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12.2.14

LA PRESENCIA REAL DE CRISTO EN LA LITURGIA

Jesucristo está siempre presente en su Iglesia, pero principalmente en los actos litúrgicos. La presencia de Cristo en las diversas acciones litúrgicas es una presencia real, en el sentido propio y verdadero del término, y es fundamentalmente única, aunque se realiza de muchos y diversos modos.
La Constitución sobre la Sagrada Liturgia, la SACROSANCTUM CONCILIUM, en el número 7, nos señala las presencias de Cristo en la Liturgia.
Así, dice que está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, "ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz", sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. También está presente con su fuerza en los  Sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está también presente en su Palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es El quien habla. Por último, está presente cuando la Iglesia ─pueblo─  suplica y canta salmos, el mismo que prometió: "Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos" (Mt., 18,20).
Así pues, son diversos los signos litúrgicos que aparecen en las acciones litúrgicas: la asamblea, el ministro, la proclamación de la Palabra, la oración, los elementos que constituyen los sacramentos y los sacramentales.
El signo fundamental de base es la asamblea litúrgica: se trata de una comunidad de fieles, constituida jerárquicamente, que se reúne legítimamente en un lugar determinado para una acción litúrgica y en la cual se realiza una presencia salvífica particular de Cristo.
Cristo está  presente en los fieles que vienen a la asamblea litúrgica, pero su reunión conjunta en el nombre de Jesús produce, en virtud de la fe y de la caridad común, una intensificación de la presencia de Cristo en ellos. Cada uno de los cristianos es ya templo de Dios. La asamblea que los reúne es de manera particular el templo de Dios, el templo del nuevo culto.
Cristo, ministro principal e invisible de los sacramentos, está presente además en la persona del ministro, su signo, instrumento y vicario. Más aún,  es precisamente la presencia de los ministros jerárquicos la que da su rostro verdadero y completo a la asamblea litúrgica, ya que éstos no hacen más que realizar litúrgicamente la presencia de Cristo como Cabeza de la Iglesia.
Cristo está igualmente presente en la Palabra que se proclama, "ya que es él el que habla cuando se lee en la Iglesia la sagrada Escritura» (SC 7). La proclamación de la Palabra del Señor es un memorial, un anuncio eficaz, en el que se hace presente la realidad anunciada: la palabra es signo eficaz de la presencia operativa de Cristo.
Cristo está presente con su virtud en  los sacramentos. Los sacramentos  deben considerarse una  como actualización del misterio pascual de Cristo. Pero en el sacramento eucarístico la presencia operativa de Cristo está directamente ligada a su presencia substancial bajo las especies de pan y vino.
Se trata de una presencia especialísima, real y substancial, ya que en ella "se hace presente todo entero Cristo, Hombre-Dios» (Pablo VI, Mysterium fidei 20). Sólo en el sacramento eucarístico el signo sacramental está sujeto a aquella transformación particular que el Magisterio de la Iglesia y la teología llaman "transubstanciación”.
Ahora puede entenderse mejor por qué, en la misa, se inciensa al Evangelio, al sacerdote, que actúa in persona Christi, al pueblo de Dios reunido en su nombre y al Pan y al Vino consagrados. Se inciensa para poner en evidencia la real presencia de Cristo en la Palabra, en la Asamblea, en el sacerdote y en las especies eucarísticas.