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7.11.08

LOS MOMENTOS PREVIOS A LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA I

Vamos en este artículo a tratar sobre los momentos previos a la celebración eucarística. Son recomendaciones prácticas, que no pertenecen a la liturgia pero pueden ayudan a ambientar y celebrar mejor.

Así como el sacerdote se prepara en la sacristía, también el pueblo hace lo mismo. Cualquiera que sea nuestra relación con el celebrante, cuando preside una celebración litúrgica particular es «nuestro sacerdote» y nosotros somos «su pueblo».
En primer lugar se debe asegurar que todos los fieles tengamos fácil acceso a la iglesia. Hay que pensar en los niños, ancianos e inca­pacitados en el diseño de las puertas, escalones y rampas. En la iglesia debe instalarse una buena iluminación, calefacción y demás acondicio­namientos. Si es costumbre, se dará la bienvenida y se ayudará a los fie­les pero sin dar preferencia a algunas personas cuando se acomoda a los feligreses. Se excluyen circunstancias en ocasiones muy señaladas que, por cortesía que no por mejor derecho, algunos tendrán lugar reservado (costumbre muy propia de cofradías cuando acuden representaciones oficiales).
La iglesia debe estar abierta antes de la liturgia para que quien lo desee pueda rezar en privado. El silencio es la mejor preparación de la litur­gia. Aparte de una música apropiada, no se debería permitir ningún menoscabo del derecho que el pueblo tiene a la tranquilidad antes de la Eucaristía. Por ejemplo: no se deberían permitir ensayos del coro o musicales, avisos que pueden darse más tarde, o distracciones en el presbiterio o en cualquier otro sitio. Los asistentes pueden encontrarse y hablar antes de la Misa, pero en una zona bien apartada del lugar donde se celebrará la liturgia. La costumbre bastante generaliza de estar “charlando” antes de la Misa debería desterrarse, así como de entablar conversaciones y saludos al finalizarla. Siempre habrá otros lugares más adecuados. Hay personas que necesitan –todos lo necesitamos– orar en silencio y no se les puede escamotear su derecho a orar y meditar en silencio y recogimiento.
El pueblo puede llevar sus propios misales para seguir las lecturas y oraciones. Los textos se pueden facilitar tam­bién en el boletín parroquial, en un misal pequeño o en un programa para una Misa especial.
Asimismo, se pueden facilitar cantorales apro­bados por el obispo. No obstante, el uso de una pantalla para proyectar textos o letras de canciones parece contrario al espíritu de la liturgia, porque la pantalla se convierte en el centro de atención, en vez del altar, el ambón, o la sede. La tecnología audiovisual puede tener algún uso en la iglesia, pero proyectar durante la Misa películas o diapositivas sugerentes reduce la piedad a la mera cultura televisiva. Lo anterior no excluye que, en templos donde parte del pueblo no tiene acceso directa a la visión del presbiterio o lo tiene desde una excesiva lejanía, se puedan usar estos elementos tecnológicos (por ejemplo, en una catedral) pero para ayudar a la visión de la celebración.
Por otro lado, se permite poner música religiosa, con un volumen discreto y de buena calidad, antes o después de la Misa, pero no durante la liturgia, en la que la comunidad debe ofrecer a Dios sus propios regalos de alabanza musical.
Jesús Luengo Mena

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