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13.1.07

LA RELIGIOSIDAD POPULAR: ALGUNAS MANIFESTACIONES.

La religiosidad popular es un tema muy manido y que no goza de excesivos entusiasmos últimamente. Bueno es reproducir unas líneas de Benedicto XVI sobre el tema escritas cuando era nada más (y nada menos) que cardenal Ratzinger: “La religiosidad popular es el humus sin el cual la liturgia no puede desarrollarse. Desgraciadamente muchas veces fue despreciada e incluso pisoteada por parte de algunos sectores del Movimiento Litúrgico y con ocasión de la reforma postconciliar. Y sin embargo, hay que amarla, es necesario purificarla y guiarla, acogiéndola siempre con respeto, ya que es la manera con la que la fe es acogida en el corazón del pueblo, aun cuando parezca extraña o sorprendente. Es la raigambre segura e interior de la fe”. Magníficas palabras para valorar ese fenómeno de la religiosidad popular uno de cuyos elementos más destacados son las hermandades y cofradías. El recientemente publicado “Directorio sobre la piedad popular y la liturgia” de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos nos ilustra sobradamente sobre las formas de culto y especialmente sobre las prácticas de la piedad popular. Las formas de culto de las hermandades y cofradías, en su vertiente devocional más generalizadas, se resumen en novenas, septenarios, quinarios y triduos, teniendo siempre como centro celebrativo la Eucaristía.

La novena es un ejercicio piadoso que dura nueve días, dedicado generalmente a la Virgen María y a otros santos y santas, así como a devociones particulares. Muchas de las novenas tiene indulgencias y la única novena que no era de devoción sino litúrgica fue la prescrita por León XIII en el año 1895 dedicada al Espíritu Santo para preparar la Pentecostés. Hay solamente dos Hermandades sevillanas que hoy en día celebran novenas a sus Cristos titulares: se trata de las Hermandades de Pasión y la de san Isidoro. En siglos pasados sin embargo era bastante frecuente el dedicar novenas a los Cristos.

El septenario es un ejercicio de siete días especialmente dedicado a la Virgen en sus advocaciones dolorosas, como recuerdo de los siete dolores que padeció la Virgen al contemplar los padecimientos de Cristo ante la Cruz, la Crucifixión, la Muerte en la Cruz, la Lanzada, el Descendimiento (Quinta Angustia), la Piedad y el Entierro.

Los quinarios parecen tener su origen en el recuerdo de las cinco llagas de Cristo (manos, pies y costado) y son específicos para el culto a Cristo, aunque no faltan Hermandades que dediquen quinarios a la Virgen, como la Soledad de san Lorenzo, o las Hermandades de la Estrella y el Cachorro, que hacen quinario conjunto al Cristo y a la Virgen.

El triduo se suele dedicar a la Virgen, sin ser exclusivo ya que, por ejemplo, la Hermandad del Valle dedica sendos triduos a sus imágenes titulares del Cristo de la Coronación y de Nuestro Padre Jesús con la Cruz al hombro. Tres son las personas de la Trinidad y tres los días que conforman el Triduo Pascual. Se dedican también Triduos al Santísimo.

Podemos citar además la costumbre piadosa, muy extendida, de la visita de los viernes a templos con imágenes muy devocionales, como ocurre en Sevilla con el Gran Poder o al Cautivo de San Ildefonso por parte de muchos sevillanos, que se incrementa considerablemente en los viernes de Cuaresma. Otros santos de devoción popular (Santa Rita, San Pancracio, Santa Marta, San Nicolás, etc) también tiene sus propias tradiciones.

El Vía Crucis cuaresmal y el Vía Lucis, su equivalente pascual, son otras formas de devoción muy queridos por las Hermandades, especialmente el ejercicio del Vía Crucis en el cual se recorren los momentos más sobresalientes de la Pasión y Muerte de Cristo a través de sus catorce estaciones. De igual forma, en la Cuaresma, están bastante extendidas las meditaciones sobre el Stabat Mater y sobre las Siete Palabras de Jesús en la Cruz, difundidas estas últimas en el S. XVII sobre todo gracias al tratado que sobre dicho tema escribió san Roberto Belarmino. EL sermón sobre las Siete Palabras es fuente importante de reflexión durante los días cuaresmales.

No podemos dejar de nombrar la señal de la cruz. Hacer la señal de la cruz es el gesto fundamental del cristiano. Santiguarse es aceptar a Cristo en nuestra vida, reconocernos discípulos suyos. Si además utilizamos el agua bendita para santiguarnos nos trae recuerdos del bautismo. En definitiva es una profesión de fe en el Dios trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Hacer la señal de la cruz equivale a ponernos bajo la protección del Señor, equivale a un escudo que nos protege de las tribulaciones diarias y nos anima a seguir adelante.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido

1 comentario:

Jesús Luengo Mena dijo...

Gracias por sus comentarios. En un articulo pondre los requisitos para acceder al diaconado.