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27.11.06

LOS LIBROS LITÚRGICOS I

LOS LIBROS Y LAS LECTURAS.

Los libros litúrgicos los podemos definir, en sentido estricto, como libros que sirven para las celebraciones litúrgicas y están expresamente escritos para ese fin, con las debidas y oportunas autorizaciones. El libro litúrgico es un elemento de la celebración y por tanto se le respeta y venera. No deben sustituirse por ediciones de bolsillo ni por hojas sueltas, salvo casos excepcionales. Los libros litúrgicos tras el Vaticano II son los siguientes:
* el Misal Romano (MR 1971 y posterior edición de 2002)), que está compuesto por dos libros: El Misal y el Leccionario que a su vez está recogido en varios tomos.
El Misal (libro de altar) nos presenta la teología de la misa, la articulación del rito, la función de cada uno de los ministros y de la asamblea, las normas para una correcta celebración y las posibilidades de adaptación. Su contenido comienza con Normas universales sobre el año litúrgico y sobre el calendario (extractadas del Calendarium Romanum), sigue el texto del Misal, dividido en propio del tiempo, propio de los santos, comunes, misas rituales, misas y oraciones ad diversa, misas votivas, misas de difuntos. El rito de la misa está colocado entre el propio del tiempo y el propio de los santos, y a su vez se distingue en rito para la celebración con el pueblo (misa normativa) y rito para la celebración sin el pueblo. Abarca el Misal propiamente dicho y el Ordus cantus missae (sobre los cánticos litúrgicos de las distintas partes de la Misa). Resumiendo podemos decir que el Misal es el libro oficial para celebrar la Eucaristía y que contiene las oraciones y los cantos que dirigimos a Dios (oración colecta, sobre las ofrendas, prefacios, plegarias eucarísticas y poscomunión) además del llamado “Ordinario de la Misa” o sea, lo que es común a todas las misas (saludos, acto penitencial, Gloria, Credo, bendiciones, etc).
* Al Leccionario (OLM), ya hemos dicho, se publica aparte en varios tomos y le vamos a dedicar un artículo aparte.

* la Liturgia de las Horas (LH 1979), oración de alabanza de la iglesia, que tiene por objeto extender a las diversas horas canónicas la glorificación de Dios que alcanza su cumbre en la oración eucarística. El nombre actual viene a sustituir al más antiguo de oficio divino y sustituye al breviario. Comprende cuatro volúmenes: I. Tiempo de Adviento y de Navidad; II. Tiempo de Cuaresma y de Pascua; III. Tiempo ordinario (semanas 1-17); IV. Tiempo ordinario (semanas 18-­34). Tiene su propio Leccionario.

* el Pontifical romano, con las celebraciones propias del obispo (ordenaciones, bendición de oleos, confirmación, institución de los ministerios laicales, etc).
Consta de las siguientes partes: Ritual de la Confirmación (RC 1976), Ritual de ordenación del diácono, del presbítero y del obispo (RO 1977), Ritual para instituir acólitos y admitir candidatos al diaconado y al presbiterado, y para la promesa de observar el celibato (RLA), Ritual de la consagración de vírgenes (RCV), Ritual de la bendición de un abad o una abadesa (RBNA), Ritual de la bendición del óleo de los catecúmenos y enfermos y de la consagración del crisma (RBO), Ritual de la dedicación de iglesias y de altares (DCA1980) y el Ceremonial de los Obispos (CO).
* el Ritual de los sacramentos y sacramentales (bautismo, matrimonio, reconciliación, etc). Consta de las siguientes partes: Ritual del bautismo de niños (RB 1970), Ritual de la iniciación cristiana de adultos (RICA 1976), Ritual de la penitencia (RP 1975), Rito de la sagrada comunión y del culto de la eucaristía fuera de la misa (1974), Ritual del matrimonio (RM 1970), Ritual de la unción y de la pastoral de enfermos (RUE 1974), Ritual de la profesión religiosa (RPR 1979), Ritual de exequias (RE 1971) y el Bendicional (B), con 41 ritos de bendición referidos a personas, objetos, objetos litúrgicos,etc.
* el Gradual, con la música de los cantos interleccionales,
* la Oración de los fieles, con numerosos formularios para ese momento y el
* Rito de coronación de imágenes de la Virgen, ceremonia tan anhelada por muchas cofradías junto al Calendario y el Martirologio completan la nómina de libros litúrgicos.

Lógicamente, para la celebración de la Misa sólo son necesarios algunos de ellos: el Misal Romano, que consta del Misal propiamente dicho y que es el libro de altar por contener las oraciones de la Misa y el Leccionario (suelen ser libros distintos), que contiene las lecturas sagradas (el “Ordo Lectionum Missae” cuyas siglas corresponden a OLM).
Jesús Luengo Mena, Lector instituido y Vicette de la Hdad de Jesús Despojado

26.11.06

FUNCIONES DEL CUERPO DE ACÓLITOS EN LOS CULTOS DE LAS COFRADÍAS III

FUNCIONES DE LOS ACÓLITOS EN LOS CULTOS EXTERNOS DE LAS HERMANDADES
En el caso de los cultos externos, la función de los acólitos está mucho más clara al menos en lo que se refiere a los servidores de pasos ya que desde hace años los podemos ver delante de los mismos, dándoles seriedad y mayor solemnidad si cabe. De todos modos, hay otra figura como es la del Preste que prácticamente ha desaparecido de las procesiones y que conviene detallar.

La configuración de los acólitos delante de los pasos suele responder al siguiente esquema:
CEROFERARIO CEROFERARIO
PERTIGUERO
CEROFERARIO CEROFERARIO
TURIFERARIO NAVETA AUXILIAR TURIFERARIO
De todos modos, aquí sí que la configuración se da a más variaciones, en especial en el número de acólitos ceroferarios (CIRIALES), aunque si observamos que ésta es la disposición que más se asemeja a lo prescrito para las celebraciones litúrgicas. El uso en algunos lugares de mayor número de acólitos no tiene por tanto ningún sentido litúrgico y lo único que hace es dificultar la visión del paso. De todos modos y, a pesar de que no tiene ningún fundamento litúrgico, es usual colocar en los pasos de misterio de algunas hermandades sacramentales seis acólitos ceroferarios en señal de mayor respeto. Esta costumbre no tiene ningún sentido en pasos de palio u otros pasos (San Juan, Verónica, etc.) en los que siempre deben ser cuatro los ciriales ya que se pierde el sentido eucarístico. Además, en los pasos que no porten imágenes de Cristo y de María, como ya se ha comentado anteriormente, no tiene sentido litúrgico el uso de acólitos turiferarios ya que el uso del incienso está reservado para la Eucaristía y las imágenes de Cristo y de María.
Hay que anotar además que lo lógico sería que los dos acólitos ceroferarios traseros escoltaran al pertiguero en vez de ir detrás del mismo. Con respecto a la cruz parroquial, sólo debería haber una cruz parroquial en la procesión y ésta debe ir empezando el cortejo de la Virgen. En caso de no colocarse en ese lugar, el lugar más adecuado es en el cuerpo de acólitos de la Virgen, señalando el final de la procesión, debido a su gran importancia litúrgica. Por tanto, no tiene mucho sentido sacar la cruz parroquial en el paso de misterio.
Entendiendo el paso como altar en la calle, la función de los acólitos queda encajada perfectamente, siendo el pertiguero el responsable de que los ciriales estén siempre alzados mientras el paso esté levantado y dando las órdenes pertinentes para que el cuerpo de servidores quede siempre lo más cercano al paso. El color de las velas de los ciriales siempre debe ser el mismo que porte el paso que lleva detrás (y no el color de los cirios de las secciones que van delante), otra cosa es la proliferación de colores que se está dando en nuestros cortejos, la cual no siempre responde a los cánones litúrgicos. Digamos finalmente a modo de alegoría que si el paso es el altar, los acólitos son el presbiterio.
Vamos ahora a describir la figura del Preste y su acompañamiento por ser la más desconocida en la actualidad. Pero para ello analizaremos antes la figura del sacerdote en relación con la salida procesional. Todos sabemos que las cofradías son asociaciones públicas de la iglesia. Esas asociaciones realizan (entre otras cosas) cultos, los cuales pueden ser internos y externos. Por tanto, si la presidencia de los cultos internos corresponde a un sacerdote, lo mismo podremos decir de la de los cultos externos. La presencia del sacerdote en la estación penitencial es por tanto necesaria y diríamos que casi obligatoria por lo prescrito en el artículo 530.6 del actual código de derecho canónico, mostrando al pueblo el carácter eclesial de nuestras hermandades. El sacerdote, normalmente el director espiritual (aunque también puede ser el sacerdote que predicó en los cultos anuales), puede y debe por tanto presidir la estación penitencial de la hermandad en su totalidad. No se nos escapa que por razones de edad y otras obligaciones es complicado hacer completa la estación de penitencia, pero si podrían hacer un esfuerzo en lugares significativos (entradas o salidas, recorrido oficial, etc).
Una vez aclarado este punto, diremos que el sacerdote puede ir situado en el cortejo en dos lugares: en la presidencia junto al Hermano Mayor (que es donde habitualmente estamos acostumbrados a verlos) o al final del cortejo como Preste, palabra que etimológicamente tiene significado similar a la voz presbítero, mucho más común en nuestros días. Si lo hace en la presidencia de la cofradía, deberá ir vestido con sotana y manteo o con el hábito de la orden religiosa a la que pertenezca. En caso de ir como Preste, su vestimenta deberá ser la capa pluvial normalmente en color morado para las procesiones penitenciales y blanco para las de gloria aunque se admiten excepciones. El Preste suele ir acompañado de uno ó dos acólitos denominados acompañantes y que, en caso de portar un cirio encendido se denomina carráncano o sochantre. En este caso el acólito llevará sotana y roquete.

CONCLUSIONES:
El papel de los acólitos como hemos podido ver a lo largo de esta serie de tres artículos es muy importante e implica un compromiso que no debe durar solo unas semanas sino que debemos impulsar como una forma de vivir la fe dentro de la cofradía que al final culmina con esa ofrenda amorosa a Cristo y María en la salida procesional. Desde las cofradías debemos impulsar la formación de estos grupos, ofreciéndoles nuestro apoyo y brindándoles oportunidades para que puedan aprender los distintos aspectos formativos y litúrgicos necesarios para desempeñar su labor con brillantez. Aquí habría que desarrollar un trabajo formativo con los acólitos para que comprendieran su función dentro de las celebraciones de la cofradía.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido y Vicette de la Hdad de Jesús Despojado

19.11.06

EL ADVIENTO: TIEMPO DE ESPERA

Las cuatro semanas anteriores a la solemnidad de Navidad forman el tiempo de Adviento que es la preparación para la llegada del Salvador, dando con el primer domingo de Adviento comienzo un nuevo año litúrgico, que terminó el domingo anterior con la festividad de Cristo Rey (en el rito oriental-bizantino el año litúrgico comienza con la fiesta de la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre).
Las normas litúrgicas universales dicen que el Adviento "comienza con las primeras Vísperas del primer domingo de Adviento (el 30 de noviembre o domingo más cercano) y acaba antes de las primeras Vísperas de Navidad". Contiene siempre cuatro domingos que se estructuran en dos partes bien definidas: hasta el 16 de diciembre y del 17 al 24 de diciembre. Fue el papa san Gregorio Magno quien la estructura en cuatro semanas.

El tiempo de Adviento no se conoce en Roma hasta el S. VI, recogiendo la palabra adventus, aplicada anteriormente a la llegada de algún personaje importante (Emperador). Es el tiempo del Marana-tha (ven Señor), de la espera gozosa del Salvador. El Adviento es también el tiempo mariano por excelencia, donde la presencia de María en la liturgia es más patente.

Teológicamente es tiempo de espera gozosa de la venida de Cristo, es tiempo asimismo del Espíritu Santo, tiempo del cumplimiento de las profecías, tiempo de conversión y tiempo mariano por excelencia como hemos dicho (diciembre el mes más particularmente apto para el culto a la Virgen sin que deba ser considerado como mes de María) con la Inmaculada, la Expectación al Parto, y ya en tiempo de Navidad con la solemnidad de María Madre de Dios (teotocos) el 1 de enero.

En los aspectos litúrgicos el Adviento es tiempo de relativa austeridad en los signos externos (el que espera es porque algo le falta). Así, es aconsejable pastoralmente hacer alguna celebración comunitaria de la penitencia. Se omite el Gloria los domingos por el carácter relativamente penitencial del tiempo para que resuene con más alegría el Gloria de la misa del Gallo. Las vestiduras son moradas (como en Cuaresma) y el altar debe estar escueto y sin adornos muy festivos. En el domingo III de Adviento, llamado de Gaudete por la antífona de entrada -Gaudéte in Domino semper: íterum dico, gaudéte- se puede usar el color rosa (como ocurrirá en el IV domingo de Cuaresma llamado de Laetare). La música instrumental se debe omitir para que contraste más la alegría del Nacimiento.

También se recomienda poner en lugar preferente una imagen de María y se está recuperado la tradición, procedente sobre todo de Centroeuropa y Norteamérica, de poner la llamada corona de Adviento (cuatro velas de diferentes colores sobre una corona de ramos verdes que se van encendiendo progresivamente en cada domingo, marcando el tiempo de la llegada del Señor).

La semana que precede a la Navidad tiene un sentido propio y distinto al resto del Adviento pues la llegada del Señor es inminente. Aquí las memorias de los santos son siempre libres, se puede cantar diariamente el Aleluya, poner más luces en el altar, usar vestiduras más lujosas, dar la bendición con la fórmula solemne de bendición de Adviento. Se debe notar que el tiempo es más alegre.

Las lecturas de Adviento se nuclean en las ferias en torno al profeta Isaías y las evangélicas en los pasajes que narran al Precursor y los preparativos del Nacimiento. Los domingos se leen las epístolas de Pablo, Santiago y Hebreos.

Resumiendo pues diremos que el Adviento es un tiempo de relativa austeridad, ya que a quien espera siempre le falta algo. Por eso se emplean algunos signos de austeridad como las vestiduras moradas o la omisión del Gloria.


JESÚS LUENGO MENA, VICETENIETE DE HNO MAYOR DE JESÚS DESPOJADO.

17.11.06

FUNCIONES DEL CUERPO DE ACÓLITOS EN LAS HERMANDADES Y COFRADÍAS II

Antes de ponerse en marcha la procesión de entrada hacia el altar para comenzar la Eucaristía el turiferario ofrece al presidente el incensario para que imponga el incienso.
Acto seguido comienza la procesión de entrada por este orden: turiferarios, crucífero con dos ceroferarios a ambos lados o portadores de ciriales, siguen los demás ministros y el diácono (si lo hay), que porta el Evangeliario en alto. Si no hay diácono puede portarlo un acólito o un lector instituido, siguen los concelebrantes siempre de dos en dos y el presidente sólo. Cierra la procesión el maestro de ceremonias y los ministros del libro, mitra y báculo (si preside el obispo). Los concelebrantes y ministros, cuando van caminando en procesión o están de pie deben tener ante el pecho las palmas extendidas y juntas, el pulgar de la mano derecha sobre el pulgar de la izquierda formando una cruz.
Al llegar al altar el turiferario se coloca a la izquierda y entrega al presidente el incensario para la incensación del altar, la Cruz y la imagen solemnemente expuesta. Los ceroferarios han colocado mientras los ciriales en un sitio dispuesto para ello. Como norma general se debe considerar que los acólitos que lleven algo en las manos no hacen reverencia ni genuflexión al llegar al altar. El Evangeliario se coloca sobre el altar, cerrado. Cuando los acólitos están en el presbiterio han de cuidar de no tener sus asientos en el mismo rango que los diáconos y los presbíteros, no siendo correcto que se coloquen directamente al lado del celebrante salvo que estén sirviendo el libro. Permanecen en su sitio hasta el Evangelio, al que sólo acude en procesión el turiferario, que ofrecerá el incensiario al diácono o concelebrante tras las palabras “Lectura del santo Evangelio según...” para que inciense al Evangeliario y también dos ceroferarios que se colocan a ambos lados del ambón con los ciriales en alto permaneciendo así hasta el final del mismo.
Siempre el acólito debe esperar a que el Presidente bendiga el incienso recién añadido antes de retirarse. Mientras se proclaman las lecturas todos deben mirar hacia el ambón, nunca al pueblo. El turiferario puede presentar el incensario al Presidente para que añada incienso mientras se entona el Aleluya. Nunca debe el acólito hacer esperar a los celebrantes y siempre es preferible que esté esperando el acólito a que haga esperar a los celebrantes. Terminado de proclamar el Evangelio todos vuelven a su lugar dejando al sacerdote solo para la homilía o bien pueden volver a la sacristía en procesión hasta que termine la homilía. La manera más correcta de tener las manos durante los momentos en que se está sentado es colocadas sobre las rodillas, tanto los acólitos como los ministros incluido el obispo salvo que lleve el báculo.

En la preparación del altar uno de los acólitos lleva el cáliz y la patena con las formas y los corporales que extiende sobre el altar. Otro lleva las vinajeras presentando primero la del vino con la mano derecha y retirándola con la izquierda procurando ofrecer el asa al sacerdote. Igual hace con la del agua. Estas tareas también las pueden hacer otras personas como el diputado de cultos o persona que expresamente quede encargada de ayudar a preparar la mesa, ya que en la práctica el cuerpo de acólitos se limita a una función ceremonial salvo el turiferario, que quizás sea el acólito que tenga una participación más dinámica.
En el Ofertorio para la incensación de las ofrendas se procede como antes dijimos en lo referente a añadir incienso. En este momento de la Misa se inciensa por parte del Presidente a las ofrendas, al altar, la Cruz y finalmente el acólito inciensa al Presidente y al pueblo. También a veces es costumbre incensiar a los miembros de la Junta de Gobierno que de manera corporativa presiden en una mesa la representación oficial de la Hermandad. Se debe hacer inclinación profunda de cabeza antes y después de incensiar, ya sea a personas o imágenes. Terminada la incensación dos acólitos de dirigen al altar con el lavabo: uno porta el manutergio y a su izquierda el del lavabo aunque este rito es optativo y cada vez se hace menos. Al llegar al Sanctus los ceroferarios toman los ciriales y se dirigen en procesión al pie del presbiterio. Allí permanecen con los ciriales en alto hasta que termine la Plegaria eucarística con el Amen conclusivo de la doxología final para marchar de nuevo a sus puestos. El turiferario se sitúa de rodillas ante el altar para incensiar, con tres golpes dobles, al Pan y al Vino consagrados en el momento de mostrarlos el Presidente a la Asamblea.
En la comunión pueden ayudar a los celebrantes a repartirla, portando las bandejas. Los acólitos comulgan antes, si van a hacerlo. Acaba la comunión presentan las bandejas para ser purificadas, sirven el agua para limpiar el cáliz y retiran el cáliz, los corporales y la patena. Antes de la bendición los ceroferarios toman los ciriales, los levantan y así permanecerán hasta que acabada la Misa se inicie la procesión de salida de manera similar a la de entrada. Es importante señalar que los acólitos que sirven al presidente lo hacen siempre de frente, procurando no darle nunca la espalda.
Es muy importante señalar, en todos los momentos, que los acólitos no deben establecer una barrera entre el presbiterio y el pueblo, de manera que impidan la visión y la correcta participación de los fieles en la Eucaristía, debiendo situarse siempre en lugares discretos y que no entorpezcan. De igual forma deben mantener siempre una compostura seria, acorde con la importancia de la función que están realizando, absteniéndose de bromas o saludos a conocidos. Debe existir siempre un lugar para que los acólitos ceroferarios dejen los ciriales al objeto de que no los sostengan durante toda la Misa y los porten en los momentos indicados. El lugar adecuado de los acólitos cuando no cumplen ninguna función concreta es delante de sus asientos, sentados o en pie, según el momento lo requiera.
Terminamos recordando los momentos en los que el Misal Romano autoriza el uso del incienso durante la Misa:
a) En la procesión de entrada.
b) Al comienzo de la misa para incensar el altar, la Cruz y la imagen solemnemente expuesta.
c) En la procesión y proclamación del Evangelio.
d) Durante el ofertorio, para incensar las ofrendas, el altar, al sacerdote y a la asamblea.
e) Tras la consagración, al mostrar elevando el sacerdote el cáliz y la sagrada forma.
El que inciensa sostiene con la mano izquierda las cadenas por su parte superior a la altura del pecho y con la derecha por la parte inferior, cerca del incensario y lo sostiene de manera cómoda de manera que pueda moverlo con soltura. De igual forma recordamos que los acólitos ceroferarios deben mantener en alto los ciriales durante la lectura del Evangelio, durante la Plegaria eucarística y en la bendición final.
Los golpes del incensario siempre serán dobles, pudiendo hacerse golpes dobles o triples.
Con dos golpes dobles se inciensa a las imágenes de la Virgen o santos. Con dos golpes triples se inciensa a la Cruz, al Santísimo, al sacerdote y al pueblo.

ESQUEMA DE ACTUACIÓN DE LOS ACÓLITOS EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA.

CIRIALES EN ALTO:
* durante la procesión de entrada
*durante la lectura del Evangelio (al oír “Lectura del Santo Evangelio según San...)
* durante la Plegaria Eucarística (justo al acabar el Sanctus)
* durante la bendición al pueblo
* durante la procesión de salida

TURIFERARIO (incienso)

* antes de la procesión de entrada
* al llegar al Altar se le ofrece al sacerdote para que éste inciense al Altar
* antes del Evangelio se le ofrece al sacerdote para que inciense al Evangelario (se le acercará durante el Aleluya)
* tras la preparación de los dones se le ofrece al sacerdote para que inciense los dones y el Altar. Posteriomente el turiferario inciensa al sacerdote, concelebrantes si los hay y posteriormente al pueblo, en todos los casos con dos golpes TRIPLES (al pueblo primero al frente, luego a derecha e izquierda)
* después del Sanctus el turiferario se coloca de rodillas ante el Altar e inciensa con dos golpes triples tanto al Pan como al Vino consagrado. Acabada la incensación puede volver a su sitio.

EL TURIFERARIO NUNCA PONE EL INCIENSO EN EL INCENSARIO. SIEMPRE LO PONE EL SACERDOTE, AL QUE SE LE OFRECE LA NAVETA. DEBE BENDECIRLO.

EL TURIFERARIO HACE REVERENCIA PROFUNDA ANTES Y DESPUÉS DE INCENSIAR AL SACERDOTE Y AL PUEBLO.
Jesús Luengo Mena.

15.11.06

FUNCIONES DEL CUERPO DE ACÓLITOS EN LAS HERMANDADES Y COFRADÍAS I

Ante todo hay que matizar que en el mundo cofrade la palabra “acólito” se usa para designar a todo el grupo de servidores que colaboran durante la Misa y en la asistencia de los pasos como portadores de ciriales, incienso, cruz parroquial, monaguillos, etc. En sentido estricto un acolito es el que ha recibido el ministerio instituido del Acolitado, mediante los correspondientes cursos y autorizaciones eclesiásticas.

MIEMBROS DEL CUERPO DE ACÓLITOS.

Por lo general, los miembros que componen el cuerpo de acólitos pueden concretarse en los siguientes: el Pertiguero, acólito con mayor responsabilidad ya que es el que dirige al resto de miembros del cuerpo de acólitos tanto en los cultos internos, en los cuales actuaría como maestro de ceremonias, como en los cultos externos; el Ceroferario encargado de llevar los ciriales o portar cirios o velas; el Cruciferario (o Crucífero) que porta la Cruz Parroquial; los Turiferarios encargados de portar los incensarios y que por extensión se aplica también a los acólitos que llevan la naveta o bien se les puede llamar también naveta por el objeto que llevan; el Auxiliar que se aplica al acólito que lleva el canasto con las pastillas de carbón, pabilos y cerillas y por último Acompañante a los que ejercen labores de acompañamiento del Preste en las escasas Cofradías que mantienen esta tradición.
De todas estas figuras la más representativa es la del pertiguero, figura tomada del ceremonial de las catedrales ya que el pertiguero es la persona que abre paso a los canónigos en las procesiones en las que participan los Cabildos catedralicios y que viste de negro. En las Cofradías va señalando las órdenes al cuerpo de acólitos con golpes de pértiga. En cuanto a la vestidura, los acólitos deberían vestir con roquete o sobrepelliz (es la misma prenda), o sea, de blanco, sobre el fondo negro de la sotana, aunque en las Cofradías visten impropiamente dalmáticas (vestidura diaconal) y otros elementos que van en la línea de barroquización de las mismas. Si los acólitos son hermanos de una cofradía llevan la medalla de la misma y el pertiguero viste una indumentaria llamada Ropón similar a la dalmática llevando colgado en el pecho el escudo de la Hermandad en plata. En cuanto a los colores de las dalmáticas y el Ropón del Pertiguero, suelen ser el negro (preferentemente), morado, burdeos y rojo en el caso de ser hermandad sacramental, aunque se usan otros colores en función de la túnica de la hermandad o de su vinculación a determinadas órdenes religiosas a pesar de que se pierde el significado litúrgico. A veces añaden gola en el cuello y medias blancas o negras.

LOS GRADOS DE LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS

Las celebraciones de la Iglesia Católica se dividen en celebraciones del Señor, de la Virgen y de los Santos, y a su vez, cada uno de estos grupos y dependiendo de su grado de importancia en tres clases:

* las solemnidades, días que por ser considerados muy importantes por la Iglesia se equiparan a domingos (pascua semanal) y comienzan a celebrarse, por lo tanto, en las vísperas. Son catorce: Maternidad de María, Epifanía, san José, Anunciación, san Juan Bautista, santos Pedro y Pablo, Asunción, Todos los Santos, Inmaculada, Navidad, Trinidad, Corpus Christi, Sagrado Corazón y Cristo Rey. Estas solemnidades tienen todo propio como las lecturas, prefacio, oraciones, etc. En nuestra nación, Santiago Apóstol (patrón de España) es también solemnidad. La solemnidad por excelencia es el domingo de Pascua, en que celebramos la Resurrección.
* las fiestas, que hoy día son veinticinco. Son días litúrgicos de menor rango que las solemnidades y se celebran dentro del día natural, salvo que se traten de fiestas del Señor que caigan en domingo, teniendo entonces primeras Vísperas. Citaremos las fiestas de los distintos Apóstoles, el Bautismo de Jesús, Sagrada Familia y otras.
* las memorias, que pueden ser obligatorias o libres:
obligatorias, que en el calendario universal son sesenta y tres. Las memorias, tanto las obligatorias como las libres, son conmemoraciones de los santos y algunas de la Virgen.
Algunas solemnidades tienen octava, como Navidad y Pascua, aunque la octava de Pascua excluye totalmente otras celebraciones, cosa que no pasa en Navidad, que admite en su octava las fiestas de san Esteban, san Juan Evangelista, Los Santos Inocentes, Sagrada Familia y María, Madre de Dios. La octava de Pentecostés está suprimida.

Además, según el calendario litúrgico, tienen categoría de solemnidad las siguientes celebraciones propias de cada lugar:
* Solemnidad del Patrón principal del lugar, sea pueblo o ciudad.
* Solemnidad de la Dedicación y aniversario de la Dedicación de la iglesia propia.
* Solemnidad del Título de la iglesia propia
* Solemnidad o del Título, o del Fundador, o del Patrono principal de la Orden o Congregación religiosa.
Con el Nuevo Calendario de Santos, promulgado tras la reforma de 1969, se han tenido en cuenta unos criterios que en definitiva hacen referencia a la primacía del Misterio de Cristo, a priorizar el domingo como pascua semanal, distinguir entre celebraciones universales y particulares, y en cuanto al culto a los santos, descargar un poco de fiestas y dejar muchas de ellas como memorias libres o facultativas, al objeto de que los fieles de cada localidad puedan celebrarlas según sus propias devociones, dejando unas figuras universales a recordar obligatoriamente, bien seleccionadas y representativas.
Este cambio no fue bien entendido en ocasiones, como sucedió con la reducción de las llamadas fiestas de precepto, que son celebraciones que la iglesia considera muy importantes y por eso las equipara a un domingo, interpretando el pueblo que la Iglesia se pliega al poder civil al trasladar fiestas muy tradicionales al domingo si es que caían en días laborables tales como Corpus o la Ascensión. El CDC en su Canon 1246.1 nos relaciona los días de precepto, a saber: los domingos y además los días de Navidad, Epifanía, Ascensión, Corpus Christi, Santa María Madre de Dios, Inmaculada, Asunción, San José, santos Apóstoles Pedro y Pablo y Todos los Santos. En el siguiente punto se autoriza a la Conferencia Episcopal a trasladar algunas de esas solemnidades a domingo. La reforma del Derecho Canónico prevé que la calificación de precepto sólo sea unitaria para Navidad y para una solemnidad de la Virgen y que cada Conferencia Episcopal determinará, en cada lugar, que otras fiestas además de las citadas serán de precepto.
Las solemnidades del Señor pasadas a domingo se celebran como día propio (Corpus y Ascensión), quedando la Epifanía en su fecha. El motivo es que el pueblo de Dios no debe dejar de celebrar estas fechas y la legislación laboral (que en muchos países no las consideraba fiestas de descanso) impedía o dificultaba su celebración, que además tiene en el domingo su día más señalado .
Jesús Luengo Mena, Lector instituido

11.11.06

LA PARTICIPACIÓN DE LA MUJER EN LOS ACTOS LITÚRGICOS

Vamos a dedicar unas líneas sobre la participación de la mujer en los actos litúrgicos.
Aquí habría que distinguir entre los ministerios ordenados y los instituidos.
Sobre el acceso de la mujer a los ministerios ordenados (diaconos, presbíteros y obispos) no se vislumbra en el horizonte que la mujer pueda tener acceso a ellos.
Menos razonable parece la prohibición referida a que la mujer no pueda ostentar un ministerio instituido (lector o acólito) más aún cuando de hecho ya los ejerce.
Seguramente esta norma es revisable y no debería levantar polémica alguna. Recuérdese que en la primera edición del Misal romano de 1969 se prohibía a la mujer, si proclamaba alguna lectura, que subiera al ambón, discriminación ésta que se corrigió en la siguiente edición. La mujer tiene un papel relevante en la vida eclesial: catequista, pastoral, asistencia social y a enfermos.
En los aspectos litúrgicos participa de los ministerios de las lecturas, monicionista, animadora del canto y la oración, distribuidora de la comunión, acogida, sacristana. También las niñas pueden ejercer de monaguillo ya que desde 1994 cada obispo puede valorar y autorizar en su diócesis estos ministerios. En definitiva, que el papel de la mujer, afortunadamente, va creciendo en las celebraciones litúrgicas y lo deseable es que, de manera pausada y sin estridencias, vaya ocupando cada vez más espacio hasta el límite de lo teológicamente admisible.

ERRORES MÁS FRECUENTES COMETIDOS EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA II

B) POR PARTE DEL SACERDOTE.

Predicar desde el ambón. Es preferible hacerlo desde otro lugar más adecuado aunque no está prohibido si no hay otro lugar elegible.

Lavar los vasos sagrados (ablución) después de la comunión en el altar. Debe hacerse o bien al acabar la Misa o discretamente en la credencia. La ablución no tiene ningún valor litúrgico y por eso se prefiere fuera del altar ni es preciso que la haga el Presidente, más bien es competencia de diáconos o acólitos. Debe hacerse sólo con agua.

No mirar hacia el ambón cuando se está proclamando el Evangelio por el diácono o bien por otro concelebrante diferente del Presidente. Todos los que permanecen en el altar deben girarse ligeramente y mirar al Ambón mientras se proclama el Evangelio. El protagonismo está en ese momento en la Palabra.

Disponer el altar lleno con los objetos precisos para la celebración eucarística para “tenerlo todo a mano” por comodidad (vinajeras, cáliz, misal, patena, etc). El altar debe permanecer lo más escueto posible y colocar sobre él los objetos según se vayan necesitando, retirándolos cuando dejan de usarse. A veces cuesta distinguir al sacerdote tras la cantidad de objetos allí depositados, a los que a veces se suman floreros con ramos de flores y velas en candelabros.

“Inventarse” textos con las oraciones de la Misa, especialmente en la Plegaria eucarística, alegando razones pastorales de difícil justificación. Además de estar expresamente prohibido no hay mejor pastoral que una Liturgia bien hecha.

5.11.06

ERRORES MÁS FRECUENTES COMETIDOS EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA I

Queremos hacer una breve relación sin ánimo de ser exhaustivos de aquellos errores o costumbres más comunes cometidos durante la celebración eucarística que no se ajustan a las normas litúrgicas con el único ánimo de ayudar a corregirlos en lo posible teniendo presente que lo más importante en la Eucaristía es, como no puede ser de otro modo, la participación en ella con un corazón devoto y fraterno y que los errores citados no son de bulto ni anulan por supuesto la validez del acto sacramental. No obstante no deben menospreciarse las normas litúrgicas ya que toda la liturgia está llena de símbolos y significados que si se pierden convertirían la acción litúrgica en pura escenografía. En este primer artículo relacionamos los que se refieren a los fieles.

A) POR PARTE DE LOS FIELES

Leer la Monición inicial (cuando lo hace una persona distinta del presidente especialmente un laico) antes de entrar el celebrante al presbiterio o durante la procesión inicial. El momento adecuado de pronunciarla es tras el saludo inicial del presidente a la Asamblea.

Acabar las lecturas diciendo “Es palabra de Dios” en vez de “Palabra de Dios” (también el sacerdote lo hace a veces).

Los lectores deben omitir la frase “Primera o Segunda Lectura” y pasar directamente a decir de quién está tomada la Lectura sin más. De igual modo no debe decirse “salmo responsorial” sino pasar directamente a la lectura de los salmos.

Omitir la reverencia o hacérsela al sacerdote en vez de al altar cuando suben a realizar alguna lectura o para la Oración de los fieles.

Permanecer sentados durante la oración sobre las ofrendas. Es el momento más importante de esa parte de la Misa y todas las oraciones de la Misa se deben oír y responder de pie, que es la actitud propia del orante y del pueblo en marcha y dispuesto. La costumbre de oír sentados esta oración está generalizada y es de difícil desarraigo.

Permanecer de pie durante el momento de la consagración (aunque por razones de edad, incomodidad del lugar, masificación u otras causas se puede permanecer de pie). En cualquier caso la Iglesia nos pide una actitud y postura común como símbolo de unanimidad.

Recitar junto con el sacerdote la doxología final que cierra la Plegaria eucarística (Por Cristo, con Cristo, etc). El pueblo debe limitarse a responder AMEN como rúbrica y asentimiento de todo lo anterior. No es un AMEN borreguil sino un AMEN de compromiso, de afirmación, que ratifica por el pueblo lo sucedido en el altar.

Leer la Oración de los Fieles desde el Ambón. El Ambón está reservado a la Palabra de Dios y ni la homilia ni la Oración de los Fieles es Palabra de Dios. No obstante se puede hacer desde allí siempre que no haya otro lugar adecuado ya que aunque no es su sitio preferente tampoco la OGMR lo excluye taxativamente (OGMR 309).

Dar golpes triples con el incensario ya que siempre deben ser dobles. Esto es extensible al sacerdote cuando usa el incensario.

Cuando se comulga en la mano la Sagrada Forma se ha recibir con la palma de la mano izquierda abierta y cogerla con la derecha para llevarla a la boca, no tomarla directamente de manos del sacerdote. El símbolo consiste en que es un don que se recibe (lo anterior no excluye otras formas como la de tomar cada fiel su Pan y mojarlo en el Vino o fórmulas parecidas dependiendo del carácter de la celebración).

Para finalizar diremos que en la procesión de las ofrendas se deberían llevar al altar sólo objetos que sean donaciones para el servicio del mismo o regalos para los pobres (por ejemplo el resultado de la cuestación hecha entre los fieles o flores) aunque se ha puesto de moda llevar al altar todo tipo de objetos (guitarras los miembros del coro, libros los catequistas, etc) lo cual puede justificarse pastoralmente pero sin abusos. Lo primero que debe llevarse siempre es el Pan y el Vino.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido y Vicette de la Hdad de Jesús Despojado.

LA PARTICIPACIÓN DE LOS LAICOS EN LA LITURGIA I

Hablar de creatividad y participación litúrgica es un tema que puede malinterpretarse. La liturgia es ejercicio del sacerdocio de Cristo, que se hace visible en la Iglesia. Toda celebración litúrgica es acción de Cristo. En este sentido, la liturgia es de la Iglesia, no de nadie en particular, por lo cual sus ministros no pueden adueñarse de ella. "A nadie le está permitido, ni siquiera al sacerdote, ni a grupo alguno, añadir, quitar o cambiar algo por propia iniciativa" (SC 22 y también CDC 846). Para mejor ilustrar esta cuestión valgan unas líneas tomadas de un libro del actual papa Benedicto XVI titulado “El espíritu de la Liturgia. Una introducción”. La cita, larga pero obligada, dice así:
“La «creatividad» no puede ser una categoría auténtica en la realidad litúrgica. Por lo demás, este término ha crecido en el ámbito de la cosmovisión marxista. «Creatividad» significa que, en un mundo privado de sentido, al que se ha llegado por una evolución ciega, el hombre crea finalmente un mundo nuevo y mejor, partiendo de sus propias fuerzas. En las modernas teorías del arte se alude con ello a una forma nihilista de creación: el arte no debe imitar nada; la creatividad artística es el libre gobierno del hombre, que no se ata a ninguna norma ni a finalidad alguna, y que tampoco puede someterse a ninguna pregunta por el sentido. Puede que en estas visiones se perciba un clamor de libertad que, en un mundo dominado por la técnica, se convierte en un grito de socorro. El arte, así concebido, aparece como el último reducto de la libertad. El arte tiene que ver con la libertad, eso es cierto. Pero la libertad así concebida está vacía: no libera, sino que deja que aparezca la desesperación como la última palabra de la existencia humana. Este tipo de creatividad no puede tener cabida en la liturgia. La liturgia no vive de las «genialidades» de cualquier individuo o de cualquier comisión”

Pese a lo anterior no debe pensarse que en la liturgia todo está cerrado y los ministros deben limitarse a una mera repetición mecánica de los ritos, oraciones y rúbricas. Liturgia no es sinónimo de rigidez aunque no admite la arbitrariedad. Precisamente la no arbitrariedad es una de las características de la liturgia: se sustrae a la intervención del individuo ya que en la liturgia y mediante ella se entra en contacto con algo superior (Revelación) y se crea una comunión universal que supera las iglesias locales. El Misal es sumamente rico y variado en oraciones, prefacios, misas, como para que pueda decirse que no hay una gran variedad de textos para escoger, dependiendo lógicamente del calendario litúrgico y otras circunstancias. En este aspecto es donde entiendo que hay que encajar la creatividad litúrgica, escogiendo dentro de la variedad y no inventando lo que no existe. La mejor pastoral que puede hacerse consiste en una buena liturgia, no debe existir esa excusa tan recurrida de lo pastoral para justificar una liturgia mal hecha.

"La participación es un término que viene del latín participatio (partem-capere=tomar parte) y es sinónimo de intervención, adhesión, asistencia". En efecto, hoy día la palabra es usada frecuentemente y todo el mundo pide, en cualquier ámbito de la vida, participar. Para los cristianos, el fundamento de la participación está en el Bautismo, ya que todo bautizado está revestido de la dignidad sacerdotal. Se ha interpretado la participación pensando en que consiste en la intervención del mayor número de personas posibles durante el mayor tiempo posible. ¡Craso error¡ No se trata de multiplicar vana y artificialmente las acciones a realizar pensando que con eso se aumenta la participación ya que la auténtica participación consiste el dar paso a la acción de Dios.

En la liturgia no podía ser menos y es uno de los conceptos claves de la reforma litúrgica. Tiene sus antecedentes más cercanos en el motu propio Tra le sollecitudini de san Pío X y más próximos al Vaticano II en la encíclica Mediator Dei de Pío XII (20-XI-1947). Pero es en la SC cuando este principio de participación toma cuerpo como algo esencial. Es toda la asamblea litúrgica la que está implicada en la acción litúrgica, pero cada uno de sus miembros intervienen de modo distinto "según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual" (SC 26). La diferencia entre la participación de los ministros ordenados y los laicos no sólo es de grado sino también esencial.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido

4.11.06

LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

El esquema de la celebración eucarística tiene, como Asamblea y reunión que es, un esquema similar al de una reunión de amigos que recibe un anfitrión: se recibe a los que llegan, se habla y escucha, se come en común y se despide al terminar. Así hizo Jesús en la Última Cena ya que reunió a los Apóstoles (rito de apertura), les habló (Palabra), pronunció la bendición, les dio de comer y beber (eucaristía) y salieron hacia el monte de los Olivos (conclusión)

En la Asamblea eucarística se distinguen claramente cuatro partes:

a) LOS RITOS INICIALES, que sirven para recibir a los fieles y son la apertura. Sus objetivos son los de ayudar a formar y sentirse como comunidad y preparar a los fieles a oír y celebrar dignamente la Eucaristía. "Todo lo que precede a la Liturgia de la Palabra... tiene el carácter de exordio, introducción y preparación" (OGMR 46).

Estos ritos iniciales son los siguientes:

* Procesión y canto de entrada: abre festivamente la celebración, fomenta la unión de los fieles y acompaña la procesión.

* Veneración del altar: como símbolo de Cristo (beso ritual)

* La señal de la Cruz: evoca nuestra iniciación cristiana y se invoca a la Trinidad.

* Saludo a la Asamblea: Se establece aquí un diálogo de comunión entre el Presidente y la Asamblea.

* Monición Inicial: Tiene por objeto explicar e implicar a todos en la celebración. Debe ser breve, incisa y preparada.

* Acto penitencial: Todos somos pecadores y debemos pedir perdón. Este acto a su vez consta de varias partes:
- Monición
- Silencio
- Confesión general
- Absolución (que perdona los pecados leves del día).

* El Kyrie: "Señor, ten piedad". Tiene carácter doxológico, no es penitencial sino que tiene sentido de aclamación a Cristo y petición de misericordia.

* El himno Gloria: No fue compuesto para la Misa. Entró en la Eucaristía para la fiesta de Navidad y es un himno trinitario de alabanza.

* La oración Colecta: (colecta=reunir). El sacerdote invita a orar, lee la oración y el pueblo ratifica con un AMEN.

b) LA LITURGIA DE LA PALABRA es, junto con la eucarística, una de las dos partes esenciales de la Misa. Tiene a su vez varias partes:

* El anuncio de la Palabra:

- Introducción a las lecturas (monición)
- Proclamación de la Palabra (se proclaman tres lecturas los domingos y solemnidades: profeta, apóstol y evangelista). La lectura evangélica es propia del diácono o del sacerdote mientras que las demás lecturas son ministerios propiamente laicales.
- Aclamación a cada lectura.
- Homilía

* La oración: La Iglesia acoge, escucha y acepta la Palabra. Los elementos de la respuesta de los fieles a la proclamación hecha tiene varios elementos:

- El salmo responsorial (se canta o se recita si no hay salmista)
- Los silencios
- El Aleluya (debe cantarse y de no hacerlo se puede omitir)
- La profesión de fe
- La plegaria universal o de los fieles. Se llama universal porque se suplica por las necesidades de todos los hombres. Debe poder ser asumida por todo el pueblo cristiano y al menos cuatro de las peticiones deben ser:

* Por la Iglesia y sus necesidades
* Por los gobernantes
* Por los pobres y necesitados
* Por todos los presentes

c) LA LITURGIA EUCARÍSTICA: Si hasta este momento la Asamblea se ha centrado en la Palabra (ambón), ahora el centro pasa a los dones (altar). Esta liturgia se desarrolla en tres momentos sucesivos, tal como Jesús hizo en la Última Cena, a saber 1. Tomó el pan, el cáliz (preparación de los dones) 2.- Bendijo, dio gracias a Dios (plegaria eucarística) 3.- Partió y dio (rito de comunión) (OGMR 72).

* Preparación de los dones: consta a su vez de cuatro momentos

- La procesión de los dones (deben llevarse dones que se queden para el servicio o exorno del altar o bien que sean para los pobres y necesitados)
- La preparación de los dones
- La presentación de los dones (Bendito seas, Señor...)
- El lavabo, que se hará en un lado del altar
- La oración sobre las ofrendas, que se rubrica por el pueblo con un Amen.

* Plegaria eucarística: es el ápice de toda la celebración (OGMR 30). En esta parte se llega a la máxima plenitud de expresión la acción de gracias y la alabanza. Se la ha llamado de diversas formas: plegaria eucarística, canon, anáfora. Es una oración de bendición que consta de los siguientes elementos:

- La acción de gracias del Prefacio
- La aclamación del Sanctus
- La epíclesis o invocación al Espíritu Santo
- El relato de la institución y la consagración
- La anámnesis o memorial
- La obligación
- Las intercesiones
- La doxología final

* El rito de comunión: forma una unidad con la plegaria eucarística, con un esquema lineal. Consta de las siguientes partes:

- El padrenuestro
- La paz (algunos liturgistas opinan que debería hacerse junto con el acto penitencial como signo de reconciliación que es)
- La fracción del pan, que incluye la inmixtión (mezcla) y el Agnus Dei
- La Comunión, con una preparación previa y oración posterior a la comunión

d) RITO DE CONCLUSIÓN. Tiene como objetivo el unir la celebración con la vida cotidiana. Ahora es el momento de dar los avisos de la comunidad para la semana y las actividades a desarrollar. Se saluda y se acaba con la bendición que puede ser simple o solemne (con tres apartados a los que el pueblo contesta AMEN). Tras el "Podéis ir en paz" la Asamblea se disuelve para ir a sus ocupaciones alabando al Señor. El canto de salida, que se ha puesto de moda, sobra.
OGMR 2002