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23.12.21

LA NAVIDAD

 Alegrémonos todos en el Señor, porque nuestro salvador ha nacido en el mundo. Del cielo ha descendido hoy para nosotros la paz verdadera. (Antífona de entrada de la misa de la noche)

La iglesia considera a la Navidad como la fiesta más importante después de Pascua de Resurrección y ambas solemnidades celebran octavas. Tiene su tiempo propio, que dura desde Navidad hasta la festividad del Bautismo de Jesús –que celebramos al domingo siguiente a la Epifanía–.

En la Iglesia, la celebración más antigua después de la del Misterio Pascual es la memoria del Nacimiento del Señor y sus primeras manifestaciones, que se realiza en el tiempo de Navidad […] El tiempo de Navidad va desde las primeras vísperas de Navidad hasta el domingo después de Epifanía, o después del 6 de enero, inclusive[1].

En el día de Navidad los sacerdotes pueden celebrar la Eucaristía tres veces, siempre que sea en su hora propia –a medianoche, en la aurora y en el día, circunstancia que se volverá a repetir solamente el día de los difuntos.

En torno al Nacimiento, fiesta fija que celebramos el 25 de diciembre, se nuclea un tiempo fuerte, el tiempo de Navidad. La Iglesia la celebra desde el año 336, por disposición del papa san Julio I, aunque en realidad no se sabe con exactitud la fecha del Nacimiento –en cualquier caso parece ser que fue unos años antes de los que normalmente consideramos por determinados indicios– y ni siquiera sabemos con seguridad si fue o no en invierno. 

Los orígenes de esta celebración parecen remontarse a tiempos muy lejanos, teniendo como lugar de inicio la gruta donde nació Jesús. Sobre esa gruta santa Elena construyó la basílica de la Natividad, allá por el año 326, colocando el altar encima mismo de la gruta. Se ha venido afirmando que los cristianos de Roma habían fijado en el siglo IV la fecha del 25 de diciembre para conmemorar la Natividad del Señor, eligiendo la fecha de la fiesta civil romana del Sol invicto, fiesta muy popular entre los romanos que evocaba la victoria del sol sobre las tinieblas, divinidad que tenía su templo romano en el Campo Marzo, fiesta pagana que el emperador Adriano impuso al Imperio.

La elección de esta fecha –solsticio de invierno– tiene un simbolismo. Al terminar el otoño el sol ha alcanzado su punto más bajo en el horizonte y justamente al comenzar el invierno comienza de nuevo a levantarse, simbolizando a Cristo, sol naciente, que con su luz alumbra a la Humanidad a la que ha venido a salvar.  Con la venida de la nueva luz y el nacimiento del sol –fiesta pagana– los creyentes celebramos a Cristo, luz que no se apaga jamás y sol que ilumina a todos los hombres. Posteriormente se introdujo y generalizó la costumbre romana de la misa de medianoche –la tradicional misa del Gallo–, que comenzó celebrándose en la basílica romana de Santa María la Mayor –basílica romana erigida como imitación de la de la Natividad en Belén–.

El color litúrgico es el blanco.

La Navidad es una celebración entrañable, a la que contribuyó decisivamente la figura de san Francisco de Asís cuando en el año 1223 hizo representar con personajes la escena de Belén, origen de los actuales belenes y nacimientos, tan arraigados en la religiosidad popular y que las familias en la intimidad de su hogar, las parroquias, entidades y cofradías sevillanas montan con gran cariño en época navideña.  La cena navideña en familia, la asistencia a la misa del Gallo y el beso a la imagen del Niño Jesús son elementos muy queridos por el pueblo cristiano.

Hoy en día, sin embargo, se está dando justo el fenómeno contrario de lo que fue el origen de la Navidad. Si los primitivos cristianos tuvieron la valentía de cristianizar una fiesta pagana, –inculturación en términos antropológicos– hoy en día nuestra sociedad secularizada está paganizando una fiesta religiosa, convirtiendo los días navideños en época de consumo desenfrenado y vacación frívola, perdiendo el sentido de celebración religiosa. 

 [1] Normas Universales sobre el Año Litúrgico (NUAL) 32,33.

5.12.21

UNA BELLA TRADICIÓN DEL TIEMPO DE ADVIENTO EN EL OLVIDO: LAS MISAS RORATE

La misa Rorate es una misa votiva en honor a la Santísima Virgen, celebrada en el Adviento. Su nombre se refiere a las palabras del introito que empieza con las palabras: rorate caeli desuper (rocíen los cielos arriba) tomada de Isaías (45,8)[1]. Esta misa se caracteriza porque se celebra antes del amanecer y porque la iglesia permanece a oscuras, sólo iluminada por las velas del altar y por las que portan los fieles. La tradición era celebrarla durante los sábados de este tiempo litúrgico, tomando el formulario de la misa de sancta Maria in Sábato. En algunas partes incluso se solía celebrar no sólo los sábados, sino varios días de la semana o, incluso, todos los días de semana, también como misa votiva en honor de Nuestra Señora. El sacerdote lleva vestiduras blancas.

Durante la misa, junto al altar, se pone una vela adornada con una cinta blanca, que simboliza a María, mientras que los fieles llevan velas encendidas, que iluminan la oscuridad del templo y constituyen un símbolo de la esperanza a la llegada de Cristo.

Esas misas han caído en desuso en los últimos años en muchos lugares, pero en algunas naciones continúan celebrándose.

En la audiencia del 14 de diciembre de 2016, el papa Francisco se refirió a esas misas al señalar: El tiempo de Adviento es la ocasión particular para profundizar nuestra fe, para abrir nuestros corazones a las necesidades de los otros y para vivir mejor nuestra vocación cristiana. Para cumplir estos compromisos, los ayuden la oración cotidiana, la contemplación de la Palabra de Dios, la participación en la Misa matutina Rorate y los ejercicios espirituales de Adviento.

La particularidad de estas misas es que son celebradas poco antes del amanecer, porque el Adviento espiritualmente es la espera de la Luz que se hizo hombre y nació en Belén para dispersar las tinieblas. 

Los fieles portan las velas, no solo para iluminar el lugar, sino como símbolo de que la unión de muchas luces individuales repele la oscuridad y las tinieblas. La luz que recibieron en su bautismo no la esconden, como dice Jesús en el Evangelio de San Mateo, sino que sirve para iluminar.

Al final de la Misa se empieza a ver el sol, que ya sube. Amanece un nuevo día, en símbolo que al final del Adviento recordaremos el Nacimiento del Sol que nace de lo alto, como llamó Zacarías a Jesús.

El papa Benedicto XVI recordaba que en el tiempo de Adviento, por la mañana temprano, se celebraban con gran solemnidad las misas Rorate en la iglesia aún a oscuras, sólo iluminada por la luz de las velas. La espera gozosa de la Navidad daba a aquellos días melancólicos un sello muy especial.

¿Se pueden celebrar Misas Rorate en la forma ordinaria? Sí, desde luego. No hay ninguna norma que prohíba celebrar la misa al amanecer, y sin encender luces. Tampoco hay una norma que proscriba a los fieles sostener velas durante la Eucaristía.

¿Cómo se celebraría una Misa Rorate en la forma ordinaria? Programándola al amanecer; no encendiendo las luces del templo; y pidiendo a los fieles que lleven velas encendidas. Se usaría el formulario del Común de Santa María Virgen propio del Adviento (OGMR 376). Y se usarían vestiduras litúrgicas blancas o moradas (OGMR 347)[2].



[1] Rorate, caeli, desuper, et nubes pluant justum, aperiatur terra, et germinet Salvatorem ( Cielos, destilad desde lo alto la justicia, | las nubes la derramen, | se abra la tierra y brote la salvación, | y con ella germine la justicia. | Yo, el Señor, lo he creado).

[2] Fuente: https://liturgiapapal.org/index.php/manual-de-liturgia/ritos-durante-el-a%C3%B1o/574-las-misas-rorate.html

29.11.21

EL CALENDARIO LITÚRGICO 2022

 

El domingo 28 de noviembre de 2021 es primer domingo de Adviento, dando pues comienzo un nuevo Año Litúrgico.

Cada año litúrgico comienza siempre en las vísperas del  domingo más próximo al 30 de noviembre, fiesta del apóstol San Andrés.

El domingo pascual, núcleo del año litúrgico, quedó fijado por el Concilio de Nicea, reunido el año 325, que dispuso que la Pascua se celebrase el domingo posterior al primer plenilunio del equinoccio de primavera, o dicho de otra manera, el domingo que sigue a la primera luna llena que haya después del 22 de marzo. La  Pascua de Resurrección es, por lo tanto, una fiesta variable y necesariamente deberá oscilar entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Una vez fijado el domingo pascual de cada año se establecen los demás tiempos movibles y sus fiestas: el tiempo pascual (cincuenta días posteriores) con su final en la solemnidad de Pentecostés y el tiempo cuaresmal (cuarenta y cuatro días atrás si contamos desde el Miércoles de Ceniza al Jueves Santo), además de las solemnidades dependientes del Domingo Pascual y de Pentecostés: Ascensión, Santísima Trinidad, Corpus Christi, Sagrado Corazón. 

Este año que comienza es Ciclo C, año par.

En este nuevo año litúrgico, las festividades móviles quedan establecidas así:

Comienza el Adviento

I Domingo de Adviento: 28 de noviembre de 2021.
La Sagrada Familia: Domingo, 26 de diciembre de 2021. Fiesta.
Bautismo del Señor: Domingo, 9  de enero de 2022.  Fiesta. Finaliza el tiempo de Navidad y comienza el Tiempo Ordinario, primera parte.
Comienza la Cuaresma

Miércoles de Ceniza: 2 de marzo de 2022

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor: 10 de abril de 2022.

Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor: 17 de abril de 2022. Comienza el Tiempo Pascual.

Ascensión del Señor: Domingo, 29 de mayo de 2022. Solemnidad.
Domingo de Pentecostés: 5 de junio de 2022. Solemnidad. Termina el Tiempo Pascual y se reanuda el Tiempo Ordinario, segunda parte.
Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote: Jueves 9 de junio de 2022. Fiesta.

Santísima Trinidad: Domingo, 12 de junio de 2022. Solemnidad
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo: Domingo, 19 de junio de 2022. En Sevilla se mantiene la procesión y Liturgia el jueves anterior, 16 de junio de 2022. Solemnidad.

Sagrado Corazón de Jesús: Viernes, 24 de junio de 2022. Solemnidad
Jesucristo, Rey del Universo: Domingo 20 de noviembre de 2022. Solemnidad

 

La Natividad del Señor (25 de diciembre), Epifanía del Señor (6 de enero), Transfiguración del Señor (6 de agosto) y Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre) tienen fecha fija, al  igual que las solemnidades y fiestas de la Virgen María: Inmaculada Concepción (8 de diciembre), Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios (1 de enero) y Asunción a los Cielos (15 de agosto).

En el año 2022 el Tiempo Ordinario comprende 34 semanas, de las cuales las ocho primeras se celebran antes de Cuaresma, comenzando el 10 de enero, lunes siguiente a la fiesta del Bautismo del Señor, hasta el 1 de marzo, día anterior al Miércoles de Ceniza. Se reanuda de nuevo el tiempo ordinario con la IX semana, el 6 de junio, lunes después del domingo de Pentecostés, hasta el sábado 26 de noviembre de 2022, vísperas del I Domingo de Adviento del nuevo Año Litúrgico.

Para 2022 el número áureo es el 9; Epacta: XXVII; Letra dominical: b; Letra del Martirologio: H.

 

FIESTAS DE PRECEPTO EN ESPAÑA
- 1 enero: Santa María, Madre de Dios.

- 6 enero: Epifanía del Señor.

- 19 marzo: San José, esposo de la bienaventurada Virgen María.

- 25 julio: Santiago, apóstol.

- 15 agosto: La Asunción de la Virgen María.

- 1 noviembre: Todos los Santos.

- 8 diciembre: Inmaculada Concepción de la bienaventurada Virgen María.
- 25 diciembre: La Natividad del Señor.

Todos los días anteriores se celebran como solemnidad.

 Cada diócesis debe añadir las fiestas que acuerde el obispo. La Iglesia considera como días y tiempos penitenciales todos los viernes del año y el tiempo de Cuaresma.

Recordamos que son días de abstinencia TODOS los viernes del año, no sólo los de Cuaresma (excepto si coinciden con alguna solemnidad), que puede sustituirse por  cualquiera de las siguientes prácticas recomendadas por la Iglesia: lectura de la Sagrada Escritura, limosna (en la cuantía que cada uno estime en conciencia), otras obras de caridad (visita de enfermos o atribulados), obras de piedad (participación en la santa misa, rezo del rosario, etc.) y mortificaciones corporales. Ayuno y abstinencia son el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. La ley de la abstinencia obliga a todos los mayores de 14 años en adelante y la del ayuno a los mayores de edad hasta los 59 años (CDC cánones 1249 y siguientes).

 

LIBROS QUE SE UTILIZAN DURANTE ESTE AÑO

Liturgia de las Horas
Volumen I, II, III y IV.

Misa
Misal Romano.
Leccionario dominical I-Año C
Leccionario II: Ferias de Tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua.
Leccionario III-Año par: Ferias del Tiempo Ordinario.

Leccionario IV: Propio de los santos y misas comunes.

Leccionario V: Para las misas rituales y de difuntos
Leccionario VI: Para las misas por diversas necesidades y votivas

Oración de los fieles.

Libro de la Sede.

16.10.21

EL SINODO DE LA SINODALIDAD (y II)

Como continuación de la anterior entrada analizamos ahora las distintas fases del Sínodo. El itinerario previsto se articula en tres fases. La primera comienza con una fase diocesana, que va desde el 17 de octubre 2021 hasta abril de 2022. En esos meses se trabajará el Documento Preparatorio. La consulta diocesana terminará con una reunión presinodal, que será el momento culminante del discernimiento diocesano. Las conclusiones se elevarán a la Conferencia Episcopal, la cual recopilará todas las aportaciones y redactará un solo informe que mandará a Roma. Cada obispo habrá nombrado, antes de octubre de 2021, un responsable o equipo diocesano para realizar la consulta sinodal, a través de órganos de participación que garanticen una consulta real y eficaz. 

Cuando la Conferencia Episcopal reciba las contribuciones de las diócesis, los obispos se reunirán en asamblea para conocerlas y se redactará una síntesis, que deberá enviarse a Roma antes de abril de 2022.

Posteriormente habrá una fase continental del Sínodo. Esta segunda fase, que se celebrará entre septiembre de 2022 y marzo de 2023, tiene como objetivo que la Iglesia, a nivel continental o regional, dialogue sobre las aportaciones realizadas por las Iglesias particulares. En total se celebrarán siete asambleas continentales: África, Oceanía, Asia, Oriente Medio, Europa, América Latina y América del Norte. En ellas participarán obispos y otros miembros del Pueblo de Dios, para llevar a cabo un discernimiento presinodal. Cada asamblea redactará un documento final que deben enviar a Roma en marzo de 2023. Al mismo tiempo, se estarán celebrando asambleas internacionales de especialistas, que también enviarán sus contribuciones a Roma. Con todo este material, la Secretaría General Permanente del Sínodo redacta el Instrumentum laboris, que publicará antes de junio de 2023.

Y en 2023, en el mes de octubre, se reunirán en el Vaticano los obispos y reflexionarán sobre las aportaciones y las conclusiones que han elaborado las diferentes Conferencias Episcopales y otros organismos. Una tarea ingente a la que estamos llamados a poner nuestro granito de arena.

Y ¿cómo podemos los laicos contribuir? Todos vamos a poder participar desde los distintos grupos eclesiales a los que pertenezcamos: parroquias, hermandades, movimientos juveniles o de familia, etc. En su momento recibiremos materiales de reflexión y cuestionarios. Desde estas líneas animamos a la participación, cada uno desde su ámbito y responsabilidad, ya que si el objetivo es la participación y no lo hacemos el Sínodo se quedará en papel mojado.

Para conocer todo lo relativo al Sínodo, sus avances y programación se puede consultar la web https://www.synod.va/es.html.

 

15.10.21

EL SINODO DE LA SINODALIDAD I

El domingo 17 de octubre todas las diócesis del mundo están llamadas a significar la puesta en marcha del Sínodo mediante una celebración en la que, como comunidad, invocaremos al Espíritu Santo para que nos siga acompañando y marcando el camino a seguir. 

Previamente, el domingo 10 de octubre el papa Francisco lo ha iniciado con una solemne Eucaristía en el Vaticano. 

En Sevilla será a las 19h con una Eucaristía en la catedral. De esta forma el arzobispo convoca a toda la Archidiócesis a participar de este proceso de crecimiento en la fe, sintiéndose comunidad orante, de modo que, como recomendaba San Pablo, no extingamos la acción del Espíritu, examinándolo todo y quedándonos con lo bueno.

El lema del Sínodo es: Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión.

Pero ¿qué es un Sínodo?  Algunas personas pueden pensar que es como un Concilio, pero más reducido. Y no les falta razón. Y ¿qué es la sinodalidad? término nuevo que leeremos y oiremos muchas veces a partir de ahora.

El Sínodo de los Obispos es una institución permanente, creada por Pablo VI en 1965, como respuesta a los deseos de los padres conciliares del Vaticano II para mantener vivo ese espíritu de colegialidad que había nacido de la experiencia conciliar. El Sínodo puede ser definido, en términos generales, como una asamblea de obispos que tiene como tarea ayudar al Papa en el gobierno de la Iglesia universal dándole su consejo. Sus deliberaciones y conclusiones no son ejecutivas sino solo consultivas.

La novedad de este Sínodo consiste en que, previamente a la reunión de todos los obispos, que será en 2023 y, siguiendo la intención del papa Francisco, la Iglesia entera participará en la búsqueda de la sinodalidad, para propiciar que, de manera real y efectiva, todos los bautizados, comenzando por el Papa, los obispos, los sacerdotes, consagrados y laicos caminemos juntos en comunión y fraternidad. Así pues, hay un camino a recorrer en dos años hasta la culminación del Sínodo en el Vaticano. Esa asamblea será la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Así que podemos afirmar que el Sínodo de 2023 en realidad comienza este mes de octubre, en el que no participan solo los obispos, sino todo el Pueblo de Dios. La finalidad del Sínodo de 2023 es escuchar a toda la Iglesia y encontrar métodos que faciliten el llevar este concepto de sinodalidad a la práctica. En definitiva, la participación de todo el Pueblo de Dios.

La sinodalidad era la forma y el estilo de la Iglesia primitiva y consiste en caminar juntos, no solo la jerarquía. Sinodalidad es un término nuevo que expresa la identidad de la Iglesia como Pueblo de Dios en camino, en peregrinación hacia el Reino; subraya la dignidad común de todos los cristianos y afirma su corresponsabilidad en la misión evangelizadora.

1.8.21

EL PALIO ARZOBISPAL

 

El próximo 11 de septiembre de 2021, sábado, a las 11h tendrá lugar en la catedral de Sevilla la misa en la cual se le impondrá el palio al nuevo arzobispo José Ángel Saiz. La misa contará con la participación del nuncio apostólico en España, monseñor Bernardito Auza, que será quien se lo imponga como representante del Papa y de los obispos de las diócesis comprendidas en la Provincia Eclesiástica de Sevilla: Córdoba, Cádiz y Ceuta, Asidonia-Jerez, Huelva, Canarias y Tenerife.

 

Previamente, el pasado 29 de junio, solemnidad de San Pedro y San Pablo, había tenido lugar en la basílica del Vaticano el acto de bendición de los palios con los que el papa Francisco distingue a los prelados que han sido nombrados arzobispos en el año en curso, un total de 34 arzobispos procedentes de todos los continentes. Hasta hace poco eran los Papas quienes imponían el palio pero el papa Francisco, desde 2015, ha cambiado el rito.

 

Hasta aquí la información. Pero debemos preguntarnos ¿en qué consiste el palio arzobispal? ¿Tan importante es su imposición que se rodea de tantos ritos? En Sevilla, hablar de palio lleva inmediatamente a los pasos de palio de nuestras dolorosas. Nada tiene que ver este palio, salvo el nombre.

Los obispos llevan una serie de «insignias pontificales» que son de uso exclusivo del orden episcopal: el anillo, el báculo, la mitra, la cruz pectoral, y, además, el palio si le corresponde por derecho.

El palio, signo del  ministerio y del servicio que prestan en la Iglesia,  es una banda estrecha de lana blanca cosida en forma circular de la cual caen dos tiras cortas en sentido vertical, sobre el pecho y espalda. Va adornado con seis cruces negras, cuatro de ellas en la banda circular y las otras dos en los extremos. Se lleva sobre la casulla colgado de los hombros, a modo de escapulario. Lo usan los arzobispos metropolitanos (caso del de Sevilla) y algunos obispos como signo de autoridad y jurisdicción. Los Papas lo usaban hasta hace poco con cruces rojas pero el papa Francisco usa la misma que los obispos, con cruces negras, para así visualizar mejor su comunión con el ministerio del obispado.

El arzobispo residencial que haya recibido ya el palio lo lleva dentro del territorio de su jurisdicción cuando celebra Misa Estacional, o por lo menos con gran solemnidad, y también cuando hace las ordenaciones, la bendición de un abad, de una abadesa, la consagración de vírgenes y la dedicación de una iglesia y de un altar.

El palio fue inicialmente usado sólo por el Papa desde el siglo IV y, posteriormente, lo fue otorgando también a los arzobispos para expresar la fidelidad y la comunión de éstos con el obispo de Roma. El ceremonial de los obispos describe puntualmente el rito a seguir  (núms 1149 al 1155).

Benedicto XVI, al recordar el sentido del palio dijo: Recuerda los corderos y las ovejas de Cristo, que el Señor ha confiado a Pedro con la tarea de apacentarles. El palio también recuerda a Cristo mismo, que como Buen Pastor, ha tomado sobre sus hombros a la oveja perdida, la humanidad, para devolverla a casa.

 Como curiosidad terminamos añadiendo que la lana del palio procede de dos corderos bendecidos en la basílica de Santa Inés y que son presentados al Papa en la fiesta de Santa Inés, el 21 de enero. Los palios quedan depositados junto a la tumba del apóstol Pedro hasta el momento de ser bendecidos solemnemente por el Papa para los nuevos arzobispos nombrados durante el año, en la Eucaristía de la fiesta de San Pedro y San Pablo.

Los palios son confeccionados por las religiosas benedictinas del monasterio de Santa Cecilia, situado en el barrio romano de Trastevere, tomando la lana de los corderos que fueron bendecidos y criados en la abadía de las Tres Fontanas, lugar en que la tradición sitúa la decapitación de San Pablo.

 

 

14.3.21

LA VIGILIA

Vamos en este artículo a analizar el concepto de «vigilia» en su significado litúrgico, ya que también es un término que se usa en el lenguaje ordinario.

En primer lugar diremos que la palabra «vigilia» viene de velar y significa exactamente «noche de vela», o sea, noche que se permanece despierto para realizar alguna acción o espera vigilante. Los judíos lo hacen la noche del 14 de Nisán, en recuerdo de éxodo de Egipto. Los cristianos lo hacemos en la noche pascual.

En el tiempo de Cuaresma es, o más bien era, frecuente oír decir que «hoy es vigilia». Incluso algunos establecimientos de comida, bares y restaurantes lo ponían en un cartel. Ese sentido, que es el que consideramos que actualmente tiene el pueblo de la vigilia, se refiere en realidad a la abstinencia de comer carne en los viernes cuaresmales. Así, hay platos especialmente preparados para estas fechas, menús de vigilia, donde el bacalao, los potajes y la repostería propios de este tiempo (torrijas, pestiños, mantas doblás) son los reyes de la mesa los viernes cuaresmales.

En realidad, el término vigilia se utiliza como sinónimo de abstinencia de carne. Pero el auténtico concepto de vigilia poco tiene que ver con esa idea, salvo identificar abstinencia con penitencia.

La noción de vigila en épocas medievales y posteriores se refería a un día penitencial que precedía a un día festivo. Este concepto ha quedado abolido desde la reforma litúrgica del Vaticano II y ha evolucionado a otros significados.

La oración nocturna ha tenido siempre un lugar importante en la espiritualidad cristiana y en la Liturgia. Expresa y estimula la espera del Señor que vino, que resucitó y que volverá[1].

La Iglesia siempre observó intensamente la vigilia pascual, al principio con una vela de noche entera que culminaba con la celebración de los bautismos y de la eucaristía. A imitación de esta vigila, las Iglesias fueron inaugurando con una vigilia algunas solemnidades, tales como Navidad y Pentecostés. Incluso el aniversario de los santos, celebrados junto a sus tumbas, incluían unas vigilias.

Hoy día, la vigilia, salvo la pascual, se refiere a la «misa de la vigilia», misa que puede celebrarse en la tarde anterior a alguna solemnidad, con rito festivo y/o a algunas celebraciones de la Palabra de Dios.

Solo tienen misa de vigila las solemnidades de Pentecostés y Navidad (en el Propio del tiempo) y las del Nacimiento de san Juan Bautista, de los santos apóstoles Pedro y Pablo, y de la Asunción de la Virgen María (en el Propio de los Santos)[2].

También pueden celebrarse vigilias en torno a la muerte de un cristiano, no necesariamente con carácter nocturno, con salmos, lecturas y oraciones.  Además, en las comunidades contemplativas, se mantienen los Maitines, como evolución del Oficio de Lecturas nocturno, que fue pasando a primera hora de la mañana, a la hora del canto del gallo, gallicinium,  aunque conserva el carácter de alabanza nocturna.

El Ceremonial de los Obispos (CO) recomienda realizar celebraciones de la Palabra en algunas vigilias.

Conviene, por lo tanto, que en las celebraciones de la Palabra de Dios,  sobre todo en las vigilias de las fiestas más solemnes, en algunas ferias de Adviento y Cuaresma y los domingos y día festivos se realicen este tipo de celebraciones, bajo la presidencia del obispo y, preferentemente, en la iglesia catedral[3]. Aquí se entiende que se refiere a la víspera.

Terminamos recordando las leyes sobre el ayuno y la abstinencia.

El CDC dedica los cánones 1249 al 1253 a esta cuestión.

1249 Todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por ley divina a hacer penitencia; sin embargo, para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días penitenciales, en los que se dediquen los fieles de manera especial a la oración, realicen obras de piedad y de caridad y se nieguen a sí mismos, cumpliendo con mayor fidelidad sus propias obligaciones y, sobre todo, observando el ayuno y la abstinencia, a tenor de los cánones que siguen.

1250  En la Iglesia universal, son días y tiempos penitenciales todos los viernes del año y el tiempo de cuaresma.

1251  Todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne, o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal; ayuno y abstinencia se guardarán el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. (El Sábado Santo se recomienda).

1252 La ley de la abstinencia obliga a los que han cumplido catorce años; la del ayuno, a todos los mayores de edad, hasta que hayan cumplido cincuenta y nueve años. Cuiden sin embargo los pastores de almas y los padres de que también se formen en un auténtico espíritu de penitencia quienes, por no haber alcanzado la edad, no están obligados al ayuno o a la abstinencia.

1253 La Conferencia Episcopal puede determinar con más detalle el modo de observar el ayuno y la abstinencia, así como sustituirlos en todo o en parte por otras formas de penitencia, sobre todo por obras de caridad y prácticas de piedad.

 



[1] A-G. Mortimort, La Iglesia en Oración.

[2] NUAL Capítulo II- 1.

[3] CO 223

7.3.21

UNA DEVOCIÓN PERDIDA: LAS ESTACIONES CUARESMALES

Ante todo, explicamos el sentido de la palabra estación, que viene del latín stare, statio —estar de pie, detenerse—- Así, en el lenguaje común hablamos de estaciones de autobús, de tren, etc. También hablamos de las estaciones del vía crucis o de las estaciones en las procesiones con el Santísimo. Hacer estación es llegar a un lugar, generalmente en procesión, para allí realizar algún acto, en este caso religioso.

Durante los primeros años del cristianismo existía la costumbre de reunirse la comunidad en los días de ayuno y oración —miércoles y viernes— pero sobre todo se aplicó a las convocatorias comunitarias de Roma, que, presididas por el Papa, se tenían en determinadas iglesias en Cuaresma[1]. Posteriormente comenzó a llamarse así a toda celebración presidida por el obispo, para subrayar el sentido teológico de la comunidad en torno a su pastor, como afirma Aldazábal. De ahí viene el nombre de «misa estacional» a las celebradas por el obispo en determinadas circunstancias y de la misa statio orbis con que finalizan los congresos eucarísticos internacionales.

En Roma las estaciones consistían en la reunión del pueblo en una iglesia menor y de allí, presididos por el Papa, tras unas oraciones, marchaban en procesión a una iglesia de más importancia (al principio a Letrán o a San Pedro, dependiendo del tiempo litúrgico).

La reunión del clero y de los fieles (collecta) se hacía en una iglesia determinada, desde la cual se iba en procesión, cantando salmos y letanías, hasta la iglesia de la estación donde el Papa celebraba la misa[2].

Esta costumbre fue imitada en otras ciudades, en las que el obispo era quien presidía la estación. En los años iniciales del Concilio Vaticano II esta práctica cayó en clara decadencia, por ser consideradas obsoletas y anacrónicas por una parte del clero. Hoy podemos decir que viven una época de progresiva recuperación.

Se practican hoy en la urbe —Roma— cuarenta y cuatro estaciones cuaresmales y ocho pascuales, con dos celebraciones, una matutina, y otra vespertina, ésta solemne celebrada por un obispo o, cuando es posible, por el mismo cardenal titular[3].

La primera de las estaciones cuaresmales, la única que actualmente preside el Papa, se realiza el Miércoles de Ceniza. El Papa comienza esta liturgia —cuando las circunstancias lo permiten— en el templo de San Anselmo del Aventino, seguida de la procesión penitencial a la basílica de Santa Sabina.

El Ceremonial de los Obispos dedica su capítulo V a «Las Asambleas Cuaresmales». Allí se recomienda conservar y fomentar las celebraciones litúrgicas cuaresmales a modo de las antiguas estaciones romanas y que se mantengan y se impulsen las asambleas de la Iglesia local, al menos en las ciudades más importantes y hacerlo en domingo u otro día oportuno junto a los sepulcros de los santos o en las iglesias más importantes de la ciudad. También, en su número 261, describe pormenorizadamente el desarrollo del rito, que es como sigue:

En un lugar adecuado, el obispo se reviste con los ornamentos sagrados de color morado, necesarios para la misa. En lugar de casulla puede llevar capa pluvial, que deja cuando finalice la procesión. Recibe la mitra sencilla y el báculo, y, con los ministros y, si es el caso, con los concelebrantes revestidos para la misa, se dirige al lugar donde se encuentra reunida la asamblea, mientras se canta un canto adecuado.

Finalizado el canto, el obispo deja la mitra y el báculo, y saluda al pueblo. Después, tras una breve monición que hace él mismo, el concelebrante o el diácono, el obispo, con las manos extendidas, dice la oración colecta sobre el misterio de la Santa Cruz, o por la remisión de los pecados, o por la Iglesia, especialmente la local, o pronuncia una de las oraciones sobre el pueblo que hay en el Misal. Luego, el obispo, recibida la mitra, si es oportuno, pone incienso en el incensario y el diácono anuncia: «Vayamos en paz»; se ordena la procesión hacia la iglesia, mientras se cantan las letanías de los santos. En el lugar correspondiente se pueden intercalar las invocaciones al santo patrón, del fundador y de los santos de la Iglesia local. Una vez que la procesión llega a la iglesia, todos se colocan en los lugares que tienen asignados. El obispo, cuando llega al altar, deja la mitra y el báculo, y venera e inciensa el altar. Después, se dirige a la cátedra, donde deja la capa pluvial, si la llevaba en la procesión, y recibe la casulla; y, omitidos los ritos iniciales y, si es oportuno, el Señor, ten piedad, dice la oración colecta de la misa. Luego continúa la misa como de costumbre (CO 261).

Finalizamos con una observación de Ramón de la Campa, que señala que es importante recordar que debemos situar aquí —en las estaciones cuaresmales romanas— el antecedente de nuestros desfiles procesionales de Semana Santa, que se configuran también como estaciones penitenciales[4].

 



[1] José Aldazábal, Vocabulario básico de Liturgia

[2] A.G. Martimort, La Iglesia en oración, pág 817

[3] Ramón de la Campa en Revista Cabildo, Murcia, 2014, pág 83.

[4] Ibidem  pág 83

23.1.21

SOBRE EL NOMBRAMIENTO DE LOS OBISPOS DIOCESANOS

En este articulo vamos a abordar un cuestión  que no es de Liturgia, sino de Código de Derecho Canónico, pero de actualidad, porque siempre hay alguna sede vacante que cubrir o un obispo dimisionario a quien sustituir. Cuando un obispo dimite, bien por edad o por enfermedad el pueblo se pregunta ¿Por qué no viene ya el sustituto, por qué la Iglesia (no sólo la Iglesia) es tan lenta en tomar decisiones?

Bien, vamos a analizar lo que dispone el Código de Derecho Canónico al respecto. El procedimiento es complejo y laborioso, necesariamente lento.   

En primer lugar veamos el canon 401 § 1.Al Obispo diocesano que haya cumplido setenta y cinco años de edad se le ruega que presente la renuncia de su oficio al Sumo Pontífice, el cual proveerá teniendo en cuenta todas las circunstancias.

 § 2.    Se ruega encarecidamente al Obispo diocesano que presente la renuncia de su oficio si por enfermedad u otra causa grave quedase disminuida su capacidad para desempeñarlo.

Así pues vemos que hay dos motivos para presentar la renuncia: la edad y la causa grave de salud. Ambos requisitos se dan en don Juan José.

Y sigue: 402 § 1.    El Obispo a quien se haya aceptado la renuncia de su oficio conserva el título de Obispo dimisionario de su diócesis, y, si lo desea, puede continuar residiendo en ella, a no ser que en casos determinados por circunstancias especiales la Sede Apostólica provea de otra manera.

 § 2.    La Conferencia Episcopal debe cuidar de que se disponga lo necesario para la conveniente y digna sustentación del Obispo dimisionario, teniendo en cuenta que la obligación principal recae sobre la misma diócesis a la que sirvió.

El canon 376 dispone que Se llaman diocesanos, los Obispos a los que se ha encomendado el cuidado de una diócesis; los demás se denominan titulares. Y en el siguiente se dispone que  El Sumo Pontífice nombra libremente a los Obispos, o confirma a los que han sido legítimamente elegidos.

Bien, pero ¿Cuál es el procedimiento para la sustitución de un obispo? En esta cuestión en el canon 377 § 3 se indica la manera de proceder: A no ser que se establezca legítimamente de otra manera, cuando se ha de nombrar un Obispo diocesano o un Obispo coadjutor, para proponer a la Sede Apostólica una terna, corresponde al Legado pontificio investigar separadamente y comunicar a la misma Sede Apostólica, juntamente con su opinión, lo que sugieran el Arzobispo y los Sufragáneos de la provincia, a la cual pertenece la diócesis que se ha de proveer o con la cual está agrupada, así como el presidente de la Conferencia Episcopal; oiga además el Legado pontificio a algunos del colegio de consultores y del cabildo catedral y, si lo juzgare conveniente, pida en secreto y separadamente el parecer de algunos de uno y otro clero, y también de laicos que destaquen por su sabiduría.

Aclaramos. Al Papa le presenta una terna el Legado pontificio (en este caso ese papel lo asume el Nuncio), al que le corresponde investigar (se entiende que la idoneidad de los propuestos) debiendo trasmitir a la Santa Sede su propia opinión, la del presidente de la Conferencia Episcopal y la de los obispos de la provincia eclesiástica a la que pertenezca la diócesis a cubrir (en el caso de Sevilla sería a  los obispos de Sevilla, Córdoba, Huelva, Asidonia-Jerez, Cadiz-Ceuta, Tenerife y Canarias). También puede consultar a otros miembros del clero e incluso a laicos. La idoneidad definitiva corresponde a la Santa Sede

Interesante es el apartado 377 § 5.   En lo sucesivo no se concederá a las autoridades civiles ningún derecho ni privilegio de elección, nombramiento, presentación y designación de Obispos. Con esta disposición se liquida el privilegio que tenían algunos gobiernos de proponer ternas y similares y/o vetar nombres.

Una vez que el elegido recibe las cartas apostólicas (nombramiento) tiene dos meses para tomar posesión si ya es obispo o cuatro meses si no lo es, ya que tiene ser ordenado de obispo. 382  § 2.  A no ser que se halle legítimamente impedido, quien ha sido promovido al oficio de Obispo diocesano debe tomar posesión canónica de su diócesis dentro del plazo de cuatro meses a partir del momento en que recibe las letras apostólicas, si aún no había recibido la consagración episcopal, y dentro del plazo de dos meses, si ya estaba consagrado.

El canon 382 §4 dispone que Es muy aconsejable que la toma de posesión canónica tenga lugar en la iglesia catedral, con un acto litúrgico al que asisten el clero y el pueblo.

De lo cual se deduce que un presbítero puede ser nombrado obispo diocesano, debiendo ser previamente ordenado, como es lógico.

20.1.21

SOBRE LA CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE«MOTU PROPRIO SPIRITUS DOMINI

  

El pasado 10 de enero, fiesta del Bautismo del Señor, el papa Francisco ha decretado la modificación del canon 230 § 1 del Código de Derecho Canónico, ordenando su nueva redacción: Los laicos que tengan la edad y los dones determinados por decreto de la Conferencia Episcopal podrán ser asumidos establemente, mediante el rito litúrgico establecido, en los ministerios de lectores y acólitos; sin embargo, tal atribución no les da derecho al sustento ni a la remuneración por parte de la Iglesia.

Hasta este día, el canon concretaba que solo los varones laicos podían ser llamados a los ministerios del lectorado y acolitado. ¿Qué transcendencia tiene el eliminar la palabra varones y dejar solo la palabra laicos? Pues muy importante, ya que esta modificación da acceso a los ministerios instituidos a las mujeres.

Y ¿Qué son y qué funciones tienen estos ministerios laicales? A este asunto vamos a dedicar un par de artículos. Antes de comenzar hay que aclarar que esta modificación no se refiere a los llamados «acólitos» de las hermandades, ya que éstos no son acólitos propiamente dichos, sino que ejercen algunas de sus funciones. Es evidente que, si ya salían en los cultos internos y en la estación de penitencia sin ningún reparo, ahora ya no cabe duda.

Mediante el Motu Proprio Ministeria Quaedam –15-VIII-72– el papa san Pablo VI suprimió el subdiaconado y las cuatro órdenes menores –Ostiariado, Lectorado, Exorcistado y Acolitado–, estableciendo en su lugar los ministerios laicales del Lectorado y del Acolitado. Se estableció así una frontera clara y diáfana entre ministerios ordenados, que se confieren mediante la imposición de manos (diaconado, presbiterado y episcopado) y los demás ministerios, que pueden ser instituidos o simplemente confiados a los laicos, de manera estable u ocasional, como el caso de la persona que sale a leer o a decir unas preces. 

El Motu Proprio relaciona las funciones de cada ministro: El Lector queda instituido para la función, que le es propia, de leer la palabra de Dios en la asamblea litúrgica. Por lo cual proclamará las lecturas de la Sagrada Escritura, pero no el Evangelio, en la Misa y en las demás celebraciones sagradas; faltando el salmista, recitará el Salmo interleccional; proclamará las intenciones de la Oración Universal de los fieles, cuando no haya a disposición diácono o cantor; dirigirá el canto y la participación del pueblo fiel; instruirá a los fieles para recibir dignamente los Sacramentos. También podrá, cuando sea necesario, encargarse de la preparación de otros fieles a quienes se encomiende temporalmente la lectura de la Sagrada Escritura en los actos litúrgicos. Para realizar mejor y más perfectamente estas funciones, medite con asiduidad la Sagrada Escritura. El Lector, consciente de la responsabilidad adquirida, procure con todo empeño y ponga los medios aptos para conseguir cada día más plenamente el suave y vivo amor, así como el conocimiento de la Sagrada Escritura, para llegar a ser más perfecto discípulo del Señor.

Respecto a las funciones del acólito indica: El Acólito queda instituido para ayudar al diácono y prestar su servicio al sacerdote. Es propio de él cuidar el servicio del altar, asistir al diácono y al sacerdote en las funciones litúrgicas, principalmente en la celebración de la Misa; además distribuir, como ministro extraordinario, la Sagrada Comunión cuando faltan los ministros de que habla el c. 845 del CDC o están imposibilitados por enfermedad, avanzada edad o ministerio pastoral, o también cuando el número de fieles que se acerca a la Sagrada Mesa es tan elevado que se alargaría demasiado la Misa. En las mismas circunstancias especiales se le podrá encargar que exponga públicamente a la adoración de los fieles el Sacramento de la Sagrada Eucaristía y hacer después la reserva; pero no que bendiga al pueblo. Podrá también -–cuando sea necesario–  cuidar de la instrucción de los demás fieles, que por encargo temporal ayudan al sacerdote o al diácono en los actos litúrgicos llevando el misal, la cruz, las velas, etc., o realizando otras funciones semejantes. Todas estas funciones las ejercerá más dignamente participando con piedad cada día más ardiente en la Sagrada Eucaristía, alimentándose de ella y adquiriendo un más profundo conocimiento de la misma. El Acólito, destinado de modo particular al servicio del altar, aprenda todo aquello que pertenece al culto público divino y trate de captar su sentido íntimo y espiritual; de forma que se ofrezca diariamente a sí mismo a Dios, siendo para todos un ejemplo de seriedad y devoción en el iglesia sagrado y además, con sincero amor, se sienta cercano al Cuerpo Místico de Cristo o Pueblo de Dios, especialmente a los necesitados y enfermos.