Buscar este blog

30.12.06

ORACIONES MARIANAS: EL AVE MARÍA

AVE MARÍA

Dios te salve María
llena eres de gracia
el Señor es contigo;
bendita tú eres entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la ahora de nuestra muerte. Amén


AVE MARÍA (Latín)

Ave María,
gratia plena,
Dominus técum;
benedicta tu in muliéribus,
et benedictus fructus ventris tui, Iesus.
Sancta María, Mater Dei,
ora pro nobis peccatóribus
nunc et in hora mortis nostrae.
Amen.

LA VENERACIÓN A LA VIRGEN: PARALITURGIAS

Independientemente de las fiestas propias de la Virgen la piedad popular ha recurrido a numerosas prácticas piadosas no litúrgicas que hay que tomarlas como muestras del cariño popular que su figura despierta en el pueblo cristiano. Estas prácticas brotan de la fe y del amor del pueblo que considera a María no sólo como Madre de Dios sino también como Madre de todos los hombres. La Iglesia exhorta a todos sus hijos a aumentar su piedad con ejercicios piadosos que aprueba y recomienda tal como la Congregación para el Culto Divino ha dejado dispuesto en numerosas Decretos y Cartas circulares siempre teniendo como referencia a la liturgia que debe ser la fuente de inspiración y punto de referencia de estos actos piadosos.
Dentro del variado repertorio de prácticas piadosas en el culto a la Virgen podemos señalar el sábado (sabatina), los triduos, septenarios y novenas, el mes de María, el Ave María, el Ángelus y el Regina Caeli, la Salve, el Rosario, las Letanías, el escapulario del Carmen y las medallas.
El mes de María es tradicionalmente el mes de mayo, mes en el cual el pueblo cristiano tiene un recuerdo especialmente mariano. Como cae gran parte en tiempo pascual hay que enfocarlo entendiendo a María como el fruto más perfecto de la Pascua, ya que Ella fue la llena de Pascua y si hay alguien que ha recibido plenamente el don del Espíritu es María.
El Ave María es sin duda la oración dedicada a la Virgen más popular y extendida en todo el orbe católico. La primera parte de la oración recoge el saludo del ángel, del enviado del Señor, en el momento de la Anunciación. Es una alabanza en la que usamos las mismas palabras del embajador de Dios. Es Dios mismo quien, por mediación de su ángel, saluda a María (Lc 1, 28). "Llena eres de gracia, el Señor es contigo". A continuación se añade el saludo de santa Isabel: "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús". Isabel dice estas palabras llena del Espíritu Santo (Lucas 1, 42), y así se convierte en la primera persona dentro de la larga serie de las generaciones que llaman y llamarán bienaventurada a María. Después, el Avemaría continúa con nuestra petición: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. María nos entrega a Jesús, su Hijo, que muere por nosotros y por nuestra salvación en la cruz y, desde esa misma cruz, Jesucristo nos da a María como Madre nuestra (Juan 19, 26-28); María es Madre de Dios y Madre nuestra, y por eso podemos confiarle todas nuestras preocupaciones y peticiones, porque sabemos que Dios no le va a negar nada (Juan 2, 3-5) y al mismo tiempo confiamos en que tampoco nos lo va a negar a nosotros si es para nuestro bien. El papa Juan Pablo II nos explica claramente el contenido del saludo de Isabel a su prima en la Carta Encíclica “Redemptoris Mater” (nº 12) y asimismo el Catecismo de la Iglesia católica, en sus números 2676 y 2677 nos ilustran suficientemente sobre el contenido y significado de la oración mariana más bella y conocida.
El Ángelus tiene una estructura sencilla y está inspirado en las Escrituras. Recibe ese nombre por ser esa palabra en latín por la que comienza la oración. El Ángelus es "una invitación a conmemorar el misterio pascual, pues a partir de la noticia de la Encarnación del Hijo de Dios, pedimos ser llevados por su Pasión y su cruz a la gloria de su Resurrección" (MC 41). Pablo VI en la Marialis Cultus lo recomienda especialmente pues santifica los distintos momentos de la jornada ya que se debe rezar tres veces: en la mañana, mediodía y tarde aunque el rezo al mediodía es el más extendido. Es una invitación a los hombres a hacer una alto en su trabajo y consagrarlo al Señor con la oración. En tiempo pascual se sustituye por el Regina Caeli.
La Salve Regina es una oración muy antigua pues ya existía en el siglo XI. La Salve es una oración que gusta por su brevedad y sencillez, por su ternura y profundidad, en la que se entrelazan de modo admirable la tristeza del peregrino y la esperanza del creyente. Comienza con un saludo a base de sucesivos piropos: “Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve”. Enseguida la nombramos con el mejor titulo que posee: Madre y además, misericordiosa. Vida, dulzura, esperanza son piropos de cariño destinados a ganarnos su benevolencia. Continuamos pidiendo su mediación: “A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas”. La Madre es nuestra abogada, la que siempre nos ampara: “Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos”. Si la Virgen no nos ayuda y ampara ¿Quién lo hará? A continuación le hacemos la única petición que contiene la oración: “y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre”. Termina la oración con una coda: ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! La coda, atribuida a san Bernardo, es el broche final y la despedida de esta hermosísima oración que concluye de modo magistral pronunciando simplemente el nombre de María.
El Rosario es una práctica piadosa definida como el Salterio de la Virgen y que tiene una índole evangélica como compendio de todo el Evangelio. El Catecismo nos dice que en su origen fue una sustitución popular de la Oración de las Horas. Es la devoción mariana por excelencia y el papa Pablo VI lo recomienda muy especialmente en la MC: "Favorece la oración contemplativa, que es a la vez alabanza y súplica, y han ensalzado su eficacia a la hora de promover la vida cristiana y el empeño apostólico" (MC 42). Históricamente se atribuye su invención a santo Domingo de Guzmán aunque ya se conocía antes su existencia y consistía en el rezo de 150 Ave Marías, como un salterio mariano paralelo a los Salmos que son también el mismo número. Fue el dominico Alano de la Roche quien difunde la anterior atribución y le da gran difusión. Al principio sólo se rezaban Ave Marías, después se introducen la meditación de los misterios, aportación hecha por los cartujos. Alano de la Roche añade el Padrenuestro y propaga la fórmula de quince Padrenuestros y cincuenta Ave Marías. Finalmente fue el papa Pío V quien le dio la forma actual en la Bula "Consueverunt Romani Pontífices" con los quince misterios (gozosos, dolorosos y gloriosos) y el Padrenuestro ya las Ave Marías. Ya en el S. XVII el jesuita español Arias hace mención al uso de la jaculatoria final y del Gloria añadiéndose también en ese siglo las letanías. El papa León XIII, denominado “Papa del Rosario”, ha promulgado varias encíclicas sobre esta devoción y nos dice que el rezo del Santísimo Rosario ha proporcionado grandes beneficios a la Cristiandad. Muy recientemente el papa Juan Pablo II en su carta apostólica “Rosarium Virginis Mariae” publicada el 16 de octubre de 2002 añadió al rezo del Rosario los misterios luminosos como aportación de un Papa mariano por excelencia. Esta devoción ha originado históricamente el nacimiento de múltiples hermandades dedicadas a su promoción contando nuestra ciudad con uno de los mayores especialistas en este tema cuyo libro sobre el Rosario en Sevilla, citado en la bibliografía, recomendamos a todos los lectores.
Terminamos con la recomendación del papa Pablo VI en la MC: "Por su naturaleza, el rezo del Rosario exige una recitación tranquila y un ritmo reflexivo que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca que nadie de Él, y le ayude a descubrir sus insondables riquezas" (MC 47). Los misterios son: Gozosos (lunes y sábados), Dolorosos (martes y viernes), Gloriosos (miércoles y domingos) y Luminosos (jueves).
La adjudicación de días concretos a cada grupo de misterios no es algo inamovible y debe adaptarse a los tiempos litúrgicos. Quiérese decir con eso que, por ejemplo, si un día de Navidad cae en viernes no es propio decir los misterios dolorosos por ser un día claramente gozoso.
Las letanías, aunque popularmente así se considere, no forman parte del rosario ni son un colofón del rezo del mismo sino una oración independiente. La prescripción del papa León XIII de concluir el rezo del rosario con el canto de las letanías durante el mes de octubre hizo que los fieles asociaran las letanías como una parte final del rezo del rosario. Las letanías son pues, por sí mismas, un acto de culto propio a la Virgen pudiendo ser canto procesional o formar parte de otros actos cultuales. Las primitivas letanías de la Virgen eran las que se cantaban en el italiano santuario de Loreto (de ahí su nombre de Letanías Lauretanas) y Clemente VIII las declaró como las únicas que merecían tal nombre siendo el papa Sixto V quien aprobó las originales en el año 1587. Hoy día la Sagrada Congregación de Ritos es la competente para aprobar las modificaciones habiendo aparecido otras letanías posteriores.
Los escapularios son otro elemento de la piedad popular mariana, especialmente el del Carmen. Su extensión es universal y es un “signo exterior de la relación especial filial y confiada, que se establece entre la Virgen Reina y Madre del Carmelo, y los devotos que se confían a Ella con total entrega y recurren con toda confianza a su intercesión maternal”, tal como el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia nos indica claramente.
Las medallas, que los fieles gustamos de llevar colgadas al cuello, son asimismo testimonio de fe, signos de veneración a la Virgen María y expresiones de confianza en su protección maternal.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido y Vicette de Hermano Mayor de Jesús Despojado

26.12.06

LA INCENSACIÓN

El rito de incensación expresa reverencia y oración. La materia que se coloca en el incensario debe ser incienso puro o en caso de agregarle alguna sustancia se debe procurar que la cantidad de incienso sea mucho mayor.

En cuanto a la forma de incensar siempre ha de hacerse con movimientos dobles únicamente. Antes y después de incensar se debe hacer una inclinación profunda a la persona u objeto que se inciensa. Con tres movimientos dobles se inciensa: el Santísimo Sacramento (que ha de hacerse de rodillas), la reliquia de la Santa Cruz, las imágenes del Señor que estén expuestas solemnemente (en besamanos por ejemplo), los dones para el sacrificio, la cruz del altar, el Evangelario, el cirio Pascual, el ministro celebrante y el pueblo (donde se incluyen las autoridades que estén presentes de manera oficial y el coro). Con dos movimientos dobles se inciensa en el resto de los casos. Antes y después de la incensación se debe hacer una reverencia profunda a la persona u objeto que se inciensa, a excepción del altar y los dones para el sacrificio de la Misa.

En la Misa se puede incensiar durante la procesión de entrada; al comienzo de la Misa para incensiar primero a la cruz si está sobre el altar y si no lo está cuando pase ante ella, después al altar; en la procesión y proclamación del Evangelio al Evangeliario; en la preparación de los dones, que se inciensan las ofrendas, el altar, la Cruz, al Obispo o presbítero, a los concelebrantes y al pueblo. También se inciensa, de rodillas, en el momento de mostrar la hostia y el cáliz, después de la consagración. En la bendición con el Santísimo Sacramento se le inciensa durante el momento mismo de la bendición, colocándose el turiferario ante el altar de rodillas como en la consagración. Las imágenes se inciensan sólo al comienzo de la celebración, no en el ofertorio.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido

15.12.06

LOS SIGNOS DE REVERENCIA: LAS POSTURAS

La Ordenación General del Misal Romano (OGMR) da unas normas claras de las posturas corporales que hay que adoptar durante la Eucaristía. Para el Misal Romano "la postura uniforme, seguida por todos los que toman parte en la celebración, es un signo de comunidad y unidad de la Asamblea" (OGMR nº 42).

Las posturas corporales que el Misal Romano indica(OGMR 43) son las que resumimos a continuación:

* DE PIE estaremos desde el canto de entrada hasta el final de la oración Colecta; durante la lectura del Evangelio y el canto del Aleluya que le precede; durante la profesión de Fe (Credo) y la oración de los Fieles; desde que empieza la oración de las ofrendas hasta la consagración; después de la consagración hasta después de la comunión y desde la oración de después de la comunión hasta que el sacerdote abandona el altar. Todas las oraciones deben oírse de pie como actitud de respeto y buena disposición. Esta generalizada la costumbre (errónea) de oír sentados la oración sobre las ofrendas.

* SENTADOS estaremos durante las lecturas que preceden al Evangelio, incluido el Salmo responsorial; durante la homilía; mientras se hace la preparación de los dones en el ofertorio y a lo largo del silencio posterior a la comunión.

* DE RODILLAS estaremos solamente durante la Consagración, aunque por razones de edad, incomodidad del lugar o aglomeración que lo impida se podrá estar respetuosamente de pie.

Fuera de las posturas propias de la Misa hay otras posturas reverentes que pasamos a relacionar. Se pueden adoptar dos clases de posturas corporales: la inclinación y la genuflexión.
La inclinación indica reverencia y honor a las personas o a lo que representan y puede ser de dos tipos: inclinación de cabeza e inclinación de cuerpo o profunda, se hace desde la cintura. La inclinación de cabeza se le hace al nombre de Jesucristo, de la Virgen y del santo en cuyo honor se celebra la Misa. Se debe hacer reverencia profunda en el Credo o Símbolo al iniciarse las palabras “ Y por obra del Espíritu Santo...” arrodillándonos si es la Solemnidad de Navidad o la fiesta de la Anunciación del Señor. Asimismo la bendición presidencial que concluye la Misa se debe recibir con inclinación de cabeza.
La inclinación de cuerpo o reverencia profunda se le hace al altar cuando no está allí el Santísimo; también se debe hacer inclinación profunda cada vez que se sirva al obispo o se pase por delante de él; se hace antes y después de las incensaciones y en algunas otras ocasiones en que está dispuesto. Deben hacer inclinación profunda al altar que simboliza a Cristo y no al sacerdote como equivocadamente se hace a veces todas aquellas las personas que suban al presbiterio para realizar alguna función como por ejemplo los lectores o los que van a hacer las peticiones de la Oración Universal de los Fieles, que vulgarmente llamamos preces, tanto al llegar como al marcharse.

La genuflexión se hace siempre con la rodilla derecha llevándola hasta el suelo y significa adoración. Por ser signo de adoración está reservada al Santísimo Sacramento y a la Santa Cruz en la liturgia del Viernes Santo.

En resumen, se debe hacer genuflexión cada vez que pasemos por delante del Santísimo Sacramento e inclinación profunda al altar todos los que se acercan al presbiterio o se alejan de él (por ejemplo los que se han acercado para hacer alguna lectura o petición).
Jesús Luengo Mena, Lector instituido

LAS FIESTAS DEL SEÑOR: NATIVIDAD

Un ciclo o importante del año litúrgico se nuclea en torno a la festividad de la Natividad del Señor, fiesta fija, que celebramos el 25 de diciembre, Navidad.
La Iglesia celebra el Nacimiento desde el año 336, por disposición del papa san Julio I aunque en realidad no se sabe con exactitud la fecha del Nacimiento (en cualquier caso parece ser que fue unos años antes de los que normalmente consideramos) y ni siquiera si fue o no en invierno. Los orígenes de esta celebración parecen remontarse a tiempos muy lejanos, teniendo como lugar de inicio la gruta donde nació Jesús. Sobre esa gruta construye santa Elena la basílica de la Natividad, allá por el año 326, colocando el altar encima mismo de la gruta. Se ha venido afirmando que los cristianos de Roma habían fijado en el S. IV la fecha del 25 de diciembre para conmemorar la Natividad del Señor, eligiendo la fecha de la fiesta civil romana del Sol invicto, fiesta muy popular entre los romanos y que evocaba la victoria del sol sobre las tinieblas, divinidad que tenía su templo romano en el Campo Marzo y que el emperador Adriano impuso.

El elegir esta fecha (solsticio de invierno) tiene un simbolismo. Al acabar el otoño el sol ha alcanzado su punto más bajo en el horizonte y justamente al comenzar el invierno comienza de nuevo a levantarse, simbolizando a Cristo, Sol naciente que con su luz alumbra a la Humanidad a la que ha venido a salvar. Con la venida de la nueva luz y el nacimiento del Sol (fiesta pagana) los creyentes celebramos a Cristo, luz que no se apaga jamás y Sol que ilumina a todos los hombres. Se introduce y generaliza posteriormente la costumbre romana de la Misa de medianoche (la tradicional Misa del Gallo), que se empezó celebrando en la basílica romana de Santa María la Mayor (basílica romana erigida como imitación de la de la Natividad en Belén).

La Navidad es una celebración entrañable, a la que contribuyó decisivamente la figura de san Francisco de Asís cuando en el año 1223 hace representar con personajes la escena de Belén, origen de los actuales belenes y nacimientos, tan arraigados en la religiosidad popular y que las cofradías sevillanas montan con gran cariño en época navideña. La cena navideña en familia, la asistencia a la Misa del Gallo y el beso a la imagen del Niño Jesús son elementos muy entrañables y queridos por el pueblo cristiano.

Hoy en día, sin embargo, se está dando justo el fenómeno contrario de lo que fue el origen de la Navidad. Si los primitivos cristianos tuvieron la valentía de "cristianizar" una fiesta pagana, (inculturación en términos antropológicos) hoy en día nuestra sociedad secularizada está "paganizando" una fiesta religiosa, convirtiendo los días navideños en época de consumo desenfrenado y vacación frívola, perdiendo el sentido de celebración religiosa.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido

LOS MINISTERIOS LAICALES: EL LECTORADO

Los Ministerios Laicales que hoy día pueden instituirse han quedado reducidos a dos: Lectorado y Acolitado. Etimológicamente, la palabra acólito procede del griego y significa compañero, derivada a su vez de la voz camino, en referencia al camino que se recorre en compañía. La figura del acólito está recogida desde tiempos pretéritos en los rituales celebrativos de la iglesia, no en vano hay documentos del siglo XVII en los cuales se hace ya referencia a su figura, funciones y atuendo. En cuanto a las cofradías hay también referencias en las mismas fechas con funciones similares a las de hoy.
Mediante el motu propio Ministeria Quaedam (15-VIII-72) el papa Pablo VI suprimió el subdiaconado y las cuatro órdenes menores (Ostiariado, Lectorado, Exorcistado y Acolitado), estableciendo en su lugar los ministerios antes citados de Lectorado y Acolitado. Se establece así una frontera clara y diáfana entre ministerios ordenados (que se confieren mediante la imposición de manos) y los demás ministerios, que pueden ser instituidos o simplemente confiados a los laicos, de manera estable u ocasional (caso típico del que sale a leer o a decir unas preces en una ceremonia concreta).
Centrándonos en los ministerios laicales instituidos diremos que se instituyen en una ceremonia litúrgica que establece a un varón como lector, salmista o al servicio del altar como ayudante del sacerdote, como ministro extraordinario de la Comunión y de la Exposición del Santísimo. Esta institución la hace el obispo o el superior de una Orden religiosa generalmente dentro de la Misa. Al lector se le hace entrega de una Biblia y al acólito de patena con pan y cáliz con vino, simbolizando su función.

Las funciones del Lector son :

Proclamación de la palabra, excepto el Evangelio.
Salmista.
Director de canto.
Intencionista en la Oración de los fieles.
Monitor o comentador.
Catequista litúrgico.
Instructor de lectores ocasionales.
Puede ser confiado a mujeres en ciertos casos.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido

2.12.06

EL LECCIONARIO

En lo referente a las lecturas de la Misa (OLM) las lecturas de la Biblia que la Iglesia propone a lo largo de todo el año litúrgico se hallan recogidas en los diversos tomos de que consta el LECCIONARIO.
Como criterios generales observados al elegir los textos podemos decir que en los domingos y fiestas se proponen los textos considerados más importantes, a fin de que se cumpla lo que la SC (nº 51) dispone referente a que en un ciclo, en este caso de tres años, se lean a los fieles las partes más relevantes de la Sagrada Escritura. Esto se debe a que la mayoría de los cristianos practicantes suelen tener contacto con la palabra de Dios fundamentalmente en la misa dominical. El resto de la Escritura que no se lee los domingos o fiestas está asignado a los días feriales, siguiendo otros criterios ya que la serie ferial se desarrolla en dos años (pares e impares) durante el tiempo ordinario y en un solo ciclo anual durante los tiempos llamados fuertes, o sea, Adviento-Navidad, Cuaresma y Pascua.

El Leccionario se halla dividido en varios tomos:

* Tomos I, II, III (Ciclos dominicales y fiestas A,B,C)
* Tomo IV: Lecturas para las ferias del T.O “per annum”.
* Tomo V: Lecturas para el Propio y Común de los Santos y difuntos.
* Tomo VI: Misas Votivas y por diversas necesidades.
* Tomo VII: Lecturas para las ferias de Adviento-Navidad y Cuaresma-Pascua.
* Tomo VIII: Rituales.
Para las Misas con niños puede existir un Leccionario propio, si así lo acuerda la Conferencia episcopal. En España este leccionario está publicado haciendo el Tomo IX. También han aparecido para las Misas votivas de la Virgen María un Misal con su correspondiente Leccionario. También existe uno especial que contiene el Evangelio de las fiestas más solemnes denominado “Evangelario”, libro que se porta en alto en la procesión de entrada (cuando la hay) y que recibe una especial veneración y respeto.

Para los domingos del Tiempo Ordinario hay establecido un ciclo de TRES AÑOS, conocido por las letras A, B y C. Aquí se procura que la primera lectura tenga relación con los Evangelios, que son también los sinópticos. En el año A se lee el evangelio de Mateo, el año B se lee a Marcos y el año C a Lucas. Dividiendo el año en curso por el número tres si da de resto cero (división exacta) corresponderá a año C. A partir de ahí se deduce que cuando el resto de la división sea uno será año A y si el resto es dos será año B. La Misa dominical comprende pues tres lecturas, que son obligatorias: la primera, del Antiguo Testamento, excepto en Pascua, que es de los Hechos de los Apóstoles; la segunda, del apóstol, o sea, de las cartas y del Apocalipsis, y la tercera evangélica.

Para el Leccionario ferial cada misa tiene dos lecturas, tomadas la primera del Antiguo Testamento o del Nuevo (en el tiempo pascual se toma de los Hechos de los Apóstoles como ya dijimos) y la segunda siempre es del Evangelio. En el tiempo ordinario, en las ferias de las treinta y cuatro semanas, las lecturas evangélicas se distribuyen en un solo ciclo, que se repite cada año. En cambio, la primera lectura se reparte en dos ciclos, que se leen en años alternos: el ciclo I en años impares, y el ciclo II en los pares. En el Leccionario de los santos hay que distinguir una doble serie de lecturas: la del propio de los santos, siguiendo las solemnidades, fiestas y memorias contenidas en el calendario; y la del común de los santos. En el primer caso se trata de textos propios o más adecuados para la celebración de cada santo, y en el segundo de repertorios de lecturas distribuidas de acuerdo con las diferentes categorías de santos (mártires, pastores, vírgenes, etc.).

En los tiempos fuertes de Adviento, Cuaresma y Pascua, las lecturas son siempre las mismas todos los años, habiendo sido elegidas de acuerdo con las características propias de cada uno de estos tiempos litúrgicos. En el tiempo pascual el leccionario ferial toma la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles y el evangelio que se lee es el de San Juan. Los domingos pascuales se lee como primera lectura los Hechos de los Apóstoles y de segunda la primera carta de san Pedro (ciclo A), la primera carta de san Juan (ciclo B) y el Apocalipsis (ciclo C). Los evangelios escogidos nos relatan las apariciones de Cristo Resucitado y pasajes escogidos del Buen Pastor y oración del Señor tras la última cena. Como se observa no hay lecturas del Antiguo Testamento para subrayar que estamos en un tiempo nuevo.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido.

27.11.06

LOS LIBROS LITÚRGICOS I

LOS LIBROS Y LAS LECTURAS.

Los libros litúrgicos los podemos definir, en sentido estricto, como libros que sirven para las celebraciones litúrgicas y están expresamente escritos para ese fin, con las debidas y oportunas autorizaciones. El libro litúrgico es un elemento de la celebración y por tanto se le respeta y venera. No deben sustituirse por ediciones de bolsillo ni por hojas sueltas, salvo casos excepcionales. Los libros litúrgicos tras el Vaticano II son los siguientes:
* el Misal Romano (MR 1971 y posterior edición de 2002)), que está compuesto por dos libros: El Misal y el Leccionario que a su vez está recogido en varios tomos.
El Misal (libro de altar) nos presenta la teología de la misa, la articulación del rito, la función de cada uno de los ministros y de la asamblea, las normas para una correcta celebración y las posibilidades de adaptación. Su contenido comienza con Normas universales sobre el año litúrgico y sobre el calendario (extractadas del Calendarium Romanum), sigue el texto del Misal, dividido en propio del tiempo, propio de los santos, comunes, misas rituales, misas y oraciones ad diversa, misas votivas, misas de difuntos. El rito de la misa está colocado entre el propio del tiempo y el propio de los santos, y a su vez se distingue en rito para la celebración con el pueblo (misa normativa) y rito para la celebración sin el pueblo. Abarca el Misal propiamente dicho y el Ordus cantus missae (sobre los cánticos litúrgicos de las distintas partes de la Misa). Resumiendo podemos decir que el Misal es el libro oficial para celebrar la Eucaristía y que contiene las oraciones y los cantos que dirigimos a Dios (oración colecta, sobre las ofrendas, prefacios, plegarias eucarísticas y poscomunión) además del llamado “Ordinario de la Misa” o sea, lo que es común a todas las misas (saludos, acto penitencial, Gloria, Credo, bendiciones, etc).
* Al Leccionario (OLM), ya hemos dicho, se publica aparte en varios tomos y le vamos a dedicar un artículo aparte.

* la Liturgia de las Horas (LH 1979), oración de alabanza de la iglesia, que tiene por objeto extender a las diversas horas canónicas la glorificación de Dios que alcanza su cumbre en la oración eucarística. El nombre actual viene a sustituir al más antiguo de oficio divino y sustituye al breviario. Comprende cuatro volúmenes: I. Tiempo de Adviento y de Navidad; II. Tiempo de Cuaresma y de Pascua; III. Tiempo ordinario (semanas 1-17); IV. Tiempo ordinario (semanas 18-­34). Tiene su propio Leccionario.

* el Pontifical romano, con las celebraciones propias del obispo (ordenaciones, bendición de oleos, confirmación, institución de los ministerios laicales, etc).
Consta de las siguientes partes: Ritual de la Confirmación (RC 1976), Ritual de ordenación del diácono, del presbítero y del obispo (RO 1977), Ritual para instituir acólitos y admitir candidatos al diaconado y al presbiterado, y para la promesa de observar el celibato (RLA), Ritual de la consagración de vírgenes (RCV), Ritual de la bendición de un abad o una abadesa (RBNA), Ritual de la bendición del óleo de los catecúmenos y enfermos y de la consagración del crisma (RBO), Ritual de la dedicación de iglesias y de altares (DCA1980) y el Ceremonial de los Obispos (CO).
* el Ritual de los sacramentos y sacramentales (bautismo, matrimonio, reconciliación, etc). Consta de las siguientes partes: Ritual del bautismo de niños (RB 1970), Ritual de la iniciación cristiana de adultos (RICA 1976), Ritual de la penitencia (RP 1975), Rito de la sagrada comunión y del culto de la eucaristía fuera de la misa (1974), Ritual del matrimonio (RM 1970), Ritual de la unción y de la pastoral de enfermos (RUE 1974), Ritual de la profesión religiosa (RPR 1979), Ritual de exequias (RE 1971) y el Bendicional (B), con 41 ritos de bendición referidos a personas, objetos, objetos litúrgicos,etc.
* el Gradual, con la música de los cantos interleccionales,
* la Oración de los fieles, con numerosos formularios para ese momento y el
* Rito de coronación de imágenes de la Virgen, ceremonia tan anhelada por muchas cofradías junto al Calendario y el Martirologio completan la nómina de libros litúrgicos.

Lógicamente, para la celebración de la Misa sólo son necesarios algunos de ellos: el Misal Romano, que consta del Misal propiamente dicho y que es el libro de altar por contener las oraciones de la Misa y el Leccionario (suelen ser libros distintos), que contiene las lecturas sagradas (el “Ordo Lectionum Missae” cuyas siglas corresponden a OLM).
Jesús Luengo Mena, Lector instituido y Vicette de la Hdad de Jesús Despojado

26.11.06

FUNCIONES DEL CUERPO DE ACÓLITOS EN LOS CULTOS DE LAS COFRADÍAS III

FUNCIONES DE LOS ACÓLITOS EN LOS CULTOS EXTERNOS DE LAS HERMANDADES
En el caso de los cultos externos, la función de los acólitos está mucho más clara al menos en lo que se refiere a los servidores de pasos ya que desde hace años los podemos ver delante de los mismos, dándoles seriedad y mayor solemnidad si cabe. De todos modos, hay otra figura como es la del Preste que prácticamente ha desaparecido de las procesiones y que conviene detallar.

La configuración de los acólitos delante de los pasos suele responder al siguiente esquema:
CEROFERARIO CEROFERARIO
PERTIGUERO
CEROFERARIO CEROFERARIO
TURIFERARIO NAVETA AUXILIAR TURIFERARIO
De todos modos, aquí sí que la configuración se da a más variaciones, en especial en el número de acólitos ceroferarios (CIRIALES), aunque si observamos que ésta es la disposición que más se asemeja a lo prescrito para las celebraciones litúrgicas. El uso en algunos lugares de mayor número de acólitos no tiene por tanto ningún sentido litúrgico y lo único que hace es dificultar la visión del paso. De todos modos y, a pesar de que no tiene ningún fundamento litúrgico, es usual colocar en los pasos de misterio de algunas hermandades sacramentales seis acólitos ceroferarios en señal de mayor respeto. Esta costumbre no tiene ningún sentido en pasos de palio u otros pasos (San Juan, Verónica, etc.) en los que siempre deben ser cuatro los ciriales ya que se pierde el sentido eucarístico. Además, en los pasos que no porten imágenes de Cristo y de María, como ya se ha comentado anteriormente, no tiene sentido litúrgico el uso de acólitos turiferarios ya que el uso del incienso está reservado para la Eucaristía y las imágenes de Cristo y de María.
Hay que anotar además que lo lógico sería que los dos acólitos ceroferarios traseros escoltaran al pertiguero en vez de ir detrás del mismo. Con respecto a la cruz parroquial, sólo debería haber una cruz parroquial en la procesión y ésta debe ir empezando el cortejo de la Virgen. En caso de no colocarse en ese lugar, el lugar más adecuado es en el cuerpo de acólitos de la Virgen, señalando el final de la procesión, debido a su gran importancia litúrgica. Por tanto, no tiene mucho sentido sacar la cruz parroquial en el paso de misterio.
Entendiendo el paso como altar en la calle, la función de los acólitos queda encajada perfectamente, siendo el pertiguero el responsable de que los ciriales estén siempre alzados mientras el paso esté levantado y dando las órdenes pertinentes para que el cuerpo de servidores quede siempre lo más cercano al paso. El color de las velas de los ciriales siempre debe ser el mismo que porte el paso que lleva detrás (y no el color de los cirios de las secciones que van delante), otra cosa es la proliferación de colores que se está dando en nuestros cortejos, la cual no siempre responde a los cánones litúrgicos. Digamos finalmente a modo de alegoría que si el paso es el altar, los acólitos son el presbiterio.
Vamos ahora a describir la figura del Preste y su acompañamiento por ser la más desconocida en la actualidad. Pero para ello analizaremos antes la figura del sacerdote en relación con la salida procesional. Todos sabemos que las cofradías son asociaciones públicas de la iglesia. Esas asociaciones realizan (entre otras cosas) cultos, los cuales pueden ser internos y externos. Por tanto, si la presidencia de los cultos internos corresponde a un sacerdote, lo mismo podremos decir de la de los cultos externos. La presencia del sacerdote en la estación penitencial es por tanto necesaria y diríamos que casi obligatoria por lo prescrito en el artículo 530.6 del actual código de derecho canónico, mostrando al pueblo el carácter eclesial de nuestras hermandades. El sacerdote, normalmente el director espiritual (aunque también puede ser el sacerdote que predicó en los cultos anuales), puede y debe por tanto presidir la estación penitencial de la hermandad en su totalidad. No se nos escapa que por razones de edad y otras obligaciones es complicado hacer completa la estación de penitencia, pero si podrían hacer un esfuerzo en lugares significativos (entradas o salidas, recorrido oficial, etc).
Una vez aclarado este punto, diremos que el sacerdote puede ir situado en el cortejo en dos lugares: en la presidencia junto al Hermano Mayor (que es donde habitualmente estamos acostumbrados a verlos) o al final del cortejo como Preste, palabra que etimológicamente tiene significado similar a la voz presbítero, mucho más común en nuestros días. Si lo hace en la presidencia de la cofradía, deberá ir vestido con sotana y manteo o con el hábito de la orden religiosa a la que pertenezca. En caso de ir como Preste, su vestimenta deberá ser la capa pluvial normalmente en color morado para las procesiones penitenciales y blanco para las de gloria aunque se admiten excepciones. El Preste suele ir acompañado de uno ó dos acólitos denominados acompañantes y que, en caso de portar un cirio encendido se denomina carráncano o sochantre. En este caso el acólito llevará sotana y roquete.

CONCLUSIONES:
El papel de los acólitos como hemos podido ver a lo largo de esta serie de tres artículos es muy importante e implica un compromiso que no debe durar solo unas semanas sino que debemos impulsar como una forma de vivir la fe dentro de la cofradía que al final culmina con esa ofrenda amorosa a Cristo y María en la salida procesional. Desde las cofradías debemos impulsar la formación de estos grupos, ofreciéndoles nuestro apoyo y brindándoles oportunidades para que puedan aprender los distintos aspectos formativos y litúrgicos necesarios para desempeñar su labor con brillantez. Aquí habría que desarrollar un trabajo formativo con los acólitos para que comprendieran su función dentro de las celebraciones de la cofradía.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido y Vicette de la Hdad de Jesús Despojado

19.11.06

EL ADVIENTO: TIEMPO DE ESPERA

Las cuatro semanas anteriores a la solemnidad de Navidad forman el tiempo de Adviento que es la preparación para la llegada del Salvador, dando con el primer domingo de Adviento comienzo un nuevo año litúrgico, que terminó el domingo anterior con la festividad de Cristo Rey (en el rito oriental-bizantino el año litúrgico comienza con la fiesta de la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre).
Las normas litúrgicas universales dicen que el Adviento "comienza con las primeras Vísperas del primer domingo de Adviento (el 30 de noviembre o domingo más cercano) y acaba antes de las primeras Vísperas de Navidad". Contiene siempre cuatro domingos que se estructuran en dos partes bien definidas: hasta el 16 de diciembre y del 17 al 24 de diciembre. Fue el papa san Gregorio Magno quien la estructura en cuatro semanas.

El tiempo de Adviento no se conoce en Roma hasta el S. VI, recogiendo la palabra adventus, aplicada anteriormente a la llegada de algún personaje importante (Emperador). Es el tiempo del Marana-tha (ven Señor), de la espera gozosa del Salvador. El Adviento es también el tiempo mariano por excelencia, donde la presencia de María en la liturgia es más patente.

Teológicamente es tiempo de espera gozosa de la venida de Cristo, es tiempo asimismo del Espíritu Santo, tiempo del cumplimiento de las profecías, tiempo de conversión y tiempo mariano por excelencia como hemos dicho (diciembre el mes más particularmente apto para el culto a la Virgen sin que deba ser considerado como mes de María) con la Inmaculada, la Expectación al Parto, y ya en tiempo de Navidad con la solemnidad de María Madre de Dios (teotocos) el 1 de enero.

En los aspectos litúrgicos el Adviento es tiempo de relativa austeridad en los signos externos (el que espera es porque algo le falta). Así, es aconsejable pastoralmente hacer alguna celebración comunitaria de la penitencia. Se omite el Gloria los domingos por el carácter relativamente penitencial del tiempo para que resuene con más alegría el Gloria de la misa del Gallo. Las vestiduras son moradas (como en Cuaresma) y el altar debe estar escueto y sin adornos muy festivos. En el domingo III de Adviento, llamado de Gaudete por la antífona de entrada -Gaudéte in Domino semper: íterum dico, gaudéte- se puede usar el color rosa (como ocurrirá en el IV domingo de Cuaresma llamado de Laetare). La música instrumental se debe omitir para que contraste más la alegría del Nacimiento.

También se recomienda poner en lugar preferente una imagen de María y se está recuperado la tradición, procedente sobre todo de Centroeuropa y Norteamérica, de poner la llamada corona de Adviento (cuatro velas de diferentes colores sobre una corona de ramos verdes que se van encendiendo progresivamente en cada domingo, marcando el tiempo de la llegada del Señor).

La semana que precede a la Navidad tiene un sentido propio y distinto al resto del Adviento pues la llegada del Señor es inminente. Aquí las memorias de los santos son siempre libres, se puede cantar diariamente el Aleluya, poner más luces en el altar, usar vestiduras más lujosas, dar la bendición con la fórmula solemne de bendición de Adviento. Se debe notar que el tiempo es más alegre.

Las lecturas de Adviento se nuclean en las ferias en torno al profeta Isaías y las evangélicas en los pasajes que narran al Precursor y los preparativos del Nacimiento. Los domingos se leen las epístolas de Pablo, Santiago y Hebreos.

Resumiendo pues diremos que el Adviento es un tiempo de relativa austeridad, ya que a quien espera siempre le falta algo. Por eso se emplean algunos signos de austeridad como las vestiduras moradas o la omisión del Gloria.


JESÚS LUENGO MENA, VICETENIETE DE HNO MAYOR DE JESÚS DESPOJADO.

17.11.06

FUNCIONES DEL CUERPO DE ACÓLITOS EN LAS HERMANDADES Y COFRADÍAS II

Antes de ponerse en marcha la procesión de entrada hacia el altar para comenzar la Eucaristía el turiferario ofrece al presidente el incensario para que imponga el incienso.
Acto seguido comienza la procesión de entrada por este orden: turiferarios, crucífero con dos ceroferarios a ambos lados o portadores de ciriales, siguen los demás ministros y el diácono (si lo hay), que porta el Evangeliario en alto. Si no hay diácono puede portarlo un acólito o un lector instituido, siguen los concelebrantes siempre de dos en dos y el presidente sólo. Cierra la procesión el maestro de ceremonias y los ministros del libro, mitra y báculo (si preside el obispo). Los concelebrantes y ministros, cuando van caminando en procesión o están de pie deben tener ante el pecho las palmas extendidas y juntas, el pulgar de la mano derecha sobre el pulgar de la izquierda formando una cruz.
Al llegar al altar el turiferario se coloca a la izquierda y entrega al presidente el incensario para la incensación del altar, la Cruz y la imagen solemnemente expuesta. Los ceroferarios han colocado mientras los ciriales en un sitio dispuesto para ello. Como norma general se debe considerar que los acólitos que lleven algo en las manos no hacen reverencia ni genuflexión al llegar al altar. El Evangeliario se coloca sobre el altar, cerrado. Cuando los acólitos están en el presbiterio han de cuidar de no tener sus asientos en el mismo rango que los diáconos y los presbíteros, no siendo correcto que se coloquen directamente al lado del celebrante salvo que estén sirviendo el libro. Permanecen en su sitio hasta el Evangelio, al que sólo acude en procesión el turiferario, que ofrecerá el incensiario al diácono o concelebrante tras las palabras “Lectura del santo Evangelio según...” para que inciense al Evangeliario y también dos ceroferarios que se colocan a ambos lados del ambón con los ciriales en alto permaneciendo así hasta el final del mismo.
Siempre el acólito debe esperar a que el Presidente bendiga el incienso recién añadido antes de retirarse. Mientras se proclaman las lecturas todos deben mirar hacia el ambón, nunca al pueblo. El turiferario puede presentar el incensario al Presidente para que añada incienso mientras se entona el Aleluya. Nunca debe el acólito hacer esperar a los celebrantes y siempre es preferible que esté esperando el acólito a que haga esperar a los celebrantes. Terminado de proclamar el Evangelio todos vuelven a su lugar dejando al sacerdote solo para la homilía o bien pueden volver a la sacristía en procesión hasta que termine la homilía. La manera más correcta de tener las manos durante los momentos en que se está sentado es colocadas sobre las rodillas, tanto los acólitos como los ministros incluido el obispo salvo que lleve el báculo.

En la preparación del altar uno de los acólitos lleva el cáliz y la patena con las formas y los corporales que extiende sobre el altar. Otro lleva las vinajeras presentando primero la del vino con la mano derecha y retirándola con la izquierda procurando ofrecer el asa al sacerdote. Igual hace con la del agua. Estas tareas también las pueden hacer otras personas como el diputado de cultos o persona que expresamente quede encargada de ayudar a preparar la mesa, ya que en la práctica el cuerpo de acólitos se limita a una función ceremonial salvo el turiferario, que quizás sea el acólito que tenga una participación más dinámica.
En el Ofertorio para la incensación de las ofrendas se procede como antes dijimos en lo referente a añadir incienso. En este momento de la Misa se inciensa por parte del Presidente a las ofrendas, al altar, la Cruz y finalmente el acólito inciensa al Presidente y al pueblo. También a veces es costumbre incensiar a los miembros de la Junta de Gobierno que de manera corporativa presiden en una mesa la representación oficial de la Hermandad. Se debe hacer inclinación profunda de cabeza antes y después de incensiar, ya sea a personas o imágenes. Terminada la incensación dos acólitos de dirigen al altar con el lavabo: uno porta el manutergio y a su izquierda el del lavabo aunque este rito es optativo y cada vez se hace menos. Al llegar al Sanctus los ceroferarios toman los ciriales y se dirigen en procesión al pie del presbiterio. Allí permanecen con los ciriales en alto hasta que termine la Plegaria eucarística con el Amen conclusivo de la doxología final para marchar de nuevo a sus puestos. El turiferario se sitúa de rodillas ante el altar para incensiar, con tres golpes dobles, al Pan y al Vino consagrados en el momento de mostrarlos el Presidente a la Asamblea.
En la comunión pueden ayudar a los celebrantes a repartirla, portando las bandejas. Los acólitos comulgan antes, si van a hacerlo. Acaba la comunión presentan las bandejas para ser purificadas, sirven el agua para limpiar el cáliz y retiran el cáliz, los corporales y la patena. Antes de la bendición los ceroferarios toman los ciriales, los levantan y así permanecerán hasta que acabada la Misa se inicie la procesión de salida de manera similar a la de entrada. Es importante señalar que los acólitos que sirven al presidente lo hacen siempre de frente, procurando no darle nunca la espalda.
Es muy importante señalar, en todos los momentos, que los acólitos no deben establecer una barrera entre el presbiterio y el pueblo, de manera que impidan la visión y la correcta participación de los fieles en la Eucaristía, debiendo situarse siempre en lugares discretos y que no entorpezcan. De igual forma deben mantener siempre una compostura seria, acorde con la importancia de la función que están realizando, absteniéndose de bromas o saludos a conocidos. Debe existir siempre un lugar para que los acólitos ceroferarios dejen los ciriales al objeto de que no los sostengan durante toda la Misa y los porten en los momentos indicados. El lugar adecuado de los acólitos cuando no cumplen ninguna función concreta es delante de sus asientos, sentados o en pie, según el momento lo requiera.
Terminamos recordando los momentos en los que el Misal Romano autoriza el uso del incienso durante la Misa:
a) En la procesión de entrada.
b) Al comienzo de la misa para incensar el altar, la Cruz y la imagen solemnemente expuesta.
c) En la procesión y proclamación del Evangelio.
d) Durante el ofertorio, para incensar las ofrendas, el altar, al sacerdote y a la asamblea.
e) Tras la consagración, al mostrar elevando el sacerdote el cáliz y la sagrada forma.
El que inciensa sostiene con la mano izquierda las cadenas por su parte superior a la altura del pecho y con la derecha por la parte inferior, cerca del incensario y lo sostiene de manera cómoda de manera que pueda moverlo con soltura. De igual forma recordamos que los acólitos ceroferarios deben mantener en alto los ciriales durante la lectura del Evangelio, durante la Plegaria eucarística y en la bendición final.
Los golpes del incensario siempre serán dobles, pudiendo hacerse golpes dobles o triples.
Con dos golpes dobles se inciensa a las imágenes de la Virgen o santos. Con dos golpes triples se inciensa a la Cruz, al Santísimo, al sacerdote y al pueblo.

ESQUEMA DE ACTUACIÓN DE LOS ACÓLITOS EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA.

CIRIALES EN ALTO:
* durante la procesión de entrada
*durante la lectura del Evangelio (al oír “Lectura del Santo Evangelio según San...)
* durante la Plegaria Eucarística (justo al acabar el Sanctus)
* durante la bendición al pueblo
* durante la procesión de salida

TURIFERARIO (incienso)

* antes de la procesión de entrada
* al llegar al Altar se le ofrece al sacerdote para que éste inciense al Altar
* antes del Evangelio se le ofrece al sacerdote para que inciense al Evangelario (se le acercará durante el Aleluya)
* tras la preparación de los dones se le ofrece al sacerdote para que inciense los dones y el Altar. Posteriomente el turiferario inciensa al sacerdote, concelebrantes si los hay y posteriormente al pueblo, en todos los casos con dos golpes TRIPLES (al pueblo primero al frente, luego a derecha e izquierda)
* después del Sanctus el turiferario se coloca de rodillas ante el Altar e inciensa con dos golpes triples tanto al Pan como al Vino consagrado. Acabada la incensación puede volver a su sitio.

EL TURIFERARIO NUNCA PONE EL INCIENSO EN EL INCENSARIO. SIEMPRE LO PONE EL SACERDOTE, AL QUE SE LE OFRECE LA NAVETA. DEBE BENDECIRLO.

EL TURIFERARIO HACE REVERENCIA PROFUNDA ANTES Y DESPUÉS DE INCENSIAR AL SACERDOTE Y AL PUEBLO.
Jesús Luengo Mena.

15.11.06

FUNCIONES DEL CUERPO DE ACÓLITOS EN LAS HERMANDADES Y COFRADÍAS I

Ante todo hay que matizar que en el mundo cofrade la palabra “acólito” se usa para designar a todo el grupo de servidores que colaboran durante la Misa y en la asistencia de los pasos como portadores de ciriales, incienso, cruz parroquial, monaguillos, etc. En sentido estricto un acolito es el que ha recibido el ministerio instituido del Acolitado, mediante los correspondientes cursos y autorizaciones eclesiásticas.

MIEMBROS DEL CUERPO DE ACÓLITOS.

Por lo general, los miembros que componen el cuerpo de acólitos pueden concretarse en los siguientes: el Pertiguero, acólito con mayor responsabilidad ya que es el que dirige al resto de miembros del cuerpo de acólitos tanto en los cultos internos, en los cuales actuaría como maestro de ceremonias, como en los cultos externos; el Ceroferario encargado de llevar los ciriales o portar cirios o velas; el Cruciferario (o Crucífero) que porta la Cruz Parroquial; los Turiferarios encargados de portar los incensarios y que por extensión se aplica también a los acólitos que llevan la naveta o bien se les puede llamar también naveta por el objeto que llevan; el Auxiliar que se aplica al acólito que lleva el canasto con las pastillas de carbón, pabilos y cerillas y por último Acompañante a los que ejercen labores de acompañamiento del Preste en las escasas Cofradías que mantienen esta tradición.
De todas estas figuras la más representativa es la del pertiguero, figura tomada del ceremonial de las catedrales ya que el pertiguero es la persona que abre paso a los canónigos en las procesiones en las que participan los Cabildos catedralicios y que viste de negro. En las Cofradías va señalando las órdenes al cuerpo de acólitos con golpes de pértiga. En cuanto a la vestidura, los acólitos deberían vestir con roquete o sobrepelliz (es la misma prenda), o sea, de blanco, sobre el fondo negro de la sotana, aunque en las Cofradías visten impropiamente dalmáticas (vestidura diaconal) y otros elementos que van en la línea de barroquización de las mismas. Si los acólitos son hermanos de una cofradía llevan la medalla de la misma y el pertiguero viste una indumentaria llamada Ropón similar a la dalmática llevando colgado en el pecho el escudo de la Hermandad en plata. En cuanto a los colores de las dalmáticas y el Ropón del Pertiguero, suelen ser el negro (preferentemente), morado, burdeos y rojo en el caso de ser hermandad sacramental, aunque se usan otros colores en función de la túnica de la hermandad o de su vinculación a determinadas órdenes religiosas a pesar de que se pierde el significado litúrgico. A veces añaden gola en el cuello y medias blancas o negras.

LOS GRADOS DE LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS

Las celebraciones de la Iglesia Católica se dividen en celebraciones del Señor, de la Virgen y de los Santos, y a su vez, cada uno de estos grupos y dependiendo de su grado de importancia en tres clases:

* las solemnidades, días que por ser considerados muy importantes por la Iglesia se equiparan a domingos (pascua semanal) y comienzan a celebrarse, por lo tanto, en las vísperas. Son catorce: Maternidad de María, Epifanía, san José, Anunciación, san Juan Bautista, santos Pedro y Pablo, Asunción, Todos los Santos, Inmaculada, Navidad, Trinidad, Corpus Christi, Sagrado Corazón y Cristo Rey. Estas solemnidades tienen todo propio como las lecturas, prefacio, oraciones, etc. En nuestra nación, Santiago Apóstol (patrón de España) es también solemnidad. La solemnidad por excelencia es el domingo de Pascua, en que celebramos la Resurrección.
* las fiestas, que hoy día son veinticinco. Son días litúrgicos de menor rango que las solemnidades y se celebran dentro del día natural, salvo que se traten de fiestas del Señor que caigan en domingo, teniendo entonces primeras Vísperas. Citaremos las fiestas de los distintos Apóstoles, el Bautismo de Jesús, Sagrada Familia y otras.
* las memorias, que pueden ser obligatorias o libres:
obligatorias, que en el calendario universal son sesenta y tres. Las memorias, tanto las obligatorias como las libres, son conmemoraciones de los santos y algunas de la Virgen.
Algunas solemnidades tienen octava, como Navidad y Pascua, aunque la octava de Pascua excluye totalmente otras celebraciones, cosa que no pasa en Navidad, que admite en su octava las fiestas de san Esteban, san Juan Evangelista, Los Santos Inocentes, Sagrada Familia y María, Madre de Dios. La octava de Pentecostés está suprimida.

Además, según el calendario litúrgico, tienen categoría de solemnidad las siguientes celebraciones propias de cada lugar:
* Solemnidad del Patrón principal del lugar, sea pueblo o ciudad.
* Solemnidad de la Dedicación y aniversario de la Dedicación de la iglesia propia.
* Solemnidad del Título de la iglesia propia
* Solemnidad o del Título, o del Fundador, o del Patrono principal de la Orden o Congregación religiosa.
Con el Nuevo Calendario de Santos, promulgado tras la reforma de 1969, se han tenido en cuenta unos criterios que en definitiva hacen referencia a la primacía del Misterio de Cristo, a priorizar el domingo como pascua semanal, distinguir entre celebraciones universales y particulares, y en cuanto al culto a los santos, descargar un poco de fiestas y dejar muchas de ellas como memorias libres o facultativas, al objeto de que los fieles de cada localidad puedan celebrarlas según sus propias devociones, dejando unas figuras universales a recordar obligatoriamente, bien seleccionadas y representativas.
Este cambio no fue bien entendido en ocasiones, como sucedió con la reducción de las llamadas fiestas de precepto, que son celebraciones que la iglesia considera muy importantes y por eso las equipara a un domingo, interpretando el pueblo que la Iglesia se pliega al poder civil al trasladar fiestas muy tradicionales al domingo si es que caían en días laborables tales como Corpus o la Ascensión. El CDC en su Canon 1246.1 nos relaciona los días de precepto, a saber: los domingos y además los días de Navidad, Epifanía, Ascensión, Corpus Christi, Santa María Madre de Dios, Inmaculada, Asunción, San José, santos Apóstoles Pedro y Pablo y Todos los Santos. En el siguiente punto se autoriza a la Conferencia Episcopal a trasladar algunas de esas solemnidades a domingo. La reforma del Derecho Canónico prevé que la calificación de precepto sólo sea unitaria para Navidad y para una solemnidad de la Virgen y que cada Conferencia Episcopal determinará, en cada lugar, que otras fiestas además de las citadas serán de precepto.
Las solemnidades del Señor pasadas a domingo se celebran como día propio (Corpus y Ascensión), quedando la Epifanía en su fecha. El motivo es que el pueblo de Dios no debe dejar de celebrar estas fechas y la legislación laboral (que en muchos países no las consideraba fiestas de descanso) impedía o dificultaba su celebración, que además tiene en el domingo su día más señalado .
Jesús Luengo Mena, Lector instituido

11.11.06

LA PARTICIPACIÓN DE LA MUJER EN LOS ACTOS LITÚRGICOS

Vamos a dedicar unas líneas sobre la participación de la mujer en los actos litúrgicos.
Aquí habría que distinguir entre los ministerios ordenados y los instituidos.
Sobre el acceso de la mujer a los ministerios ordenados (diaconos, presbíteros y obispos) no se vislumbra en el horizonte que la mujer pueda tener acceso a ellos.
Menos razonable parece la prohibición referida a que la mujer no pueda ostentar un ministerio instituido (lector o acólito) más aún cuando de hecho ya los ejerce.
Seguramente esta norma es revisable y no debería levantar polémica alguna. Recuérdese que en la primera edición del Misal romano de 1969 se prohibía a la mujer, si proclamaba alguna lectura, que subiera al ambón, discriminación ésta que se corrigió en la siguiente edición. La mujer tiene un papel relevante en la vida eclesial: catequista, pastoral, asistencia social y a enfermos.
En los aspectos litúrgicos participa de los ministerios de las lecturas, monicionista, animadora del canto y la oración, distribuidora de la comunión, acogida, sacristana. También las niñas pueden ejercer de monaguillo ya que desde 1994 cada obispo puede valorar y autorizar en su diócesis estos ministerios. En definitiva, que el papel de la mujer, afortunadamente, va creciendo en las celebraciones litúrgicas y lo deseable es que, de manera pausada y sin estridencias, vaya ocupando cada vez más espacio hasta el límite de lo teológicamente admisible.

ERRORES MÁS FRECUENTES COMETIDOS EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA II

B) POR PARTE DEL SACERDOTE.

Predicar desde el ambón. Es preferible hacerlo desde otro lugar más adecuado aunque no está prohibido si no hay otro lugar elegible.

Lavar los vasos sagrados (ablución) después de la comunión en el altar. Debe hacerse o bien al acabar la Misa o discretamente en la credencia. La ablución no tiene ningún valor litúrgico y por eso se prefiere fuera del altar ni es preciso que la haga el Presidente, más bien es competencia de diáconos o acólitos. Debe hacerse sólo con agua.

No mirar hacia el ambón cuando se está proclamando el Evangelio por el diácono o bien por otro concelebrante diferente del Presidente. Todos los que permanecen en el altar deben girarse ligeramente y mirar al Ambón mientras se proclama el Evangelio. El protagonismo está en ese momento en la Palabra.

Disponer el altar lleno con los objetos precisos para la celebración eucarística para “tenerlo todo a mano” por comodidad (vinajeras, cáliz, misal, patena, etc). El altar debe permanecer lo más escueto posible y colocar sobre él los objetos según se vayan necesitando, retirándolos cuando dejan de usarse. A veces cuesta distinguir al sacerdote tras la cantidad de objetos allí depositados, a los que a veces se suman floreros con ramos de flores y velas en candelabros.

“Inventarse” textos con las oraciones de la Misa, especialmente en la Plegaria eucarística, alegando razones pastorales de difícil justificación. Además de estar expresamente prohibido no hay mejor pastoral que una Liturgia bien hecha.

5.11.06

ERRORES MÁS FRECUENTES COMETIDOS EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA I

Queremos hacer una breve relación sin ánimo de ser exhaustivos de aquellos errores o costumbres más comunes cometidos durante la celebración eucarística que no se ajustan a las normas litúrgicas con el único ánimo de ayudar a corregirlos en lo posible teniendo presente que lo más importante en la Eucaristía es, como no puede ser de otro modo, la participación en ella con un corazón devoto y fraterno y que los errores citados no son de bulto ni anulan por supuesto la validez del acto sacramental. No obstante no deben menospreciarse las normas litúrgicas ya que toda la liturgia está llena de símbolos y significados que si se pierden convertirían la acción litúrgica en pura escenografía. En este primer artículo relacionamos los que se refieren a los fieles.

A) POR PARTE DE LOS FIELES

Leer la Monición inicial (cuando lo hace una persona distinta del presidente especialmente un laico) antes de entrar el celebrante al presbiterio o durante la procesión inicial. El momento adecuado de pronunciarla es tras el saludo inicial del presidente a la Asamblea.

Acabar las lecturas diciendo “Es palabra de Dios” en vez de “Palabra de Dios” (también el sacerdote lo hace a veces).

Los lectores deben omitir la frase “Primera o Segunda Lectura” y pasar directamente a decir de quién está tomada la Lectura sin más. De igual modo no debe decirse “salmo responsorial” sino pasar directamente a la lectura de los salmos.

Omitir la reverencia o hacérsela al sacerdote en vez de al altar cuando suben a realizar alguna lectura o para la Oración de los fieles.

Permanecer sentados durante la oración sobre las ofrendas. Es el momento más importante de esa parte de la Misa y todas las oraciones de la Misa se deben oír y responder de pie, que es la actitud propia del orante y del pueblo en marcha y dispuesto. La costumbre de oír sentados esta oración está generalizada y es de difícil desarraigo.

Permanecer de pie durante el momento de la consagración (aunque por razones de edad, incomodidad del lugar, masificación u otras causas se puede permanecer de pie). En cualquier caso la Iglesia nos pide una actitud y postura común como símbolo de unanimidad.

Recitar junto con el sacerdote la doxología final que cierra la Plegaria eucarística (Por Cristo, con Cristo, etc). El pueblo debe limitarse a responder AMEN como rúbrica y asentimiento de todo lo anterior. No es un AMEN borreguil sino un AMEN de compromiso, de afirmación, que ratifica por el pueblo lo sucedido en el altar.

Leer la Oración de los Fieles desde el Ambón. El Ambón está reservado a la Palabra de Dios y ni la homilia ni la Oración de los Fieles es Palabra de Dios. No obstante se puede hacer desde allí siempre que no haya otro lugar adecuado ya que aunque no es su sitio preferente tampoco la OGMR lo excluye taxativamente (OGMR 309).

Dar golpes triples con el incensario ya que siempre deben ser dobles. Esto es extensible al sacerdote cuando usa el incensario.

Cuando se comulga en la mano la Sagrada Forma se ha recibir con la palma de la mano izquierda abierta y cogerla con la derecha para llevarla a la boca, no tomarla directamente de manos del sacerdote. El símbolo consiste en que es un don que se recibe (lo anterior no excluye otras formas como la de tomar cada fiel su Pan y mojarlo en el Vino o fórmulas parecidas dependiendo del carácter de la celebración).

Para finalizar diremos que en la procesión de las ofrendas se deberían llevar al altar sólo objetos que sean donaciones para el servicio del mismo o regalos para los pobres (por ejemplo el resultado de la cuestación hecha entre los fieles o flores) aunque se ha puesto de moda llevar al altar todo tipo de objetos (guitarras los miembros del coro, libros los catequistas, etc) lo cual puede justificarse pastoralmente pero sin abusos. Lo primero que debe llevarse siempre es el Pan y el Vino.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido y Vicette de la Hdad de Jesús Despojado.

LA PARTICIPACIÓN DE LOS LAICOS EN LA LITURGIA I

Hablar de creatividad y participación litúrgica es un tema que puede malinterpretarse. La liturgia es ejercicio del sacerdocio de Cristo, que se hace visible en la Iglesia. Toda celebración litúrgica es acción de Cristo. En este sentido, la liturgia es de la Iglesia, no de nadie en particular, por lo cual sus ministros no pueden adueñarse de ella. "A nadie le está permitido, ni siquiera al sacerdote, ni a grupo alguno, añadir, quitar o cambiar algo por propia iniciativa" (SC 22 y también CDC 846). Para mejor ilustrar esta cuestión valgan unas líneas tomadas de un libro del actual papa Benedicto XVI titulado “El espíritu de la Liturgia. Una introducción”. La cita, larga pero obligada, dice así:
“La «creatividad» no puede ser una categoría auténtica en la realidad litúrgica. Por lo demás, este término ha crecido en el ámbito de la cosmovisión marxista. «Creatividad» significa que, en un mundo privado de sentido, al que se ha llegado por una evolución ciega, el hombre crea finalmente un mundo nuevo y mejor, partiendo de sus propias fuerzas. En las modernas teorías del arte se alude con ello a una forma nihilista de creación: el arte no debe imitar nada; la creatividad artística es el libre gobierno del hombre, que no se ata a ninguna norma ni a finalidad alguna, y que tampoco puede someterse a ninguna pregunta por el sentido. Puede que en estas visiones se perciba un clamor de libertad que, en un mundo dominado por la técnica, se convierte en un grito de socorro. El arte, así concebido, aparece como el último reducto de la libertad. El arte tiene que ver con la libertad, eso es cierto. Pero la libertad así concebida está vacía: no libera, sino que deja que aparezca la desesperación como la última palabra de la existencia humana. Este tipo de creatividad no puede tener cabida en la liturgia. La liturgia no vive de las «genialidades» de cualquier individuo o de cualquier comisión”

Pese a lo anterior no debe pensarse que en la liturgia todo está cerrado y los ministros deben limitarse a una mera repetición mecánica de los ritos, oraciones y rúbricas. Liturgia no es sinónimo de rigidez aunque no admite la arbitrariedad. Precisamente la no arbitrariedad es una de las características de la liturgia: se sustrae a la intervención del individuo ya que en la liturgia y mediante ella se entra en contacto con algo superior (Revelación) y se crea una comunión universal que supera las iglesias locales. El Misal es sumamente rico y variado en oraciones, prefacios, misas, como para que pueda decirse que no hay una gran variedad de textos para escoger, dependiendo lógicamente del calendario litúrgico y otras circunstancias. En este aspecto es donde entiendo que hay que encajar la creatividad litúrgica, escogiendo dentro de la variedad y no inventando lo que no existe. La mejor pastoral que puede hacerse consiste en una buena liturgia, no debe existir esa excusa tan recurrida de lo pastoral para justificar una liturgia mal hecha.

"La participación es un término que viene del latín participatio (partem-capere=tomar parte) y es sinónimo de intervención, adhesión, asistencia". En efecto, hoy día la palabra es usada frecuentemente y todo el mundo pide, en cualquier ámbito de la vida, participar. Para los cristianos, el fundamento de la participación está en el Bautismo, ya que todo bautizado está revestido de la dignidad sacerdotal. Se ha interpretado la participación pensando en que consiste en la intervención del mayor número de personas posibles durante el mayor tiempo posible. ¡Craso error¡ No se trata de multiplicar vana y artificialmente las acciones a realizar pensando que con eso se aumenta la participación ya que la auténtica participación consiste el dar paso a la acción de Dios.

En la liturgia no podía ser menos y es uno de los conceptos claves de la reforma litúrgica. Tiene sus antecedentes más cercanos en el motu propio Tra le sollecitudini de san Pío X y más próximos al Vaticano II en la encíclica Mediator Dei de Pío XII (20-XI-1947). Pero es en la SC cuando este principio de participación toma cuerpo como algo esencial. Es toda la asamblea litúrgica la que está implicada en la acción litúrgica, pero cada uno de sus miembros intervienen de modo distinto "según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual" (SC 26). La diferencia entre la participación de los ministros ordenados y los laicos no sólo es de grado sino también esencial.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido

4.11.06

LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

El esquema de la celebración eucarística tiene, como Asamblea y reunión que es, un esquema similar al de una reunión de amigos que recibe un anfitrión: se recibe a los que llegan, se habla y escucha, se come en común y se despide al terminar. Así hizo Jesús en la Última Cena ya que reunió a los Apóstoles (rito de apertura), les habló (Palabra), pronunció la bendición, les dio de comer y beber (eucaristía) y salieron hacia el monte de los Olivos (conclusión)

En la Asamblea eucarística se distinguen claramente cuatro partes:

a) LOS RITOS INICIALES, que sirven para recibir a los fieles y son la apertura. Sus objetivos son los de ayudar a formar y sentirse como comunidad y preparar a los fieles a oír y celebrar dignamente la Eucaristía. "Todo lo que precede a la Liturgia de la Palabra... tiene el carácter de exordio, introducción y preparación" (OGMR 46).

Estos ritos iniciales son los siguientes:

* Procesión y canto de entrada: abre festivamente la celebración, fomenta la unión de los fieles y acompaña la procesión.

* Veneración del altar: como símbolo de Cristo (beso ritual)

* La señal de la Cruz: evoca nuestra iniciación cristiana y se invoca a la Trinidad.

* Saludo a la Asamblea: Se establece aquí un diálogo de comunión entre el Presidente y la Asamblea.

* Monición Inicial: Tiene por objeto explicar e implicar a todos en la celebración. Debe ser breve, incisa y preparada.

* Acto penitencial: Todos somos pecadores y debemos pedir perdón. Este acto a su vez consta de varias partes:
- Monición
- Silencio
- Confesión general
- Absolución (que perdona los pecados leves del día).

* El Kyrie: "Señor, ten piedad". Tiene carácter doxológico, no es penitencial sino que tiene sentido de aclamación a Cristo y petición de misericordia.

* El himno Gloria: No fue compuesto para la Misa. Entró en la Eucaristía para la fiesta de Navidad y es un himno trinitario de alabanza.

* La oración Colecta: (colecta=reunir). El sacerdote invita a orar, lee la oración y el pueblo ratifica con un AMEN.

b) LA LITURGIA DE LA PALABRA es, junto con la eucarística, una de las dos partes esenciales de la Misa. Tiene a su vez varias partes:

* El anuncio de la Palabra:

- Introducción a las lecturas (monición)
- Proclamación de la Palabra (se proclaman tres lecturas los domingos y solemnidades: profeta, apóstol y evangelista). La lectura evangélica es propia del diácono o del sacerdote mientras que las demás lecturas son ministerios propiamente laicales.
- Aclamación a cada lectura.
- Homilía

* La oración: La Iglesia acoge, escucha y acepta la Palabra. Los elementos de la respuesta de los fieles a la proclamación hecha tiene varios elementos:

- El salmo responsorial (se canta o se recita si no hay salmista)
- Los silencios
- El Aleluya (debe cantarse y de no hacerlo se puede omitir)
- La profesión de fe
- La plegaria universal o de los fieles. Se llama universal porque se suplica por las necesidades de todos los hombres. Debe poder ser asumida por todo el pueblo cristiano y al menos cuatro de las peticiones deben ser:

* Por la Iglesia y sus necesidades
* Por los gobernantes
* Por los pobres y necesitados
* Por todos los presentes

c) LA LITURGIA EUCARÍSTICA: Si hasta este momento la Asamblea se ha centrado en la Palabra (ambón), ahora el centro pasa a los dones (altar). Esta liturgia se desarrolla en tres momentos sucesivos, tal como Jesús hizo en la Última Cena, a saber 1. Tomó el pan, el cáliz (preparación de los dones) 2.- Bendijo, dio gracias a Dios (plegaria eucarística) 3.- Partió y dio (rito de comunión) (OGMR 72).

* Preparación de los dones: consta a su vez de cuatro momentos

- La procesión de los dones (deben llevarse dones que se queden para el servicio o exorno del altar o bien que sean para los pobres y necesitados)
- La preparación de los dones
- La presentación de los dones (Bendito seas, Señor...)
- El lavabo, que se hará en un lado del altar
- La oración sobre las ofrendas, que se rubrica por el pueblo con un Amen.

* Plegaria eucarística: es el ápice de toda la celebración (OGMR 30). En esta parte se llega a la máxima plenitud de expresión la acción de gracias y la alabanza. Se la ha llamado de diversas formas: plegaria eucarística, canon, anáfora. Es una oración de bendición que consta de los siguientes elementos:

- La acción de gracias del Prefacio
- La aclamación del Sanctus
- La epíclesis o invocación al Espíritu Santo
- El relato de la institución y la consagración
- La anámnesis o memorial
- La obligación
- Las intercesiones
- La doxología final

* El rito de comunión: forma una unidad con la plegaria eucarística, con un esquema lineal. Consta de las siguientes partes:

- El padrenuestro
- La paz (algunos liturgistas opinan que debería hacerse junto con el acto penitencial como signo de reconciliación que es)
- La fracción del pan, que incluye la inmixtión (mezcla) y el Agnus Dei
- La Comunión, con una preparación previa y oración posterior a la comunión

d) RITO DE CONCLUSIÓN. Tiene como objetivo el unir la celebración con la vida cotidiana. Ahora es el momento de dar los avisos de la comunidad para la semana y las actividades a desarrollar. Se saluda y se acaba con la bendición que puede ser simple o solemne (con tres apartados a los que el pueblo contesta AMEN). Tras el "Podéis ir en paz" la Asamblea se disuelve para ir a sus ocupaciones alabando al Señor. El canto de salida, que se ha puesto de moda, sobra.
OGMR 2002

27.10.06

RELIGIOSIDAD POPULAR: LAS PROCESIONES

Un apartado de la religiosidad popular muy querido por las hermandades y cofradías son las procesiones. La procesión es una expresión cultual de carácter universal en la cual la piedad popular y la liturgia establecen una relación muy peculiar. Las procesiones son manifestaciones de la fe y piedad populares con grandes connotaciones culturales y que despiertan el sentimiento religioso de los fieles, tal como las define el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia ya citado.
Hay procesiones litúrgicas que se celebran durante el desarrollo de la Eucaristía y son necesarias para el desarrollo de la misma acción litúrgica: la procesión de entrada del ministro y los celebrantes, que puede solemnizarse entrando los celebrantes desde el fondo de la nave; la procesión hacía el ambón del diácono o presbítero para proclamar el Evangelio; la procesión para presentar las ofrendas; el momento de recibir la comunión, que también se considera procesión de los fieles. Además hay procesiones litúrgicas con motivo de ciertas festividades: la del 2 de febrero (Candelaria) que conmemora la Presentación del Señor en el Templo; la del Domingo de Ramos (palmas) que conmemora la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén; las de la Vigilia Pascual con el rito del Lucernario. Otras tienen carácter votivo (como la del Corpus o las de rogativas).

La procesión penitencial de las cofradías recibe el nombre de estación de penitencia. Debemos aclarar que el objetivo de las Cofradías al salir a la calle es hacer pública estación de penitencia. La palabra estación significa parada, en este caso se refiere a la parada solemne que hacen al llegar a la catedral, antiguamente a otras iglesias o santuarios. Así entendido el término estación se comprende mejor cuando se habla de las estaciones del Vía Crucis. Estación es pues lo contrario de procesión, que significa “avanzar caminando”. La cofradía procesiona y hace estación.

Fue en la Edad Media cuando la piedad popular amplió el número de procesiones votivas que alcanzaron su punto álgido durante la época barroca, tanto para honrar a los santos como para meditar los aspectos de la pasión. Los riesgos que tienen se refieren a que estas manifestaciones prevalezcan sobre los sacramentos, que quedarían relegados a un segundo plano o a considerar la procesión como el acto culminante de la Liturgia lo cual puede degenerar en convertir la procesión en mero espectáculo o acto folclórico cultural. Para evitar esa mala interpretación se impone una catequesis adecuada sobre el sentido de las procesiones, en un triple sentido: teológico, como sentido de pueblo de Dios en marcha camino de la Jerusalén celeste: litúrgico, procurando que haya representación eclesiástica en la presidencia y con oraciones al inicio y al terminar, portando velas los asistentes; antropológico, poniendo de manifiesto el significado de procesión como camino que se hace juntos participando en el mismo clima de oración.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido.

EL TIEMPO ORDINARIO

El tiempo del Año litúrgico que no tiene un carácter propio (Adviento- Navidad, Cuaresma y tiempo de Pascua) recibe el nombre de Tiempo ordinario, que abarca 33 ó 34 semanas. En este tiempo no se celebra ningún aspecto concreto del misterio de Cristo. El Tiempo ordinario (TO) comienza el lunes siguiente al domingo posterior al 6 de enero, Epifanía, y dura hasta el martes anterior al Miércoles de Ceniza, que da inicio a la Cuaresma. Ahí se interrumpe para reiniciarse desde el lunes siguiente a Pentecostés hasta las vísperas del primer domingo de Adviento, (que es el domingo más próximo al 30 de noviembre) con el cual se inicia el Nuevo Año litúrgico. Durante el tiempo ordinario se celebran numerosas fiestas tanto del Señor como de la Virgen y de los Santos. Este Tiempo Ordinario es una novedad de la reforma postconciliar ya que antes era llamado domingos después de Epifanía y domingos después de Pentecostés y también “domingos verdes” por el color litúrgico que se emplea. El Tiempo Ordinario cobra su unidad en el Leccionario ya que tiene un ciclo trianual en los domingos y bienal en las ferias.
Para los cristianos cada día tiene un sentido cristológico: la mañana trae el recuerdo de la Resurrección, la hora de tercia recuerda al Espíritu Santo, la hora de sexta la Ascensión, la de nona la Crucifixión y muerte del Señor, la de vísperas la Cena y la noche la espera escatológica del Señor. Antes de la reforma litúrgica, el Tiempo Ordinario recibía su significado casi exclusivamente del Santoral, habiéndose recuperado actualmente la visión global del misterio salvífico.
Según la costumbre latina, el lunes recibe el nombre de "feria segunda" y así sucesivamente hasta la feria sexta (viernes). El sábado tiene su nombre propio heredado de los judíos (Sabbat que significa descanso).
En el T.O. la Iglesia celebra en la semana del 18 al 25 de enero el Octavario por la unidad de los cristianos, coincidiendo con la fiesta de la Conversión de san Pablo que se celebra el 25 de enero, y en octubre Preces para después de la cosecha, Témporas de acción de gracias y de petición en el cinco de octubre, pudiendo añadirse dos días más (se trata de dar gracias a Dios por los dones recibidos en el curso pasado y en las vacaciones). El penúltimo domingo de octubre se celebra el Domund (Día de la propagación de la Fe).

Jesús Luengo Mena, Lector instituido.

21.10.06

PANGE LINGUA (CANTO EUCARÍSTICO)

Pange lingua gloriosi
Corporis mysterium
Sanguinisque pretiosi
Quem in mundi pretium
Fructus ventris generosi
Rex effudit gentium.

Nobis datus, nobis natus
Ex intacta Virgineet
in mundo conversatus
Sparso verbi semine,
Sui moras incolatus
Miro clausit ordine.

In supremae nocte coena
Recumbeus cum fratibus
observata lege plene
cibis in legalibus,
cibum turbae duodenae
se dat suis manibus.

Verbum caro, panem verum
Verbo carnen efficit:
Fitque sanguis Christi merum
Et si sensus déficit
Ad firmandum cor sincerum
Sola fides sufficit.

Tantum ergo Sacramentum
Veneremur cernui:
Et antiquum documentum
Novo ceda ritui:
Praestet fides suplementum
Sensuum defectui.

Genitori, genitoque
laus et jubilatio,
salus honor virtus quoque
sit et benedictio:
Procedenti ad utroque
Compar sit laudatio.

Panem de caelo praestí­tisti eis
Omne delectaméntum in se habéntem

Oremus: Deus qui nobis sub Sacraménto mirábili, pa­ssiónis tuae memóriam reli­quísti: tríbue quaésumus, ita nos Córporis et Sánguinis tui sacra mystéria venerári; ut redemptiónis tuae fructum in nobis iúgiter sentiámus. Qui vivis et regnas in saécu­la saeculórum. Amen.

EL CULTO A LOS SANTOS



Las fiestas de los santos se intercalan a lo largo del año celebrándose generalmente en la fecha de su muerte, su dies natalis. El culto a los mártires fue el primero que históricamente se conoce, comenzando por una veneración a sus restos mortales reuniéndose los fieles en torno a su sepulcro. El primer mártir del que se tiene constancia que recibe una especial veneración es el obispo Policarpo, martirizado en el año 155. Una vez pasada la época de las persecuciones se comienza a tributar culto a otros personajes considerados como ilustres: los confesores de la fe, los ascetas, las vírgenes, los obispos, etc.

La jerarquía en las diversas clases de santos (dejando a María su lugar privilegiado) los ha clasificado por su importancia litúrgica celebrando primero a los apóstoles, mártires, pastores, doctores de la Iglesia, vírgenes, santos varones, santas mujeres, religiosos, personas caritativas y educadores. Hoy día el culto a los santos a nivel de calendario universal tiene como criterio el que sean santos de importancia mundial dejando a los calendarios particulares las celebraciones y memorias de aquellos santos que sean de devoción más localistas o de familias religiosas. Solamente comentamos a continuación aquellas celebraciones de santos que son consideradas como solemnidades a escala universal.

Hay una única excepción en la liturgia católica de un santo que se le recuerda en dos días: en su nacimiento y en su martirio. Se trata del Precursor, Juan el Bautista, personaje que cobra pues una excepcional importancia en el culto católico. Recordamos su nacimiento el 24 de junio, solsticio de verano, y su martirio en el día 29 de agosto. El nacimiento de Juan, el Precursor, se contrapone claramente al de Cristo (seis meses más tarde). Juan el Bautista decía que "es preciso que El crezca y yo disminuya" (Juan, 3,30). En el solsticio de verano se da la noche más corta y es la fecha en la cual los días empiezan a disminuir, días que volverán a crecer justamente en Navidad. Celebramos su nacimiento con el grado de solemnidad.

Solemnidad es también San José, primero entre los santos y cuyo culto apareció en la Edad Media, "como consecuencia de la devoción a la infancia de Jesús" (Julián López: La liturgia de la Iglesia). Los grandes propagadores de su devoción fueron san Bernardo y santa Teresa de Jesús y la fijación de su fecha en el diecinueve de marzo es totalmente fortuita.

La festividad de los santos apóstoles Pedro y Pablo tiene también grado de solemnidad, celebrando la iglesia en ellos no sólo la gloria del martirio sino también su vocación apostólica. Es muy frecuente verlos juntos en los templos, tanto en esculturas como en retablos, o en pinturas figurando como los dos pilares de la Iglesia y como fundamentos de nuestra fe. Su día de celebración es el veintinueve de junio.

La solemnidad de Todos los Santos tiene su origen en la Dedicación del Panteón de Roma a la Virgen y a todos los santos, realizada en el año 610. Conmemoramos a "la muchedumbre que nadie puede contar", como Asamblea de la Jerusalén Celeste. Su fecha de celebración es el primer día de noviembre.

A los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael se les dedica una fiesta conjunta, en el veintinueve de septiembre. Celebrar la fiestas de estos arcángeles supone celebrar la cercanía de Dios a nuestras vidas. Los ángeles aparecen en la vida de Jesús en numerosas ocasiones: Anunciación, Nacimiento, en el desierto le confortan y en su muerte anuncian a las mujeres la Resurrección.

Solemnidad es también la fiesta de Santiago Apóstol (en España), ya que es considerado como Patrono de nuestra nación. La tradición cristiana ha señalado a España como el lugar de la predicación de Santiago, hijo del Zebedeo y hermano de Juan el Evangelista. Fue sobre el año 830 en que se descubrió su sepulcro dando lugar a la actual Santiago de Compostela, iniciándose desde ese momento las peregrinaciones y convirtiendo a Santiago en uno de los tres lugares de peregrinación más importantes del mundo, tras Roma y Tierra Santa.
Fotos: Santo Domingo Savio y San Juan Bosco. Azulejos del colegio salesiano de Triana (Sevilla)

EL CULTO AL SANTÍSIMO SACRAMENTO



“El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor inestimable en la vida de la Iglesia. Dicho culto está unido a la celebración del sacrificio eucarístico” en palabras de Juan Pablo II tomadas de su Encíclica Ecclesia de Eucharistia nº 25.
La exposición y bendición con el Santísimo Sacramento debe ser un acto comunitario que contemple la celebración de la Palabra de Dios y el silencio individual contemplativo y meditativo. La exposición eucarística ayuda a reconocer en ella la maravillosa presencia de Cristo y nos invita a la unión más íntima con él, que adquiere su culmen en la comunión sacramental. La exposición puede hacerse con el copón o en la custodia, sobre el altar o en un ostensorio. Se le debe venerar con genuflexión de la rodilla derecha.
Para la exposición del Santísimo, litúrgicamente se procederá de la siguiente manera: Reunido el pueblo y, si parece oportuno, habiéndose iniciado algún cántico de carácter eucarístico, el ministro se acerca al altar. Si el Sacramento no se reserva en el altar de la exposición, el ministro, con el humeral lo trae del lugar de la reserva, acompañado por acólitos o por fieles con velas encendidas. El copón o la custodia se colocará sobre el altar cubierto con mantel, corporal y seis o cuatro velas de cera encendidas; mas si la exposición se prolonga durante algún tiempo, y se hace con la custodia, se puede usar el manifestador, colocado en un lugar más alto, pero teniendo cuidado de que no quede ni muy elevado ni muy distante y sobre el corporal. Si se hizo la exposición con la custodia, el ministro inciensa al Santísimo y suele rezar seis padrenuestros con sus avemarías y glorias tras una jaculatoria eucarística; luego se retira, si la adoración va a prolongarse algún tiempo.
Si la exposición es solemne y prolongada, se debería consagrar la hostia para la exposición, en la Misa que antes se celebre, y se colocará sobre el altar, en la custodia, después de la comunión. La Misa concluirá con la oración después de la comunión, omitiendo los ritos de la conclusión. Antes de retirarse del altar, el sacerdote, si se cree oportuno, colocará la custodia y hará la incensación.
Durante el tiempo que dure la exposición, se podrán decir oraciones, cantos y lecturas, de manera que se concentren en una profunda oración. Nunca el Santísimo deberá estar expuesto sin vigilancia suficiente ni sin presencia de fieles. Se deben aprovechar las lecturas de la sagrada Escritura o breves exhortaciones, que promuevan un mayor aprecio del misterio eucarístico. Es también conveniente que los fieles respondan a la palabra de Dios cantando. Se necesita que se guarde piadoso silencio en momentos oportunos. Ante el Santísimo Sacramento expuesto por largo tiempo, se puede celebrar también alguna parte, especialmente las horas más importantes de la Liturgia de las Horas; por medio de esta recitación se prolonga a las distintas horas del día la alabanza y la acción de gracias que se tributan a Dios en la celebración de la Misa, y las súplicas de la Iglesia se dirigen a Cristo y por Cristo al Padre, en nombre de todo el mundo.
La bendición con el Santísimo es el colofón del acto de culto a Jesús Sacramentado. Al final de la adoración, el sacerdote o el diácono se acerca al altar; hace genuflexión, se arrodilla y se entona el Pange Lingua u otro cántico eucarístico. Mientras tanto, arrodillado, el ministro inciensa el Santísimo Sacramento, si la exposición se hizo con la custodia. Luego se pone en pie y entona la oración.
Una vez dicha, el sacerdote o el diácono se coloca el humeral, hace genuflexión, toma la custodia o el copón y traza con el Sacramento la señal de la Cruz sobre el pueblo. A continuación se suelen recitar las alabanzas de desagravio. Concluida la bendición, el mismo sacerdote que impartió la bendición u otro sacerdote o diácono, reserva el Sacramento en el tabernáculo, y hace genuflexión, en tanto que el pueblo si parece oportuno, puede hacer alguna aclamación. Finalmente el ministro se retira.
Queda prohibido expresamente celebrar la Misa durante la Exposición, que la puede hacer el sacerdote, un diácono e incluso un acólito instituido o persona autorizada aunque estos últimos no pueden en ningún caso impartir la bendición, reservada al presbítero o diácono. Si la exposición del Santísimo Sacramento se prolonga durante uno o varios días, debe interrumpirse durante la celebración de la misa, a no ser que se celebre en una capilla o espacio separado del lugar de la exposición y permanezcan en adoración por lo menos algunos fieles.
Una forma de culto específica al Santísimo Sacramento es el llamado Jubileo Circular de las Cuarenta Horas instituido por el fraile capuchino fray José de Ferno en 1537 para "traer a la memoria de los cristianos el tiempo en que el Cuerpo de Nuestro Salvador Señor Jesucristo yació en el sepulcro".

JESÚS LUENGO MENA.

18.10.06

SALVE REGINA


Salve, Regina, mater misericordiae;
vita dulcendo et spes nostra, salve.
Ad te clamamus, exsules, filii Evae.
Ad te suspiramus,
gementes et flentes in hac lacrimarum valle.
Eia ergo advocata nostra,
illos tuos misericordes oculos ad nos converte.
Et Iesum, benedictus fructus ventris tui,
nobis post hoc exsilium ostende.
O clemens, O pía,
O dulcis Virgo María.
V/ Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix.
R/ Ut digni efficiamur promissionibus Christi
Oremus:
Omnipotens sempiterne Deus, qui gloriosae Virginis Matris Mariae Corpus et animam, tu dignum Filii tui habitaculum effici mereretur, Spiritu Sancto cooperante, praeparasti: da, tu cuius conmemoratine laetamur: eius pia intercessione , ab instantibus malis, et a morte perpetua liberemur. Per eumdem Christum Dominum nostrum.
Amén.