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26.4.09

EL VIÁTICO

La palabra “Viático proviene del latín “via”, o sea, camino, y significa «provisiones para el viaje que se va a emprender». Así lo entendían los romanos.
En la liturgia católica el Viático consiste en administrar la comunión, bajo las dos especies a ser posible, a los moribundos como ayuda para celebrar la Pascua definitiva. Así pues, a los que van a dejar la vida terrena la Iglesia les ofrece un alimento espiritual para su pascua, la comunión, llamada en esta ocasión Viático. La Unción es un sacramento específico para los enfermos de cierta gravedad, no para moribundos como pueda pensarse. El Viático sí que es específico para los moribundos, siempre a condición de que estén lúcidos con las limitaciones propias de su estado.
El ministro adecuado para impartir, tanto la Unción de enfermos como el Viático, sería el párroco o su vicario, el capellán correspondiente o el superior de una comunidad religiosa pero por causa razonable o en caso de necesidad podría hacerlo cualquier sacerdote, informando posteriormente al ministro específico.
No debe confundirse el Viático con llevar la comunión a los enfermos, que ahora en tiempo pascual se realiza en algunos casos solemnemente con procesión eucarística.
Desde los primeros siglos fue una costumbre muy valorada el que a los cristianos en peligro cercano de muerte se les diera la comunión eucarística, recomendándolo el Concilio de Nicea (año 325): “que si alguno va a salir de este mundo, no se le prive del último y más necesario viático”. La consigna de que no se les deje marchar sin el consuelo del Viático se ha mantenido hasta la actualidad
También ahora sigue teniendo óptimo sentido esta comunión en forma de Viático. Cristo es el camino «via» y a la vez el pan de la vida, el alimento verdadero. Como el cristiano empezó su vida cristiana incorporándose a Cristo por medio del Bautismo, así termina su etapa terrena incorporándose a Cristo en su muerte y resurrección, por medio de la Eucaristía: esto les ayuda a celebrar definitivamente su Pascua, la salida de esta vida y el paso a la definitiva.
Recibida en este momento de paso hacia el Padre, la comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene una significación y una importancia particulares. Es semilla de vida eterna v poder de resurrección, según las palabras del Señor: “el que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día” (Jn 6,54). La comunión recibida como Viático ha de ser tenida como un signo especial de participación en el misterio que se celebra en el sacrificio de la misa, esto es, en la muerte del Señor y su tránsito al Padre.
El Concilio Vaticano II encargó que además de los ritos separados de la Unción de enfermos y del Viático, se redáctese un Ordo continuado según el cual se administrase la Unción de enfermos después de la confesión y antes de la recepción del Viático. En el “Ritual de la Unción y de la Pastoral de enfermos” se ofrecen textos para la celebración. El Viático debe administrarse, si es posible, dentro de la Misa que puede decirse en o cerca de la habitación del enfermo y comenzando con la aspersión de agua bendita al principio como recuerdo del bautismo. Tras la Liturgia de la Palabra el moribundo realiza, si puede, la profesión de fe con la forma dialogada del Bautismo. Al recibir la comunión el ministro añade las siguientes palabras: “Él mismo te guarde y te lleve a la vida eterna”. En la bendición, el celebrante debe añadir la indulgencia plenaria o el perdón apostólico.
Si la persona moribunda no está confirmada cualquier sacerdote puede administrarle el sacramento de la Confirmación y seguidamente la Unción de enfermos. Se usaría el rito llamado “continuo” cuando el sacerdote se da cuenta de que debe administrar todos los sacramentos para beneficio del moribundo.
En cualquier caso no debe darse la comunión en los siguientes casos
* si la persona no puede deglutir. En este caso puede dársele algunas gotas de la sangre de Cristo, si es que puede recibirlas
* si está inconsciente
* si se encuentra en un estado de enajenación irracional de tal forma que pudiese rechazar el sacramento.
Si puede comulgar, con dificultad, no hay inconveniente en darle una pequeña porción de la Hostia y darle agua después.
Terminamos con algunos consejos prácticos. Para los familiares: los que tienen a su cargo al moribundo y prevén cercano el fallecimiento deben comunicarlo a su párroco para que esté sobre aviso y acuda en cuando pueda y tomar algún teléfono o referencia para avisar en caso de agravamiento súbito.
Para los sacerdotes: no deben retrasar demasiado el Viático a los enfermos; quienes ejercen la cura de almas han de vigilar diligentemente para que los enfermos lo reciban cuando tienen aún pleno uso de sus facultades. Ningún católico, menos aún si ha sido practicante, debería abandonar esta vida terrena sin el consuelo del Viático.


17.4.09

LOS SANTOS OLEOS. EL CRISMA

Los santos oleos, que se bendicen o consagran en la Misa crismal matutina del Jueves Santo por el obispo, son de tres clases: el crisma, el óleo de los catecúmenos y el óleo de los enfermos. Esa misa crismal debe ser concelebrada. La sustancia de los óleos debe ser de aceite de oliva o de otros aceites vegetales si es difícil conseguir el de oliva. Al crisma se le añada algún bálsamo o aroma para obtener una fragancia simbólica y también por motivos prácticos: para distinguirlos de los otros óleos.
La preparación del crisma se puede hacer privadamen­te antes de su consagración, o bien hacerla el obispo en la misma acción litúrgica. La consagración del crisma es de competencia exclu­siva del obispo, sólo en caso de necesidad podría hacerlo un presbítero pero siempre dentro de la celebración del sacramento. Los párrocos tienen la obligación de recoger y custodiar dignamente los santos óleos para su uso en los sacramentos en los que se precisan.
La liturgia cristiana ha aceptado el uso del Antiguo Tes­tamento, cuando eran ungidos con el óleo de la consagra­ción los reyes, sacerdotes y profetas, ya que ellos prefigu­raban a Cristo, cuyo nombre significa «el Ungido del Se­ñor». Del mismo modo se significa con el santo crisma que los cristianos, injertados por el bautismo en el misterio pas­cual de Cristo, han muerto, han sido sepultados y resuci­tados con él, participando de su sacerdocio real y proféti­co, y recibiendo por la confirmación la unción espiritual del Espíritu Santo, que se les da.
El crisma se consagra, los otros óleos solamente se bendicen. Hay que aclarar antes de seguir que no es lo mismo bendecir (bene-dicere, o sea desear algo bueno) que consagrar (hacer sagrada una cosa).
La palabra “crisma” es griega y denomina un ungüento aromático mezcla de aceite y bálsamo oloroso. Su etimología proviene de “chrio”, ungir, que ha dado origen al término “Cristos” que significa ”El Ungido”. De ahí deriva la palabra Cristo, con la que designamos al Salvador.
El sacerdote encargado de su custodia debe velar para que se renueve cada año. Los óleos del año anterior deben quemarse o si sobran en gran cantidad pueden consumirse en alguna lámpara. No obstante, si no hubiese disponible el del año, el sacramento impartido con él sería válido.
¿Cuándo se usa el santo crisma? El crisma, que es bendecido y consagrado por el obispo se utiliza para el sacramento del bautismo. Con este crisma son ungidos los nuevos bautizados en la coronilla tras el baño del agua. También son signados en la frente los que reciben la confirmación para significar la donación del Espíritu. En la ordenación de presbíteros y obispos se ungen las manos de los presbíteros y la cabeza de los obispos. Por último con el crisma se ungen las paredes y los altares en el rito de la consagración de iglesias.
Con el óleo de los catecúmenos se preparan y disponen para el bautismo los mismos catecúmenos. Este óleo extiende el efecto de los exorcismos, para que los bautizandos reciban la fuerza pa­ra renunciar al diablo y al pecado, antes de que se acerquen y renazcan de la fuente de la vida.
Con el óleo de los enfermos, en el rito hoy llamado de Unción de enfermos y antes extremaunción, és­tos son aliviados en sus enfermedades. Es diferente del Viático, conceptos ambos que abordaremos en un próximo artículo.
El óleo de los enfermos re­media las dolencias de alma y cuerpo de los enfermos, pa­ra que puedan soportar y vencer con fortaleza el mal, y conseguir el perdón de los pecados. No sólo está indicado para los moribundos: también es aconsejable ungir a los enfermos graves o ancianos ya muy deteriorados en su salud. Lo anterior implica que puede recibirse más de un vez, si hay mejoría y posterior agravamiento.
Según la costumbre tradicional de la liturgia latina la bendición del óleo de los enfermos se hace antes de fi­nalizar la Plegaria eucarística; la bendición del óleo de los catecúmenos y la consagración del crisma tiene lugar después de la comunión. Por razones pastorales, se puede hacer todo el rito de la bendición después de la liturgia de la Palabra.


6.4.09

EL DOMINGO DE RAMOS

En el domingo de Ramos, tal como el Misal indica, la Iglesia recuerda la entrada de Cristo, el Señor, en Jerusalén para consumar su misterio pascual. Las dos fases del misterio de Cristo aparecen con un relieve especial en la liturgia de este día y conviene presentarlas como partes indisolubles de un todo: el aspecto triunfal en la procesión y el aspecto pasionario en la Eucaristía.
Este domingo tiene unas peculiaridades litúrgicas muy concretas y llamativas que los distinguen de otros domingos, fundamentalmente explicitadas en la procesión de ramos y en la lectura de la Pasión.
El recuerdo de la entrada de Cristo en Jerusalén para la plenitud de su pascua se puede hacer de tres maneras:
* Procesión y entrada solemne antes de la misa principal.
* Entrada solemne, sin procesión, antes de la misa a la que asiste gran concurso de fieles.
* Entrada simple, sin bendición de ramos.
El color litúrgico de los ornamentos es el rojo. El sacerdote puede realizar la procesión con capa pluvial, que se quitará al comenzar la Misa.
Vamos en este artículo a comentar la forma más solemne, con procesión.
LA PROCESIÓN
El rito comienza con la bendición de los ramos. Los ramos no se reparten, ni siquiera al clero ni autoridades. El pueblo debe cogerlos por sí mismos en un sitio adecuado y tenerlos en las manos para su bendición desde el comienzo del rito. Los ramos no se inciensan; solamente se asperjan con agua bendita en silencio. Una vez que el pueblo tiene los ramos el sacerdote, al llegar, saluda al pueblo y tras una oración rocía los ramos con agua bendita, sin decir nada. A continuación se proclama el Evangelio que narra la entrada del señor, según el ciclo que corresponda.
Sería oportuno tener una breve homilía después de la lectura que narra la entrada de Jesús en Jerusalén. Es­ta homilía daría sentido a esa parte primera de la celebra­ción.
Acto seguido comienza la procesión. Ante todo decir que la procesión de Ramos es la procesión litúrgica más importante de toda la Semana Santa, de ahí que revista una importancia es­pecial. Esta procesión debe ser manifestación perfecta de la fe del pueblo en su salvador; por eso cobran relieve im­portante las aclamaciones y cantos que exteriorizan esa fe en Jesucristo, muerto y resucitado.
El turiferario abre marcha y tras él va la cruz con ciriales, sacerdote, ministros y toda la asamblea de fieles. El pueblo es bueno que forme un grupo compacto manifestando que es todo un pueblo el que ca­mina festivamente. Durante la procesión se cantan salmos, antífonas y el himno a Cristo Rey.
La procesión sería lo ideal que saliese de un templo o lugar adecuado hacia la iglesia en la que se va a celebrar la Misa.
Si la procesión se hace dentro de la iglesia ha de ser en un lugar separado del presbiterio, que permita así la procesión por el interior del templo. Un lugar capaz para que el sacerdo­te, los ministros y al menos una pequeña representa­ción de los fieles puedan estar dentro de él. Al igual que en la procesión, los ramos no se distri­buyen, se bendicen y se han de tener en las manos, previa­mente recogidos. Se hace la bendición de los ramos y la proclamación del evangelio, igual que en el rito con procesión.
Esta procesión por el interior de la iglesia conviene que sea por la vía principal, no por los laterales, pasando así por en medio de la asamblea, puesta en pie, que per­manece en su sitio mientras los ministros, el celebrante y la pequeña representación de fieles avanzan hacia el al­tar.

LA MISA
Este domingo tiene Misa propia, con prefacio específico.
Al llegar la procesión a la iglesia el sacerdote se quita la capa pluvial si la llevaba y venera al altar. A continuación dice la oración colecta, omitiendo todos los ritos iniciales.
Sigue la Misa de manera normal. Otra peculiaridad llega con el Evangelio. En este día se lee el relato de la Pasión del Señor, según corresponda al ciclo. Al Evangelio no se le acompaña con cirios ni incienso, ni se hace la salutación inicial ni se signa el libro. Se necesitan tres lectores: el celebrante hace de Cristo, otro de cronista y otro del resto de personajes. Se reconocen los lectores con una cruz el sacerdote, con una C el cronista o narrador y con una S el Sanedrín. Se ofrece una versión completa y otra breve. Otra peculiaridad es que, en este día y como excepción, se admite que lectores laicos proclamen el Evangelio, reservando el papel de Cristo al sacerdote. En este caso los laicos no reciben la bendición del sacerdote, que si recibirían los diáconos.
En caso de proclamarse la lectura completa se puede permitir a los fieles sentarse en algunos momentos de la narración, si su edad o circunstancias lo aconsejan. La homilía posterior debería ser necesariamente breve.
Por lo que respecta a la liturgia eucarística y ritos finales no hay novedad y se realizan como en una Misa normal. Se puede impartir la bendición solemne.
Para finalizar diremos que el nombre de este domingo es “Domingo de Ramos en la Pasión del Señor” aunque por tradición se siga llamando al domingo anterior a Ramos como Domingo de Pasión, cuando su nomenclatura correcta sería Quinto Domingo de Cuaresma.