En un par de artículos vamos a desarrollar el tema del uso de la luz en la Liturgia.
La luz es un
elemento importante dentro de los signos que usa la Liturgia.
La luz simboliza
la verdad, la salvación, la liberación, así como las tinieblas se identifican
con el pecado, la ignorancia y el error.
En el Antiguo Testamento hay
numerosos ejemplos del uso de la luz y de las velas en los ritos de los judíos.
La fiesta de la Janucá o la luz que ardía permanentemente en un altar del
templo de Jerusalén son buenos ejemplos.
La luz es una constante
dentro de la religión judía a través de los siglos y ha estado presente en todas las ceremonias y
festividades hebreas, ocupando un elemento central de la liturgia judía. Además
de buscar a través de ella la santificación de ciertas fechas sagradas, la luz
encierra un significado propio que pone al judío en estrecho contacto con su
identidad.
En el Nuevo Testamento hay
también muchas referencias a la Luz.
Cuando
Jesús fue presentado al Templo tras su Nacimiento, fiesta que hoy celebramos el
2 de febrero, a los 40 días del Nacimiento, el anciano Simeón
tomó a Jesús en brazos en el templo de Jerusalén, y dijo: este Niño es luz para iluminar a los gentiles y gloria de
tu pueblo Israel (Lc 2,32).
En el evangelio de Lucas, dice que «Jesús les habló otra vez,
diciendo: Yo soy la luz
del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la
luz de la vida» (Jn 8, 12). La luz es todo un símbolo de la vida, la alegría,
la paz, la seguridad.
El evangelista Juan narra
como Jesús explicó a sus discípulos el simbolismo de vivir en la luz y las
tinieblas: la luz vino al mundo, y los
hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Y el
juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas
que la luz, porque sus obras eran malas. Pues el que obra el mal odia la luz y
no va a la luz, no sea que sus obras malas sean descubiertas y condenadas. Pues
todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean
censuradas sus obras. Pero el que hace la verdad va a la luz, para que se vea
que sus obras han sido hechas en Dios. Pero el que obra la verdad, va a la luz,
para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.» ( Jn
3, 19-21).
San Pablo recuerda a los cristianos de Colosas que Dios Padre nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino del Hijo de su Amor por cuya sangre hemos recibido
la redención, el perdón de los pecados (Col 1,13).
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