Buscar este blog

23.12.21

LA NAVIDAD

 Alegrémonos todos en el Señor, porque nuestro salvador ha nacido en el mundo. Del cielo ha descendido hoy para nosotros la paz verdadera. (Antífona de entrada de la misa de la noche)

La iglesia considera a la Navidad como la fiesta más importante después de Pascua de Resurrección y ambas solemnidades celebran octavas. Tiene su tiempo propio, que dura desde Navidad hasta la festividad del Bautismo de Jesús –que celebramos al domingo siguiente a la Epifanía–.

En la Iglesia, la celebración más antigua después de la del Misterio Pascual es la memoria del Nacimiento del Señor y sus primeras manifestaciones, que se realiza en el tiempo de Navidad […] El tiempo de Navidad va desde las primeras vísperas de Navidad hasta el domingo después de Epifanía, o después del 6 de enero, inclusive[1].

En el día de Navidad los sacerdotes pueden celebrar la Eucaristía tres veces, siempre que sea en su hora propia –a medianoche, en la aurora y en el día, circunstancia que se volverá a repetir solamente el día de los difuntos.

En torno al Nacimiento, fiesta fija que celebramos el 25 de diciembre, se nuclea un tiempo fuerte, el tiempo de Navidad. La Iglesia la celebra desde el año 336, por disposición del papa san Julio I, aunque en realidad no se sabe con exactitud la fecha del Nacimiento –en cualquier caso parece ser que fue unos años antes de los que normalmente consideramos por determinados indicios– y ni siquiera sabemos con seguridad si fue o no en invierno. 

Los orígenes de esta celebración parecen remontarse a tiempos muy lejanos, teniendo como lugar de inicio la gruta donde nació Jesús. Sobre esa gruta santa Elena construyó la basílica de la Natividad, allá por el año 326, colocando el altar encima mismo de la gruta. Se ha venido afirmando que los cristianos de Roma habían fijado en el siglo IV la fecha del 25 de diciembre para conmemorar la Natividad del Señor, eligiendo la fecha de la fiesta civil romana del Sol invicto, fiesta muy popular entre los romanos que evocaba la victoria del sol sobre las tinieblas, divinidad que tenía su templo romano en el Campo Marzo, fiesta pagana que el emperador Adriano impuso al Imperio.

La elección de esta fecha –solsticio de invierno– tiene un simbolismo. Al terminar el otoño el sol ha alcanzado su punto más bajo en el horizonte y justamente al comenzar el invierno comienza de nuevo a levantarse, simbolizando a Cristo, sol naciente, que con su luz alumbra a la Humanidad a la que ha venido a salvar.  Con la venida de la nueva luz y el nacimiento del sol –fiesta pagana– los creyentes celebramos a Cristo, luz que no se apaga jamás y sol que ilumina a todos los hombres. Posteriormente se introdujo y generalizó la costumbre romana de la misa de medianoche –la tradicional misa del Gallo–, que comenzó celebrándose en la basílica romana de Santa María la Mayor –basílica romana erigida como imitación de la de la Natividad en Belén–.

El color litúrgico es el blanco.

La Navidad es una celebración entrañable, a la que contribuyó decisivamente la figura de san Francisco de Asís cuando en el año 1223 hizo representar con personajes la escena de Belén, origen de los actuales belenes y nacimientos, tan arraigados en la religiosidad popular y que las familias en la intimidad de su hogar, las parroquias, entidades y cofradías sevillanas montan con gran cariño en época navideña.  La cena navideña en familia, la asistencia a la misa del Gallo y el beso a la imagen del Niño Jesús son elementos muy queridos por el pueblo cristiano.

Hoy en día, sin embargo, se está dando justo el fenómeno contrario de lo que fue el origen de la Navidad. Si los primitivos cristianos tuvieron la valentía de cristianizar una fiesta pagana, –inculturación en términos antropológicos– hoy en día nuestra sociedad secularizada está paganizando una fiesta religiosa, convirtiendo los días navideños en época de consumo desenfrenado y vacación frívola, perdiendo el sentido de celebración religiosa. 

 [1] Normas Universales sobre el Año Litúrgico (NUAL) 32,33.

5.12.21

UNA BELLA TRADICIÓN DEL TIEMPO DE ADVIENTO EN EL OLVIDO: LAS MISAS RORATE

La misa Rorate es una misa votiva en honor a la Santísima Virgen, celebrada en el Adviento. Su nombre se refiere a las palabras del introito que empieza con las palabras: rorate caeli desuper (rocíen los cielos arriba) tomada de Isaías (45,8)[1]. Esta misa se caracteriza porque se celebra antes del amanecer y porque la iglesia permanece a oscuras, sólo iluminada por las velas del altar y por las que portan los fieles. La tradición era celebrarla durante los sábados de este tiempo litúrgico, tomando el formulario de la misa de sancta Maria in Sábato. En algunas partes incluso se solía celebrar no sólo los sábados, sino varios días de la semana o, incluso, todos los días de semana, también como misa votiva en honor de Nuestra Señora. El sacerdote lleva vestiduras blancas.

Durante la misa, junto al altar, se pone una vela adornada con una cinta blanca, que simboliza a María, mientras que los fieles llevan velas encendidas, que iluminan la oscuridad del templo y constituyen un símbolo de la esperanza a la llegada de Cristo.

Esas misas han caído en desuso en los últimos años en muchos lugares, pero en algunas naciones continúan celebrándose.

En la audiencia del 14 de diciembre de 2016, el papa Francisco se refirió a esas misas al señalar: El tiempo de Adviento es la ocasión particular para profundizar nuestra fe, para abrir nuestros corazones a las necesidades de los otros y para vivir mejor nuestra vocación cristiana. Para cumplir estos compromisos, los ayuden la oración cotidiana, la contemplación de la Palabra de Dios, la participación en la Misa matutina Rorate y los ejercicios espirituales de Adviento.

La particularidad de estas misas es que son celebradas poco antes del amanecer, porque el Adviento espiritualmente es la espera de la Luz que se hizo hombre y nació en Belén para dispersar las tinieblas. 

Los fieles portan las velas, no solo para iluminar el lugar, sino como símbolo de que la unión de muchas luces individuales repele la oscuridad y las tinieblas. La luz que recibieron en su bautismo no la esconden, como dice Jesús en el Evangelio de San Mateo, sino que sirve para iluminar.

Al final de la Misa se empieza a ver el sol, que ya sube. Amanece un nuevo día, en símbolo que al final del Adviento recordaremos el Nacimiento del Sol que nace de lo alto, como llamó Zacarías a Jesús.

El papa Benedicto XVI recordaba que en el tiempo de Adviento, por la mañana temprano, se celebraban con gran solemnidad las misas Rorate en la iglesia aún a oscuras, sólo iluminada por la luz de las velas. La espera gozosa de la Navidad daba a aquellos días melancólicos un sello muy especial.

¿Se pueden celebrar Misas Rorate en la forma ordinaria? Sí, desde luego. No hay ninguna norma que prohíba celebrar la misa al amanecer, y sin encender luces. Tampoco hay una norma que proscriba a los fieles sostener velas durante la Eucaristía.

¿Cómo se celebraría una Misa Rorate en la forma ordinaria? Programándola al amanecer; no encendiendo las luces del templo; y pidiendo a los fieles que lleven velas encendidas. Se usaría el formulario del Común de Santa María Virgen propio del Adviento (OGMR 376). Y se usarían vestiduras litúrgicas blancas o moradas (OGMR 347)[2].



[1] Rorate, caeli, desuper, et nubes pluant justum, aperiatur terra, et germinet Salvatorem ( Cielos, destilad desde lo alto la justicia, | las nubes la derramen, | se abra la tierra y brote la salvación, | y con ella germine la justicia. | Yo, el Señor, lo he creado).

[2] Fuente: https://liturgiapapal.org/index.php/manual-de-liturgia/ritos-durante-el-a%C3%B1o/574-las-misas-rorate.html