vino normal. Los aspirantes al sacerdocio afectados de celiaca, alcoholismo o enfermedades análogas, dada la centralidad de la celebración eucarística en la vida sacerdotal, no pueden ser admitidos a las órdenes sagradas.
Y para finalizar, respondiendo a la tercera interrogante que planteábamos, podemos afirmar que sí es lícito que los propios fieles preparen el pan eucarístico, eso sí, cumpliendo estrictamente la normativa al respecto, ya que lo esencial no es quién lo prepare sino la materia de que está hecho. No obstante esta práctica, no habitual pero seguida por algunas comunidades como el camino neocatecumenal, debe ser encargada a personas expertas en su elaboración y que dispongan de los medios oportunos además de exigir una solvencia moral a la persona que lo fabrica. Se entiende pues que cualquiera no debe hacerlo.
Por último no es imprescindible que el pan eucarístico sea en forma de hostia: se puede comulgar recibiendo (no cogiendo ni tomando una parte) del sacerdote un trozo del pan consagrado. No obstante, todos los documentos que se refieren a este tema tienden a identificar pan eucarístico con hostia asimilándolas prácticamente a palabras sinónimas (números 48 y 49 de la Instrucción Redemptionis Sacramentum).


8.5.10

LA MATERIA DEL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA I

La Iglesia enseña que "la materia para la confección de la Eucaristía es el pan de trigo y vino de la vid". Esta es una verdad de fe, que fue definida en el Concilio de Trento. El CDC ( 924 & 2-3) lo dice claramente. Así pues el pan que se emplea en el Santo Sacrificio de la Eucaristía debe ser ázimo (o sea, no fermentado), de sólo trigo y hecho recientemente, para que no haya ningún peligro de que se corrompa. Por consiguiente, no puede constituir materia válida, para la realización del Sacrificio y del Sacramento eucarístico, el pan elaborado con otras sustancias, aunque sean cereales, ni aquel que lleva mezcla de una sustancia diversa del trigo, en tal cantidad que, según la valoración común, no se puede llamar pan de trigo. Es un abuso grave introducir, en la fabricación del pan para la Eucaristía, otras sustancias como frutas, azúcar o miel. Es claro que las hostias deben ser preparadas por personas que no sólo se distingan por su honestidad, sino que además sean expertas en la elaboración y dispongan de los instrumentos adecuados.
De igual manera, el vino del Sacramento debe ser de uva. No es preciso que sea del que popularmente llamamos “vino de Misa”. El vino que se utiliza en la celebración del Santo Sacrificio Eucarístico debe ser natural, del fruto de la vid, puro y sin corromper, sin mezcla de sustancias extrañas. En la misma celebración de la Misa se le debe mezclar un poco de agua. El añadir agua al vino era práctica habitual entre los judíos y con seguridad así lo hizo Jesucristo, sin contar también con una carga simbólica de unión entre Cristo (sangre) y el hombre (agua).
Debe cuidarse de que el vino destinado a la Eucaristía se conserve en perfecto estado y no se avinagre. Está totalmente prohibido utilizar un vino del que se tiene duda en cuanto a su carácter genuino o a su procedencia, pues la Iglesia exige certeza sobre las condiciones necesarias para la validez de los sacramentos. No se debe admitir bajo ningún pretexto otras bebidas de cualquier género, que no constituyen una materia válida.
Y ¿por qué se usan estos elementos? Pues porque tenemos la seguridad de que Jesús utilizó estos dos elementos en la Última Cena (Cfr. Mt 26,26-28; c 14,22-25; Lc 22,19-20; 1Cor 11,23-26).
Queda absolutamente prohibido consagrar el pan o el vino solo sin el otro elemento o consagrarlos fuera de la celebración Eucarística. Si el sacerdote al comulgar descubre que el cáliz tenía solo agua, debe poner el agua en otro recipiente, poner vino y agua en el cáliz y consagrarlo diciendo solo la parte de la consagración del cáliz.
Así pues, para que el Sacramento de la Eucaristía sea válido es necesario que:
* El pan sea substancialmente de trigo (amasado con harina de trigo y agua natural, y cocido al fuego). Si tiene algún elemento añadido no puede ser tal que el pan no sea considerado como de trigo según el estimado común.
De modo que sería materia inválida el pan de cebada, de arroz, de maíz, etc., o el amasado con aceite, leche, etc. Si el pan se ha corrompido de tal manera que su naturaleza esta substancialmente alterada y no se puede considerar pan, constituye materia inválida.
* El vino debe ser natural, puro de uva y no corrompido. Debe ser vino y no jugo. Vino que no es de uva o que fue hecho químicamente o al que se le añadió una cantidad igual o mayor de agua, es materia inválida. El vino se considera alterado o corrompido cuando ha perdido las cualidades por las que comúnmente se reconoce como vino. Si es tan amargo que se reconoce como vinagre en la estima general de las personas, es materia inválida. No se debe admitir bajo ningún pretexto otras bebidas de cualquier género
Si el sacramento es invalido, no hay Eucaristía. Es decir, no está realmente Cristo presente. ¿Qué hacer si somos testigos de un abuso contra la Eucaristía? Afortunadamente no se conocen casos en nuestra diócesis pero no está de más saber cómo actuar.
En primer lugar informar al sacerdote. Si no hace caso, informe al obispo que actuará en consecuencia. Si se continúa confeccionando la Eucaristía con materiales que la hacen inválida, habría que ir a misa a otra iglesia católica.
Generalmente, en la Misa sólo el sacerdote comulga –obligatoriamente además– bajo las dos especies, aunque en cada una de las dos especies, tanto en el Pan como en el Vino, se encuentra plena y completamente el Cuerpo divino (transubstanciación). Al repartir la comunión a los fieles conviene, en razón del signo, que algunas partes del pan eucarístico que resultan de la fracción del pan (o sea, de la hostia grande que el sacerdote comulga) se distribuyan al menos a algunos fieles, en la Comunión. No obstante, de ningún modo se excluyen las hostias pequeñas, cuando lo requiere el número de los que van a recibir la sagrada Comunión, u otras razones pastorales lo exijan; más bien, según la costumbre, deben usarse sobre todo formas pequeñas, que no necesitan ser fraccionadas.
Terminamos este artículo con tres interesantes preguntas: ¿Qué ocurre si el sacerdote no puede probar el vino, bien porque su salud corra peligro o porque esté en proceso de recuperación de alcoholismo, por ejemplo? De igual manera ¿Qué ocurre si el sacerdote o un fiel es celíaco –intolerante al gluten–, o sea, no puede consumir sin grave riesgo para su salud, las hostias? Y tercera ¿Es lícito comulgar con pan (no con hostias) fabricado por los propios fieles, que lo aportan al Sacrificio Eucarístico, tal como algunas comunidades parece que hacen?
En un próximo artículo daremos respuesta a estas cuestiones.

3.5.10

ICONOGRAFÍA DE LOS APÓSTOLES II

Continuamos en este artículo con la iconografía de los apóstoles restantes que dejamos en el anterior artrículo.
A San Felipe se le suele representar con un libro en una mano y un crucifijo en la otra o bien con una cruz, ya que fue crucificado amarrado a una cruz con cuerdas. También se le suele representar llevando una cruz en forma de "T", instrumento con el que, según la leyenda, obró durante su vida muchos milagros. Su fiesta: tres de mayo, junto a Santiago el Menor.

De San Bartolomé también llamado Natanael dice la tradición que fue despellejado vivo y luego decapitado. Se le representa con un cuchillo utilizado en su martirio, que consistió en arrancarle la piel con vida y posteriormente fue decapitado por orden del rey Astyages. Según la tradición este martirio ocurrió en Abanopolis, ciudad situada en la costa occidental del Mar Caspio. Su símbolo apostólico es tres cuchillos paralelos. La devoción a san Bartolomé está muy extendida en la provincia de Sevilla, especialmente en la zona de los Alcores, siendo patrono de Mairena del Alcor, Aguadulce o Real de la Jara, además de la localidad aljarafeña de Umbrete. También a veces lleva un diablo encadenado por un episodio apócrifo según el cual el santo se presentó ante un templo en cuyo interior, dentro de una escultura, vivía el demonio Astaroth, que según se suponía curaba a los enfermos. El apóstol demostró su ineficacia y expulsó de dicho lugar al diablo consagrando el templo a Cristo. Celebramos su fiesta el veinticuatro de agosto.

San Mateo, evangelista, ya fue tratado en el anterior artículo. El veintiuno de septiembre es su fiesta.

Santo Tomás es representado con una escuadra de arquitecto. Según los "Hechos de Tomás", escrito apócrifo del siglo III, el apóstol habría sido arquitecto. Invitado por un rey de la India (Gundoforo, Gondoforo o Gundafar) a levantarle un palacio, el apóstol recibe el dinero para la construcción y lo reparte entre los necesitados. Cuando el rey quiere ver el palacio, Tomás le anuncia que, al dar el dinero a los pobres, le edificó al monarca un palacio en el cielo. El rey, irritado, lo arroja en prisión, pero más tarde lo perdona. A raíz de este episodio legendario, Tomás es representado frecuentemente con una escuadra de arquitecto. Gracias a investigaciones recientes, se han hallado monedas de mediados del siglo I con el nombre del rey Gundafar, lo que da algún sustento histórico a esta tradición.
Otra leyenda piadosa afirma que como se negaba a creer en la asunción de María, hace abrir su tumba y la encuentra llena de flores. Entonces la Virgen, desde el cielo, desanuda su cinturón y lo deja caer en manos de Tomás, quien nuevamente cree "por haber visto". Por este motivo, Tomás es representado a veces con el "sagrado cinto" entre sus manos. Su fiesta: tres de julio.

Santiago el Menor es llamado "hermano" del Señor, es decir, primo o pariente cercano. Por eso se le representa con rasgos parecidos a los de Cristo (según algunos autores, se le parecía tanto que ese fue el motivo de que Judas tuviera que darle un beso al verdadero Jesús para que los romanos apresaran a la persona correcta). Otra tradición se refiere a su muerte. Cuando estaba predicando el Evangelio cerca del Templo de Jerusalén, es arrojado desde el pináculo del Templo por orden del Sumo Sacerdote. Santiago sobrevive, pero es lapidado y rematado por un batanero, que le aplasta el cráneo de un mazazo. Este episodio le vale su principal atributo, que es una maza de batanero. También se le suele representa junto a Felipe, cuya fiesta comparte.

De San Simón apodado el Zelote (por pertenecer a esa secta) o el Cananeo (por provenir de Caná), la tradición cuenta que en su martirio fue cortado con una sierra de leñador por los adoradores del sol en Persia. El atributo de la sierra es el más clásico desde el siglo XV. Por ello, lo invocan como patrono los aserradores; también lo hacen los tintoreros, porque según una leyenda él mismo era tintorero. Su fiesta se celebra el veintiocho de octubre, junto a San Judas.

San Judas Tadeo es un apóstol que despierta mucha devoción popular, ya que se le atribuye la ayuda en trances desesperados e imperiosos. En la catedral de Sevilla cada veintiocho de mes se celebra Misa en su honor. También una imagen del apóstol, como abogado de los casos difíciles, se encuentra en el atrio de San Antonio Abad (Hermandad del Silencio) habiéndose convertido en una de las devociones populares más extendidas en Sevilla. Se le representa a veces con una imagen de Cristo en el pecho, a causa de su parentesco con el Señor, de quien –según la leyenda– era muy parecido. Otro atributo más clásico es la maza, supuesto instrumento de su martirio (hasta el siglo XIV se lo representaba con espada, alabarda y hacha). Se le considera hermano de Santiago el Menor y de Simón, por lo que de ser cierto este parentesco serían primos hermanos de Jesús, ya que sus padres serían Alfeo (asimilado a Cleofás) y María la de Cleofás (hermana de la Virgen). Puede que Judas fuera el esposo de la bodas de Caná, lo que justificaría la presencia de Jesús y María en la boda. Celebramos su fiesta el veintiocho de octubre. Como curiosidad añadimos que aunque es un santo muy popular, pocos padres ponen ese nombre a sus hijos (seguramente por recuerdo del otro Judas Iscariote)

San Matías fue elegido por los Once, encabezados por Pedro, para desempeñar el ministerio del apostolado en el lugar dejado por Judas. Apenas sabemos nada a ciencia cierta de su vida. La literatura apócrifa abunda en detalles acerca de su martirio: fue hecho prisionero por antropófagos, cegado, curado y liberado por Andrés, y finalmente decapitado. Esas leyendas le han valido diversos atributos: espada, alabarda, piedras, cruz, hacha. Esta última ha prevalecido en general. El catorce de mayo es su fiesta.
El color litúrgico en las fiestas de los santos mártires, apóstoles y evangelistas es el rojo, excepto en San Juan Evangelista (blanco) porque no murió mártir.

24.4.10

ICONOGRAFÍA DE LOS EVANGELISTAS Y APÓSTOLES I

Vamos en dos artículos de temática no litúrgica a abordar los símbolos con los que se representan a los cuatro evangelistas y a los doce apóstoles. Conocer su símbolo parlante, o sea, su signo distintivo, nos ayuda a identificarlos en retablos, cartelas, imágenes y pinturas.

Comenzamos por los evangelistas. En primer lugar decir que es frecuente la representación de los cuatro símbolos acompañando a Cristo en el Pantocrátor, rodeándole formando el Tetramorfos (cuatro formas), muy propio del románico y del gótico.

A San Mateo se le representa por un ángel que le inspira la escritura de su evangelio o por un hombre, porque nos presenta en el primer capítulo de su evangelio la genealogía humana de Jesús. Simboliza el Nacimiento y en el tetramorfos se sitúa arriba y a la derecha de Cristo.

San Marcos se representa por un león porque su Evangelio comienza con la predicación de Juan el Bautista, comparado al rugido del león del desierto. Simboliza la Resurrección y se sitúa a la derecha de Cristo, debajo del ángel. Es titular de la hermandad servita.

San Lucas es representado por un toro porque su Evangelio comienza con el sacrificio que oficia el sacerdote Zacarías (padre de Juan el Bautista). El toro es animal de sacrificios y Lucas trata extensamente el sacrificio de Cristo en la Cruz. Se sitúa a la izquierda de Cristo. Sobre San Lucas existe la tradición de que pintó a la Virgen, por lo que es el patrón de los pintores. Simboliza la Pasión. Es titular de la Hermandad de la Redención.

San Juan Evangelista es representado por un águila porque en su prólogo sabe volar más alto que estas aves, consideradas como las que vuelan más alto. El Evangelio de San Juan está considerado como el de más altura espiritual. Se sitúa a la izquierda de Cristo, encima del toro. Ampliamos más adelante al tratarlo como apóstol.

En cuanto a los apóstoles:

San Pedro, representado con una llave en la mano por ser quien tendrá las llaves para “atar y desatar”. A veces también lleva un gallo, por las negaciones que hizo de conocer a Jesús. Su símbolo apostólico es una cruz invertida (murió crucificado boca abajo) y dos llaves cruzadas: una de oro (poder de absolución) y otra de plata (poder de excomunión).

San Andrés lleva como símbolo la cruz en aspa (cruz de San Andrés) en la que fue atado hasta morir. También se usa un símbolo de dos peces cruzados, por ser pescador.

Santiago el Mayor es representado por una concha de vieira colgada al cuello, con callado y calabaza (ropaje de peregrino). Su símbolo apostólico es tres caparazones de crustáceo, por su peregrinación por el mar. La tradición nos lo presenta enterrado en Santiago de Compostela y como evangelizador de España.

A San Juan Evangelista, cuyo símbolo es el águila como ya vimos, se le representa con un cáliz del que sale una serpiente. Esta iconografía se debe a que Aristodemus, el sumo sacerdote de Diana en Efeso, lanzó un reto a San Juan para que bebiese de una copa que contenía un líquido envenenado. El Apóstol tomó el veneno sin sufrir daño alguno y, a raíz de aquel milagro, convirtió a muchos, incluso al Sumo Sacerdote. También se le representa escribiendo el Apocalipsis en la isla de Patmos adonde fue desterrado por el emperador Domiciano o en una tina de aceite hirviendo de la que salió sin sufrir daño. Es el único apóstol que no murió mártir.

En la iconografía cofrade siempre lleva túnica verde y mantolín granate representándosele joven y generalmente con perilla. Es el patrón de la juventud cofrade, por ser considerado el más joven de los apóstoles.
Dejamos para el próximo artículo los ocho apóstoles restantes.

17.4.10

EL MINISTRO DE LA EXPOSICIÓN DE LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA

El Ritual de la Sagrada Comunión y del culto a la Eucaristía fuera de la Misa, en sus Praenotanda (números 91 y 92) dejan muy claro a quien corresponde la exposición del Santísimo.
Así, se dice que el ministro ordinario de la exposición del Santísimo Sacramento es el sacerdote o el diácono, que al final de la adoración, antes de reservar el Sacramento, bendice al pueblo con el mismo Sacramento.
Ahora bien, esta exposición no es tarea exclusiva de los ministros ordenados. En ausencia del sacerdote o diácono, o legítimamente impedidos, también pueden exponer públicamente la Santísima Eucaristía a la adoración de los fieles y reservarla después otros ministros laicos, por este orden:
En primer lugar el acólito instituido y el ministro extraordinario de la sagrada comunión, debidamente autorizado.
También pueden hacerlo algún miembro de las comunidades religiosas y de las asociaciones piadosas laicales, de varones o mujeres, dedicadas a la adoración eucarística, designados por el Ordinario del lugar. Así pues, un religioso o una religiosa pueden hacer la exposición en la capilla de su comunidad u otro lugar sagrado. Puede ser pues hombre o mujer.
Todos los citados pueden hacer la exposición abriendo el sagrario, o también, si se juzga oportuno, poniendo el copón sobre el altar o bien poniendo la hostia en la custodia (qué son las tres variedades que presenta la adoración al Santísimo además de la reserva).
Cuando termine el tiempo de la adoración el ministro que lo ha expuesto guarda el Sacramento en el sagrario.
Muy importante: A los ministros no ordenados, o sea, los laicos o religiosos no ordenados no les es lícito dar la bendición con el Santísimo Sacramento. Así pues no pueden bendecir al pueblo, tarea reservada a los ministros ordenados.
En cuanto a las vestiduras, el ministro, si es sacerdote o diácono, se reviste del alba (o la sobrepelliz sobre el traje talar) y de la estola de color blanco. Para dar la bendición al final de la adoración, cuando se haga con la custodia, el sacerdote y el diácono se ponen además la capa pluvial y el paño de hombros de color blanco; pero si la bendición se da con el copón, basta con el paño de hombros.
Si se trata de otros ministros llevarán la vestidura litúrgica tradicional: el acólito el alba con cíngulo, el religioso o religiosa sus hábitos propios y los demás un vestido que sea decoroso y no desdiga del sagrado ministerio y que el Ordinario apruebe.
Terminamos recordando que ante el Santísimo Sacramento, bien reservado o bien en pública adoración sólo se hace genuflexión sencilla y que el altar tendrá cuatro o seis cirios de los usuales en la misa, o sea, blancos generalmente (no es preciso que sean rojos).
Finalmente, cuando la exposición es en la custodia se usa el incienso, mientras que si es en el copón su uso es optativo y habrá por lo menos dos cirios.

1.4.10

EL JUEVES SANTO: PECULIARIDADES LITÚRGICAS

El Jueves santo, en la Misa vespertina, celebramos la Cena del Señor dando comienzo el Triduo pascual.
El Jueves Santo tiene varias peculiaridades litúrgicas. En primer lugar, ese día están prohibidas todas las misas sin asistencia del pueblo. Los sacerdotes que hayan concelebrado en la Misa Crismal matutina (en Sevilla se hace el Martes Santo) pueden volver a concelebrar en esta Misa. Asimismo, los fieles que hayan comulgado en la Misa Crismal pueden volver a hacerlo en la vespertina. La comunión sólo puede ese día distribuirse a los fieles dentro de la Misa ; a los enfermos se les puede llevar a cualquier hora.
Al comienzo de la Misa el sagrario debe estar completamente vacío. Este día se consagra el pan suficiente para la comunión del Jueves y Viernes Santos. Lo que la iglesia pretende con el signo del sagrario vacío y de la comunión con el pan consagrado durante este grandioso día es comunicar lo que Jesús en realidad instituyó en la última Cena cuando partió el pan y lo dio a sus discípulos diciendo: tomad y comed todos de él porque esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros
Tras la procesión de entrada la Misa comienza de la manera acostumbrada. Al llegar el Gloria suenan las campanas, que ya no volverán a sonar hasta el Gloria de la Vigilia pascual. Asimismo cesan los instrumentos y el coro canta sin acompañamiento musical. Se usa la carraca para la consagración.
Tras la homilía (que se dedicará a la institución de la eucaristía, la caridad fraterna y el sacramento del Orden) se procede al rito más llamativo: el lavatorio de los pies, que solo se hace a varones. El obispo (o quien presida), quitándose la casulla si hace falta, se acerca a los designados y ayudado por sus ministros procede, ritualmente, a lavarles los pies. Mientras, el coro entona antífonas o cantos apropiados. El lavatorio de los pies significa el servicio y el amor de Jesús que ha venido no a ser servido sino a servir. Recordemos que en occidente desde el siglo IV se realizaba el lavatorio de los pies en el rito del bautismo con el fin de que no se olvidaran que ser cristianos significa ser servidores a ejemplo de Jesús. Posteriormente comenzó a ser utilizado en los monasterios como signo de acogida a los huéspedes. Este gesto debe ser simbólico y profético, a la vez que explica el deseo de una Iglesia que a ejemplo de Jesús se hace servidora de la humanidad especialmente de los más pobres y oprimidos. El lavatorio se hace con autenticidad, no es teatro, se lavan, se secan y se besan los pies expresando el amor fraterno, el servicio y la reconciliación. Posteriormente, finalizado el lavatorio, se ofrece al obispo (o celebrante principal) jabón y perfume para que se asee.
En esta Misa no se dice el Credo, siguiendo una antigua tradición (el momento que se conmemora aún no estaba el Credo establecido). Pensemos que el Credo que los católicos proclamamos se hizo por tradición, es decir, por la experiencia de las primeras comunidades cristianas, después de la resurrección de Jesús. Así se entiende mejor por qué no se profesa la fe públicamente este día, no por una omisión sino como signo de respeto a la tradición antigua que no tenía prevista esta particular profesión de fe cuando se instauró el Jueves Santo.
Continúa la Misa normalmente hasta la oración de después de la comunión. Los ritos finales de despedida se omiten, sustituyéndolos por la procesión de traslado del Santísimo hasta el monumento eucarístico. Mientras se canta el Pange lingua, el obispo, con el humeral, traslada al Santísimo en una procesión solemne con cirios e incienso. Al llegar al lugar de la reserva el obispo inciensa al Santísimo de rodillas, cerrando posteriormente el sagrario. Tras un breve tiempo de adoración en silencio y tras hacer genuflexión los ministros se dirigen a la sacristía, omitiéndose la despedida. La asamblea se dispersa sin ninguna clase de despedida litúrgica. Esto significa que quedamos en espera para participar de la más importante celebración del año Litúrgico: la Vigilia Pascual.
En ese momento se despoja al altar de los manteles y se queda vacío, quitándose o velándose si es posible las cruces. Este gesto, de quitar el mantel que cubre el altar, hasta la Vigilia Pascual , es un signo que mantiene una antiquísima tradición que tenía previsto este gesto final en cada celebración y que luego se conservó únicamente en el Triduo Pascual. Mientras de despojaba solemnemente el altar se recitaba el salmo 21, que dice: “se reparten mi ropa, echan a suerte a mi túnica”.
También se prohíbe encender velas ante las imágenes de la Virgen María y de los santos. Esta prohibición por parte de la Iglesia se inicia el Jueves santo, hasta la Vigilia Pascual. Lo verdaderamente importante para el cristiano es descubrir la luz del misterio eucarístico.
La Iglesia recomienda que los fieles dediquemos algún tiempo a rezar y a adorar al Santísimo. La tradicional costumbre de visitar los monumentos y sagrarios parece actualmente minoritaria y es preciso recuperarla. Los monumentos se adornan, con flores, cirios y frutos de las cosechas. Los monumentos se hacen en todas las capillas con el objetivo también de guardar las hostias sagradas para la comunión en el Viernes Santo y la de los enfermos.
No toda la religiosidad de estos días puede limitarse a ver procesiones. También debemos participar en los Oficios y visitar al Señor, que nos espera en el sagrario.

22.3.10

QUÉ PUEDE Y QUÉ NO PUEDE HACERSE EN UNA IGLESIA

Peliaguda pregunta, que afecta directamente a algunas hermandades, especialmente a aquellas que poseen capilla propia y tienden a usarla alegremente para diversos fines. En las parroquias se supone que el párroco está más atento, aunque pueda ser tachado de antipático.
En principio y como norma hay que decir que en un lugar sagrado –iglesia– sólo puede admitirse aquello que favorece el ejercicio y el fomento del culto, de la piedad y de la religión, y se prohíbe lo que no esté en consonancia con la santidad del lugar. Sin embargo, el Ordinario puede permitir, en casos concretos, otros usos, siempre que no sean contrarios a la santidad del lugar. También hay que tener claro que la autoridad eclesiástica ejerce libremente sus poderes y funciones en los lugares sagrados. En los templos, aunque sean propios, no manda el hermano mayor ni el diputado de cultos.
Así pues hay que dejar claro desde el principio que las iglesias son para el culto. Lejos de la idea que parecen tener algunas personas de que la iglesia es una especie de sala multiusos o un salón de actos. Craso error.
LA CAPILLA NO ES UN SALÓN DE ACTOS NI SALA MULTIUSOS
Entonces ¿Sólo se pueden celebrar los sacramentos? No, también se pueden celebrar conciertos de música sacra, conferencias sobre temas religiosos o doctrina de la Iglesia, catequesis, ejercicios espirituales, charlas cuaresmales y similares. Para algunas actividades habría que pedir permiso. En esta categoría entraría un Pregón, al que tan aficionado somos los cofrades. Todas estas actividades, si se dispone de otro espacio, mejor usarlo. Asimismo si se pueden realizar sin ocupar el presbiterio, mejor.
También se pueden vender objetos religiosos (medallas, estampas, rosarios, libros devocionales).
NO SE PUEDEN CELEBRAR BAILES, MÍTINES, TEATROS, RIFAS ni similares. Los lugares sagrados quedan violados cuando, con escándalo de los fieles, se cometen en ellos actos gravemente injuriosos que, a juicio del Ordinario del lugar, revisten tal gravedad y son tan contrarios a la santidad del lugar, que en ellos no se puede ejercer el culto hasta que se repare la injuria por un rito penitencial a tenor de los libros litúrgicos. Así pues, un templo que sufriera a juicio de la autoridad una violación grave quedaría de momento inutilizado como tal hasta ser reparado con el rito oportuno.
Los lugares sagrados pierden su dedicación o bendición si resultan destruidos en gran parte o si son reducidos permanentemente a usos profanos por decreto del Ordinario o de hecho.
Muy importante: NO SE PUEDE UTILIZAR EL ALTAR PARA NINGÚN OTRO FIN que no sea la celebración eucarística. No se debe depositar sobre el altar objeto alguno, ni usarlo como mesa del conferenciante, ni apoyarse sobre él descuidadamente y cosas por el estilo.
Tampoco ningún cadáver puede estar enterrado bajo el altar; en caso contrario, no es lícito celebrar en él la Misa. En general, está prohibido enterrar cadáveres en las iglesias, salvo casos excepcionales (obispos generalmente). Si están permitidos los columbarios, siguiendo la normativa adecuada.
Así pues, a tenor del CDC y otros documentos queda claro que:
a) El uso de los templos abiertos al público debe ser casi exclusivamente litúrgico, cultual y para ejercicios piadosos o de acción pastoral.
b) La cesión para otros usos como la celebración de conciertos o de actos culturales (exposiciones, conferencias etc.) debe ser eminentemente excepcional, lo que requeriría circunstancias y causas de mucho peso. Por estas razones, para la celebración de conciertos o de actos culturales en templos abiertos al público se requiere la previa licencia del Vicario General
c) Que se respete en todo momento el carácter sagrado del templo, tanto por las formas exteriores como por el comportamiento de los participantes y asistentes al acto
d) Que el Santísimo Sacramento sea trasladado oportunamente a una capilla adyacente u otro lugar oportuno y decoroso
e) Que no sea ocupado el Presbiterio, por ser el lugar celebrativo fundamental del Misterio cristiano
f) Que la entrada sea libre y gratuita, evitando que el control o reserva de asientos pueda dañar razonablemente la sensibilidad de la comunidad eclesial. Lógicamente lo anterior no excluye que en casos de conciertos y similares se cobre un entrada o para visitas puramente de carácter turística.
Algunos consejos prácticos: En aquellos días en los que se montan los pasos o hay que realizar operaciones y necesariamente hay que trabajar en la capilla, si no hay capilla sacramental y el Santísimo no puede ser trasladado a un lugar digno puede el sacerdote consagrar solamente las formas que se vayan a consumir cada día y no dejar reserva. Asimismo, no debe olvidarse que aunque no esté el Santísimo en el sagrario se sigue estando en un lugar sagrado. Los obligados refrigerios que los equipos de trabajo necesariamente deben tomar que sea fuera de la capilla.

14.3.10

TIPOS DE IGLESIAS

En este artículo vamos a analizar los diferentes tipos de iglesias que existen para abordar posteriormente con más detalle las capillas.
Así pues, comenzamos con lo que el CDC define como Iglesia: Por iglesia se entiende un edificio sagrado destinado al culto divino, al que los fieles tienen derecho a entrar para la celebración, sobre todo pública, del culto divino (CDC 1214). Templo es sinónimo de iglesia. También son lugares sagrados los cementerios (camposantos).
Podemos distinguir varios tipos de iglesias:
Catedral es la Iglesia Madre de una Diócesis y sede del Obispo. Sólo puede haber una en cada diócesis. La catedral, donde está la cátedra del obispo, es la más importante de todas las iglesias.
Basílica es un lugar especial de culto y puede ser sede parroquial, santuario o catedral. Es un titulo de honor y se obligan a dar un culto continuado. Tiene sus insignias propias: escudo, timtinábulo e umbrella. Sólo hay cuatro basílicas mayores, todas en Roma: Basílica de San Juan de Letrán, es la catedral del Papa como obispo de Roma, Basílica de San Pedro del Vaticano, asignada antiguamente al Patriarca de Constantinopla, hoy usada por el Papa como cabeza de la Iglesia Católica, Basílica de Santa María la Mayor, asignada antiguamente al Patriarca de Antioquia y la Basílica de San Pablo Extramuros, asignada antiguamente al Patriarca de Alejandría.
Santuario es una iglesia u otro lugar sagrado al que, por un motivo peculiar de piedad, acuden en peregrinación numerosos fieles, con aprobación del Ordinario del lugar. Se requiere la aprobación de la Conferencia Episcopal para que un santuario pueda llamarse nacional; y la aprobación de la Santa Sede, para que se le denomine internacional.
Corresponde al Ordinario del lugar aprobar los estatutos de un santuario diocesano; a la Conferencia Episcopal, los de un santuario nacional; y sólo a la Santa Sede los de un santuario internacional.
Parroquia, iglesia que con su párroco al frente atiende a una feligresía. Es el lugar adecuado para la vida eclesial y para la administración de los sacramentos.
Capilla: se le llama a un templo que se encuentra dentro de un territorio parroquial y que no es el templo principal o parroquial.
Oratorio se denomina a un lugar destinado al culto divino con licencia del Ordinario, en beneficio de una comunidad o grupo de fieles que acuden allí, al cual también pueden tener acceso otros fieles, con el consentimiento del Superior competente.
Las ermitas son pequeños templos en los que no se celebran ceremonias religiosas habitualmente pero se rinde culto en ocasiones determinadas. Suelen estar en lugares poco poblados o sin mucha concurrencia.
Dado que muchas hermandades tiene su sede canónica en capillas propias o en capillas integradas en otros templos vamos a verlas con más detenimiento.
Una capilla es un tipo de iglesia que puede ser independiente o formar parte de una estructura o edificio mayor. El nombre de capilla, en cuanto significa lugar dedicado al culto divino, proviene según unos de la capa de san Martín que los reyes de Francia llevaban antiguamente a la guerra y hacían colocar en una tienda de campaña que tomó de aquí la denominación de capilla y los que la guardaban la de capellanes y según otros trae su origen de la palabra latina capella que significa cabra o cabala, porque en lo antiguo se cubrían con pieles de estos animales las ermitas y pequeñas iglesias, y se llamaba capella todo edificio que estaba cubierto con pieles de cabras.
Con el término capilla se engloban pues muy diferentes construcciones. Por un lado se encuentran los diferentes departamentos alojados a lo largo de las iglesias, diferentes del altar mayor, estas capillas generalmente están situadas hasta el extremo entre el deambulatorio y el crucero, ocupando asimismo el espacio ofrecido por las naves laterales en la típica iglesia de planta basilical, aunque también pueden presentarse como pequeñas salas con entrada independiente. También pueden estar adosadas a los templos o en lugares independientes.

8.3.10

LA COMUNIÓN DE RODILLAS

La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos recibió en el pasado algunos informes relativos a que en algunas diócesis se negaba la Sagrada Comunión a algunos fieles cuando, al acercarse a recibirla, se ponen de rodillas en lugar de permanecer de pie. Ante ese lamentable hecho, la Congregación consideró y considera que cualquier negativa de dar la Sagrada Comunión a un miembro de la feligresía, fundada en que se encuentra de rodillas para recibirla, es una grave violación a uno de los derechos más básicos del feligrés cristiano, a saber, el de ser ayudado por sus pastores por medio de los Sacramentos (Código de Derecho Canónico, canon 213).
En vista de la ley que establece que “los ministros sagrados no pueden negar los sacramentos a quienes los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y no les sea prohibido por el derecho recibirlos” (C. Canónico 843, § 1), NO debe negarse la Sagrada Comunión a ningún católico durante la Santa Misa, excepto en casos que pongan en peligro de grave escándalo a otros creyentes, como el pecador público o la obstinación en la herejía o el cisma, públicamente profesado o declarado. Se niega la comunión a los excomulgados, por propia definición.
Aún en aquellos países donde esta Congregación ha aprobado la legislación local que establece el permanecer de pie como la postura para recibir la Sagrada Comunión, de acuerdo con las adaptaciones permitidas a las Conferencias Episcopales por la Institución Generalis Missalis Romani n. 160, § 2, lo ha hecho con la condición de que a los comulgantes que escojan arrodillarse no les será negada la Sagrada Comunión.
La práctica de arrodillarse para recibir la Sagrada Comunión tiene en su favor una tradición multisecular, y es un signo particularmente expresivo de adoración, completamente apropiado en razón de la verdadera, real y sustancial Presencia de Nuestro Señor Jesucristo bajo las especies consagradas.
Así pues queda claro que no puede negarse la Sagrada Comunión a ningún fiel por el hecho de recibirla de rodillas. Más aún, lo que comenzó siendo permitido (recibirla en pie) se ha convertido en norma.