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18.2.24

LA LUZ EN LA LITURGIA II

 

Actualmente, el uso de la luz en la Liturgia católica es muy evidente.

De todas las luces de las que la Liturgia emplea en sus rituales la más importante, sin duda, es la del cirio pascual, que se enciende al principio de la Vigilia Pascual en el rito del Lucernario. De ese cirio toman los fieles el fuego para sus velas, a la voz del diácono que anuncia: «Luz de Cristo», respondiendo todos «Demos gracias a Dios».

Al cirio pascual, en la Vigilia, se le inciensa.   

Goce también la tierra,
inundada de tanta claridad,
y que, radiante con el fulgor del Rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla
que cubría el orbe entero.

Ésta es la noche
en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado.

Ésta es la noche
en que, por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo
son arrancados de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y son agregados a los santos.

 

El cirio pascual se enciende toda la cincuentena pascual, en los bautizos y en la misa exequial. Su luz acompaña al cristiano toda su vida: desde su nacimiento por el bautismo hasta su muerte en esta tierra.

También la luz, en forma de velas, se usa en la administración de los sacramentos. Para el bautismo, del cirio pascual se toma luz en una vela, que se entrega a los padres diciendo: Recibid la LUZ de Cristo

En la misa se usan dos o más velas, sobre el altar a cerca del mismo. Simbolizan veneración y celebración festiva.

 En la procesión de entrada dos ciriales acompañan a la cruz y también se colocan en el Evangelio a ambos lados del ambón.

Si oficia el obispo se colocan siete candeleros.

 Otra luz importante es la que arde constantemente ante el Sagrario, para indicar la presencia de Jesús sacramentado.

También se usan cuatro o seis velas en la exposición del Santísimo. En las procesiones con el Santísimo se le acompaña con cirios encendidos. Por cierto que el color eucarístico es el blanco.

Se usan cirios en la procesión de las candelas, fiesta de la Presentación de Jesús en el templo. 

En la Liturgia de las Horas, se tiene en cuenta la luz: los Laudes son al amanecer y las Vísperas al anochecer. Las demás horas también tiene su tiempo propio a lo largo del día.

8.2.24

LA LUZ EN LA LITURGIA (I)

En un par de artículos vamos a desarrollar el tema del uso de la luz en la Liturgia.  

La luz es un elemento importante dentro de los signos que usa la Liturgia.

La luz simboliza la verdad, la salvación, la liberación, así como las tinieblas se identifican con el pecado, la ignorancia y el error.

En el Antiguo Testamento hay numerosos ejemplos del uso de la luz y de las velas en los ritos de los judíos. La fiesta de la Janucá o la luz que ardía permanentemente en un altar del templo de Jerusalén son buenos ejemplos.

La luz es una constante dentro de la religión judía a través de los siglos y  ha estado presente en todas las ceremonias y festividades hebreas, ocupando un elemento central de la liturgia judía. Además de buscar a través de ella la santificación de ciertas fechas sagradas, la luz encierra un significado propio que pone al judío en estrecho contacto con su identidad.

En el Nuevo Testamento hay también muchas referencias a la Luz.

Cuando Jesús fue presentado al Templo tras su Nacimiento, fiesta que hoy celebramos el 2 de febrero, a los 40 días del Nacimiento, el anciano Simeón tomó a Jesús en brazos en el templo de Jerusalén, y dijo: este Niño es luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel (Lc 2,32).

En el evangelio de Lucas, dice que  «Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8, 12). La luz es todo un símbolo de la vida, la alegría, la paz, la seguridad.

El evangelista Juan narra como Jesús explicó a sus discípulos el simbolismo de vivir en la luz y las tinieblas: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues el que obra el mal odia la luz y no va a la luz, no sea que sus obras malas sean descubiertas y condenadas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que hace la verdad va a la luz, para que se vea que sus obras han sido hechas en Dios. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.» ( Jn 3, 19-21).

San Pablo recuerda a los cristianos de Colosas que Dios Padre nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo de su Amor por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados (Col 1,13).