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1.7.10

EL MAESTRO DE CEREMONIAS

Se conoce por ese nombre a la persona (ministro ordenado o laico) que ejerce la función de organizar el desarrollo de las celebraciones litúrgicas.
La labor del Maestro de Ceremonias ha sido siempre de gran importancia en las celebraciones especiales o de especial complejidad. En la liturgia episcopal su ministerio está regulado en el Ceremonial de los Obispos. Así se dice expresamente que "para que la celebración, especialmente la que preside el Obispo, resplandezca por su decoro, simplicidad y orden, es necesario un maestro de ceremonias que la prepare y dirija en estrecha cooperación con el Obispo y los demás que tienen el oficio de organizar sus partes, sobre todo bajo el aspecto pastoral”.
El maestro de ceremonias debe ser verdaderamente perito en sagrada liturgia, su historia y su índole, sus leyes y preceptos. Pero, además, debe ser versado en pastoral, para que sepa cómo se han de ordenar las sagradas celebraciones, a fin de fomentar tanto la participación activa del pueblo, como para promover su belleza.
El maestro de ceremonias debe procurar que se observen las leyes de las sagradas celebraciones, según su espíritu verdadero y las legítimas tradiciones de la Iglesia particular, que sean de utilidad pastoral.
Debe coordinar oportunamente a los cantores, acólitos, lectores, ministros y celebrantes en aquellas cosas que deben hacer y decir y en qué momento deben hacerlo.
Importante en un maestro de ceremonias es la máxima discreción; no habla nada superfluo; no ocupa el lugar de los diáconos ni de los asistentes al lado del celebrante. Debe actuar con piedad, con paciencia y con diligencia.
Un buen maestro de ceremonias asegura el buen desarrollo de la acción litúrgica sin sobresaltos y da seguridad a todos los ministros que están en el presbiterio al saber que serán avisados en el momento preciso para realizar su función.
En el ejercicio de sus funciones, el maestro de ceremonias se reviste con alba, o sotana y sobrepelliz. Si es diácono, dentro de la celebración puede revestir la dalmática y las demás vestiduras de su orden. Si es canónigo (todas las catedrales tiene un canónigo encargado expresamente de ese papel) viste el hábito coral.
La liturgia papal, aunque se rige por otras leyes, se desenvuelve siempre con la ayuda del Maestro de Ceremonias Pontificio
Como curiosidad añadimos que en tiempos pretéritos y con el objeto de señalar el inicio del texto a leer por el celebrante o cantor, el maestro de ceremonias usaba en España el puntero. Era una especie de batuta, muy útil cuando las dimensiones del libro o la distancia entre el libro y el ceremoniero hacían difícil señalar con la mano, como solía acontecer con los grandes antifonarios corales y el canon pontifical. Así, el puntero se convirtió en la insignia por excelencia del maestro de ceremonias.
Finalizamos con un elogio a la magnífica escuela sevillana de liturgistas y sus cabezas visibles en la catedral, canónigos Ángel Gómez y Luis Rueda, siempre pendientes del buen desarrollo de los ritos y ceremonias.

2 comentarios:

Pedro dijo...

Interesante su aportación, me interesaría saber más acerca del maestro de ceremonias, en el caso de un laico. Además de recomendarme algunos documentos para leer.

Agradezco su atención, afectísimo en Cristo y María

Jesús Luengo Mena dijo...

Un maestro de ceremonias, laico o religioso ya que da igual para este caso, debe conocer las normas litúrgicas a fondo. La OGMR (Ordenación General del Misal Romano) y el Ritual de los Sacramentos deben ser sus libros de referencia. Le puedo recomendar el libro de Peter J. Elliott titulado "Guía práctica de Liturgia" que lo veo muy útil.