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14.12.22

SOBRE EL NÚMERO DE NAVES Y LA ORIENTACIÓN DE LAS IGLESIAS.

En este artículo vamos a abordar el número de naves en las iglesias y su orientación litúrgica.

En cuanto al número de naves, lugar para los fieles, tradicionalmente las iglesias conventuales tienen una sola nave, con alguna excepción, y las iglesias parroquiales, que suelen tener tres naves (disposición basilical), aunque hoy no hay nada dispuesto al respecto, priorizando siempre, en las nuevas iglesias, que los fieles puedan ver al sacerdote y sus ministros con facilidad y que puedan adoptar las posturas que en cada momento la Liturgia dispone, así como que puedan acercarse con comodidad a recibir la comunión. También la nave puede ser un único espacio dispuesto como un gran salón,  mirando al presbiterio, como ocurre en la basílica sevillana de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, construida a imitación del Panteón romano.

También es costumbre que las iglesias parroquiales tengan una torre coronada por un cuerpo de  campanas y las iglesias conventuales lleven una espadaña, en vez de torre. La espadaña del monasterio de Santa Paula, la más bella y airosa de Sevilla.

A veces aparecen dos torres, flanqueando la fachada principal, como ocurre en la parroquia sevillana de San Ildefonso.

También se dispone expresamente que se dispongan los medios de megafonía adecuados para que los fieles tengan una perfecta audición.

Otro elemento a tener en cuenta es la orientación del iglesia, que siempre ha sido en la tradición cristiana  mirando al oriente –oriens significa oriente y orientarse es dirigirse al oriente, al este–. El ábside, la cabecera de la iglesia litúrgicamente orientada debe mirar al punto por donde sale el sol. Así, Cristo es el sol naciente que trae la luz y la salvación al mundo. Si los judíos orientan sus sinagogas mirando a Jerusalén y los musulmanes sus mezquitas mirando hacia la Meca, así los cristianos hemos tenido la costumbre, considerada como tradición apostólica desde tiempos de la primitiva Iglesia, de mirar mientras oramos hacia el oriente, de tal manera que el pueblo e incluso hasta hace poco también el sacerdote y el pueblo convergían sus miradas en esa dirección. Cristo está simbolizado por el sol naciente que volverá en el último amanecer de la historia. En la Liturgia anterior a la reforma vaticana se suele decir que el sacerdote estaba de espaldas al pueblo. Cierto, pero lo relevante no era que le diera la espalda sino que miraba, junto con el pueblo, a la misma dirección. Todos miraban al oriente.