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31.12.08

EL ACÓLITO AL SERVICIO DEL ALTAR

En este tercer artículo dedicado al ministerio del acolitado vemos el servicio al altar.
Dentro de todos los cometidos para los que el acólito está autorizado el más propio y específico es el del servicio al altar. Describimos su ministerio.
En la procesión de entrada participará, llevando como los demás ministros las manos unidas por la palma y el pulgar derecho sobre el izquierdo a la altura del pecho. Tras la reverencia al altar ocupa su sitio en el presbiterio y allí permanece hasta el comienzo de la Liturgia eucarística, salvo que se le reclame para otros servicios.
Al acabar la Oración de los fieles se dirige al altar con el cáliz vacío, el purificador, la patena con el Pan, la hijuela si se usa y el corporal. Si no hay otro llevará las vinajeras y el copón con hostias para ser consagradas si procede.
Extiende el corporal sobre el altar y coloca cerca el cáliz y la patena, pero no los pone sobre el corporal ya que esa acción corresponde al presidente. Tampoco echa el vino y el agua en el cáliz.
Si hubiese procesión con los dones ayudará al sacerdote. Recogerá los objetos que le entregue el sacerdote y los pondrá en el sitio adecuado.
Cuando sea el momento, desde el lado derecho, acerca la vinajera del vino con su mano derecha ofreciendo el asa al sacerdote. La retira con su mano izquierda y acerca la del agua de la misma manera. A continuación se retira al extremo derecho del altar y procede al rito del lavabo, que recordamos no es optativo aunque muy frecuentemente se omita –si hay incensación de las ofrendas esperarán hasta que termine–.
Si hay dos, uno de los acólitos sostiene el aguamanil –jarro con el agua– y la jofaina –vasija para recoger el agua del lavabo– y otro la toalla, llamada manutergio o cornijal. Después se retira a su sitio y ya no interviene más hasta la comunión salvo que sean requerido para otra acción –sostener un micrófono o un libro–. Los acólitos, mientras están sentados, deben tener las manos extendidas sobre las rodillas.
Puede tomar el copón del sagrario si se va a usar, haciendo genuflexión, y colocarlo abierto en el altar para que el sacerdote lo coja y asimismo acompañar al sacerdote con la bandeja de comunión mientras la reparte. Si como ministro extraordinario de la comunión tuviese que repartirla lo harán según el rito establecido, o sea, mostrando la hostia a los comulgantes y diciendo “El cuerpo de Cristo”. Al acabar, coloca el copón de nuevo en el sagrario, haciendo genuflexión al terminar.
Tras la comunión y mientras el sacerdote permanece sentado un acólito procederá a doblar el corporal y hacer las abluciones, en la credencia o al acabar la misa. Esta acción no es propia del presidente y debería realizarla siempre el acólito (o diácono). Una vez despejado el altar se retira a su sitio. Inclina la cabeza al recibir la bendición y al terminar la Misa participa en la procesión de salida de igual forma que en la de entrada.
Jesús Luengo Mena

21.12.08

LOS ACÓLITOS CEROFERARIOS Y CRUCÍFERO

En este segundo artículo dedicado a los acólitos vamos a pormenorizar las funciones que, dentro de la celebración eucarística, desarrollan los acólitos ceroferarios, o sea, los portadores de los ciriales y el portador de la cruz (crucífero).
Unas observaciones previas sobre la cruz. No debe faltar en ninguna procesión de entrada. Si es parroquia se llama cruz parroquial, en otro caso será simplemente cruz procesional. La del arzobispo lleva doble travesaño y se llama cruz patriarcal. Suele llevar tallada o añadida una imagen del crucificado por un lado y otra de la Virgen por el reverso.
Como todos los acólitos, deberían vestir alba con cíngulo. También puede ser apropiado sobrepelliz sobre sotana negra, aunque ya sabemos que en las hermandades visten, impropiamente, dalmáticas.
En la procesión de entrada los ceroferarios serán dos, que se colocarán a derecha e izquierda del acólito crucífero (portador de la cruz). Van inmediatamente detrás del turiferario y portador de la naveta, que siempre abren marcha.
El acólito crucífero deberá llevar la parte de la cruz donde suele haber un crucificado mirando hacia delante. No obstante, en la catedral de Sevilla y cuando en la procesión va el arzobispo jurisdiccional (el ordinario del lugar) en ese caso se colocará la cruz de forma que el crucificado mire al arzobispo, o sea, hacia adentro. Si es otro obispo pero no el titular la cruz mirará adelante.
Al llegar al altar colocan los ciriales y la cruz en el sitio previamente previsto y se retiran discretamente a sus sitios.
Los ceroferarios vuelven a prestar su servicio en la proclamación del Evangelio. Durante el Aleluya van a por los ciriales y, encabezando la procesión al ambón, se colocan a ambos lados del mismo, afrontados. Al terminar la proclamación del Evangelio vuelven a su sitio. Aunque en los cultos de las hermandades es costumbre tener los ciriales levantados durante la proclamación evangélica no hay ninguna norma que lo indique de manera expresa.
El siguiente momento de su intervención será durante la Plegaria eucarística. Al llegar el Santus irán a por los ciriales y se colocarán delante del presbiterio, sin que en ningún caso establezcan una barrera entre el altar y el pueblo. Al acabar la Plegaria eucarística, con la doxología mayor –Por Cristo, con Él y en Él...– vuelven a sus sitios y ya no vuelven a intervenir hasta la procesión de salida, en el mismo orden que a la entrada.
Para terminar sólo unas palabras sobre los llamados acólitos ministros de la mitra y el báculo. Sólo están presentes, como es lógico, cuando oficia el obispo.
Además del alba y cíngulo portan sobre sus hombros unos anchos paños a modo de humeral llamados "vimpa" cuya función es puramente práctica: no tocar con las manos la mitra y el báculo para no ensuciarlos.
Su misión es tener la mitra y el báculo cuando el obispo no los usa. Les serán entregados por otro ministro. Su función es pues muy concreta y limitada. El portador del báculo debe saber que el obispo lo porta con su mano izquierda y con las volutas mirando adelante. Cuando lo sostenga el acólito deberá cuidar de que las volutas miren hacia atrás.
Jesús Luengo Mena, lector y acólito instituido.

13.12.08

EL ACÓLITO TURIFERARIO: SUS FUNCIONES

En una serie de artículos vamos a describir las funciones de los acólitos dentro de la celebración eucarística y que pueden y no pueden hacer. Comenzamos con el acólito turiferario y seguiremos posteriormente con los portadores de ciriales (ceroferarios) y ayudantes del altar.
El acólito turiferario (el portador del incensario) es uno de los acólitos más dinámicos dentro de la celebración eucarística. Viste, como todos los acólitos, alba con cíngulo.
El incensario se llama también turíbulo, del griego thus, que significa incienso. De ahí el extraño nombre de turiferario al portador del "turíbulo" o incensario.
Antes de comenzar a describir sus funciones haremos algunas advertencias previas. En primer lugar, el turiferario debe tener en cuenta que el incienso siempre lo pone el sacerdote que preside y lo pondrá siempre antes de cada momento en que tenga que usarlo. Así pues, el turiferario ofrecerá en los momentos oportunos el incensario al sacerdote. Debe saber que el sacerdote bendecirá el incienso recién impuesto, por lo que debe esperar a este rito para retirar o entregarle el incensario. Nunca debe dar la espalda al ministro al que sirve.
De igual forma siempre hará reverencia a la persona que vaya a incensar, antes y después de realizada la acción –sólo incensará, si procede, al sacerdote, al pueblo y en el momento de la consagración al Pan y al Vino–.
No debe hacer reverencia en el momento de ofrecer el incensario para que se ponga incienso sino solamente cuando va a incensar, excepto si sirve al obispo. Si hay presencia de diácono, el turiferario se limitará a pasárselo en los momentos oportunos y en este caso su misión se limita transportar el incensario, darlo y retirarlo. También debe saber que, salvo los momentos prescritos para incensar, el resto del tiempo no debe mover el incensario.
Hacemos un recorrido por su servicio en el supuesto, el más frecuente, de que no haya diácono.
a) En la sacristía ofrecerá el incensario al sacerdote para que éste ponga incienso.
b) En la procesión de entrada, el turiferario abre marcha. Lleva el incensario con su mano derecha, moviéndolo de atrás para adelante, siempre en el sentido de la marcha y nunca de derecha a izquierda, para evitar golpear a otros. Su mano izquierda irá colocada en el pecho. A su izquierda va el portador de la naveta.
c) Al llegar al presbiterio hace inclinación de cabeza al altar y sube por su izquierda, colocándose en un lugar discreto. Al llegar el sacerdote le ofrece el incensario para que ponga incienso y se lo entrega para que el sacerdote inciense al altar, la cruz y las imágenes. Acabado el rito recoge de manos del sacerdote el incensario y se retira a su sitio.
d) En el momento del Aleluya el turiferario se acercará de nuevo al sacerdote y se lo ofrecerá para que ponga incienso. En el momento preciso se dirigirá al ambón encabezando la procesión del Evangelio y se situará a la derecha del sacerdote –o diácono– para entregárselo cuando lo pida para incensar al Evangelio, tras las palabras “Lectura del Santo Evangelio según ...”. Después lo recoge y se retira. Debe moverlo moderadamente pero en toda su amplitud durante la proclamación evangélica.
e) Una vez preparadas las ofrendas procede su incensación. En este momento el turiferario se acerca al sacerdote para que ponga incienso. El sacerdote incensará a las ofrendas, al altar rodeándolo y a la cruz al llegar a su altura. A continuación, entregará el incensario al acólito turiferario. Éste incensará al sacerdote con tres golpes dobles (su nombre técnico sería tres ductus de dos ictus cada uno). Posteriormente incensará a los concelebrantes, si los hubiese, y después, dirigiéndose al centro del presbiterio y cara al pueblo lo incensará, siempre con tres golpes dobles. Primero al centro, luego a la izquierda y finalmente a la derecha. No debe incensarse expresamente ni a las autoridades presentes ni a los miembros de Junta sino al pueblo en general. Acabado el rito se retira a su sitio.
f) El último momento del empleo del incienso en la celebración eucarística llega en el momento de la consagración. Tras el santus el turiferario se colocará de rodillas delante del altar e incensará en el momento de la elevación del Pan y del Vino, también con tres golpes dobles. Se levantará tras la elevación del cáliz de manera que en la frase “Este es el sacramento de nuestra fe” y la posterior aclamación del pueblo esté ya en pie. Después se retira a su sitio.
g) Desde ese momento solamente interviene si hay Salve, ofreciendo el incensario al sacerdote para que inciense a la imagen mariana y retirándolo posteriormente.
h) En la procesión de salida procede igual que en la de entrada.
Como hemos visto, salvo al Santísimo que se le inciensa de rodillas, en los demás casos siempre es de pie.
Por último unos consejos prácticos sobre el manejo del incensario. El que inciensa sostiene con la mano izquierda las cadenas por su parte superior a la altura del pecho y con la derecha por la parte inferior, cerca del incensario y lo sostiene de manera cómoda de manera que pueda moverlo con soltura. Alzarlo a la altura de sus ojos es una buena medida.

10.12.08

LA SACRISTÍA Y SUS ELEMENTOS

La sacristía, aunque en sentido estricto no forma parte del conjunto litúrgi­co, juega un papel importante en la preparación del culto y en su digna realización. La sacristía mayor consiste en una habitación a modo de capilla que incluso puede tener un altar fijo. Debe ser espaciosa y se situará cerca del presbiterio o de la entrada de la iglesia. Es habitual construirla detrás del altar mayor. Sería deseable que hubiese otra sala cerca de la puerta de entrada a la iglesia, para cuando haya procesión de entrada.
El motivo central de la sacristía mayor puede ser un crucifijo o alguna otra imagen sagrada. Habitualmente, los clérigos y los ayudantes vene­ran esta imagen antes y después de las celebraciones litúrgicas. Es conveniente que haya, para información de los celebrantes visitantes, una cartela con los nombres del Papa y del obispo diocesano, y con el título de la iglesia. En la puerta de acceso a la iglesia debe haber una pila de agua bendita. También, junto a esta puerta, puede colgarse una campanilla para avisar al pueblo cuando una procesión vaya a hacer entrada en la iglesia.
Al diseñar o renovar una sacristía se deberían tener presentes los siguien­tes detalles: una mesa o un banco espacioso para extender los ornamen­tos, armarios y cajones grandes para guardar los ornamentos sagrados, una caja fuerte para los vasos sagrados y la llave del sagrario, un lavabo, toallas, un lavabo pequeño con desagüe directo a la tierra (sacrarium), un sitio donde guar­dar el pan y el vino para el sacrificio eucarístico, una estantería para guardar los libros litúrgicos, un reloj, un soporte para la cruz procesional, un sitio para reservar la Eucaristía durante las ceremonias de Pascua, y un armario o sitio decoroso para los san­tos óleos, si no se guardan en el baptisterio. Un espejo, para que los ministros y ayudantes puedan verse vestidos, es también importante que exista.
En la «sacristía de trabajo» debería haber un lavabo grande con agua caliente y fría, una mesa para planchar y una plancha, un lugar donde recoger una aspiradora y material de limpieza, más un mueble donde almacenar los candeleros, los candelabros, la base del cirio pascual, las figuras del belén y accesorios tales como: velas, lámpa­ras votivas, repuesto para lámparas de aceite o de cera, incienso, carbón y las palmas del año anterior; también sería práctico tener un refrige­rador. En la sacristía o cerca de ella, debe haber una zona para guardar y encender los incensarios. Los ayudantes y el coro deberían tener una habitación separada para cambiarse.
En la sacristía se tendrán en cuenta los mismos principios de limpieza y de orden que son esenciales en el cuidado de la iglesia. Habrá que tener un especial cuidado en la conservación de objetos decorativos, vasos sagrados y ornamentos que hayan sido heredados del pasado, excepto los de escaso valor que no vale la pena reparar o restaurar. Quienes están en la sacristía, antes o después de la celebración litúrgi­ca, deben guardar silencio o en hablar en voz baja.

1.12.08

CALENDARIO LITÚRGICO DEL AÑO 2009

El pasado treinta de noviembre fue el primer domingo de Adviento. Comienza un nuevo Año litúrgico y por lo tanto es útil relacionar las principales festividades del calendario litúrgico para el año 2009.

CELEBRACIONES MOVIBLES
Domingo 1º de Adviento: 30 de noviembre.
Sagrada Familia: 28 de diciembre.
Bautismo del Señor: 11 de enero.
Miércoles de Ceniza: 25 de febrero (comienza la Cuaresma)
Domingo de Ramos: 5 de abril
Domingo de Resurrección: 12 de abril. (Pascua)
Ascensión del Señor: 24 de mayo.
Domingo de Pentecostés: 31 de mayo. (Rocío)
Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote: 4 de junio.
Santísima Trinidad: 7 de junio.
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo: 14 de junio (Corpus)
Sagrado Corazón de Jesús: 19 de junio.
Jesucristo, Rey del Universo: 22 de noviembre.

TIEMPO ORDINARIO
En el año 2009, el tiempo ordinario comprende 34 semanas, desde el día doce de enero, lunes siguiente a la fiesta del Bautismo del Señor, hasta el veinticuatro de febrero, día anterior al miércoles de Ceniza. Comienza de nuevo el tiempo ordina­rio el día uno de junio, lunes después del domingo de Pente­costés. Se omitirá la octava semana.

FIESTAS DE PRECEPTO EN ESPAÑA
1 enero Santa María, Madre de Dios.
6 enero Epifanía del Señor.
19 marzo San José, esposo de la Virgen María.
25 julio Santiago, apóstol.
15 agosto La Asunción de la Virgen María.
1 noviembre Todos los Santos.
8 diciembre La Inmaculada Concepción de la Virgen María.
25 diciembre La Natividad del Señor.
Además cada diócesis debe añadir las fiestas que acuerde el Obispo.

El año 2009 es año impar y el Leccionario dominical a usar es el del ciclo B.
Los libros litúrgicos a emplear son: Misal Romano, Oración de los fieles, Libro de la Sede y los Leccionario II –ciclo B– Leccionario IV –ferias del Tiempo ordinario–, Leccionario V –santos–Leccionario VII –ferias de los tiempos fuertes Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua– y Leccionario VIII –rituales–.
Jesús Luengo Mena

Fuente: Calendario Litúrgico Pastoral 2009. Edita Secretariado de la Comisión Episcopal dee Liturgia

18.11.08

LOS MOMENTOS PREVIOS A LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA II

Completamos con este artículo el anterior, dedicado a los momentos y preparativos previos a la celebración eucarística.
Al llegar a la sacristía, el celebrante debe asegurarse y comprobar que se ha escogido la celebración apropiada, de acuerdo con el calendario litúrgico pastoral. Debe recordar la intención particular por la que celebra el Sacrificio del Señor y marcar la página del misal, leccionario y del evangeliario si se usa. También pueden hacerlo ayudantes cualificados (un lector o sacristán).
Habría que señalar que hay «sacerdotes de sacristía», que se preocupan de demasiadas cosas, porque no delegan en los laicos la preparación del culto. Sin embargo a los laicos nos gusta realizarlo, como ministerio laico que es. Al igual que los sacristanes, los demás ayudantes deben saber dónde se guardan las vestiduras sagradas, el pan, el vino, los lienzos, el incienso, el carbón, las velas y demás para que, si es necesario, se pue­dan reponer durante la liturgia.
A los sacristanes, ayudantes, acólitos y lectores nos corresponde encargarnos de los siguientes preparativos:
* Retirar (si lo hay) el cubremantel y dejar extendido al menos un mantel, encender las velas en o cerca del altar (dos, cuatro o seis depen­diendo de la ocasión). En este momento no queda nada sobre el altar excepto la cruz, las velas y las flores, si es que se colocan sobre el altar. El micrófono, discreto, debe estar operativo tanto en el altar como en la sede y en el ambón. También un antipendio o frontal del color adecuado se puede poner en el altar.
* En la sede se colocan cerca el misal, o libro de la sede, y los libros para la oración de los fieles, los avisos y el micrófono.
* En el ambón se pone el leccionario abierto, a no ser que se lleve en proce­sión. El texto que lee el lector de la oración de los fieles y la homilía también deben estar preparados. Un antipendio o frontal del color correspondiente puede adornar el ambón.
* En la credencia se extiende un paño sobre la mesa y se coloca: el cáliz cubierto con un purificador doblado, la palia, el cubrecáliz (si se usa) del color de los ornamentos o blanco, un corporal doblado y otros cálices según las necesidades, cada uno con su purificador, atril y un misal grande si se utiliza un libro más pequeño en la sede. Si no hay procesión de ofrendas se coloca también la patena con la hostia grande para la comunión del sacerdote y las hostias a consagrar. Añadir el aguamanil, la jofaina y la toalla para el rito del lavabo. Asimismo las vinajeras con agua y vino.
* Si hay procesión de las ofrendas, se preparará una mesa apropiada y segura cubierta con un paño, sobre la que se colocarán: una(s) patena(s) grande y/o un copón con formas; las vinajeras con agua y vino y las ofrendas para los pobres de acuerdo con las costumbres locales. Aquí no debe haber velas encendidas. Es preferible que estos cálices no contengan el vino. Sin embargo, en las grandes celebraciones, los cálices deben prepararse antes de la Misa, para ganar tiempo en la preparación de las ofrendas.
* El sagrario debe tener la llave cerca, con un corporal extendido y algunos purificadores para los han distribuido la Eucaristía..
* Por último, en la sacristía, deben estar los ornamentos dispuestos preparándolos en orden inverso al que se sigue al revestirse. Si se usa incienso, se encenderá el carbón en el incensario unos minutos antes de la Misa y si antes de la Misa se va a bendecir el agua bendita, se prepara el acetre con el hisopo.
Jesús Luengo Mena

7.11.08

LOS MOMENTOS PREVIOS A LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA I

Vamos en este artículo a tratar sobre los momentos previos a la celebración eucarística. Son recomendaciones prácticas, que no pertenecen a la liturgia pero pueden ayudan a ambientar y celebrar mejor.

Así como el sacerdote se prepara en la sacristía, también el pueblo hace lo mismo. Cualquiera que sea nuestra relación con el celebrante, cuando preside una celebración litúrgica particular es «nuestro sacerdote» y nosotros somos «su pueblo».
En primer lugar se debe asegurar que todos los fieles tengamos fácil acceso a la iglesia. Hay que pensar en los niños, ancianos e inca­pacitados en el diseño de las puertas, escalones y rampas. En la iglesia debe instalarse una buena iluminación, calefacción y demás acondicio­namientos. Si es costumbre, se dará la bienvenida y se ayudará a los fie­les pero sin dar preferencia a algunas personas cuando se acomoda a los feligreses. Se excluyen circunstancias en ocasiones muy señaladas que, por cortesía que no por mejor derecho, algunos tendrán lugar reservado (costumbre muy propia de cofradías cuando acuden representaciones oficiales).
La iglesia debe estar abierta antes de la liturgia para que quien lo desee pueda rezar en privado. El silencio es la mejor preparación de la litur­gia. Aparte de una música apropiada, no se debería permitir ningún menoscabo del derecho que el pueblo tiene a la tranquilidad antes de la Eucaristía. Por ejemplo: no se deberían permitir ensayos del coro o musicales, avisos que pueden darse más tarde, o distracciones en el presbiterio o en cualquier otro sitio. Los asistentes pueden encontrarse y hablar antes de la Misa, pero en una zona bien apartada del lugar donde se celebrará la liturgia. La costumbre bastante generaliza de estar “charlando” antes de la Misa debería desterrarse, así como de entablar conversaciones y saludos al finalizarla. Siempre habrá otros lugares más adecuados. Hay personas que necesitan –todos lo necesitamos– orar en silencio y no se les puede escamotear su derecho a orar y meditar en silencio y recogimiento.
El pueblo puede llevar sus propios misales para seguir las lecturas y oraciones. Los textos se pueden facilitar tam­bién en el boletín parroquial, en un misal pequeño o en un programa para una Misa especial.
Asimismo, se pueden facilitar cantorales apro­bados por el obispo. No obstante, el uso de una pantalla para proyectar textos o letras de canciones parece contrario al espíritu de la liturgia, porque la pantalla se convierte en el centro de atención, en vez del altar, el ambón, o la sede. La tecnología audiovisual puede tener algún uso en la iglesia, pero proyectar durante la Misa películas o diapositivas sugerentes reduce la piedad a la mera cultura televisiva. Lo anterior no excluye que, en templos donde parte del pueblo no tiene acceso directa a la visión del presbiterio o lo tiene desde una excesiva lejanía, se puedan usar estos elementos tecnológicos (por ejemplo, en una catedral) pero para ayudar a la visión de la celebración.
Por otro lado, se permite poner música religiosa, con un volumen discreto y de buena calidad, antes o después de la Misa, pero no durante la liturgia, en la que la comunidad debe ofrecer a Dios sus propios regalos de alabanza musical.
Jesús Luengo Mena

29.10.08

EL RITO DE LA PREPARACIÓN DEL ALTAR Y LA PROCESIÓN DE LAS OFRENDAS

El ceremonial de la liturgia eucarística expresa la realidad sublime del sacrificio-banquete como un proceso litúrgico que se mueve a tra­vés de varios pasos de la celebración, distintos pero relacionados. El llamado “rito de las ofrendas” inicia la primera etapa de la liturgia eucarística, con tres momentos que comienzan con la sencilla señal de la preparación del altar. Estos pasos son: preparación del altar y de las ofrendas, procesión de las ofrendas (si la hay) y preparación de los dones.
En este artículo vamos a tratar sobre las dos primeras partes del rito.
Preparación del altar
El celebrante y el pueblo se sientan mientras los ayudantes preparan el altar. Traen el cáliz –o cálices–, el corporal y purificador(es), el misal, el atril y cualquier otro vaso que contenga formas. El acólito o un ayu­dante extiende el corporal en el centro del altar. El ayudante pone en el lado derecho del altar el cáliz y el purificador, aunque también el cáliz puede prepararse en la credencia. El misal y el atril quedan mejor formando ángulo a la izquierda del corporal. Colocar el misal delante del celebrante no es conveniente y ponerlo en el lado más alejado del corporal, obviamente, puede traer consigo algún percance.
Cualquier otro vaso sagrado con formas se colocará con cuidado en el corporal. Si hay demasiados vasos sagrados con formas, pueden colocarse fuera el cor­poral. Si se usa palia, se pondrá a la derecha del corporal. La llave del sagrario se puede dejar cerca de éste o a la derecha del corporal. Una vez preparado el altar el celebrante va directamente al altar, si no hay procesión de las ofrendas, esperando a que los ayudantes hayan preparado los vasos sagrados y el misal.

Procesión de las ofrendas
Los que van a llevar las ofrendas se reúnen junto a la mesa de las ofren­das y toman los vasos sagrados y las vinajeras. Los ayudantes o un ayu­dante (que no lleve cirio) les acompañan desde la mesa de las ofrendas hasta el altar. El pan va en una patena o en un copón, y las vinajeras, con el agua y el vino. También pueden traer las ofrendas para los pobres. No debieran llevar los cálices y otros vasos vacíos, ya que se pierde simbolismo. En ciertas ocasiones pueden llevar objetos, en particular muestras del trabajo, pero siempre con sentido común y sin desvirtuar el sentido esencialmente eucarístico del acto. Mientras se realiza la procesión el pueblo puede entonar un canto u otra forma musical.
Importante: lo primero que se debe llevar siempre es el pan y el vino.
El celebrante, normalmente, recibe las ofrendas de pie en la parte delantera del presbiterio, acompañado por dos ayudantes. De manera digna y amable, muestra agradecimiento por la generosidad expresada por esta acción. Los ayudantes recibirán de él el pan y el vino así como otros objetos y los llevarán al altar o a la credencia. El celebrante no debe llevar nada al altar. Si la colecta ya se ha realizado y se ha presen­tado dinero, éste no se pone en el altar sino en un lugar adecuado.

Terminamos con unos consejos prácticos sobre el uso del corporal.
El modo normal de extender el corporal se realiza de acuerdo con las instrucciones siguientes:
a) Se coge el corporal con la mano derecha y se coloca plano en el cen­tro del altar, aún doblado, a unos quince centímetros aproximadamen­te del borde del altar, o más lejos si es un corporal grande.
b) Se desdobla, primero a la izquierda y luego a la derecha, confor­mándose tres cuadrados.
c) Se desdobla la sección más alejada del celebrante, hacia fuera, de modo que queden seis cuadrados.
d) Finalmente, se desdobla el pliegue más próximo al celebrante que­dando visibles nueve cuadrados, y se ajusta el corporal cerca del borde del altar. Si el corporal tiene una cruz bordada en uno de los cuadrados exterio­res centrales, se gira de modo que la cruz quede lo más cerca posible del celebrante.
Aunque las Hostias ya no se colocan directamente sobre el corporal, es todavía útil para recoger los fragmentos que puedan caer en la fracción o en las purificaciones, etc. Por tanto, se debe tener cuidado para no rozar un corporal abierto y tampoco sacudirlo en el aire. Tal acción mostraría una falta de respeto al lienzo más sagrado del altar, que debe usarse siempre allí donde se celebre una Misa.

15.10.08

LA DOXOLOGÍA. EL HIMNO DEL GLORIA

La palabra doxología –del griego doxa (gloria) y logos (palabra) es una palabra de gloria, de alabanza y bendición, por lo general trinitaria que suele usarse como remate de una oración o himno.
En la Eucaristía la doxología principal es con la que concluye la Plegaria eucarística: “Por Cristo, con Él y en Él a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del espíritu santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”, respondiendo el pueblo con un AMEN. Si hay concelebrantes también lo recitan junto con el presidente, no así los demás ministros ni el pueblo.
La otra gran doxología que hay en la Misa es el himno del Gloria, en los ritos iniciales.
Con la palabra «gloria» comienzan dos de las doxologías de alabanza más clásicas para los cristianos: en la misa el himno «Gloria a Dios en el cielo», y en la oración en general, y en la salmodia en particular, el «Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo».
El himno Gloria a Dios en el cielo «es un antiquísimo y venerable himno con que la Iglesia, congregada en el Espíritu Santo, glorifica a Dios y al Cordero y le presenta sus súplicas» (OGMR 53). Se le llama también “himno angélico”, porque el evangelista Lucas pone su inicio en boca de los ángeles en la noche del nacimiento de Jesús (Lc2,14).
Es uno de los pocos himnos no bíblicos que nos han llegado de las primeras comunidades, junto con el “Te Deum” y el “Oh luz gozosa”. Parece ser que fue en el siglo IV cuando pasó a la misa, primero sólo para la Navidad y luego para las fiestas y domingos en las misas presididas por el obispo. Actualmente su uso se reserva para los domingos, solemnidades, fiestas y en ocasiones especialmente solemnes. En los tiempos de Adviento y Cuaresma no se dice. Como himno que es debería cantarse siempre, bien al unísono por el pueblo o alternando con un coro. También puede decirse en todas las misas del tiempo pascual aunque el Misal no lo proponga, si se las solemniza de alguna manera.

El Gloria está colocado normalmente en los ritos de entrada en los días festivos, inmediatamente antes de la oración colecta. Pero en la Vigilia Pascual se encuentra en medio de la liturgia de la Palabra, precisamente para subrayar el paso de las lecturas del AT a las del NT, acompañado con signos festivos tales como música, campanas y flores. También es solemne su canto en la ­Eucaristía vespertina del Jueves Santo y debería serlo sobre todo en la noche de Navidad (la llamada Misa del Gallo). Su contenido es un buen resumen de la Historia de la Salvación: la gloria a Dios y la paz a los hombres. Se alaba al Padre, Señor y Rey del universo; se alaba también a Cristo, Señor, Cordero, Hijo, el que quita el pecado del mundo, el único Santo; todo ello concluido con la doxología: “Jesucristo, con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre”.
Jesús Luengo Mena

21.9.08

SEPA LO QUE PUEDE Y NO PUEDE HACERSE EN LA CELEBRACÓN DE LA MISA. COMENTARIOS A LA REDEMTIONIS SACRAMENTUM IV

Continuamos en este cuarto y último artículo analizando lo que la instrucción Redemptionis Sacramentum recuerda a la Iglesia sobre la forma correcta de celebrar la Misa.
En el capítulo 6, el documento trata sobre “la reserva de la Santísima Eucaristía y su culto fuera de la Misa”. Se recuerda que:
* El Santísimo Sacramento debe reservarse en un sagrario, en la parte más noble, insigne y destacada de la iglesia, y en el lugar más apropiado para la oración.
* Está prohibido reservar el Santísimo Sacramento en lugares que no están bajo la segura autoridad del Obispo o donde exista peligro de profanación.
* Nadie puede llevarse la Sagrada Eucaristía a casa o a otro lugar.
* No se excluye el rezo del rosario delante de la reserva eucarística o del Santísimo Sacramento expuesto.
* El Santísimo Sacramento nunca debe permanecer expuesto sin suficiente vigilancia, ni siquiera por un tiempo muy breve.
* Es un derecho de los fieles visitar frecuentemente el Santísimo Sacramento.
* Es conveniente no perder la tradición de realizar procesiones eucarísticas.
El capítulo 7 versa sobre “Los ministerios extraordinarios de los fieles laicos”. Allí el documento especifica que:
* Las tareas pastorales de los laicos no deben asimilarse demasiado a la forma del ministerio pastoral de los clérigos. Los asistentes pastorales no deben asumir lo que propiamente pertenece al servicio de los ministros sagrados.
* Solo por verdadera necesidad se puede recurrir al auxilio de ministros extraordinarios en la celebración de la Liturgia.
* Nunca es lícito a los laicos asumir las funciones o las vestiduras del diácono o del sacerdote, u otras vestiduras similares.
* Si habitualmente hay un número suficiente de ministros sagrados, no se pueden designar ministros extraordinarios de la sagrada Comunión. En tales circunstancias, los que han sido designados para este ministerio, no deben ejercerlo.
* Se reprueba la costumbre de algunos sacerdotes que, a pesar de estar presentes en la celebración, se abstienen de distribuir la comunión, encomendando esta tarea a laicos.
* Al ministro extraordinario de la Sagrada Comunión nunca le está permitido delegar en ningún otro para administrar la Eucaristía.
* Los laicos tienen derecho a que ningún sacerdote, a no ser que exista verdadera imposibilidad, rechace nunca celebrar la Misa en favor del pueblo, o que ésta sea celebrada por otro sacerdote, si de diverso modo no se puede cumplir el precepto de participar en la Misa, el domingo y los otros días establecidos.
* Cuando falta el ministro sagrado, el pueblo cristiano tiene derecho a que el Obispo, en lo posible, procure que se realice alguna celebración dominical para esa comunidad.
* Es necesario evitar cualquier confusión entre este tipo de reuniones y la celebración eucarística.
* El clérigo que ha sido apartado del estado clerical está prohibido de ejercer la potestad de orden. No le está permitido celebrar los sacramentos. Los fieles no pueden recurrir a él para la celebración.
Por último, en el capítulo 7 se trata sobre los Remedios, o sea, las soluciones y sanciones que se han arbitrar cuando se tengan noticias de abusos. Se afirma que “cuando se comete un abuso en la celebración de la Sagrada Liturgia, verdaderamente se realiza una falsificación de la liturgia católica”.
Se clasifican los abusos en categorías:
* actos graves o graviora delicta, siendo las más importantes el sustraer, retener o arrojar con fines sacrílegos las especies consagradas; atentar la realización de la liturgia del sacrificio eucarístico o su simulación; concelebrar con ministros de comunidades eclesiales que no tienen la sucesión apostólica; consagrar una sola de las especies o ambas, con fines sacrílegos y fuera de la Misa. Lo anterior no excluye el catálogo de actos graves.
* es competencia del Obispo investigar, corregir y sancionar los abusos de los que tenga conocimiento, comunicándolos a la Congregación para la Doctrina de la Fe.
finalizando se afirma que “cualquier católico, sea sacerdote, sea diácono, sea fiel laico, tiene –tenemos­- derecho a exponer una queja por un abuso litúrgico ante el Obispo diocesano”, siempre hecha con veracidad y caridad.

14.9.08

SEPA LO QUE PUEDE Y NO PUEDE HACERSE EN LA CELEBRACIÓN DE LA MISA. COMENTARIOS A LA REDEMTIONIS SACRAMENTUM III

Continuamos en este tercer artículo analizando lo que la instrucción Redemptionis Sacramentum recuerda a la Iglesia sobre la forma correcta de celebrar la Misa.
El capítulo 4 trata sobre la “Sagrada Comunión”, y se recuerdan las siguientes disposiciones:
* Si se tiene conciencia de estar en pecado grave, no se debe celebrar ni comulgar sin acudir antes a la confesión sacramental, a no ser que concurra un motivo grave y no haya oportunidad de confesarse. En este supuesto si se podría comulgar, siempre con la intención de confesar sacramentalmente a la primera ocasión, que debe ser buscada por el fiel.
* Debe vigilarse para que no se acerquen a la sagrada Comunión, por ignorancia, los no católicos o, incluso, los no cristianos.
* La primera Comunión de los niños debe estar siempre precedida de la confesión y absolución sacramental. La primera Comunión siempre debe ser administrada por un sacerdote y nunca fuera de la celebración de la Misa.
* El sacerdote no debe proseguir la Misa hasta que haya terminado la Comunión de los fieles.
* Sólo donde la necesidad lo requiera, los ministros extraordinarios pueden ayudar al sacerdote celebrante.
* Se puede comulgar de rodillas o de pie, según lo establezca la Conferencia de Obispos, con la confirmación de la Sede Apostólica. Así pues, no es lícito negar la sagrada Comunión a un fiel, por ejemplo, sólo por el hecho de querer recibir la Eucaristía arrodillado o de pie. Los fieles tenemos siempre derecho a elegir si deseamos recibir la Comunión en la boca, pero si el que va a comulgar quiere recibir el Sacramento en la mano, se le debe dar la Comunión.
* Si existe peligro de profanación, el sacerdote no debe distribuir a los fieles la Comunión en la mano.
* Los fieles no deben tomar la hostia consagrada ni el cáliz sagrado por uno mismo, ni mucho menos pasarlos entre sí de mano en mano.
* Los esposos, en la Misa nupcial, no deben administrarse de modo recíproco la Sagrada Comunión.
* No debe distribuirse a manera de Comunión, durante la Misa o antes de ella, hostias no consagradas, otros comestibles o no comestibles.
* Para comulgar, el sacerdote celebrante o los concelebrantes no deben esperar que termine la comunión del pueblo.
* Si un sacerdote o diácono entrega a los concelebrantes la hostia sagrada o el cáliz, no debe decir nada, es decir, no pronuncia las palabras “el Cuerpo de Cristo” o “la Sangre de Cristo”.
* Para administrar a los laicos Comunión bajo las dos especies, se deben tener en cuenta, convenientemente, las circunstancias, sobre las que deben juzgar en primer lugar los Obispos diocesanos. Se debe excluir totalmente la administración de la Comunión bajo las dos especies cuando exista peligro, incluso pequeño, de profanación.
* No debe administrarse la Comunión con el cáliz a los laicos donde: 1) sea tan grande el número de los que van a comulgar que resulte difícil calcular la cantidad de vino para la Eucaristía y exista el peligro de que sobre demasiada cantidad de Sangre de Cristo, que deba sumirse al final de la celebración»; 2) el acceso ordenado al cáliz sólo sea posible con dificultad; 3) sea necesaria tal cantidad de vino que sea difícil poder conocer su calidad y proveniencia; 4) cuando no esté disponible un número suficiente de ministros sagrados ni de ministros extraordinarios de la sagrada Comunión que tengan la formación adecuada; 5) donde una parte importante del pueblo no quiera participar del cáliz por diversos motivos.
* No se permite que el comulgante moje por sí mismo la hostia en el cáliz, ni reciba en la mano la hostia mojada. La hostia que se debe mojar debe hacerse de materia válida y estar consagrada. Está absolutamente prohibido el uso de pan no consagrado o de otra materia.
En el capítulo 5, sobre “Otros aspectos que se refieren a la Eucaristía”, se aclara que:
* La celebración eucarística se ha de hacer en lugar sagrado, a no ser que, en un caso particular, la necesidad exija otra cosa.
* Nunca es lícito a un sacerdote celebrar la Eucaristía en un templo o lugar sagrado de cualquier religión no cristiana.
* Siempre y en cualquier lugar es lícito a los sacerdotes celebrar el santo sacrificio en latín.
* Es un abuso suspender de forma arbitraria la celebración de la santa Misa en favor del pueblo, bajo el pretexto de promover el “ayuno de la Eucaristía”.
* Se reprueba el uso de vasos comunes o de escaso valor, en lo que se refiere a la calidad, o carentes de todo valor artístico, o simples cestos, u otros vasos de cristal, arcilla, creta y otros materiales, que se rompen fácilmente.
* La vestidura propia del sacerdote celebrante es la casulla revestida sobre el alba y la estola. El sacerdote que se reviste con la casulla debe ponerse la estola.
* Se reprueba no llevar las vestiduras sagradas, o vestir solo la estola sobre la cogulla monástica, o el hábito común de los religiosos, o la vestidura ordinaria.

8.9.08

SEPA LO QUE PUEDE Y NO PUEDE HACERSE EN LA CELEBRACIÓN DE LA MISA. COMENTARIOS A LA REDEMTIONIS SACRAMENTUM II

En este segundo artículo seguimos analizando lo que la instrucción Redemptionis Sacramentum recuerda a la Iglesia sobre la forma correcta de celebrar la Misa.
En su Capítulo 3º se nos recuerda lo siguiente:
Las otras partes de la Misa
* Los fieles tienen el derecho de tener una música sacra adecuada e idónea y que el altar, los paramentos y los paños sagrados, según las normas, resplandezcan por su dignidad, nobleza y limpieza.
* No se pueden cambiar los textos de la Sagrada Liturgia.
* No se pueden separar la liturgia de la palabra y la liturgia eucarística, ni celebrarlas en lugares y tiempos diversos.
* La elección de las lecturas bíblicas debe seguir las normas litúrgicas. No está permitido omitir o sustituir, arbitrariamente, las lecturas bíblicas prescritas ni cambiar las lecturas y el salmo responsorial con otros textos no bíblicos. No cabe pues introducir lecturas ni poemas o cosas por el estilo sustituyendo las lecturas del Leccionario o en lugar del salmo, aunque sean de Padres de la Iglesia o de santos muy reconocidos.
* La lectura evangélica se reserva al ministro ordenado (diácono o presbítero). Un laico, aunque sea religioso, no debe proclamar la lectura evangélica en la celebración de la Misa.
* La homilía nunca la hará un laico. Tampoco los seminaristas, estudiantes de teología, asistentes pastorales ni cualquier miembro de alguna asociación de laicos.
* La homilía debe iluminar desde Cristo los acontecimientos de la vida, sin vaciar el sentido auténtico y genuino de la Palabra de Dios, por ejemplo, tratando sólo de política o de temas profanos, o tomando como fuente ideas que provienen de movimientos pseudo-religiosos. No procede pues que la homilía sea un “mitín” político-social ni la exposición del pensamiento propio del sacerdote sobre cualquier tema, que puede tener su momento en otro lugar y contexto.
* No se puede admitir un “Credo” o Profesión de fe que no se encuentre en los libros litúrgicos debidamente aprobados. Es de señalar que la Protestación de Fe que las hermandades hacen en la Función Principal de Instituto debe también respetar este mandato.
* Las ofrendas, además del pan y el vino, sí pueden comprender otros dones. Estos últimos se pondrán en un lugar oportuno, fuera de la mesa eucarística.
* La paz se debe dar antes de distribuir la Sagrada Comunión, y se recuerda que esta práctica no tiene un sentido de reconciliación ni de perdón de los pecados.
* Se sugiere que el gesto de la paz sea sobrio y se dé sólo a los más cercanos. El sacerdote puede dar la paz a los ministros, permaneciendo en el presbiterio, para no alterar la celebración y del mismo modo si, por una causa razonable, desea dar la paz a algunos fieles. No proceden las “movidas” que en algunas misas se producen al llegar ese momento salvo casos muy puntuales. El gesto de paz lo establece la Conferencia de Obispos, con el reconocimiento de la Sede Apostólica, “según la idiosincrasia y las costumbres de los pueblos”.
* La fracción del pan eucarístico la realiza solamente el sacerdote celebrante, ayudado, si es el caso, por el diácono o por un concelebrante, pero no por un laico. Ésta comienza después de dar la paz, mientras se dice el “Cordero de Dios”.
* Es preferible que las instrucciones o testimonios expuestos por un laico se hagan fuera de la celebración de la Misa. Su sentido no debe confundirse con la homilía, ni suprimirla.
Unión de varios ritos con la celebración de la misa
* No se permite la unión de la celebración eucarística con otros ritos, especialmente si lo que se añadiría tiene un carácter superficial y sin importancia. Si cabe, por ejemplo, la bendición de vasos sagrados, enseres u ornamentos para el culto. El momento más adecuado sería tras el silencio de la poscomunión. Lógicamente lo anterior no afecta a la celebración de otros ritos sacramentales, que sí pueden tener lugar durante la Misa (por ejemplo, el Matrimonio).
* No es lícito unir el Sacramento de la Penitencia con la Misa y hacer una única acción litúrgica. Sin embargo, los sacerdotes, independientemente de los que celebran la Misa, sí pueden escuchar confesiones, incluso mientras en el mismo lugar se celebra la Misa. Esto debe hacerse de manera adecuada.
* La celebración de la Misa no puede ser intercalada como añadido a una cena común, ni unirse con cualquier tipo de banquete. No se debe celebrar la Misa, a no ser por grave necesidad, sobre una mesa de comedor, o en el comedor, o en el lugar que será utilizado para un convite, ni en cualquier sala donde haya alimentos. Los participantes en la Misa tampoco se sentarán en la mesa, durante la celebración.
* No está permitido relacionar la celebración de la Misa con acontecimientos políticos o mundanos, o con otros elementos que no concuerden plenamente con el Magisterio.
* No se debe celebrar la Misa por el simple deseo de ostentación o celebrarla según el estilo de otras ceremonias, especialmente profanas.
* No se deben introducir ritos tomados de otras religiones en la celebración de la Misa. El ecumenismo bien entendido y tan buscado hoy por la Iglesia no consiste en modo alguno en renunciar a lo propio ni en integrar otros ritos ajenos a la liturgia católica.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido y Vicette de Jesús Despojado.

31.8.08

SEPA LO QUE PUEDE Y NO PUEDE HACERSE EN LA CELEBRACIÓN DE LA MISA. COMENTARIOS A LA REDEMTIONIS SACRAMENTUM I

La instrucción de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos “Redemptionis Sacramentum”, publicada el veinticinco de marzo de 2004, describe detalladamente en sus ocho capítulos cómo debe celebrarse la Eucaristía y lo que puede considerarse como "abuso grave", así como los remedios a poner. En una serie de cuatro artículos les vamos a ofrecer un resumen de las normas más significativas que este documento recuerda a toda la Iglesia.
En el Capítulo I sobre la “Ordenación de la Sagrada Liturgia” se recuerda lo siguiente:
* Compete a la Sede Apostólica ordenar la Sagrada Liturgia de la Iglesia universal, editar los libros litúrgicos, revisar sus traducciones a lenguas vernáculas y vigilar para que las normas litúrgicas se cumplan fielmente.
* Los fieles tienen derecho a que la autoridad eclesiástica regule la Sagrada Liturgia de forma plena y eficaz, para que nunca sea considerada la liturgia como propiedad privada de alguien.
* El Obispo diocesano es el moderador, promotor y custodio de toda la vida litúrgica. A él le corresponde dar normas obligatorias para todos sobre materia litúrgica, regular, dirigir, estimular y algunas veces también reprender.
* Compete al Obispo diocesano el derecho y el deber de visitar y vigilar la liturgia en las iglesias y oratorios situados en su territorio, también aquellos que sean fundados o dirigidos por institutos religiosos, si los fieles acuden a ellos de forma habitual.
* Todas las normas referentes a la liturgia, que la Conferencia de Obispos determine para su territorio, conforme a las normas del derecho, se deben someter a la aprobación de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, sin la cual, carecen de valor legal.
En el Capítulo II sobre la “Participación de los fieles laicos en la celebración de la Eucaristía”, se establece que:
* La participación de los fieles laicos en la celebración de la Eucaristía, y en los otros ritos de la Iglesia, no puede equivaler a una mera presencia, más o menos pasiva, sino que se debe valorar como un verdadero ejercicio de la fe y la dignidad bautismal.
* Se debe recordar que la fuerza de la acción litúrgica no está en el cambio frecuente de los ritos, sino, verdaderamente, en profundizar en la palabra de Dios y en el misterio que se celebra.
Sin embargo, no se deduce necesariamente que todos deban realizar otras cosas, en sentido material, además de los gestos y posturas corporales, como si cada uno tuviera que asumir, necesariamente, una tarea litúrgica específica; aunque conviene que se distribuyan y realicen entre varios las tareas o las diversas partes de una misma tarea. La participación no consiste pues en que muchas personas realicen distintas funciones.
* Se alienta la participación de lectores y acólitos que estén debidamente preparados y sean recomendable por su vida cristiana, fe, costumbres y fidelidad hacia el Magisterio de la Iglesia.
* Se alienta la presencia de niños o jóvenes monaguillos que realicen un servicio junto al altar, como acólitos, y reciban una catequesis conveniente, adaptada a su capacidad, sobre esta tarea. A esta clase de servicio al altar pueden ser admitidas niñas o mujeres, según el juicio del Obispo diocesano y observando las normas establecidas.
Ya en el Capítulo 3 se habla sobre la “Celebración correcta de la Santa Misa” y se especifica sobre varios asuntos.
La materia de la Santísima Eucaristía
* El pan a consagrar debe ser ázimo, de sólo trigo y hecho recientemente. No se pueden usar cereales, sustancias diversas del trigo. Es un abuso grave introducir en su fabricación frutas, azúcar o miel.
* Las hostias deben ser preparadas por personas honestas, expertas en la elaboración y que dispongan de los instrumentos adecuados.
* Las fracciones del pan eucarístico deben ser repartidas entre los fieles, pero cuando el número de estos excede las fracciones se deben usar sobre todo hostias pequeñas.
* El vino del Sacrificio debe ser natural, del fruto de la vid, puro y sin corromper, sin mezcla de sustancias extrañas. En la celebración se le debe mezclar un poco de agua. No se debe admitir bajo ningún pretexto otras bebidas de cualquier género.
La Plegaria Eucarística
* Sólo se pueden utilizar las Plegarias Eucarísticas del Misal Romano o las aprobadas por la Sede Apostólica. Los sacerdotes no tienen el derecho de componer plegarias eucarísticas, cambiar el texto aprobado por la Iglesia, ni utilizar otros, compuestos por personas privadas.
* Es un abuso hacer que algunas partes de la Plegaria Eucarística sean pronunciadas por el diácono, por un ministro laico, o bien por uno sólo o por todos los fieles juntos. La Plegaria Eucarística debe ser pronunciada en su totalidad, y solamente, por el sacerdote. Lo anterior no excluye que, cuando hay concelebrantes, digan las partes previstas para ellos.
* El sacerdote no puede partir la hostia en el momento de la consagración.
* En la Plegaria Eucarística no se puede omitir la mención del Sumo Pontífice y del Obispo diocesano.
Jesús Luengo Mena, Vicette de Jesús Despojado y Lector instituido

21.8.08

LA SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN

Una de las tres fiestas marianas que la Iglesia celebra con grado de solemnidad es la de la Asunción –las otras dos son la Inmaculada Concepción y Santa María, Madre de Dios–.
El dogma de la Asunción de la Virgen (quince de agosto) es el más reciente cronológicamente, ya que fue declarado como tal el uno de noviembre de 1950 por Pío XII, con estas palabras: "Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial" (Constitución Apostólica Munificentissimus Deus). El sentido de esta fiesta es que "María asunta al cielo personifica el estado de gloria que tienen todos los que, como Ella, murieron en Cristo".
La Marialis Cultus dice al respecto: "En la solemnidad del quince de agosto celebramos la gloriosa Asunción de María al cielo, fiesta en la que recordamos su destino de plenitud y bienaventuranza, la glorificación de su alma inmaculada y de su cuerpo virginal, su perfecta configuración con Cristo resucitado. Fiesta que propone a la Iglesia y a la Humanidad la imagen y la consoladora garantía del cumplimiento de la esperanza final. Pues dicha glorificación plena es el gozoso destino de todos aquellos a quienes Cristo ha hecho hermanos, teniendo en común con ellos la carne y la sangre" (MC 6). Por lo tanto toda la Iglesia, nosotros también, tenemos como destino último esa glorificación.
Esta piadosa creencia ya se venía aceptando desde el siglo VI, relacionada con la fiesta de la Dormición celebrada desde muy antiguo en las iglesias orientales. Desde el siglo VI ya se celebraba una fiesta en Jerusalén que pasa a Occidente con el nombre de la Dormición de Santa María. También se la llamado “deposición”, “glorificación” y “transito”.
El Misal nos ofrece dos formularios: uno para la Misa de la Vigilia y otra para la Misa del día. El prefacio nos indica que “con razón no quisiste, Señor, que conociera la corrupción del sepulcro la mujer que, por obra del Espíritu, concibió en su seno al autor de la vida”. La Virgen sufrió la muerte corporal, como cualquier humano, sin pasar por la corrupción sepulcral.
A los ocho días –el veintidós de agosto– y como un eco de esta solemnidad celebraremos la memoria de Santa María, Reina, en la cual se contempla a “Aquella que, sentada junto al Rey de los siglos, resplandece como Reina e intercede como Madre” (MC 6).
Para terminar aclarar que Asunción es diferente de Ascensión, términos que frecuentemente se confunden. El Señor “ascendió” al cielo él solo, sin ayuda de nadie, por ser Dios (Ascensión). La Virgen María fue “asunta” o sea, fue llevada, ascendida.
Jesús Luengo Mena

18.7.08

EL LIBRO DE LA ORACIÓN DE LOS FIELES

La oración universal u oración de los fieles es la oración conclusiva de la Liturgia de la Palabra. Se dice tras la homilía o el Credo (si lo hay) y mediante ella el pueblo, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por toda la humanidad. La asamblea expresa su súplica o bien con una invocación común, que se pronuncia después de cada intención, o con una oración en silencio.
Esta oración también puede decirse fuera de la misa, en otras acciones litúrgicas y en ejercicios piadosos.
Tiene varias partes: invitación, intenciones, respuesta o silencio y conclusión. Siempre la introduce el sacerdote o diácono y la concluye. Las intenciones las puede leer un lector (hombre o mujer). Si es misa con niños pueden hacerla ellos. En general, con un lector basta. No es recomendable una acumulación de lectores para dar una falseada apariencia de participación. Los lectores deben subir de la nave al presbiterio y tras hacer reverencia al altar se dirigen al sitio dispuesto (puede ser el ambón o mejor otro lugar diferenciado). El sacerdote dirige la oración desde la sede o desde el ambón.
Las características de esta oración son varias:
· súplica al Padre
· es oración litúrgica
· participa todo el pueblo
· se pide por las necesidades de la Iglesia y de todo el mundo (de ahí su nombre de universal)
Esta oración tiene un libro propio. El Libro de la Oración de los fieles es uno los libros litúrgicos, que contiene los distintos formularios de la Oración de los fieles para todo el Año litúrgico.
Hay formularios para el Propio del Tiempo, para Adviento, Navidad, Cuaresma, Semana Santa, Triduo Pascual y tiempo de Pascua. También el Libro recoge oraciones para el Propio y Común de los Santos, Misas rituales, difuntos, etc.
Las peticiones pueden prepararse por el equipo de liturgia, siguiendo la normativa al respecto.

2.7.08

REQUISITOS PARA QUE UN TEMPLO SEA DECLARADO COMO BASÍLICA

El término basílica deriva del griego (basiliké) que significa regia o real, y viene a ser una elipsis de la expresión basiliké oiría, que quiere decir "casa real". Una basílica era un suntuoso edificio público que en la Grecia antigua solía destinarse al tribunal, y luego en las ciudades romanas ocupaba un lugar preferencial en el foro.

Basílica romana: En Roma, capital del imperio, apareció la basílica hacia el año II antes de Cristo. Era un edificio dedicado a la transacción comercial o para la administración de justicia. Muchas veces en la basílica deliberaban los ciudadanos sobre asuntos importantes de la urbe. Arquitectónicamente se trató siempre de una gran sala rectangular, compuesta por una, tres o cinco naves; la central siempre más ancha y alta y soportada por hilera de columnas que la separaban de las laterales. En la diferencia de altura siempre se aprovecha para abrir ventanas de iluminación en los muros más elevados. En uno de los extremos de la nave principal existía siempre un ábside, donde se instalaba la presidencia, mientras que el ingreso se efectuaba por el extremo opuesto, donde estaba el pórtico con su nártex.

Basílica cristiana: Tras el edicto de Milán, promulgado por Constantino en el año 313, el imperio deja de perseguir a los cristianos. A partir de entonces el modelo basilical se utiliza para la construcción de los nuevos templos, y muchas de las antiguas basílicas romanas se convierten en templos cristianos. Tal es el ejemplo del palacio de Letrán, que pasa a ser la catedral de Roma. En el ábside se coloca el altar y alrededor de él se disponen los oficiantes del culto. En el presbiterio se sitúan los sacerdotes y en la nave o naves, los fieles que asisten al culto cristiano. Posteriormente se adoptaron otras formas, tales como la planta de cruz latina o de cruz griega, que fueron generalizando la construcción basilical sin que desaparezca la forma antigua. Así pues la basílica pasó a ser un tipo peculiar de templo cristiano, y en este sentido se utiliza hoy tanto desde el punto de vista arquitectónico como religioso, para designar a un templo de gran importancia.

Basílica litúrgica: Pero más allá de su trazado arquitectónico, una iglesia se transforma en basílica por decisión pontificia. De esta forma son basílicas aquellas iglesias que por aspectos de cierto relieve, son reconocidas y designadas por privilegio papal. Se distinguen dos tipos de basílicas "mayores" y "menores".
Son basílicas mayores o patriarcales las cuatro que en Roma están designadas para ganar la Indulgencia del Año Jubilar, y a las que se ingresa por la Puerta Santa que cada uno posee, y que son: San Pedro del Vaticano, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros.
Son basílicas menores todas las demás, repartidas por el mundo y que son reconocidas o designadas como tales por decisión pontificia. De esta manera la Santa Sede le está otorgando a dicho templo un honor especialísimo que debe enorgullecer y comprometer a la comunidad que se reúne en ese templo.
Los requisitos:
Para que un templo pueda alcanzar el título basilical, debe reunir tres requisitos.
* debe ser un templo de regio esplendor, levantado con un perfil destacado, o sea, arquitectónicamente importante
* dicho templo debe ser foco espiritual de una comunidad que es santuario para la multitud de devotos que acuden a él, debe atraer a miles de fieles
* que dicho templo, bajo sus bóvedas, posea un tesoro espiritual y sagrado, dando culto ininterrumpido al Señor, a la Virgen y al Santo venerado en él, o sea, que la devoción a la imagen que allí se venere sea importante y traspase los límites de su propia comunidad. El clto debe estar atendido y asegurado por suficiente número de sacerdotes.
Las insignias:
Para manifestar externamente los tres requisitos, la Santa Sede concede tres insignias a la basílica:
* La umbella basilical: Es una sombrilla a dos colores, escarlata y amarillo, tal como la usaban los emperadores de Oriente. Está ubicada en un lateral del presbiterio, generalmente abierta en días de indulgencia o de grandes fiestas.
* El tintinábulo: Es un marco grande y dorado, con la imagen del patrono de la basílica en el centro, colocada en un asta muy elevada y coronada a su vez por una pequeña umbella bicolor. Posee una campanilla que tintinea (de ahí el nombre), y que suele tocarse para llamar a la gente cuando el Papa se aproxima (si se diera el caso) o en grandes solemnidades litúrgicas. Está ubicado en el lateral opuesto del presbiterio.
* El escudo de armas: Una basílica, al igual que el obispo y la diócesis, posee un escudo de armas. Suele colocarse el escudo de armas y las insignias papales juntos, para destacar la vinculación que la basílica posee con la Santa Sede. Se pueden pintar al fresco en la bóveda de la nave central, y en puertas de ingreso al templo.

29.6.08

ROMANO GUARDINI, SACERDOTE CATÓLICO

Romano Guardini nació en Verona en 1885 y murió en Munich en 1968. Estudió primero química en Tubinga, luego economía política en Berlín y finalmente teología en Bonn. Hijo del cónsul italiano en Maguncia, el joven compartió en el hogar la raíz de humani­dad propia de Cicerón y de San Agustín, de Virgilio y Dante, pero su implantación decisiva en la rea­lidad deriva de la formación espiritual e intelec­tual que le otorgaron la historia y lengua alema­s.
Es un ejemplo máximo de lo que puede llegar a una persona cuando desde su cultura intelectual y cordialmente poseída se injerta en otra. Desde 1910 doctor en teología por la universidad de Friburgo, profesor titular en la universidad de Berlín desde 1923, hasta que fue separado de la cátedra por los nazis en 1939.
Acabada la II Guerra Mundial es integrado a la docencia universitaria con una cátedra de filosofía religiosa en Tubinga donde enseña hasta el 1948 cuando se traslada en la universidad de Munich, permaneciendo en ella hasta 1964, año de su jubilación. Es precisamente en el duro invierno postbélico de 1947 cuando Guardini inicia unas clases concluyéndolas en 1948 en Munich. El texto de aquel ciclo universitario es publicado en 1950 bajo el título "Das ende Der Neuzeit" (traducción española: "El ocaso de la Edad Moderna", ed. Guadarrama, Madrid 1958).El libro, adelantando de treinta años la tesis del agotamiento de la modernidad, impacta a los círculos culturales de Occidente. En efecto aquel libro pareció, a muchos intelectuales, inactual desde el mismo título o, por lo menos, desconcertante en los años de una postguerra dominada por la ilusión de un "renacimiento" de la modernidad bajo el alero de una alianza entre la cultura ilustrada y el cristianismo que, superadas viejas rencillas, se habían asociado para anunciar el amanecer de un "mundo nuevo" liberado por completo de las perniciosas sugestiones del totalitarismo.
Despejando el optimismo ingenuo de aquellos que celebraban el asomarse de la razón, la cultura y la tolerancia entre los escombros morales y materiales dejados por la guerra, Romano Guardini amonestaba: "No se trata de un renacimiento, sino solo de una ilusoria reacción a los éxitos negativos de una modernidad que ha concluido sin remedio su ciclo. Por lo tanto es necesario analizar la época que termina para vislumbrar los tiempos postmodernos que la siguen y que todavía no tienen nombre".
La vida cultural alemana entre 1918 y 1968 ya no es pensable sin lo que fue este educador y guía de juventud desde sus primeros años dirigiendo los movimientos juveniles en Rothenfels y el grupo Quick­rn, -fue considerado «praeceptor Germanice». Como profesor en Berlín y luego en Tubinga y Munich, Guardini fue presentando las figuras fundadoras de la conciencia europea, trayéndolas desde su leja­nía hasta el nivel de la conciencia contemporánea, para que pudieran ser percibidas como faros en la navegación humana: Sócrates, San Agustín, Dante, Pascal, Hólderlin, Dostojevski, Mórike, Rilke... Los libros dedicados a cada uno de ellos siguen sien­do interpretación elocuente de ese universal huma­no, que sólo descubrimos cuando alguien lo encar­na vivo ante nuestros ojos.
Pero en este artículo de homenaje nos fijaremos especialmente en su participación en el movimiento litúrgico, nacido alrededor de grandes abadías benedictinas. Junto a otras grandes figuras fue redescubriendo la riqueza de la liturgia y contribuyó a introducir el arte moderno en las iglesias, promoviendo la participación de los fieles en las celebraciones y abriendo las puertas de la Iglesia a la modernidad.
Sus libros sobre liturgia (El Espíritu de la Liturgia, Sobre la Iglesia, Los símbo­los sagrados) son hoy básicos para comprender la reforma litúrgica. Su influjo llegó a España. Ortega y Gasset en su segundo periplo por Alemania percibió el eco de su magisterio. También influyó sobre Luis Díez del Corral y Alfonso Querejazu, que siguieron sus clases en Berlín y de su espíritu aprendieron mesura y magnanimidad. Rigor intelectual y abertura católica.
A la hora de enunciar los grandes influjos de Guardini no es posible olvidar tres nombre estelares: Rahner, Baltasar y Ratzinger. Bajo su influencia construyeron sus grandes síntesis personales y proyectos eclesiales. Son superiores a él, pero sin él ¿hubieran sido posibles? Los tres han dedicado libros a recoger su ejemplaridad y a trasmitir su pensamiento. Rahner concluía su testimonio con estas palabra que dejamos como invitación y tarea a las nueva generaciones. «El hombre y la obra que provoca nuestra gratitud no nos quitan a los más jóvenes que tuvimos la suerte de convivir con él, ni a la joven generación, el peso del propio quehacer y responsabilidad. Pero él sigue siendo para nosotros un ejemplo y una bendición».
Fuente: Diario ABC (03/06/2008). Artículo de Olegario González de Cardenal (extracto)

25.6.08

EL CAMINO NEOCATECUMENAL: PECULIARIDADES LITÚRGICAS

Tras cinco años “ad experimentum y después de una amplia consulta a obispos de toda la Iglesia, la Santa ha aprobado de manera definitiva el Estatuto del Camino Neocateumenal (11-mayo-2008). El Camino Neocatecumenal, popularmente conocidos como kikos, es una realidad eclesial que surgió alrededor de 1964 por iniciativa del artista plástico Kiko Argüe­llo, quien decidió dejarlo todo para vivir entre los más pobres en las barracas de Palomeras Altas, en la periferia de Madrid. En ese ambiente, se fraguó, junto al trabajo de la teóloga Carmen Hernández, la idea de poner en marcha un itinerario de evangeli­zación de adultos que llevara al redescubrimiento del Bautismo y una educación permanente en la fe.
En 1972 1a propuesta de Argüello recibió el nombre de Camino Neocatecumenal tras ser estudiado a fondo por la Congregación para el Culto Divino. Actualmente, también les acompaña el padre Mario Pezzi, que junto a Kiko Argüello y Carmen Hernández, forman el equipo responsable a nivel mundial del Camino Neocatecumenal. En España, hay en la actualidad cinco seminarios diocesanos misioneros Redemptoris Mater para la Nueva Evangelización: Madrid, Castellón, Granada, Córdoba, Murcia, León, y el próxi­mo curso, a petición del obispo, comenzará a funcionar también el de Navarra. En todo el mundo son más de 19.000 comunidades presentes en 5.700 parroquias y 1.200 diócesis.
El Vaticano les puso algunos reparos a originalidades litúrgicas, algunas de las cuales les han sido ahora admitidas y otras no.
En este artículo no vamos a analizar su carisma ni espiritualidad sino solamente las peculiaridades litúrgicas que les han sido aprobadas, referidas a la forma de celebrar la Misa.
Ante todo decir que una de las características de la liturgia es su no-arbitrariedad, o sea, que no puede cambiarse a capricho. Si cada sacerdote, comunidad, grupo o congregación desarrollase su propia liturgia ésta dejaría de ser católica, universal.
En primer lugar la Santa Sede les recuerda que es obligatorio usar los libros oficialmente aprobados para la celebración de los sacramentos (misal, leccionarios, rituales, etc)
Sobre el día de su celebración eucarística más importante (sábado por la noche) se debe considerar que forma parte de las activi­dades de la parroquia y deberá estar abierta a otros fieles que deseen participar. No podía ser de otro modo. La Eucaristía no puede ser privada y todo católico tiene derecho a asistir a ella. Eso no excluye las celebraciones para grupos determinados.
En cuanto a los aspectos litúrgicos en la celebración de la misa, que es uno de los aspectos que más se habían cuestionado, el Vaticano ha señalado que se les permite seguir tomando la comunión bajo las dos especies y usar pan ácimo. Obliga a que los fieles que asistan a estas celebraciones eucarísticas comulguen en pie y no sentados, como solían hacer. La comunión, con el vino consagrado, la pueden seguir recibiendo sentados para evitar que pueda desbordarse del cáliz. Esto significa que todas las comunidades de­ben abandonar la costumbre de recibir la comunión sentados a la mesa.
Otra peculiaridad consiste en cambiar el momento del rito de la paz, para hacerlo antes de la consagración y después de la Oración de los fieles, tal como lo venían haciendo hasta ahora, siguiendo el rito mozárabe. El rito de la paz, hoy día antes de la comunión, es un rito que algunos liturgistas debaten sobre su momento más idóneo. Algunos ­­piensan que otro momento oportuno podría ser tras el acto penitencial.
En lo referente a la homilía, debe ser siempre pronunciada por un sacerdote o un diácono, nunca por un laico. La Santa Sede ha aceptado su costumbre de que, antes de la homilía, los participantes en la misma puedan hacer un eco para explicar y comunicar a los presentes que le ha dicho la Palabra de Dios que han escuchado, sin que ello suponga una sustitución de la homilía. Se prevén también moniciones antes de la Palabra. Además, en el artículo 13 se especifica que las celebraciones eucarísticas de la Comunidad Neocatecumenal "forman parte de la pastoral litúrgica dominical de la parroquia y están abiertas a otros fieles". Según el canonista vatica­no Juan Ignacio Arrieta, «la principal consecuencia de la personalidad pública, que se aplica al itinerario de forma­ción Neocatecumenal, se refie­re a la particular autoridad eclesial con la que, bajo la di­rección del obispo diocesano, se imparte ahora el Camino».
Por último aclarar a nuestros lectores que el Camino no es una Congregación ni Orden religiosa, sino un itinerario formativo para la fe y vida cristiana en la perspectiva de la nueva evangelización.
Jesús Luengo Mena

22.6.08

VESTIDURAS, ORNAMENTOS Y OBJETOS LITÚRGICOS EN DESUSO II

Portapaz
El portapaz es una pequeña placa de metal, maderoa o marfil con alguna imagen o signos que no suele medir más de 12 ó 15 cm de alto, y algo menos de ancho. Su uso estaba destinado a los fieles que se lo pasaban entre ellos para besarlo en el momento de la misa en que se daban la paz. Hoy día se suele hallar expuesto en los tesoros eclesiásticos sin uso alguno, en el mejor de los casos, cuando no se halla olvidado en los armarios parroquiales o conventuales. Se encuentra también en muchos museos que cuentan con objetos sacros. Durante el Renacimiento tuvieron una especial importancia artística.

Sacras
Se llama así a tres cuadritos enmarcados y con cristal, a veces muy bien adornados, que se colocaban de pie sobre el altar, apoyados en la base del retablo para que el sacerdote pudiera decir unas oraciones determinadas sin necesidad de recurrir siempre al misal.

Silla gestatoria
Se llama silla gestatoria a una silla provista de dos travesaños para ser llevada en hombros. Era usada para llevar en procesión al Papa en ciertas ceremonias solemnes, de manera que la multitud pudiera verlo. Tras ella marchaban los flabelos. Actualmente ha caído en desuso, pues el Papa suele usar vehículos motorizados cuando pasea entre multitudes. Los ayudantes que la llevaban eran llamados sediarios.

Tiara pontificia
Es una tiara alta con tres coronas de origen bizantino y persa que representa el símbolo del papado.
Las tiaras papales fueron usadas por todos los papas desde Clemente V hasta Pablo VI quien fue coronado en 1963. Pablo VI abandonó el uso de la corona a partir del Concilio Vaticano II, dejándola simbólicamente en el altar de la Basílica de San Pedro, pero no abolió su uso, si bien todos sus sucesores hasta hoy han decidido no ser coronados. En la actualidad la tiara sigue siendo símbolo del papado como se refleja en el escudo de armas de la Santa Sede y el Vaticano. El escudo de armas personal de Benedicto XVI no contiene la tiara tradicional entre sus ornamentos. Ésta fue remplazada por la mitra, si bien la mitra contiene tres niveles que recuerdan la tiara papal. Otra novedad ha sido la incorporación en su escudo del palio pontificio que nunca había aparecido antes en un escudo papal.

14.6.08

VESTIDURAS, ORNAMENTOS Y OBJETOS LITÚRGICOS EN DESUSO

En una serie de dos artículos vamos a relacionar, a modo de curiosidad y cultura litúrgica, algunos de los objetos o vestiduras liturgicos que ya o bien no se usan o han quedado opcionales.
Aguamanil
Se conoce por ese nombre tanto un jarro con pico para verter agua en una palangana o bien a la pila donde se lavan los sacerdotes las manos. Están situados, donde aún se conservan, en las sacristías y llegaron a tener cierta relevancia artística.

Barandilla de la comunión
Llamadas también barandillas del altar, esta estructura semejante a una valla todavía puede verse en algunas antiguas iglesias. Algunas de las razones de su introducción fueron proteger el altar de las profanaciones y reservar la zona del presbiterio para ciertas personas y ritos. Las ultimas barandillas tenían la altura y anchura adecuadas para arrodillarse en el momento de recibir la comunión.

Capa magna
La capa magna es una capa muy larga y aparatosa con una cola de varios metros de largo y capucha. La parte anterior viene recogida sobre el brazo y se deja caer al sentarse. Era generalmente utilizada por los prelados en las ceremonias litúrgicas más solemnes. La capucha se pone sobre la cabeza en lugar de la birreta durante los oficios de Semana Santa y sobre el galero papal cuando éste es utilizado (por ejemplo, en las procesiones y por los cardenales durante la creación del consistorio público). La capa magna la pueden usar los obispos y los cardenales. Los obispos pueden llevarla en la propia diócesis, los arzobispos en su provincia, los nuncios apostólicos en el lugar de su Legación y los cardenales en cualquier sitio. La capa magna hace obligatorio el uso de un clérigo (llamado caudatario) encargado de sostenerla. Actualmente su uso es optativo y está en desuso.

Capelo
Es un sombrero de color rojo, propio de los cardenales. Hoy día suele sustituirse por la birreta en el vestuario propio. No obstante, sigue apareciendo en la heráldica eclesiástica.
Carraca
Es un instrumento sonoro de madera para ruido o convocar, formado por una lengüeta que choca en una rueda dentada al darle vueltas, sustituía a las campanillas en el triduo pascual. En algunos templos se sigue usando, como por ejemplo en la catedral de Sevilla.

Catafalco
El catafalco era una pieza de madera con forma de ataúd colocada encima de un soporte y cubierta con un paño mortuorio como si fuera un féretro. Se utilizaban en los funerales sin la presencia del cadáver.
Dejaron de usarse debido a su simbolismo vacío ya que lo debía ser honrado con signos de despedida en el cadáver, no una imagen o representación del fallecido. En algunos diccionarios la palabra catafalco se define como una plataforma donde se coloca el féretro.
Conopeo
Del griego Konopeion que viene a ser como un velo o mosquitero. Conopeo es el velo que a modo de tienda que cubría el sagrario donde se reserva la eucaristía se solía utilizar una tela de colores litúrgicos propio del tiempo o la fiesta.
Cucharilla eucarística
Eran de mango largo y las usaban algunos sacerdotes para estar seguros de que sólo cayeran una ó dos gotas de agua en el cáliz.

Facistol
Es un atril grande giratorio en cuyas cuatro caras con repisa se depositaban los libros del canto litúrgico para ser vistos a distancia. La explicación del gran tamaño de los libros de coro se debe a que con un solo libro todo el coro podía leer y cantar –las partituras individuales que ahora se usan son muy modernas, gracias a los modernos medios de reproducción–.

Guantes litúrgicos, medias, calzado de los obispos
Los guantes decorados con amplios puños, calcetines del color del día litúrgico, así como varias formas de sandalias adornadas se usaron durante mil años como signos de oficio, dignidad y tradición para los obispos.

Hijuela
Es pedazo de tela normalmente de forma circular que se ponía encima de la hostia para evitar el roce del paño que cubría el cáliz y que se retiraba de la patena antes de comenzar el ofertorio.

Manipulo
Es un paño de unos ocho cm de largo y un metro de largo atado a la muñeca izquierda que usaban los clérigos para limpiar sudor, la nariz, las manos, luego se convirtió en un adorno de rango o distancia.

Manteo
Es una capa larga hasta los pies que algunos sacerdotes llevaban sobre la sotana antes del concilio Vaticano II.

Mantilla o velo
Es una prenda de gasa o encaje que cubría la cabeza de las mujeres para entrar a la iglesia antes del Concilio Vaticano II.

Palmatoria
Se llama palmatoria a una candela portátil con mango largo que se utilizaba para iluminar en el momento de dar la comunión.

9.6.08

EL MATRIMONIO CATÓLICO. PROTOCOLO.III

Antes de comenzar advertimos que este artículo, que complementa a los dos anteriores dedicados al matrimonio católico, no es tema de liturgia sino de usos y costumbres sociales, de protocolo. Sin embargo hemos creído oportuno publicarlo para completar todos los aspectos del que debe ser uno de los días más felices en la vida de cualquier persona.
El protocolo del día de la boda comienza con la donación del ramo de la novia, que tiene lugar en su casa por parte del padrino.
El novio sale de su casa acompañado de su madre y la novia lo hace acompañada de su padre. El coche adornado pasa a recoger a la novia, a quien acompañará el padrino. El novio llega por separado, acompañado por la madrina. Los primeros en llegar a la iglesia deben ser el novio y la madrina. Éstos deberán esperar a la novia en el altar de la iglesia (y no esperar fuera como hacen la mayoría de la gente en la actualidad). Lo mismo vale para los invitados, que deben esperar a la novia en el interior del templo. Ingreso de la novia
Según la tradición la novia entrará del brazo izquierdo de su padre o de quien eligió como padrino y entra en la iglesia mientras suena la inevitable marcha nupcial. Si hay damas, pajes o niños de arras, éstos entran detrás de la novia, vigilando no pisar la cola del vestido. Tanto el padrino como el novio ofrecen su brazo izquierdo a su acompañante femenina. Como norma puede decirse que los varones ofrecen su brazo izquierdo a sus acompañantes femeninas. Dentro de la iglesia deben estar acomodados el resto de los familiares, testigos y el novio con la madrina. El orden de honor suele ser: padres, padrinos, hermanos, abuelos, tíos, primos y amigos.
Colocación
Una vez que la novia ha llegado al altar la colocación en el mismo de izquierda a derecha es como sigue: la madrina, la novia, el novio y el padrino (siempre mirando hacia el altar). Los testigos de cada uno se sitúan a lado correspondiente (si van por la novia a la izquierda y si van por el novio a la derecha). Los familiares también se deberían colocar en su lado correspondiente (aunque es una práctica poco llevada a cabo). A la derecha se sitúa la familia de la novia y a la izquierda la del novio. Se suele dejar este tipo de colocaciones para bodas muy formales. Los contrayentes pueden invitar a la ceremonia a un organista, músicos o coros para que solemnicen la ceremonia. Es conveniente que estos músicos estén familiarizados con el rito.
Los novios, como ya se dijo, pueden elegir las lecturas dentro de las propuestas, pero siempre con la aprobación del celebrante.
Cortejo de salida
La salida de la iglesia es: los novios del brazo, detrás los padrinos y los niños de arras y las damas de honor. Si los padres no son los padrinos, pueden salir el padre de la novia del brazo de la madre del novio, y el padre del novio del brazo de la madre de la novia. Al salir, se produce la molesta e inevitable lluvia de arroz (aunque en algunos casos se lanzan pétalos de flores y se aplican otras costumbres). Si durante la boda hay un servicio de fotógrafo y vídeo contratados, deberán ser lo más discretos posibles y no hacer ruido o molestar. Los nuevos esposos marchan juntos en el automóvil.
Los padrinos y testigos
Los padrinos y los testigos tienen un papel importante en las bodas, aunque su función ha perdido protagonismo con el tiempo. Los padrinos son los que "oficialmente" entregan los novios a la "otra parte" y los testigos se encargan de testificar, con su firma que el matrimonio se ha celebrado.
De forma habitual los padrinos suelen ser los padres y las madres de los contrayentes y, concretamente, la madre del novio y el padre de la novia
Los padrinos tienen que vestir de acuerdo con la ceremonia. Suele ser tradición que el padrino lleve los anillos a la iglesia, donde se los entregará al novio y éste, en su momento, se los dará al celebrante. Tanto el novio como la novia, tendrán un par de testigos, que pueden ser hombres o mujeres. Normalmente suelen ser amigos íntimos o miembros de sus familias.
A lo largo de la ceremonia el sacerdote reclama los anillos que se colocan por lo general en el dedo anular derecho. Tanto los anillos como las arras se entregan en este orden: esposo a esposa y esposa a esposo. Las alianzas las suele tener el padrino y las arras la madrina, excepto si hay niños de arras, que son lo encargados de llevarlas.
Quiénes invitan
Por lo general una tarjeta de invitación la encabezan los nombres de los padres de la novia a la izquierda (tarjeta doble), seguido por los padres del novio a la derecha, debajo de lo cual se indica "tienen el placer de invitar al matrimonio de sus hijos". Seguidamente se colocan los nombres de los contrayentes en una misma línea. Luego se indica la fecha, hora, lugar de la ceremonia. Se añade en el extremo inferior derecho la hora y dirección de la recepción y a la izquierda la dirección de los padres de la novia o del lugar de la lista de bodas o la indicación de que no hay lista de bodas.
En caso de padre fallecido de alguno de los novios: En estos casos, puede ponerse en el lugar correspondiente el nombre del padre fallecido acompañado de una cruz. Padres divorciados y/o vueltos a casar: Según dictan las reglas de protocolo, sólo deben invitar a la boda de los novios los padres biológicos de los mismos, independientemente de si se han separado, divorciado, vuelto a casar... No obstante si resulta que alguno de los novios creció sin alguno de sus padres y/o lo crió una tercera persona, esa tercera persona puede aparecer invitando a la boda.
También los novios pueden invitar ellos mismos, si lo ven oportuno. Las siglas RSVP (del francés respondez s´il vous plais) se colocan al centro en la parte inferior de la invitación para fiestas de gala, indicando que los novios esperan recibir la confirmación de su asistencia.
Vestuario
Si la boda es por la mañana o primera hora de la tarde, las señoras deberían vestir de corto, hasta la rodilla, o tipo cóctel, un poco por debajo de la rodilla. Por la noche, de largo. Los hombres suelen vestir de chaqué o bien traje oscuro, dependiendo de los requisitos. En el caso de los militares y otros cuerpos pueden vestir su uniforme de gala. En el caso de las señoras se permiten, durante el día, las mantillas, pamelas, tocados y complementos similares, siempre atendiendo a la prudencia y discreción de los invitados.
En lo que respecta a los colores deben evitarse el blanco (propio de la novia) y el negro. Las señoras que lleven prenda de cabeza permanecen con ella puesta durante la ceremonia, en cambio los varones al entrar en la iglesia se quitan su prenda de cabeza, incluyendo a los militares.
Terminamos. Todo lo anterior sería pura frivolidad o escaparate social si faltase lo más importante: el amor de los cónyuges y su proyecto cristiano de vida en común.
Jesús Luengo Mena

30.5.08

EL MATRIMONIO CATÓLICO: RITOS Y LITURGIA II

En este artículo vamos a centrarnos en la liturgia específica del matrimonio y más concretamente del matrimonio dentro de la Misa.
El matrimonio se celebrará normalmente dentro de la Misa. También puede hacerse fuera de la Misa, siguiendo el ritual. Debe expresarse el carácter festivo de la celebración –flores, música, cantos– así como su aspecto comunitario. Lo ideal sería que la comunidad parroquial –no sólo los invitados, familiares y amigos– asistieran a la celebración. Sin embargo más bien pasa lo contrario: si una persona entra en la iglesia y ve una boda tiende a salirse, al pensar que “sobra” en esa celebración. Craso error.
Para el matrimonio dentro de la Misa hay dos formularios, que nos ofrece el libro del Ritual del Matrimonio. Se dice la Misa ritual, excepto en algunos días y domingos en que hay que decir la Misa del día. Las vestiduras de los ministros son blancas.
El sacerdote, revestido de alba, estola y casulla recibe a los novios. Puede hacerlo en la puerta del templo y bien recibirlos en el presbiterio. Tras el canto de entrada –que suele sustituirse por una marcha nupcial aunque no sea muy litúrgico– comienza la Misa con los ritos introductorios.
La Liturgia de la palabra ofrece muchas lecturas para elegir por los novios, pudiendo hacerse tres.
Tras la homilía se procede al rito de celebración del matrimonio, que consta de varias partes:
· Monición
· Escrutinio, en el cual se les interroga a los novios sobre su libertad y aceptación voluntaria
· Consentimiento. Al darse la mano derecha se establece se establece un diálogo entre el novio y la novia: Yo...te recibo a ti...como esposa... Hay varias fórmulas para este consentimiento.
· Confirmación del consentimiento
· Bendición y entrega de los anillos. Tras ser bendecido el esposo introduce en el dedo anular de la esposa el anillo y lo mismo hace la esposa con el esposo.
· Bendición y entrega de las arras. Este rito sólo se realiza a veces, si es costumbre local. El esposo entrega las arras a la esposa y la esposa al esposo.
Terminado el rito se reza la Oración de los fieles y comienza como de costumbre la Liturgia eucarística. El Ritual ofrece Prefacios propios para elegir.
Otro elemento muy importante en el rito se produce tras el Padre Nuestro. Se omite el “Líbranos de todos los males...” y el sacerdote pronuncia la bendición nupcial, que NUNCA debe omitirse. Hay varias fórmulas para la bendición. Antes de la bendición nupcial tiene lugar, cuando se realiza, el rito de la velación, como signo tradicional y expresivo de la unión indisoluble que el Sacramento ha realizado entre los esposos. El velo, de color blanco y rojo, se coloca sobre la cabeza de la esposa y los hombros del esposo. Se retira al acabar la bendición nupcial. Si los esposos comulgan lo hacen bajo las dos especies.
La bendición sobre el pueblo será triple y, una vez acabada la Misa, los testigos y el sacerdote firman el acta del matrimonio. Puede hacerse en la sacristía o en presencia del pueblo, pero no debe hacerse sobre el altar.