Buscar este blog

11.6.22

LA SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO

 Comenzamos aclarando que, litúrgicamente, la solemnidad está trasladada al domingo, por lo tanto este año de 2022 se celebrará el domingo 19 de junio. La solemnidad es una fiesta variable, que depende del domingo de Pentecostés. Antes de la reforma litúrgica, se celebraba a los diez días después de la solemnidad de Pentecostés. No obstante, en Sevilla y en otras ciudades, como Toledo y Granada, continua saliendo la solemne procesión en jueves, debido al gran arraigo popular de la celebración, procesión a la que se suman representaciones de todas las instituciones y hermandades de penitencia, gloria y sacramentales de la ciudad. Su nombre es el de Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.

Es una fiesta de origen medieval. Hay dos hechos que influyeron en la creación de esta fiesta: las revelaciones de la beata Juliana de Lieja y el milagro eucarístico acaecido en Bolsena (Viterbo, Italia) en 1263 que consistió en la caída milagrosa de la Sagrada Forma de gotas de sangre al dudar el sacerdote de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, cuando oficiaba misa junto al lago de Bolsena, lo cual hizo aumentar mucho el fervor eucarístico que se produjo a partir del siglo XII.  El papa Urbano IV, mediante la Bula Transiturus de hoc Mundo de 11 de agosto de 1264, la extendió a toda la Iglesia, centrándola en un culto popular. Así pues, la festividad del Corpus se remonta al año 1264, cuando el papa Urbano IV la instituyó por la Bula, siendo Aragón el primer reino español en celebrarla.

La solemnidad se centra en la adoración de la eucaristía en la que Cristo está presente verdadera, real y sustancialmente. Una presencia que se prolonga fuera de la misa en el sagrario. No tiene el mismo sentido que las procesiones eucarísticas que llamamos de «impedidos», en las cuales, de manera solemne, se lleva la comunión en tiempo pascual a los enfermos que la pidan. En el Corpus no se reparte la comunión, es un acto de adoración y reconocimiento de la presencia real y verdadera de Cristo en la Sagrada Forma.

Ese día la colecta se dedica, obligatoriamente, para la caridad.

Peculiar de ese día y la octava, en la catedral de Sevilla, es el baile de los niños seises, con vestidos rojos, ya documentados desde 1508 pero tal como hoy los conocemos datan de 1613 como 10 niños que bailan ante el Santísimo gracias al clérigo Mateo Vázquez de Leca, quien constituyó una fundación para tal fin. En 1665 se incorporó este baile a la Inmaculada y en 1695 se introdujo en el triduo de carnaval. El baile que interpretan los seises, con forma de villancico, aun siendo un sólo baile, tiene como cuatro partes: introducción (con genuflexión descubierta la cabeza), estribillo, copla y repetición del estribillo. El estribillo termina siempre con el toque de castañuelas por parte de los niños seises.

En la liturgia de esa solemnidad es característica la Secuencia Lauda, Sion, Salvatorem que se lee o canta actualmente antes del Aleluya. En la Liturgia actual sólo han quedado cuatro Secuencias: de la Pascua, Pentecostés, Virgen de los Dolores y la del Corpus. La Dies Irae para las misas de Requiem de difuntos se suprimió tal vez por su sentido apocalíptico.

Y termino con una anécdota referida precisamente a la Secuencia.

El papa Urbano IV dispuso que se compusiera un Oficio, como también lo propio a la Misa de la solemnidad. Solicitó a los más brillantes teólogos que elaboraran una composición en honor del Santísimo Cuerpo y Sangre de Jesucristo y la presentaran días después, con el fin de escoger la mejor. Célebre se hizo el episodio ocurrido durante la sesión. El primero en exponer su obra fue fray Tomás de Aquino. Serena y tranquilamente, desenrolló un pergamino y los circundantes oyeron la declamación pausada de la Secuencia compuesta por él.

Fray Buenaventura, franciscano, al escuchar aquella composición de fray Tomás tomó su composición y la rasgo en dos. Los demás teólogos lo imitaron, rindiéndole tributo de esta manera a fray Tomás de Aquino con su hermosa composición. Dicha composición es la que comienza así:

Alaba, Sión, a tu Salvador;

alaba a tu guía y pastor

con himnos y cánticos.

 

5.6.22

PENTECOSTÉS: SIGNIFICADO Y LITURGIA.

 A los cincuenta días después de la Pascua la Iglesia celebra, como solemnidad, Pentecostés, la venida del Espíritu sobre el Colegio Apostólico presidido por la Virgen y que en Andalucía tiene su plasmación festiva con la romería del Rocío, el lunes de Pentecostés (la Blanca Paloma).

También Pentecostés es una fiesta judía, en la cual el pueblo de Israel conmemora la entrega a Moisés de las Tablas de la Ley en el monte Sinaí, la Alianza de Yahvé con el pueblo judío a los cincuenta días de su salida de Egipto.  Al principio se llamaba fiesta de la cosecha o de los primeros frutos, celebrándose a los 49 días de Pascua, y al incluir los rabinos en el cómputo de días el mismo día de Pascua la llamaron fiesta de los cincuenta días que es lo que en definitiva significa en griego Pentecostés. En España la llamamos también Pascua granada, términos que al igual que el de Pascua florida para Resurrección son inequívocamente agrícolas. 

En la Iglesia Católica sólo es festivo actualmente el domingo de Pentecostés, habiéndose suprimido primero la octava desde 1970 en que pasó a tres días y posteriormente sólo al lunes, día grande en el Roció. El sentido actual de la fiesta de Pentecostés hay que enmarcarla como final del ciclo pascual, como colofón de la cincuentena y no como una segunda Pascua. Hay que evitar que parezca una fiesta aparte, sin relación con el ciclo pascual del cual se convierte en su final. No es tampoco una fiesta del Espíritu Santo, muy presente ese día, sino la culminación de ese único gran día festivo que es la Pascua.

La recientemente pasada solemnidad de la Ascensión del Señor, que antes se celebraba a los 40 días de la Pascua, se pasó al domingo siguiente, y era uno de los «tres jueves que resplandecen más que el sol», junto al Jueves Santo y al Corpus Christi. En la actualidad hay cuatro domingos consecutivos con solemnidades importantes del Señor relacionadas con el ciclo de Resurrección: Ascensión, Pentecostés, Santísima Trinidad y Corpus, estas dos últimas ya en el llamado Tiempo Ordinario. Asimismo, en España se celebra el jueves posterior a Pentecostés la fiesta de Jesucristo como Sumo y Eterno Sacerdote, introducida para España en 1973. Estamos pues en la época más densa del ciclo de las fiestas del Señor.

La liturgia nos ofrece en Pentecostés Misa para la vigilia y para el día. En el leccionario del día la primera lectura se toma de los Hechos de los Apóstoles: «Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar». Hermosísimo es el salmo: «Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra». Todas las lecturas hacen referencia al Espíritu que se nos envía. El evangelio de Juan nos presenta a Jesús apareciéndose en el Cenáculo y exhalando su aliento sobre los apóstoles. Característica de este día es la lectura de la invocación al Espíritu Santo en la llamada «Secuencia» que comienza: “Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo”, que se lee antes del Evangelio. Con Pentecostés se acaba el tiempo pascual y comienza la segunda parte del Tiempo Ordinario, que nos llevará a un nuevo Adviento.

Las vestiduras de los ministros (casulla y estolas) ese día son rojas. Terminamos relacionando los siete dones y los frutos del Espíritu Santo. Como dones: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad, y Temor de Dios. Los frutos del Espíritu Santo: Caridad, Gozo, Paz, Paciencia, Longanimidad, Bondad, Benignidad, Mansedumbre, Fe, Modestia, Continencia y Castidad.

¡Que el Señor los derrame en abundancia sobre nosotros!