B) POR PARTE DEL SACERDOTE.
Predicar desde el ambón. Es preferible hacerlo desde otro lugar más adecuado aunque no está prohibido si no hay otro lugar elegible.
Lavar los vasos sagrados (ablución) después de la comunión en el altar. Debe hacerse o bien al acabar la Misa o discretamente en la credencia. La ablución no tiene ningún valor litúrgico y por eso se prefiere fuera del altar ni es preciso que la haga el Presidente, más bien es competencia de diáconos o acólitos. Debe hacerse sólo con agua.
Predicar desde el ambón. Es preferible hacerlo desde otro lugar más adecuado aunque no está prohibido si no hay otro lugar elegible.
Lavar los vasos sagrados (ablución) después de la comunión en el altar. Debe hacerse o bien al acabar la Misa o discretamente en la credencia. La ablución no tiene ningún valor litúrgico y por eso se prefiere fuera del altar ni es preciso que la haga el Presidente, más bien es competencia de diáconos o acólitos. Debe hacerse sólo con agua.
No mirar hacia el ambón cuando se está proclamando el Evangelio por el diácono o bien por otro concelebrante diferente del Presidente. Todos los que permanecen en el altar deben girarse ligeramente y mirar al Ambón mientras se proclama el Evangelio. El protagonismo está en ese momento en la Palabra.
Disponer el altar lleno con los objetos precisos para la celebración eucarística para “tenerlo todo a mano” por comodidad (vinajeras, cáliz, misal, patena, etc). El altar debe permanecer lo más escueto posible y colocar sobre él los objetos según se vayan necesitando, retirándolos cuando dejan de usarse. A veces cuesta distinguir al sacerdote tras la cantidad de objetos allí depositados, a los que a veces se suman floreros con ramos de flores y velas en candelabros.
“Inventarse” textos con las oraciones de la Misa, especialmente en la Plegaria eucarística, alegando razones pastorales de difícil justificación. Además de estar expresamente prohibido no hay mejor pastoral que una Liturgia bien hecha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario