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8.2.24

LA LUZ EN LA LITURGIA (I)

En un par de artículos vamos a desarrollar el tema del uso de la luz en la Liturgia.  

La luz es un elemento importante dentro de los signos que usa la Liturgia.

La luz simboliza la verdad, la salvación, la liberación, así como las tinieblas se identifican con el pecado, la ignorancia y el error.

En el Antiguo Testamento hay numerosos ejemplos del uso de la luz y de las velas en los ritos de los judíos. La fiesta de la Janucá o la luz que ardía permanentemente en un altar del templo de Jerusalén son buenos ejemplos.

La luz es una constante dentro de la religión judía a través de los siglos y  ha estado presente en todas las ceremonias y festividades hebreas, ocupando un elemento central de la liturgia judía. Además de buscar a través de ella la santificación de ciertas fechas sagradas, la luz encierra un significado propio que pone al judío en estrecho contacto con su identidad.

En el Nuevo Testamento hay también muchas referencias a la Luz.

Cuando Jesús fue presentado al Templo tras su Nacimiento, fiesta que hoy celebramos el 2 de febrero, a los 40 días del Nacimiento, el anciano Simeón tomó a Jesús en brazos en el templo de Jerusalén, y dijo: este Niño es luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel (Lc 2,32).

En el evangelio de Lucas, dice que  «Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8, 12). La luz es todo un símbolo de la vida, la alegría, la paz, la seguridad.

El evangelista Juan narra como Jesús explicó a sus discípulos el simbolismo de vivir en la luz y las tinieblas: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues el que obra el mal odia la luz y no va a la luz, no sea que sus obras malas sean descubiertas y condenadas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que hace la verdad va a la luz, para que se vea que sus obras han sido hechas en Dios. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.» ( Jn 3, 19-21).

San Pablo recuerda a los cristianos de Colosas que Dios Padre nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo de su Amor por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados (Col 1,13).

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