Vamos a dedicar un
par de artículos a analizar las distintas posturas y gestos que el sacerdote
realiza durante la misa, refiriéndonos al que preside la celebración. La
Liturgia no es exclusivamente verbalista, sino que también en la celebración
hay aspectos importantes visuales y de expresión corporal. A esos nos
referimos. No se olvide que la «actuación» del presidente es uno de los
factores que más influyen en el clima de una celebración litúrgica. Actuando
«in persona Christi», es el presidente quien transmite a la asamblea la
Palabra, quien eleva a Dios la alabanza, la petición y la súplica, dándole a su
comportamiento un sentido sagrado, tal como afirma Aldazábal[1].
Los gestos deben ser elegantes y sin precipitación.
Los gestos y
posturas hablan. No es lo mismo estar de pie que sentado, que el sacerdote mire
al pueblo o que salude mientras busca las páginas del Misal. En definitiva, los
gestos tienen que transmitir sinceridad y autenticidad.
En la misa, en primer
lugar, la procesión de entrada, si la hay, la hará con las palmas de las manos
unidas, a la altura del pecho, como el resto de los ministros que no porten
objetos. Es señal de respeto y de
oración, gesto de humildad y vasallaje, de actitud orante y confiada. Es el
gesto más acomodado a la celebración litúrgica cuando las manos no han de
emplearse en otros ritos o no se prescribe que se tengan levantadas. El
sacerdote, al llegar al altar hace inclinación profunda y, posteriormente, lo
besa. Si hay concelebrantes también lo hacen. Si se usa incienso, el sacerdote
inciensa a la Cruz y al altar, rodeándolo. Si el Sagrario estuviese en el
retablo, a la vista, hará genuflexión..
Terminado el canto
de entrada, si lo hubo, desde la sede, el sacerdote y
los fieles se signan con la señal de la cruz. Después, el sacerdote vuelto
hacia el pueblo y extendiendo las manos, lo saluda usando una de las fórmulas que
propone el Misal.
Tras el acto
penitencial, el Kirie y el Gloria, si procede, el
sacerdote, con las manos juntas, invita al pueblo a orar, diciendo: Oremos. Luego, el sacerdote con
las manos extendidas, dice la Oración Colecta. Se entiende que extender las
manos se refiere a abrir los brazos, a media altura[2].
Levantar y extender las manos al rezar expresa
los sentimientos del alma que busca y espera el auxilio de lo alto. Hoy es un gesto reservado al ministro que
celebra la santa misa. El simbolismo principal detrás de la posición orante de ser un gesto sacerdotal se basa en la indicación de que el sacerdote está orando en nombre de nosotros, actuando como «alter Christus», como pastor del rebaño, cabeza del cuerpo
Durante la Liturgia
de la Palabra, excepto al Evangelio que está de pie, el sacerdote permanece sentado, con las manos
sobre las rodillas. Si hay incienso, en el momento del Aleluya permanecerá
sentado mientras los acólitos le ofrecen el turíbulo y el incienso. Si no lo
hay, se pone en pie, junto a toda la asamblea.
Si tiene que
proclamar el Evangelio, por faltar el diácono o no haber concelebrantes, el
sacerdote antes de leer el
Evangelio se
inclina ante el altar y dice: “Purifica mi corazón y mis labios, Dios
todopoderoso, para que anuncie dignamente tu Evangelio” y se dirige al
ambón. Allí, con las manos juntas, saluda al
pueblo: El Señor esté con vosotros;
y el pueblo responde: Y con tu
espíritu; y en seguida: Lectura
del Santo Evangelio, signando con el pulgar el libro y a sí mismo en la
frente, en la boca y en el pecho, lo cual hacen también todos los demás. Si se usa incienso, el sacerdote
inciensa el libro. Al acabar, el sacerdote besa el libro, diciendo en secreto: Las palabras del Evangelio borren
nuestros pecados.
Si no hay
un lector, el mismo sacerdote proclama todas las lecturas y el salmo, de pie
desde el ambón. Posteriormente, el sacerdote, de pie en la sede o en el ambón
mismo, o según las circunstancias, en otro lugar idóneo pronuncia la homilía,
que es obligatoria los domingos y fiestas de precepto.
El
Símbolo (Credo) se canta o se dice por el sacerdote juntamente con el pueblo
estando todos de pie. A las palabras y por obra del Espíritu Santo, se encarnó de María, la
Virgen, y se hizo hombre
o bien que
fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen
del Credo nicenoconstantinopolitano o del Credo apostólico respectivamente todos
se inclinan profundamente; y en las solemnidades de la Anunciación y de
Navidad, se arrodillan.
Dicho
el Símbolo, en la sede, el sacerdote de pie y con las manos juntas, invita a
los fieles a la oración universal con una breve monición. Después el cantor o
el lector u otro ministro, desde el
ambón o desde otro sitio conveniente, vuelto hacia el pueblo, propone las
intenciones; el pueblo, por su parte, responde suplicante. Finalmente, el
sacerdote, con las manos extendidas, concluye la súplica con la oración.
Los
gestos y posturas durante la Liturgia Eucarística y Ritos finales los veremos
en el siguiente artículo.