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29.5.22

EL RITO DE LA INCENSACIÓN III

Terminamos esta serie de artículos sobre la incensación con unos consejos prácticos dirigidos al turiferario.

El turiferario debe tener en cuenta que el incienso siempre lo pone el sacerdote que preside y lo pondrá antes de cada momento en que tenga que usarlo. Así pues, el turiferario ofrecerá en los momentos oportunos el incensario al sacerdote. Debe saber que el sacerdote bendecirá el incienso recién impuesto, sin decir nada, por lo que debe esperar a este rito para retirar o entregarle el incensario.  De igual forma el turiferario (sea diácono o acolito) siempre hará reverencia a la persona que vaya a incensar, antes y después de realizada la acción –sólo incensará, si procede, al sacerdote, al pueblo y en el momento de la ostensión del Pan y el Vino recién consagrados. No debe hacer reverencia en el momento de ofrecer el incensario para que se ponga incienso sino solamente cuando va a incensar, excepto si sirve al obispo. Si hay presencia de diácono, el turiferario se limitará a pasárselo en los momentos oportunos y en este caso su misión se limita transportar el incensario, darlo y retirarlo. También debe saber que, salvo los momentos prescritos para incensar, el resto del tiempo no debe mover el incensario.
Hacemos un recorrido por su servicio en el supuesto, el más frecuente, de que no haya diácono.
a) En la sacristía ofrecerá el incensario al sacerdote para que éste ponga incienso.
b) En la procesión de entrada, el turiferario abre marcha. Lleva el incensario con su mano derecha, moviéndolo de atrás para adelante, siempre en el sentido de la marcha y nunca de derecha a izquierda, para evitar golpear a otros. Su mano izquierda irá colocada en el pecho. A su izquierda va el portador de la naveta.
c) Al llegar al presbiterio hace reverencia al altar y sube por su izquierda, colocándose en un lugar discreto. Al llegar el sacerdote le ofrece el incensario para que ponga incienso y se lo entrega para que el sacerdote inciense al altar, la cruz y las imágenes. Acabado el rito recoge de manos del sacerdote el incensario y se retira a su sitio.
d) En el momento del Aleluya el turiferario se acercará de nuevo al sacerdote y se lo ofrecerá para que ponga incienso. En el momento preciso se dirigirá al ambón encabezando la procesión del Evangelio y se situará a la derecha del sacerdote –o diácono– para entregárselo cuando lo pida para incensar al Evangelio, tras las palabras «Lectura del Santo Evangelio según ...». Después lo recoge y se retira. Debe moverlo moderadamente durante la proclamación del Evangelio.
e) Una vez preparadas las ofrendas procede su incensación. En este momento el turiferario se acerca al sacerdote para que ponga incienso. El sacerdote incensará a las ofrendas, a la cruz y al altar, por ese orden, A continuación, entregará el incensario al acólito turiferario. Éste incensará al sacerdote con tres golpes dobles (su nombre técnico sería tres ductus de dos ictus cada uno). Posteriormente incensará a los concelebrantes, si los hubiese, y después, dirigiéndose al centro del presbiterio y cara al pueblo lo incensará, siempre con tres golpes dobles. Primero al centro, luego a la izquierda y finalmente a la derecha. Acabado el rito se retira a su sitio.
f) El último momento del empleo del incienso en la celebración eucarística llega en el momento de la consagración. Tras el santus el turiferario se colocará de rodillas delante del altar e incensará en el momento de la elevación (ostensión) del Pan y del Vino, también con tres golpes dobles. Se levantará tras la elevación del cáliz de manera que en la frase «Este es el sacramento de nuestra fe» y la posterior aclamación del pueblo esté ya en pie. Después se retira a su sitio.
g) Desde ese momento solamente interviene si hay Salve o se canta algún himno a una imagen expuesta solemnemente, ofreciendo el incensario al sacerdote para que inciense a la imagen mariana y retirándolo posteriormente.
h) En la procesión de salida procede igual que en la de entrada.
Como hemos visto, salvo al Santísimo que se le inciensa de rodillas, en los demás casos siempre es de pie.

 

 

18.5.22

EL RITO DE LA INCENSACIÓN II

 No es fácil precisar exactamente cuándo se introdujo el incienso en la Liturgia de la Iglesia. No hay pruebas disponibles que muestren su uso durante los primeros cuatro siglos de la Iglesia, aunque hay referencias de su empleo en el Nuevo Testamento. Lucas, al inicio de su Evangelio, habla sobre el nacimiento de Juan Bautista y escribe:

 En los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote de nombre Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón, cuyo nombre era Isabel. 6Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del Señor. 7No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de edad avanzada. 8Una vez que oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, 9según la costumbre de los sacerdotes, le tocó en suerte a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; 10la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso. 

También los Reyes Magos ofrecieron al Niño oro, incienso y mirra.

La primera referencia de su uso en el servicio de la Iglesia se encuentra en Seudo-Dionisio Areopagita, teólogo y místico bizantino del siglo V y VI. El uso tardío del incienso entre los cristianos tal vez se debió para que el pueblo no lo asimilara como un culto pagano.  

El incienso es un sacramental, utilizado para santificar, bendecir y venerar. El humo del incienso es símbolo del misterio de Dios.

El rito de incensación expresa reverencia y oración. La materia que se coloca en el incensario, debe ser incienso puro o si se le agrega algo, procúrese que la cantidad de incienso sea mucho mayor.

En la misa se usa en estos momentos:

a) durante la  procesión de entrada

b) al comienzo de la misa, para incensar el altar, la cruz y la imagen que esté expuesta de manera solemne

c) para la procesión y al Evangeliario en la proclamación del Evangelio

d) en la preparación de los dones, para incensar las ofrendas, cruz y altar, al obispo o presidente de la celebración,  a los concelebrantes y al pueblo

e) en el momento de la ostensión de la hostia y el cáliz, después de la consagración.

f) En la procesión de salida. Si se canta la Salve u otro himno a una imagen solemnemente expuesta también se la inciensa.

También se usa incienso, como se describe en los libros litúrgicos, a saber:

a) en la dedicación de una iglesia y de un altar

b) en la consagración del sagrado crisma, cuando se llevan los óleos benditos

c) en la exposición del Santísimo Sacramento con la custodia

d) en las exequias de los difuntos.

Además, el incienso se emplea de ordinario, en las procesiones de la Presentación del Señor, del Domingo de Ramos, en la Misa en la Cena del Señor, de la Vigilia pascual para incensar al cirio pascual (se colocan cinco granos de incienso en el Cirio Pascual).

e) en la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo; en la solemne traslación de las reliquias, y en general, en las procesiones que se hacen con solemnidad.

En Laudes y Vísperas solemnes se puede incensar el altar, al Obispo y al pueblo, mientras se canta el cántico evangélico.

El obispo,  si está en la cátedra, o en otra sede, se sienta para poner incienso en el incensario, de no ser así, pone el incienso estando de pie; el diácono le presenta la naveta y el obispo o presidente toma, de ordinario, tres cucharaditas de incienso, lo coloca en el turíbulo y bendice el incienso con el signo de la cruz, sin decir nada. Después, el diácono recibe el incensario de manos del acólito y lo entrega al obispo para que inciense las ofrendas, la cruz y el altar. Antes y después de incensar, se hace inclinación profunda a la persona u objeto que se inciensa; se exceptúan el altar y las ofrendas para el sacrificio de la Misa.

Sobre la manera de incensar, se hace así: con tres movimientos dobles se inciensa al Santísimo Sacramento, la reliquia de la Santa Cruz y las imágenes del Señor expuestas solemnemente, también las ofrendas, la cruz, el Evangeliario el cirio pascual, el obispo o el presbítero celebrante, la autoridad civil que por oficio está presente en la sagrada celebración y el pueblo, sí como el cuerpo del difunto.

Con dos movimientos dobles se inciensan  las reliquias e imágenes de los santos expuestos para pública veneración.

El altar se inciensa con movimientos  sencillos de la siguiente manera

a) Si el altar está separado de la pared, el  obispo lo inciensa pasando alrededor del mismo

b) Si el altar está unido a la pared, el obispo,  mientras va pasando, inciensa primero la parte derecha, luego la parte izquierda del altar. Si la cruz está sobre el altar o cerca de él, se inciensa antes que el mismo altar, de no ser así,  el obispo la inciensa cuando pase ante ella. Las ofrendas  se inciensan antes de la incensación del altar y de la cruz. El Santísimo Sacramento se inciensa de rodillas.

Las reliquias y las imágenes sagradas expuestas a la  veneración pública se inciensan después de la incensación del altar. En la misa, sin embargo, únicamente  al inicio de la celebración.

El obispo, tanto en el altar como en la cátedra, recibe la incensación estando de pie, sin mitra, a no ser que ya la tenga. El diácono o el acólito inciensa después a todos los concelebrantes al mismo tiempo. Por último, el diácono o el acólito inciensa al pueblo desde el sitio más conveniente. 

El que preside la Nación, y que viene por oficio a la sagrada celebración, donde existe la costumbre, es incensado después del obispo.

4.5.22

EL RITO DE LA INCENSACIÓN (I)

En una serie de tres artículos vamos a analizar el rito de la incensación. Comenzaremos diciendo que el incienso es una sustancia aromática que se obtiene de ciertos árboles resinosos y se emplea principalmente con fines de culto religioso. La palabra también se utiliza para señalar el humo o perfume que surge cuando se quema el incienso. Del latín «incendere» deriva incensario, y de la raíz griega «thus» proviene turíbulo y turiferario.

 SU USO EN LAS CIVILIZACIONES ANTIGUAS

Las religiones han empleado desde hace mucho tiempo el incienso en sus ceremonias litúrgicas. Heródoto ya da noticias de su uso entre los asirios y babilonios, mientras que en relieves egipcios se representa a los reyes y dioses recibiendo el incienso, como signo de honor y respeto.

 Estos incensarios, con forma de brazo humano, sostenían un cuenco lleno de carbón. El oficiante seleccionaba las bolitas de resina de un pequeño compartimento situado a lo largo y las echaba en el cuenco. Los faraones llegaban incluso a cultivar árboles de incienso, o se importaban las resinas para los templos y tumbas egipcias. Al incienso se le atribuían múltiples propiedades, como la fertilidad o la capacidad de dar la vida.

El incienso significa reverencia y oración, pero en un nivel más profundo evoca incluso la presencia real de la divinidad mediante la creación de la «fragancia de los dioses»[1].

 Los romanos también quemaban incienso y perfumes en sus ritos domésticos durante las celebraciones privadas como bodas y funerales, pero también para solicitar favores o dar las gracias a los dioses.

 EL INCIENSO EN EL PUEBLO JUDIO

El uso del incienso entró extensamente al ritual judío, en el cual se utilizaba especialmente en relación con las ofrendas eucarísticas de aceite, frutas y vino o los sacrificios incruentos. Por mandato de Dios, Moisés construyó un altar del incienso (Éx. 30), sobre el cual se quemaban las especies y gomas más dulces, y la función de la renovación diaria se le encomendó a una rama especial de la tribu levítica (1 Crón. 9,29). El incienso aparece en el Talmud y se menciona numerosas veces en la Biblia. La utilización del incienso en el culto judío continuó mucho después del comienzo del cristianismo y fue una influencia evidente en el uso de la Iglesia católica en las celebraciones litúrgicas.

 Así lo narra el libro del Éxodo: Harás un altar para quemar el incienso; lo harás de madera de acacia. 2Medirá medio metro de largo por medio metro de ancho; será cuadrado y tendrá un metro de alto. De él arrancarán unos salientes. 3Revestirás de oro puro la parte superior, sus lados y sus salientes, y le harás alrededor una cenefa de oro. 4Debajo de la moldura, a sus dos costados, le harás dos anillas, por las que se meterán los varales para transportarlo. 5Harás los varales de madera de acacia y los revestirás de oro. 6Colocarás el altar delante del velo que tapa el Arca del Testimonio y delante del propiciatorio que cubre el Testimonio, donde me encontraré contigo. 7Aarón quemará sobre él incienso aromático; lo quemará cada mañana, cuando prepare las lámparas; 8también lo quemará al atardecer, cuando Aarón encienda las lámparas. Será un incienso perpetuo, de generación en generación, ante el Señor. 9No ofreceréis sobre él incienso profano, ni holocausto, ni ofrendas, ni derramaréis sobre él libación alguna. 10Una vez al año Aarón hará la expiación sobre los salientes del altar; con la sangre de la víctima expiatoria hará sobre él expiación una vez al año en vuestras sucesivas generaciones. Este altar será muy santo para el Señor».

 



[1] http://www.historiayarqueologia.com/2016/09/el-incienso-en-el-antiguo-egipto-algo.html