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24.7.23

Las fiestas de la Virgen (IX)

Una vez vistas las solemnidades de la Virgen pasamos a analizar la categoría litúrgica de las fiestas de la Virgen, en las cuales celebramos dos acontecimientos de su vida terrenal: la Natividad de la Virgen María el 8 de septiembre (fecha de comienzo del año litúrgico en la liturgia bizantina) y la Visitación (el 31 de mayo). Las fiestas se celebran dentro de su día natural y no comienzan en las Vísperas, como las solemnidades, aunque tienen lecturas y oraciones propias.   

La Natividad de la Bienaventurada Virgen María es una fiesta procedente de Oriente que celebramos el 8 de septiembre, Esta fiesta va unida a la dedicación de la iglesia de la Natividad de María en Jerusalén remontándose su antigüedad en Roma al menos al siglo VII. La «Marialis Cultus» dice que esta fiesta celebra esperanza para todo el mundo y aurora de salvación (MC 7). La Iglesia sólo celebra el nacimiento de tres santos: la Virgen, su esposo San José y san Juan Bautista, ambos estrechamente relacionados con Cristo. El día de la Natividad de María es la aurora, así como la Asunción es el triunfo final. La Iglesia ve en el nacimiento de la Virgen el comienzo de la salvación universal. Esta fecha del 8 de septiembre fue la que condicionó la de la Inmaculada, ya que nueve meses antes de su Natividad sería su Concepción Inmaculada, el 8 de diciembre.

El Martirologio nos dice: Fiesta de la Natividad de la Bienaventurada Virgen María, de la estirpe de Abrahán, nacida de la tribu de Judá y de la progenie del rey David, de la cual nació el Hijo de Dios, hecho hombre por obra del Espíritu Santo, para liberar a la humanidad de la antigua servidumbre del pecado.

 La Visitación de la Bienaventurada Virgen María a su prima santa Isabel, que celebramos el 31 de mayo tiene su justificación en el Evangelio de Lucas (Lc 1, 39-56). Como fiesta fue instituida por Urbano VI en 1389 pero ya era celebrada por los franciscanos el 2 de julio desde el año 1263.  Se ha colocado antes de la solemnidad del nacimiento del Bautista por razones lógicas, desplazando la memoria de María Reina al 22 de agosto. La MC dice de esta fiesta que la liturgia recuerda a la Santísima Virgen que, llevando en su seno al Hijo, va a casa de Isabel para ofrecerle la ayuda de su caridad y proclamar la misericordia de Dios Salvador (MC 7). María aparece como portadora de Cristo. La actitud de alegría y alabanza hace exclamar a María su canto del Magnificat.

El Martirologio nos dice de la Fiesta de la Visitación de la Bienaventurada Virgen María, con motivo de su viaje al encuentro de su prima Isabel, que estaba embarazada de un hijo en su ancianidad, y a la que saludó. Al encontrarse gozosas las dos futuras madres, el Redentor que venía al mundo santificó a su precursor, que aún estaba en el seno de Isabel, y al responder María al saludo de su prima, exultante de gozo en el Espíritu Santo, glorificó a Dios con el cántico de alabanza del «Magníficat».

En próximos artículos abordaremos las memorias de la Virgen.



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