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18.7.08

EL LIBRO DE LA ORACIÓN DE LOS FIELES

La oración universal u oración de los fieles es la oración conclusiva de la Liturgia de la Palabra. Se dice tras la homilía o el Credo (si lo hay) y mediante ella el pueblo, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por toda la humanidad. La asamblea expresa su súplica o bien con una invocación común, que se pronuncia después de cada intención, o con una oración en silencio.
Esta oración también puede decirse fuera de la misa, en otras acciones litúrgicas y en ejercicios piadosos.
Tiene varias partes: invitación, intenciones, respuesta o silencio y conclusión. Siempre la introduce el sacerdote o diácono y la concluye. Las intenciones las puede leer un lector (hombre o mujer). Si es misa con niños pueden hacerla ellos. En general, con un lector basta. No es recomendable una acumulación de lectores para dar una falseada apariencia de participación. Los lectores deben subir de la nave al presbiterio y tras hacer reverencia al altar se dirigen al sitio dispuesto (puede ser el ambón o mejor otro lugar diferenciado). El sacerdote dirige la oración desde la sede o desde el ambón.
Las características de esta oración son varias:
· súplica al Padre
· es oración litúrgica
· participa todo el pueblo
· se pide por las necesidades de la Iglesia y de todo el mundo (de ahí su nombre de universal)
Esta oración tiene un libro propio. El Libro de la Oración de los fieles es uno los libros litúrgicos, que contiene los distintos formularios de la Oración de los fieles para todo el Año litúrgico.
Hay formularios para el Propio del Tiempo, para Adviento, Navidad, Cuaresma, Semana Santa, Triduo Pascual y tiempo de Pascua. También el Libro recoge oraciones para el Propio y Común de los Santos, Misas rituales, difuntos, etc.
Las peticiones pueden prepararse por el equipo de liturgia, siguiendo la normativa al respecto.

2.7.08

REQUISITOS PARA QUE UN TEMPLO SEA DECLARADO COMO BASÍLICA

El término basílica deriva del griego (basiliké) que significa regia o real, y viene a ser una elipsis de la expresión basiliké oiría, que quiere decir "casa real". Una basílica era un suntuoso edificio público que en la Grecia antigua solía destinarse al tribunal, y luego en las ciudades romanas ocupaba un lugar preferencial en el foro.

Basílica romana: En Roma, capital del imperio, apareció la basílica hacia el año II antes de Cristo. Era un edificio dedicado a la transacción comercial o para la administración de justicia. Muchas veces en la basílica deliberaban los ciudadanos sobre asuntos importantes de la urbe. Arquitectónicamente se trató siempre de una gran sala rectangular, compuesta por una, tres o cinco naves; la central siempre más ancha y alta y soportada por hilera de columnas que la separaban de las laterales. En la diferencia de altura siempre se aprovecha para abrir ventanas de iluminación en los muros más elevados. En uno de los extremos de la nave principal existía siempre un ábside, donde se instalaba la presidencia, mientras que el ingreso se efectuaba por el extremo opuesto, donde estaba el pórtico con su nártex.

Basílica cristiana: Tras el edicto de Milán, promulgado por Constantino en el año 313, el imperio deja de perseguir a los cristianos. A partir de entonces el modelo basilical se utiliza para la construcción de los nuevos templos, y muchas de las antiguas basílicas romanas se convierten en templos cristianos. Tal es el ejemplo del palacio de Letrán, que pasa a ser la catedral de Roma. En el ábside se coloca el altar y alrededor de él se disponen los oficiantes del culto. En el presbiterio se sitúan los sacerdotes y en la nave o naves, los fieles que asisten al culto cristiano. Posteriormente se adoptaron otras formas, tales como la planta de cruz latina o de cruz griega, que fueron generalizando la construcción basilical sin que desaparezca la forma antigua. Así pues la basílica pasó a ser un tipo peculiar de templo cristiano, y en este sentido se utiliza hoy tanto desde el punto de vista arquitectónico como religioso, para designar a un templo de gran importancia.

Basílica litúrgica: Pero más allá de su trazado arquitectónico, una iglesia se transforma en basílica por decisión pontificia. De esta forma son basílicas aquellas iglesias que por aspectos de cierto relieve, son reconocidas y designadas por privilegio papal. Se distinguen dos tipos de basílicas "mayores" y "menores".
Son basílicas mayores o patriarcales las cuatro que en Roma están designadas para ganar la Indulgencia del Año Jubilar, y a las que se ingresa por la Puerta Santa que cada uno posee, y que son: San Pedro del Vaticano, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros.
Son basílicas menores todas las demás, repartidas por el mundo y que son reconocidas o designadas como tales por decisión pontificia. De esta manera la Santa Sede le está otorgando a dicho templo un honor especialísimo que debe enorgullecer y comprometer a la comunidad que se reúne en ese templo.
Los requisitos:
Para que un templo pueda alcanzar el título basilical, debe reunir tres requisitos.
* debe ser un templo de regio esplendor, levantado con un perfil destacado, o sea, arquitectónicamente importante
* dicho templo debe ser foco espiritual de una comunidad que es santuario para la multitud de devotos que acuden a él, debe atraer a miles de fieles
* que dicho templo, bajo sus bóvedas, posea un tesoro espiritual y sagrado, dando culto ininterrumpido al Señor, a la Virgen y al Santo venerado en él, o sea, que la devoción a la imagen que allí se venere sea importante y traspase los límites de su propia comunidad. El clto debe estar atendido y asegurado por suficiente número de sacerdotes.
Las insignias:
Para manifestar externamente los tres requisitos, la Santa Sede concede tres insignias a la basílica:
* La umbella basilical: Es una sombrilla a dos colores, escarlata y amarillo, tal como la usaban los emperadores de Oriente. Está ubicada en un lateral del presbiterio, generalmente abierta en días de indulgencia o de grandes fiestas.
* El tintinábulo: Es un marco grande y dorado, con la imagen del patrono de la basílica en el centro, colocada en un asta muy elevada y coronada a su vez por una pequeña umbella bicolor. Posee una campanilla que tintinea (de ahí el nombre), y que suele tocarse para llamar a la gente cuando el Papa se aproxima (si se diera el caso) o en grandes solemnidades litúrgicas. Está ubicado en el lateral opuesto del presbiterio.
* El escudo de armas: Una basílica, al igual que el obispo y la diócesis, posee un escudo de armas. Suele colocarse el escudo de armas y las insignias papales juntos, para destacar la vinculación que la basílica posee con la Santa Sede. Se pueden pintar al fresco en la bóveda de la nave central, y en puertas de ingreso al templo.

29.6.08

ROMANO GUARDINI, SACERDOTE CATÓLICO

Romano Guardini nació en Verona en 1885 y murió en Munich en 1968. Estudió primero química en Tubinga, luego economía política en Berlín y finalmente teología en Bonn. Hijo del cónsul italiano en Maguncia, el joven compartió en el hogar la raíz de humani­dad propia de Cicerón y de San Agustín, de Virgilio y Dante, pero su implantación decisiva en la rea­lidad deriva de la formación espiritual e intelec­tual que le otorgaron la historia y lengua alema­s.
Es un ejemplo máximo de lo que puede llegar a una persona cuando desde su cultura intelectual y cordialmente poseída se injerta en otra. Desde 1910 doctor en teología por la universidad de Friburgo, profesor titular en la universidad de Berlín desde 1923, hasta que fue separado de la cátedra por los nazis en 1939.
Acabada la II Guerra Mundial es integrado a la docencia universitaria con una cátedra de filosofía religiosa en Tubinga donde enseña hasta el 1948 cuando se traslada en la universidad de Munich, permaneciendo en ella hasta 1964, año de su jubilación. Es precisamente en el duro invierno postbélico de 1947 cuando Guardini inicia unas clases concluyéndolas en 1948 en Munich. El texto de aquel ciclo universitario es publicado en 1950 bajo el título "Das ende Der Neuzeit" (traducción española: "El ocaso de la Edad Moderna", ed. Guadarrama, Madrid 1958).El libro, adelantando de treinta años la tesis del agotamiento de la modernidad, impacta a los círculos culturales de Occidente. En efecto aquel libro pareció, a muchos intelectuales, inactual desde el mismo título o, por lo menos, desconcertante en los años de una postguerra dominada por la ilusión de un "renacimiento" de la modernidad bajo el alero de una alianza entre la cultura ilustrada y el cristianismo que, superadas viejas rencillas, se habían asociado para anunciar el amanecer de un "mundo nuevo" liberado por completo de las perniciosas sugestiones del totalitarismo.
Despejando el optimismo ingenuo de aquellos que celebraban el asomarse de la razón, la cultura y la tolerancia entre los escombros morales y materiales dejados por la guerra, Romano Guardini amonestaba: "No se trata de un renacimiento, sino solo de una ilusoria reacción a los éxitos negativos de una modernidad que ha concluido sin remedio su ciclo. Por lo tanto es necesario analizar la época que termina para vislumbrar los tiempos postmodernos que la siguen y que todavía no tienen nombre".
La vida cultural alemana entre 1918 y 1968 ya no es pensable sin lo que fue este educador y guía de juventud desde sus primeros años dirigiendo los movimientos juveniles en Rothenfels y el grupo Quick­rn, -fue considerado «praeceptor Germanice». Como profesor en Berlín y luego en Tubinga y Munich, Guardini fue presentando las figuras fundadoras de la conciencia europea, trayéndolas desde su leja­nía hasta el nivel de la conciencia contemporánea, para que pudieran ser percibidas como faros en la navegación humana: Sócrates, San Agustín, Dante, Pascal, Hólderlin, Dostojevski, Mórike, Rilke... Los libros dedicados a cada uno de ellos siguen sien­do interpretación elocuente de ese universal huma­no, que sólo descubrimos cuando alguien lo encar­na vivo ante nuestros ojos.
Pero en este artículo de homenaje nos fijaremos especialmente en su participación en el movimiento litúrgico, nacido alrededor de grandes abadías benedictinas. Junto a otras grandes figuras fue redescubriendo la riqueza de la liturgia y contribuyó a introducir el arte moderno en las iglesias, promoviendo la participación de los fieles en las celebraciones y abriendo las puertas de la Iglesia a la modernidad.
Sus libros sobre liturgia (El Espíritu de la Liturgia, Sobre la Iglesia, Los símbo­los sagrados) son hoy básicos para comprender la reforma litúrgica. Su influjo llegó a España. Ortega y Gasset en su segundo periplo por Alemania percibió el eco de su magisterio. También influyó sobre Luis Díez del Corral y Alfonso Querejazu, que siguieron sus clases en Berlín y de su espíritu aprendieron mesura y magnanimidad. Rigor intelectual y abertura católica.
A la hora de enunciar los grandes influjos de Guardini no es posible olvidar tres nombre estelares: Rahner, Baltasar y Ratzinger. Bajo su influencia construyeron sus grandes síntesis personales y proyectos eclesiales. Son superiores a él, pero sin él ¿hubieran sido posibles? Los tres han dedicado libros a recoger su ejemplaridad y a trasmitir su pensamiento. Rahner concluía su testimonio con estas palabra que dejamos como invitación y tarea a las nueva generaciones. «El hombre y la obra que provoca nuestra gratitud no nos quitan a los más jóvenes que tuvimos la suerte de convivir con él, ni a la joven generación, el peso del propio quehacer y responsabilidad. Pero él sigue siendo para nosotros un ejemplo y una bendición».
Fuente: Diario ABC (03/06/2008). Artículo de Olegario González de Cardenal (extracto)

25.6.08

EL CAMINO NEOCATECUMENAL: PECULIARIDADES LITÚRGICAS

Tras cinco años “ad experimentum y después de una amplia consulta a obispos de toda la Iglesia, la Santa ha aprobado de manera definitiva el Estatuto del Camino Neocateumenal (11-mayo-2008). El Camino Neocatecumenal, popularmente conocidos como kikos, es una realidad eclesial que surgió alrededor de 1964 por iniciativa del artista plástico Kiko Argüe­llo, quien decidió dejarlo todo para vivir entre los más pobres en las barracas de Palomeras Altas, en la periferia de Madrid. En ese ambiente, se fraguó, junto al trabajo de la teóloga Carmen Hernández, la idea de poner en marcha un itinerario de evangeli­zación de adultos que llevara al redescubrimiento del Bautismo y una educación permanente en la fe.
En 1972 1a propuesta de Argüello recibió el nombre de Camino Neocatecumenal tras ser estudiado a fondo por la Congregación para el Culto Divino. Actualmente, también les acompaña el padre Mario Pezzi, que junto a Kiko Argüello y Carmen Hernández, forman el equipo responsable a nivel mundial del Camino Neocatecumenal. En España, hay en la actualidad cinco seminarios diocesanos misioneros Redemptoris Mater para la Nueva Evangelización: Madrid, Castellón, Granada, Córdoba, Murcia, León, y el próxi­mo curso, a petición del obispo, comenzará a funcionar también el de Navarra. En todo el mundo son más de 19.000 comunidades presentes en 5.700 parroquias y 1.200 diócesis.
El Vaticano les puso algunos reparos a originalidades litúrgicas, algunas de las cuales les han sido ahora admitidas y otras no.
En este artículo no vamos a analizar su carisma ni espiritualidad sino solamente las peculiaridades litúrgicas que les han sido aprobadas, referidas a la forma de celebrar la Misa.
Ante todo decir que una de las características de la liturgia es su no-arbitrariedad, o sea, que no puede cambiarse a capricho. Si cada sacerdote, comunidad, grupo o congregación desarrollase su propia liturgia ésta dejaría de ser católica, universal.
En primer lugar la Santa Sede les recuerda que es obligatorio usar los libros oficialmente aprobados para la celebración de los sacramentos (misal, leccionarios, rituales, etc)
Sobre el día de su celebración eucarística más importante (sábado por la noche) se debe considerar que forma parte de las activi­dades de la parroquia y deberá estar abierta a otros fieles que deseen participar. No podía ser de otro modo. La Eucaristía no puede ser privada y todo católico tiene derecho a asistir a ella. Eso no excluye las celebraciones para grupos determinados.
En cuanto a los aspectos litúrgicos en la celebración de la misa, que es uno de los aspectos que más se habían cuestionado, el Vaticano ha señalado que se les permite seguir tomando la comunión bajo las dos especies y usar pan ácimo. Obliga a que los fieles que asistan a estas celebraciones eucarísticas comulguen en pie y no sentados, como solían hacer. La comunión, con el vino consagrado, la pueden seguir recibiendo sentados para evitar que pueda desbordarse del cáliz. Esto significa que todas las comunidades de­ben abandonar la costumbre de recibir la comunión sentados a la mesa.
Otra peculiaridad consiste en cambiar el momento del rito de la paz, para hacerlo antes de la consagración y después de la Oración de los fieles, tal como lo venían haciendo hasta ahora, siguiendo el rito mozárabe. El rito de la paz, hoy día antes de la comunión, es un rito que algunos liturgistas debaten sobre su momento más idóneo. Algunos ­­piensan que otro momento oportuno podría ser tras el acto penitencial.
En lo referente a la homilía, debe ser siempre pronunciada por un sacerdote o un diácono, nunca por un laico. La Santa Sede ha aceptado su costumbre de que, antes de la homilía, los participantes en la misma puedan hacer un eco para explicar y comunicar a los presentes que le ha dicho la Palabra de Dios que han escuchado, sin que ello suponga una sustitución de la homilía. Se prevén también moniciones antes de la Palabra. Además, en el artículo 13 se especifica que las celebraciones eucarísticas de la Comunidad Neocatecumenal "forman parte de la pastoral litúrgica dominical de la parroquia y están abiertas a otros fieles". Según el canonista vatica­no Juan Ignacio Arrieta, «la principal consecuencia de la personalidad pública, que se aplica al itinerario de forma­ción Neocatecumenal, se refie­re a la particular autoridad eclesial con la que, bajo la di­rección del obispo diocesano, se imparte ahora el Camino».
Por último aclarar a nuestros lectores que el Camino no es una Congregación ni Orden religiosa, sino un itinerario formativo para la fe y vida cristiana en la perspectiva de la nueva evangelización.
Jesús Luengo Mena

22.6.08

VESTIDURAS, ORNAMENTOS Y OBJETOS LITÚRGICOS EN DESUSO II

Portapaz
El portapaz es una pequeña placa de metal, maderoa o marfil con alguna imagen o signos que no suele medir más de 12 ó 15 cm de alto, y algo menos de ancho. Su uso estaba destinado a los fieles que se lo pasaban entre ellos para besarlo en el momento de la misa en que se daban la paz. Hoy día se suele hallar expuesto en los tesoros eclesiásticos sin uso alguno, en el mejor de los casos, cuando no se halla olvidado en los armarios parroquiales o conventuales. Se encuentra también en muchos museos que cuentan con objetos sacros. Durante el Renacimiento tuvieron una especial importancia artística.

Sacras
Se llama así a tres cuadritos enmarcados y con cristal, a veces muy bien adornados, que se colocaban de pie sobre el altar, apoyados en la base del retablo para que el sacerdote pudiera decir unas oraciones determinadas sin necesidad de recurrir siempre al misal.

Silla gestatoria
Se llama silla gestatoria a una silla provista de dos travesaños para ser llevada en hombros. Era usada para llevar en procesión al Papa en ciertas ceremonias solemnes, de manera que la multitud pudiera verlo. Tras ella marchaban los flabelos. Actualmente ha caído en desuso, pues el Papa suele usar vehículos motorizados cuando pasea entre multitudes. Los ayudantes que la llevaban eran llamados sediarios.

Tiara pontificia
Es una tiara alta con tres coronas de origen bizantino y persa que representa el símbolo del papado.
Las tiaras papales fueron usadas por todos los papas desde Clemente V hasta Pablo VI quien fue coronado en 1963. Pablo VI abandonó el uso de la corona a partir del Concilio Vaticano II, dejándola simbólicamente en el altar de la Basílica de San Pedro, pero no abolió su uso, si bien todos sus sucesores hasta hoy han decidido no ser coronados. En la actualidad la tiara sigue siendo símbolo del papado como se refleja en el escudo de armas de la Santa Sede y el Vaticano. El escudo de armas personal de Benedicto XVI no contiene la tiara tradicional entre sus ornamentos. Ésta fue remplazada por la mitra, si bien la mitra contiene tres niveles que recuerdan la tiara papal. Otra novedad ha sido la incorporación en su escudo del palio pontificio que nunca había aparecido antes en un escudo papal.

14.6.08

VESTIDURAS, ORNAMENTOS Y OBJETOS LITÚRGICOS EN DESUSO

En una serie de dos artículos vamos a relacionar, a modo de curiosidad y cultura litúrgica, algunos de los objetos o vestiduras liturgicos que ya o bien no se usan o han quedado opcionales.
Aguamanil
Se conoce por ese nombre tanto un jarro con pico para verter agua en una palangana o bien a la pila donde se lavan los sacerdotes las manos. Están situados, donde aún se conservan, en las sacristías y llegaron a tener cierta relevancia artística.

Barandilla de la comunión
Llamadas también barandillas del altar, esta estructura semejante a una valla todavía puede verse en algunas antiguas iglesias. Algunas de las razones de su introducción fueron proteger el altar de las profanaciones y reservar la zona del presbiterio para ciertas personas y ritos. Las ultimas barandillas tenían la altura y anchura adecuadas para arrodillarse en el momento de recibir la comunión.

Capa magna
La capa magna es una capa muy larga y aparatosa con una cola de varios metros de largo y capucha. La parte anterior viene recogida sobre el brazo y se deja caer al sentarse. Era generalmente utilizada por los prelados en las ceremonias litúrgicas más solemnes. La capucha se pone sobre la cabeza en lugar de la birreta durante los oficios de Semana Santa y sobre el galero papal cuando éste es utilizado (por ejemplo, en las procesiones y por los cardenales durante la creación del consistorio público). La capa magna la pueden usar los obispos y los cardenales. Los obispos pueden llevarla en la propia diócesis, los arzobispos en su provincia, los nuncios apostólicos en el lugar de su Legación y los cardenales en cualquier sitio. La capa magna hace obligatorio el uso de un clérigo (llamado caudatario) encargado de sostenerla. Actualmente su uso es optativo y está en desuso.

Capelo
Es un sombrero de color rojo, propio de los cardenales. Hoy día suele sustituirse por la birreta en el vestuario propio. No obstante, sigue apareciendo en la heráldica eclesiástica.
Carraca
Es un instrumento sonoro de madera para ruido o convocar, formado por una lengüeta que choca en una rueda dentada al darle vueltas, sustituía a las campanillas en el triduo pascual. En algunos templos se sigue usando, como por ejemplo en la catedral de Sevilla.

Catafalco
El catafalco era una pieza de madera con forma de ataúd colocada encima de un soporte y cubierta con un paño mortuorio como si fuera un féretro. Se utilizaban en los funerales sin la presencia del cadáver.
Dejaron de usarse debido a su simbolismo vacío ya que lo debía ser honrado con signos de despedida en el cadáver, no una imagen o representación del fallecido. En algunos diccionarios la palabra catafalco se define como una plataforma donde se coloca el féretro.
Conopeo
Del griego Konopeion que viene a ser como un velo o mosquitero. Conopeo es el velo que a modo de tienda que cubría el sagrario donde se reserva la eucaristía se solía utilizar una tela de colores litúrgicos propio del tiempo o la fiesta.
Cucharilla eucarística
Eran de mango largo y las usaban algunos sacerdotes para estar seguros de que sólo cayeran una ó dos gotas de agua en el cáliz.

Facistol
Es un atril grande giratorio en cuyas cuatro caras con repisa se depositaban los libros del canto litúrgico para ser vistos a distancia. La explicación del gran tamaño de los libros de coro se debe a que con un solo libro todo el coro podía leer y cantar –las partituras individuales que ahora se usan son muy modernas, gracias a los modernos medios de reproducción–.

Guantes litúrgicos, medias, calzado de los obispos
Los guantes decorados con amplios puños, calcetines del color del día litúrgico, así como varias formas de sandalias adornadas se usaron durante mil años como signos de oficio, dignidad y tradición para los obispos.

Hijuela
Es pedazo de tela normalmente de forma circular que se ponía encima de la hostia para evitar el roce del paño que cubría el cáliz y que se retiraba de la patena antes de comenzar el ofertorio.

Manipulo
Es un paño de unos ocho cm de largo y un metro de largo atado a la muñeca izquierda que usaban los clérigos para limpiar sudor, la nariz, las manos, luego se convirtió en un adorno de rango o distancia.

Manteo
Es una capa larga hasta los pies que algunos sacerdotes llevaban sobre la sotana antes del concilio Vaticano II.

Mantilla o velo
Es una prenda de gasa o encaje que cubría la cabeza de las mujeres para entrar a la iglesia antes del Concilio Vaticano II.

Palmatoria
Se llama palmatoria a una candela portátil con mango largo que se utilizaba para iluminar en el momento de dar la comunión.

9.6.08

EL MATRIMONIO CATÓLICO. PROTOCOLO.III

Antes de comenzar advertimos que este artículo, que complementa a los dos anteriores dedicados al matrimonio católico, no es tema de liturgia sino de usos y costumbres sociales, de protocolo. Sin embargo hemos creído oportuno publicarlo para completar todos los aspectos del que debe ser uno de los días más felices en la vida de cualquier persona.
El protocolo del día de la boda comienza con la donación del ramo de la novia, que tiene lugar en su casa por parte del padrino.
El novio sale de su casa acompañado de su madre y la novia lo hace acompañada de su padre. El coche adornado pasa a recoger a la novia, a quien acompañará el padrino. El novio llega por separado, acompañado por la madrina. Los primeros en llegar a la iglesia deben ser el novio y la madrina. Éstos deberán esperar a la novia en el altar de la iglesia (y no esperar fuera como hacen la mayoría de la gente en la actualidad). Lo mismo vale para los invitados, que deben esperar a la novia en el interior del templo. Ingreso de la novia
Según la tradición la novia entrará del brazo izquierdo de su padre o de quien eligió como padrino y entra en la iglesia mientras suena la inevitable marcha nupcial. Si hay damas, pajes o niños de arras, éstos entran detrás de la novia, vigilando no pisar la cola del vestido. Tanto el padrino como el novio ofrecen su brazo izquierdo a su acompañante femenina. Como norma puede decirse que los varones ofrecen su brazo izquierdo a sus acompañantes femeninas. Dentro de la iglesia deben estar acomodados el resto de los familiares, testigos y el novio con la madrina. El orden de honor suele ser: padres, padrinos, hermanos, abuelos, tíos, primos y amigos.
Colocación
Una vez que la novia ha llegado al altar la colocación en el mismo de izquierda a derecha es como sigue: la madrina, la novia, el novio y el padrino (siempre mirando hacia el altar). Los testigos de cada uno se sitúan a lado correspondiente (si van por la novia a la izquierda y si van por el novio a la derecha). Los familiares también se deberían colocar en su lado correspondiente (aunque es una práctica poco llevada a cabo). A la derecha se sitúa la familia de la novia y a la izquierda la del novio. Se suele dejar este tipo de colocaciones para bodas muy formales. Los contrayentes pueden invitar a la ceremonia a un organista, músicos o coros para que solemnicen la ceremonia. Es conveniente que estos músicos estén familiarizados con el rito.
Los novios, como ya se dijo, pueden elegir las lecturas dentro de las propuestas, pero siempre con la aprobación del celebrante.
Cortejo de salida
La salida de la iglesia es: los novios del brazo, detrás los padrinos y los niños de arras y las damas de honor. Si los padres no son los padrinos, pueden salir el padre de la novia del brazo de la madre del novio, y el padre del novio del brazo de la madre de la novia. Al salir, se produce la molesta e inevitable lluvia de arroz (aunque en algunos casos se lanzan pétalos de flores y se aplican otras costumbres). Si durante la boda hay un servicio de fotógrafo y vídeo contratados, deberán ser lo más discretos posibles y no hacer ruido o molestar. Los nuevos esposos marchan juntos en el automóvil.
Los padrinos y testigos
Los padrinos y los testigos tienen un papel importante en las bodas, aunque su función ha perdido protagonismo con el tiempo. Los padrinos son los que "oficialmente" entregan los novios a la "otra parte" y los testigos se encargan de testificar, con su firma que el matrimonio se ha celebrado.
De forma habitual los padrinos suelen ser los padres y las madres de los contrayentes y, concretamente, la madre del novio y el padre de la novia
Los padrinos tienen que vestir de acuerdo con la ceremonia. Suele ser tradición que el padrino lleve los anillos a la iglesia, donde se los entregará al novio y éste, en su momento, se los dará al celebrante. Tanto el novio como la novia, tendrán un par de testigos, que pueden ser hombres o mujeres. Normalmente suelen ser amigos íntimos o miembros de sus familias.
A lo largo de la ceremonia el sacerdote reclama los anillos que se colocan por lo general en el dedo anular derecho. Tanto los anillos como las arras se entregan en este orden: esposo a esposa y esposa a esposo. Las alianzas las suele tener el padrino y las arras la madrina, excepto si hay niños de arras, que son lo encargados de llevarlas.
Quiénes invitan
Por lo general una tarjeta de invitación la encabezan los nombres de los padres de la novia a la izquierda (tarjeta doble), seguido por los padres del novio a la derecha, debajo de lo cual se indica "tienen el placer de invitar al matrimonio de sus hijos". Seguidamente se colocan los nombres de los contrayentes en una misma línea. Luego se indica la fecha, hora, lugar de la ceremonia. Se añade en el extremo inferior derecho la hora y dirección de la recepción y a la izquierda la dirección de los padres de la novia o del lugar de la lista de bodas o la indicación de que no hay lista de bodas.
En caso de padre fallecido de alguno de los novios: En estos casos, puede ponerse en el lugar correspondiente el nombre del padre fallecido acompañado de una cruz. Padres divorciados y/o vueltos a casar: Según dictan las reglas de protocolo, sólo deben invitar a la boda de los novios los padres biológicos de los mismos, independientemente de si se han separado, divorciado, vuelto a casar... No obstante si resulta que alguno de los novios creció sin alguno de sus padres y/o lo crió una tercera persona, esa tercera persona puede aparecer invitando a la boda.
También los novios pueden invitar ellos mismos, si lo ven oportuno. Las siglas RSVP (del francés respondez s´il vous plais) se colocan al centro en la parte inferior de la invitación para fiestas de gala, indicando que los novios esperan recibir la confirmación de su asistencia.
Vestuario
Si la boda es por la mañana o primera hora de la tarde, las señoras deberían vestir de corto, hasta la rodilla, o tipo cóctel, un poco por debajo de la rodilla. Por la noche, de largo. Los hombres suelen vestir de chaqué o bien traje oscuro, dependiendo de los requisitos. En el caso de los militares y otros cuerpos pueden vestir su uniforme de gala. En el caso de las señoras se permiten, durante el día, las mantillas, pamelas, tocados y complementos similares, siempre atendiendo a la prudencia y discreción de los invitados.
En lo que respecta a los colores deben evitarse el blanco (propio de la novia) y el negro. Las señoras que lleven prenda de cabeza permanecen con ella puesta durante la ceremonia, en cambio los varones al entrar en la iglesia se quitan su prenda de cabeza, incluyendo a los militares.
Terminamos. Todo lo anterior sería pura frivolidad o escaparate social si faltase lo más importante: el amor de los cónyuges y su proyecto cristiano de vida en común.
Jesús Luengo Mena

30.5.08

EL MATRIMONIO CATÓLICO: RITOS Y LITURGIA II

En este artículo vamos a centrarnos en la liturgia específica del matrimonio y más concretamente del matrimonio dentro de la Misa.
El matrimonio se celebrará normalmente dentro de la Misa. También puede hacerse fuera de la Misa, siguiendo el ritual. Debe expresarse el carácter festivo de la celebración –flores, música, cantos– así como su aspecto comunitario. Lo ideal sería que la comunidad parroquial –no sólo los invitados, familiares y amigos– asistieran a la celebración. Sin embargo más bien pasa lo contrario: si una persona entra en la iglesia y ve una boda tiende a salirse, al pensar que “sobra” en esa celebración. Craso error.
Para el matrimonio dentro de la Misa hay dos formularios, que nos ofrece el libro del Ritual del Matrimonio. Se dice la Misa ritual, excepto en algunos días y domingos en que hay que decir la Misa del día. Las vestiduras de los ministros son blancas.
El sacerdote, revestido de alba, estola y casulla recibe a los novios. Puede hacerlo en la puerta del templo y bien recibirlos en el presbiterio. Tras el canto de entrada –que suele sustituirse por una marcha nupcial aunque no sea muy litúrgico– comienza la Misa con los ritos introductorios.
La Liturgia de la palabra ofrece muchas lecturas para elegir por los novios, pudiendo hacerse tres.
Tras la homilía se procede al rito de celebración del matrimonio, que consta de varias partes:
· Monición
· Escrutinio, en el cual se les interroga a los novios sobre su libertad y aceptación voluntaria
· Consentimiento. Al darse la mano derecha se establece se establece un diálogo entre el novio y la novia: Yo...te recibo a ti...como esposa... Hay varias fórmulas para este consentimiento.
· Confirmación del consentimiento
· Bendición y entrega de los anillos. Tras ser bendecido el esposo introduce en el dedo anular de la esposa el anillo y lo mismo hace la esposa con el esposo.
· Bendición y entrega de las arras. Este rito sólo se realiza a veces, si es costumbre local. El esposo entrega las arras a la esposa y la esposa al esposo.
Terminado el rito se reza la Oración de los fieles y comienza como de costumbre la Liturgia eucarística. El Ritual ofrece Prefacios propios para elegir.
Otro elemento muy importante en el rito se produce tras el Padre Nuestro. Se omite el “Líbranos de todos los males...” y el sacerdote pronuncia la bendición nupcial, que NUNCA debe omitirse. Hay varias fórmulas para la bendición. Antes de la bendición nupcial tiene lugar, cuando se realiza, el rito de la velación, como signo tradicional y expresivo de la unión indisoluble que el Sacramento ha realizado entre los esposos. El velo, de color blanco y rojo, se coloca sobre la cabeza de la esposa y los hombros del esposo. Se retira al acabar la bendición nupcial. Si los esposos comulgan lo hacen bajo las dos especies.
La bendición sobre el pueblo será triple y, una vez acabada la Misa, los testigos y el sacerdote firman el acta del matrimonio. Puede hacerse en la sacristía o en presencia del pueblo, pero no debe hacerse sobre el altar.

17.5.08

EL MATRIMONIO CATÓLICO: RITOS Y LITURGIA I

Vamos en una serie de tres artículos a tratar sobre el matrimonio católico: sus requisitos, su liturgia y su protocolo.
En este artículo inicial veremos algunas cuestiones previas al matrimonio.
En primer lugar hay que afirmar que la Iglesia respeta y reconoce el derecho de cualquier católico a contraer matrimonio con cualquier persona de sexo contrario, sin distinción de credo o religión. Así pues, son lícitos los matrimonios celebrados según el ritual correspondiente entre parte católica y parte o bien cristiana –de otro credo– o de otra religión, aunque este ultimo supuesto lo desaconseje. Son los llamados matrimonios mixtos. En cualquier caso la parte católica debe pedir las licencias oportunas.
En estos artículos sólo vamos a tratar de los matrimonios entre católicos.
Partimos de la base de que todo católico tiene la obligación de contraer matrimonio eclesiástico, ya que entre bautizados no puede haber contrato matrimonial valido que no sea por eso mismo sacramento (CDC 1.055.2). El matrimonio civil de los bautizados sería considerado por la Iglesia como concubinato.
Cuando una pareja decide casarse debe hacerse estas preguntas:
¿Cuándo casarse? Para las normas de la Iglesia cualquier día del año se pueden celebrar matrimonios, exceptuando el Viernes y Sábados Santos. Determinados domingos y tiempos del año litúrgico hacen que no pueda decirse la misa ritual sino la del día e igualmente pasa con las lecturas. Aunque no haya restricciones, la Cuaresma no es litúrgicamente el mejor tiempo.
¿Dónde casarse? El templo más apropiado sería la iglesia parroquial de algunos de los novios, o la parroquia en la que van a vivir pero pueden, con el permiso del párroco, elegir el templo que deseen, no pudiéndoseles negar sin causa grave.
¿Quién puede celebrar el rito? Puede hacerlo el obispo, el presbítero, un diácono e incluso en casos de extrema necesidad también podría hacerlo un laico idóneo, siempre con permiso de su obispo. No se olvide que en la tradición latina los cónyuges son los que se confieren el sacramento. El ministro recibe el consentimiento de los esposos en nombre de la Iglesia y pronuncia la bendición nupcial.
¿Tienen los cónyuges que haber recibido el sacramento de la Confirmación? Sí. Si no lo han recibido deben hacerlo, salvo que surja una dificultad grave, en cuyo caso si sería lícito.
¿Tienen los cónyuges obligación de comulgar? No, pero la Iglesia considera conveniente que sellen su consentimiento recibiendo la Eucaristía. Es costumbre que, de comulgar, lo hagan bajo las dos especies.
¿Es obligatorio confesarse antes de la boda? No, pero la Iglesia lo recomienda de manera insistente. No obstante lo anterior, los sacramentos deben recibirse sin tener conciencia de pecado grave –estar en pecado mortal, tal como se decía– para que surtan su efecto santificante. Si se recibe en pecado sería válido pero no lícito, o sea, que no tendría el efecto espiritual que los sacramentos poseen.
¿Son obligatorios los cursillos de preparación al matrimonio? Sí. Puede eludirse esta obligación por motivos muy graves: por ejemplo que uno de los novios resida fuera de la localidad o en el extranjero.
¿Qué edad mínima establece la Iglesia para casarse? El CDC dice que el varón debe tener 16 años cumplidos y la mujer 14 años cumplidos. El Código Civil establece que los menores de edad no emancipados no pueden contraer matrimonio. En cualquier caso los menores necesitan autorización de sus padres y del juez.
¿Qué documentos me van a pedir? Es necesaria una partida de bautismo, que se pide en la parroquia donde se bautizó y una fe de soltería. Una copia de su documento nacional de identidad, de cada uno de los novios acompañado del original, para compulsarlo y justificante del cursillo prematrimonial completan el expediente matrimonial. Deben entregarse al menos dos meses antes de la boda. El expediente matrimonial es un documento donde figuran todos los datos de los contrayentes en el que consta su libertad para contraer matrimonio; una vez celebrada la boda es firmado por los testigos (que pueden ser varios) y los contrayentes, más el sacerdote que celebre la boda. Después se entrega el certificado de matrimonio eclesiástico, que hay que llevar al juzgado para obtener el Libro de Familia. Antes de la boda se publican las amonestaciones en la parroquia de ambos cónyuges, para ver si hay algún impedimento al enlace. Y en caso negativo ya se puede celebrar la boda religiosa.
Jesús Luengo Mena

8.5.08

ALGUNAS FRASES Y REFRANES RELACIONADAS CON LA LITURGIA Y LA IGLESIA (en clave de humor)

En este artículo vamos a explicar algunas frases o refranes, escogidas del gran número que podríamos poner, que tienen relación con la Liturgia o la Iglesia en general y de las que a veces desconocemos su origen y sentido.

Tener muchas ínfulas.
Se aplica a la persona que presume de poder o prepotencia. Las ínfulas son las tiras de tela que cuelgan de la tiara episcopal, por lo que son signos de autoridad y que ya usaban personajes poderosos del mundo romano.

Dar un baculazo
El báculo es el bastón del obispo. Se entiende popularmente por baculazo la orden imperativa y sin recurso que inevitablemente hay que cumplir, normalmente dada para zanjar alguna disputa o controversia entre partes. También se puede interpretar como abuso de autoridad.

Meapilas
Se dice de la persona que pasa muchas horas en la iglesia, dedicando gran parte de su tiempo a prácticas de piedad.

Tener bula
Esta expresión hace referencia al permiso que una persona tiene para hacer lo que a la mayoría le está prohibido. Viene la frase porque en tiempos pretéritos se compraban “bulas” –permisos– por una cantidad de dinero y a cambio la Iglesia eximía a la persona poseedora de la Bula de algún cumplimiento, generalmente del ayuno o abstinencia. Era la llamada bula de la carne, aunque existían otras muchas: de la Santa Cruzada, de difuntos, etc.

Más limpio que una patena
La patena es el platillo donde reposa la hostia que va a ser consagrada. Siempre se limpia con esmero y de ahí que cuando un objeto esté reluciente se compare con la patena.

Estar en misa y repicando
Este refrán hace referencia a las personas que quieren estar en todos los sitios a la vez. No se pueden hacer dos cosas al mismo tiempo. De igual sentido es la frase de “ser el padrino y el novio”.

Armarse la de Dios es Cristo
Esta expresión, de apariencia irreverente, hace referencia a las situaciones en las que se desencadena un gran escándalo donde todos los participantes gritan y ninguno se entiende. Parece ser que proviene de las controversias y violentos enfrentamientos surgidos en el transcurso del primer concilio ecuménico de Nicea, al discutirse la doble naturaleza, humana y divina, de Jesucristo. Iniciado en el año 325 bajo el pontificado de Silvestre I, el concilio fue presidido por el obispo de Córdoba, con la presencia del emperador Constantino. Éste había promovido su celebración para resolver la crisis desatada dentro de la Iglesia por los defensores del arrianismo. Mientras que para los católicos el Verbo, Hijo de Dios, es verdaderamente Dios, lo mismo que el Padre, para el heresiarca griego Arrio el Verbo sólo posee una divinidad secundaria. Dicho de otro modo, que para los arrianos el Verbo no es realmente Dios eterno, infinito y todopoderoso.

¡Apaga y vámonos!
Esta exclamación, que se utiliza para dar por terminada una cosa, tiene su origen en el pueblo granadino de Pitres. Al parecer, hace siglos dos clérigos de este municipio, aspirantes a una plaza de capellán, hicieron una apuesta a ver cuál de ellos celebraba la Santa Misa en el menor tiempo posible. Tras concluir los preparativos para el desafío religioso y mientras se aproximaban al altar, uno de los curas inició la misa diciendo: "Ite, Missa est", fórmula litúrgica que precedía a la bendición final. El otro, impasible, se giró hacia el monaguillo que sujetaba la vela y exclamó: "¡Apaga y vámonos!, que ya está dicha la misa".

Ni fías ni porfías, ni cuestión con cofradías
Terminamos este breve recorrido de dichos populares por uno referido a las cofradías. Este dicho popular hace referencia a que las cofradías y hermandades siempre han sido muy celosas de sus peculiaridades y privilegios, pleiteando abundantemente por todo tipo de cuestiones, ya entre ellas, ya con los párrocos, priores o con la mismísima jerarquía eclesiástica. Asimismo, estos pleitos son siempre largos, tediosos e inacabables. El libro de Carlos Romero Mensaque dedicado a este tema es muy ilustrativo.
Jesús Luengo Mena

1.5.08

LA ORACIÓN LITÁNICA O LETANÍA

El nombre de oración litánica o letanía proviene del griego “lité”, –súplica– y del verbo “litaneuein” que significa orar insistentemente. Litánico es un término genérico por el cual se designan diversas clases de oraciones de intercesión que presentan la forma de interpelación o enunciación realizada por un solista y respuesta del pueblo. La oración litánica es pues es uno de los modos de oración más comunes y la forma por excelencia de la oración coral que designa a diversas especies de oraciones de intercesión, de acción de gracias, de petición, de alabanza o de penitencia que presentan una forma de interpelación. El origen de la oración litánica ha de buscarse en una oración que se realizaba en la sinagoga, que consistía en dieciocho bendiciones en las que se enumeraban las diferentes categorías sociales de personas y de intenciones por las cuales se oraba. San Pablo, en la carta a Timoteo (2, 1-2) hace alusión a esta costumbre. También entre los paganos existía ya más o menos esta forma de plegaria. Esta forma de oración se llama en siriaco Karozuta o proclamación, que equivale a los términos kerigma en griego y praedicatio en latín.

En la Misa hay varias oraciones que tienen estructura litánica: la oración litánica penitencial del Kyrie eleison, la oración universal de los fieles y el “Cordero de Dios”. Lo que hoy se designa con el nombre de «oración de los fieles» corresponde a la llamada letanía diaconal de la antigüedad. También hay oraciones litánicas en la Liturgia de las Horas.
Pero con todo, el ejemplo más típico de letanías es la de las Letanías de los santos. Están compuestas por el Kyrie eleison y una lista de santos, aumentada en el curso de los siglos, a la que el pueblo responde con el ora pro nobis. Concluye con una serie de invocaciones que resumen las necesidades más genéricas de la Iglesia. La Iglesia utiliza actualmente las letanías de los Santos en las súplicas solemnes y en las consagraciones y bendiciones de importancia, como la ordenación sacerdotal y la dedicación de una iglesia, profesión perpetua, Vigilia pascual, bautismo y también puede usarse como canto de entrada en las misas cuaresmales, especialmente en la estacional[1]. El texto sido revisado con motivo de la reforma del calendario litúrgico, y se han publicado en el mismo volumen del calendario dos formularios, uno con el título Litaniae in sollemnibus supplicationibus adhibendae y otro con el de Litaniae pro ritibus in quibus conferuntur consecretiones et sollemnes benedictiones (cfr. Calendarium Romanum, ed. típica, Vaticano 1969, 33-39).
Otras letanías más populares son las letanías lauretanas, aunque no pertenecen al formulario litúrgico. Comienzan con el Kyrie elesion y unas invocaciones a las tres divinas personas; sigue una bella lista de alabanzas a la Santísima Virgen María, a las que se responde ora pro nobis; concluyen con el Agnus Dei. El texto más antiguo conocido se halla en un Misal de Maguncia del s. XII del que se hicieron varias recensiones. El que hoy se practica, de ordinario al final del rezo del Santo Rosario fue adoptado en el famoso santuario mariano de Loreto de donde procede el apelativo con que se las designa. El papa Sixto V, en 1587, lo aprobó para toda la Iglesia. Es conveniente puntualizar que las letanías lauretanas no son parte del rezo del rosario y pueden rezarse independientemente, aunque la costumbre extendida es la de rezarlas como colofón del rosario.
Además de las oraciones litánicas citadas existen otras formas menores: las usadas para la recomendación del alma, las letanías del Sagrado Corazón de Jesús, las del Santísimo Nombre de Jesús o las de San José.
[1] La Misa estacional o misa de recepción es aquella en la que una comunidad –parroquia o similar– recibe a su obispo que la visita de manera oficial y solemne y también la que preside en obispo en la catedral con el pueblo y concelebrantes.

26.4.08

EL AGUA BENDITA

El uso correcto y saludable del agua bendita empieza cuando comenzamos por relacionarla con el agua del bautismo, puerta de toda la religión cristiana y también de la vida eterna. Recibir el bautismo es entrar en comunión de destino con Cristo «porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo os habéis revestido» (Gál 3:27), y es por ello hacerse miembro vivo de su Cuerpo, que es la Iglesia «porque en un solo Espíritu hemos sido bautizados todos para formar un solo cuerpo» (1 Cor 12:13).
En la liturgia, el agua es un símbolo exterior de la pureza interior. El agua es esencial para la celebración del bautismo. Significa la limpieza del pecado. "Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón del carácter del rito central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa "sumergir", "introducir dentro del agua"; la "inmersión" en el agua simboliza el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo de donde sale por la resurrección con El”
En la Santa Misa, unas gotas de agua se mezclan con el vino para indicar la unión de Cristo y los fieles y la sangre y el agua que brotaron del corazón de Cristo en la cruz.
La bendición con agua, usando acetre e hisopo o ramas de plantas, se utiliza como signo que nos recuerda el bautismo. Se utiliza en la misa en ocasiones especiales, como la Vigilia Pascual, bodas y funerales o para sustituir el acto penitencial, especialmente en los domingos pascuales.
El agua bendita se utiliza también muy frecuentemente como sacramental para bendecir personas o cosas.
La costumbre de hacer la señal de la cruz con el agua bendita contenida en una pila al entrar en las iglesias es un recuerdo del bautismo. No tiene sentido hacerlo al salir, sino al entrar. El sacristán o capiller debe ocuparse de que se limpie y llene la pila.

Algunas cuestiones sobre el agua bendita.

¿Cómo se debe asperjar?
Cuando se asperge a una persona u objeto con agua bendita el celebrante sostiene el acetre con la mano izquierda y el hisopo con la derecha o mejor aún, un ayudante sostiene el acetre. Como costumbre, el que es rociado con agua bendita hace la señal de la cruz, con reverencia simple.
¿Se puede beber el agua bendita?
La Iglesia no tiene ninguna instrucción que lo prohíba, siempre que no se caiga en superstición ni en atribuirle propiedades mágicas que no posee.
¿Se debe retirar el agua bendita de la pila en Adviento y en Cuaresma?
El agua bendita no se debe quitar ni en Adviento ni en Cuaresma. La Congregación para el Culto Divino ha definido: "No está permitido quitar el agua bendita de las fuentes durante la temporada de la Cuaresma." Según la Congregación, los fieles deben servirse frecuentemente de los sacramentos y sacramentales también en el tiempo de Cuaresma. Añadió que la práctica de la Iglesia es vaciar las fuentes de agua bendita para los días del Triduo Pascual (Viernes, Sábado) en los que no se celebra la Santa Misa, en preparación para la Vigilia Pascual.
¿Para qué puede usarse el agua bendita?
Con el agua bendita desde luego no repetimos el bautismo sino que hacemos memoria agradecida de él, mientras invocamos la bendición de Dios sobre nosotros y sobre nuestras cosas. De aquí el uso del agua bendita en las bendiciones de casas u otros objetos. Puede lícitamente utilizársele en aquellas cosas que tienen una referencia directa a Dios y la verdadera religión o en las que realmente transcurre nuestra vida de bautizados.
No procede usarla en los objetos de simple lujo (joyas, juguetes, mascotas…), ni en los lugares ajenos a nuestra voluntad y dedicados o propicios para lo mundano (discotecas, tabernas…), ni debería usarse con referencia a lo que potencial y gravemente puede contradecir el amor divino (armas, negocios con ánimo de lucro…).
De todo ello se deduce en que no hay en esto superstición, sino espíritu de fe y de hijos. Caso distinto es en los que se supone que propiedades intrínsecas de esas aguas benditas son las que van a mejorar la «suerte» de sus usuarios. Bien aprovechada, el agua bendita es hermoso memorial y eficaz remedio.

18.4.08

LA COMUNIÓN EN CASA DEL ENFERMO

Algunos enfermos y ancianos se sienten relegados de la comunidad y la familia. Ya no pueden asistir diariamente a la iglesia, ni siquiera el domingo. Necesitan por tanto un acompañamiento pastoral más cercano y adaptado. Los sacerdotes no pueden atenderlos en domingo, ni en la hora más acomodada al enfermo. Para que el gran don de la comunión eucarística estuviera al alcance de todos, la Instrucción “Inmensae charitatis” establecía la posibilidad de instituir ministros extraordinarios de la comunión para los enfermos, y en casos extraordinarios también en el templo.
Hoy día y en algunos contextos sociales, el sacerdote o el diácono aún llevan la Eucaristía en procesión al enfermo, usando un alba, o sotana y sobre­pelliz, con una estola blanca y el paño humeral. Puede acompañarle un acólito u otra persona llevando una vela. Es tradicional tocar una cam­pana para avisar que se está llevando la Eucaristía.
Aunque es muy bueno que no se olviden estas tradiciones, en sociedades pluralistas, en la práctica actual, el sacerdote, diácono o persona autorizada –ministro extraordinario de la comunión, tanto varón como mujer– lleva con reverencia la Eucaristía a los enfermos sin ceremonia pública, vistiendo su traje ordi­nario. Utiliza, si es ministro ordenado, una «estola de bolsillo» que debe ser preferiblemente reversible: de color blanco por un lado, y morada por otro porque el sacramento de la Penitencia es parte del ministerio con los enfermos. Lleva la Eucaristía en una píxide, que puede transportarse dentro de una bolsa de cuero o de algún otro material fino y debe haber sido bendecida. Esta bolsa, unida a una cadena o cordón, se pone alrededor del cuello y se introduce en el bolsillo interior. El sacerdote también debe llevar un pequeño corporal, un purificador (ambos, generalmente, se mantienen doblados dentro de la bolsa de la píxide), un pequeño recipiente con agua bendita y el libro del ritual de la comunión a los enfermos. La píxide debe purificarse después de cada uso.
El sacerdote se debe poner la estola de bolsillo antes de arrodillarse y tomar la Eucaristía del sagrario para depositarla en la píxide. Después, debe ir directamente a la casa del enfermo, sin entretenerse en otros asuntos mientras lleve la Eucaris­tía. Debe ser consciente de la importancia de la sagrada responsabilidad que le ha sido encomendada.
En la habitación del enfermo, sobre una mesa o una silla próxima a la cama, se debe preparar lo siguiente: un mantel (un crucifijo, si es posi­ble), una vela (o velas), un vaso de agua (un acetre de agua bendita y un hisopo para asperger si el sacerdote o diácono no traen agua ben­dita). Se pueden poner flores frescas encima de la mesa. Estas prepa­raciones se pueden modificar en caso de emergencia, o de condiciones difíciles. Es muy bueno que el enfermo sepa exactamente cuándo va a llegar el sacerdote o diácono. Recordar que los enfermos están exentos del ayuno eucarístico de una hora.
Al llegar, el celebrante se dirige directamente a la habitación del enfermo. Como es costumbre, por reverencia a la Eucaristía, el celebrante no debe ini­ciar una conversación con los de la casa hasta que se haya terminado el rito. Primero saluda al enfermo y a los presentes, según las fórmulas del ritual. Después toma el corporal, lo desdobla y lo pone sobre la mesa, deposita la píxide sobre la mesa y se arrodilla. En este momento todos los presentes deben arrodillarse en adoración durante un breve espacio de tiempo.
Entonces, el celebrante puede asperger al enfermo y a los presentes con agua bendita, mientras dice alguna de las fórmulas previstas por el ritual. Si el celebrante es un sacerdote, se puede celebrar el sacramen­to de la Penitencia, en cuyo caso los presentes deben abandonar la habi­tación mientras dure la confesión. Si la persona enferma no necesita el sacramento, se continúa con el rito penitencial.
Después sigue una breve liturgia de la palabra y el celebrante u otra per­sona lee algunos versos sugeridos por el ritual. A continuación hay un momento de silencio; luego, el celebrante puede explicar brevemente las lecturas, comentando la aplicación que tienen a las necesidades del enfermo y de los que le cuidan. Si el celebrante tiene que visitar a varios enfermos, esta parte del ritual se puede reducir a recitar con reverencia un verso eucarístico de la Sagrada Escritura.
El rito de la Comunión comienza con la oración del Señor, el Padrenuestro. Después, el celebrante hace una genuflexión, abre la píxide, toma la Hostia, que sostiene sobre la píxide abierta, y la muestra al enfermo diciendo: «Este es el Cordero de Dios...» u otro texto aprobado. Una vez que todos los presentes han respondido: «Señor, no soy digno...», el celebrante admi­nistra la Eucaristía al enfermo y a los que están presentes y quieran recibir al Señor. El celebrante u otra persona puede ofrecer un poco de agua si alguno tiene dificultad para tragar la Hostia. Si el enfermo tiene dificultad en la deglución se puede prever que tome la Sangre del Señor.
Después de administrar la Comunión, el celebrante deposita la píxide sobre la mesa, la cierra y hace una genuflexión si todavía queda alguna Hostia. Si está vacía, echa un poco de agua en la píxide y purifica sus dedos. Si es necesario, consume la ablución y seca la píxide con el puri­ficador. Y luego la guarda con los lienzos en la bolsa.
Se pueden tener unos breves minutos de silencio. A continuación, el celebrante dice: «Oremos» y, si no hubo un momento de reflexión previo hace una pausa para rezar en silencio. Después dice una de las oraciones ­ de la Comunión. Finalmente, da una de las bendiciones previstas en el ritual. Sin embargo, si todavía está el Santísimo Sacramento en la píxide, hace una genuflexión, toma la píxide y dirigiéndose al enfermo y a los presentes, hace la señal de la cruz lentamente sin decir nada. Cuando se imparte la bendición eucarística, todos deben estar arrodillados en actitud de oración.
Nota: Píxide es un copón o caja pequeña en que se guarda el Santísimo Sacramento o se lleva a los enfermos.
Jesús Luengo Mena, Lector Instituido y Vicette de Jesús Despojado

13.4.08

LA ABLUCIÓN

Ablución es, según la RAE de la Lengua, la acción de purificarse por medio del agua, según ritos de algunas religiones, como la judaica o la mahometana. En la liturgia católica llamamos así a la ceremonia de purificar el cáliz y de lavarse los dedos el sacerdote después de comulgar. Así pues, la ablución es el acto de acto de limpiar (purificar) los vasos sagrados que se han usado en la misa y también el eliminar las partículas de pan consagrado que hayan podido, ocasionalmente, quedado adheridas a los dedos del celebrante. Tanto el celebrante como el diácono o el acólito pueden purificar los vasos sagrados en el lado derecho del altar o en la credencia. Si hay diácono o acólito deben hacerlo ellos, mientras el sacerdote guarda el sagrado silencio de la poscomunión junto con los fieles. Es preferible usar la credencia para este rito y no el altar, ya que litúrgicamente es un hecho irrelevante pues se trata de lavar lo usado. Si se hace en la credencia se evita distraer al pueblo en su acción de gracias.
Al purificar los vasos, hay dos tendencias que se deben evitar: por una parte se debe evitar un esfuerzo demasiado escrupuloso para encontrar las partículas más pequeñas, y por otra parte el adoptar un modo aparentemente informal y despreocupado que podría implicar, al menos, una falta de respeto a la Eucaristía. En cualquier caso, debe evitarse el dar la impresión de que se trata de una segunda comunión.
Después de colocar las formas en el sagrario, el celebrante de pie en el centro del altar, consume si es preciso lo que queda de la Preciosa Sangre (ayudado por otros si es necesario). Luego, lleva el cáliz y la patena o los otros vasos sagrados al lado derecho del altar (o los ayudantes los llevan a la credencia, si las purificaciones se realizan allí). Primero se asegura que todos los fragmentos van al cáliz (o al copón), cubriendo los dedos de la mano derecha con el purificador, sin frotar la superficie con movi­mientos circulares, sino empujando suavemente todos los fragmentos dentro del cáliz.
Mientras el acólito o ayudante derrama una cantidad razonable de agua en el cáliz o en el copón, el celebrante puede poner los dedos encima para que los fragmentos adheridos a los dedos caigan dentro. Puede apartar los dedos para indicar al ayudante que deje de echar agua. Seca sus dedos y, si es necesario, da vueltas al vaso para asegurarse de que los fragmentos están desprendidos de la superficie interior. Luego, bebe la ablución. Igual haría el diácono o el acólito.
Si hay varios copones para purificar, puede no ser fácil limpiarlos «en seco» con el purificador. Por tanto, se puede echar agua en un copón (sobre los dedos), seca los dedos y echa la ablución en el siguiente, y así sucesivamente, hasta que al final lo vierte en el cáliz y lo bebe.
Durante las purificaciones el celebrante (diácono o acólito) dice en secreto: “Haz, Señor, que recibimos con un corazón limpio el alimento que acabamos de tomar, y que el don que nos haces en esta vida nos aproveche para la eterna”. Después de beber la ablución, si es necesario, el celebrante se limpia los labios con el purificador. Deja el purificador en el altar o en la credencia, donde el ayudante cubre el cáliz. Si las purificaciones se dejan para después de la misa, los vasos sagrados se llevan a la credencia, se colocan sobre un corporal y se cubren con un velo (cubrecáliz). Las purificaciones no deben hacerse en la sacristía.
Durante la Comunión, un ayudante quita el misal y el atril del altar. Cuando el celebrante vuelve a la sede, los ayudantes (diácono o acólito) van al altar y doblan el corporal llevándolo junto con el cáliz y cualquier otro vaso sagrado a la credencia. El altar está ahora como antes de la preparación de las ofrendas. Sin embargo, el cele­brante puede decidir recitar la oración después de la Comunión e impartir la bendición final desde el altar. En este caso, después de lle­var el corporal y los vasos sagrados a la credencia, el misal y el atril pue­den ponerse en el centro, donde estaba el corporal. Antes de que el celebrante vaya al altar, un ayudante puede pasar las páginas del misal para dejarlo abierto por la oración de poscomunión propia del día.
Jesús Luengo Mena

9.4.08

LA OPOSICIÓN AL MOVIMIENTO LITÚRGICO

Para terminar esta serie de artículos que he dedicado al Movimiento Litúrgico basten aunque sea unas líneas para comentar brevemente la oposición que hubo a los intentos renovadores, que los tuvieron que sufrir y superar sus partidarios.
La primera polémica fue con los jesuitas, que al tener una espiritualidad individual y defender la idea de la superioridad de la piedad privada sobre la piedad social chocaba con las tesis comunitarias defendidas por M. Festugiére en su libro “La Liturgia católica”, el cual criticaba la espiritualidad ignaciana por individualista. Los jesuitas llegaron a afirmar que "la liturgia no era otra cosa que un conjunto de elementos ceremoniales, decorativos y sensibles del culto eclesial[1]”.

La segunda polémica se dio en Alemania y se refería a la supremacía de la piedad objetiva o litúrgica por un lado y la piedad subjetiva devocional por otro lado. Encabezó el ataque al movimiento litúrgico M. Kassiepe que escribió un libro titulado "Falsos y desvaídos caminos en la vida espiritual" donde se defendía la comunión fuera de la misa, la piedad subjetiva y las prácticas devocionales, respondiendo con gran sensatez Guardini. La polémica estaba incluso dividiendo a Alemania, obligando a intervenir al papa Pío XII. Los obispos alemanes optaron a favor del Movimiento Litúrgico, manifestando el Papa su conformidad pero con reservas a sus posibles exageraciones. Puede decirse que la encíclica Mediator Dei es la respuesta a estas polémicas, en la cual se da primacía a la Liturgia sobre las prácticas devocionales presentando las devociones como complementaria en la vida cristiana.

La tercera polémica surgió en el año 1921 entre Guardini y O. Carel al hablar de las relaciones entre Liturgia y Mística, pensando el segundo que la única fuente de vida mística en la Iglesia era la litúrgica.
Terciaron en la polémica los esposos J. y R. Maritain publican un libro titulado "Liturgia y Contemplación" aparecido en lengua francesa el año 1959 y en el cual defienden la tesis de la superioridad de la contemplación mística sobre la piedad litúrgica y su consiguiente subordinación. En el fondo no es más que un error que procede de exacerbar por un lado lo comunitario y por otro lado de supervalorar aspectos secundarios en la espiritualidad cristiana. Lo correcto es enmarcar la experiencia mística en la celebración litúrgica.
Estas polémicas, fruto de un organismo vivo como es la Iglesia, han quedado zanjadas con rotundidad al publicarse la Sacrosantum Concilium.
Jesús Luengo Mena



[1] J.J. Navatel: L´apostolat liturgique et la pieté personalle.

LOS ORÍGENES DEL MOVIMIENTO LITÚRGICO EN ESPAÑA

En España, al igual que en el resto de los países europeos en los que se toma conciencia de la necesidad sobre reformar la liturgia, surge el llamado movimiento litúrgico en primer lugar en los monasterios.
Silos y Montserrat, monasterios benedictinos, encabezan este movimiento que se ve respaldado también por publicaciones y revistas litúrgicas y Congresos litúrgicos como el desarrollado en Sevilla en 1908 siendo arzobispo don Enrique Almaraz y Santos y en Montserrat en el año 1915.
Los monjes del monasterio de Silos, restaurado en 1880, propagan el espíritu de Solesmes por España y América. En Montserrat fue muy importante la labor llevada a cabo por don G. Sunyol, discípulo de don Mocquereau, fundador de "Paleografía Musical", y que publicó también el "Libre Usualis". Es en el aspecto musical en donde el cambio litúrgico tiene sus orígenes y su inicio, sirviendo como de mecha o iniciador de reformas más profundas y amplias.
Los efectos de este movimiento en el pueblo se hacen sentir sobre todo en dos aspectos muy llamativos:
* la misa dialogada y comunitaria, participativa
* la traducción del Misal al castellano

Aunque el movimiento renovador comienza en Francia a mediados del S. XIX protagonizada por el abad de Solesmes como ya se dijo, los hitos más importantes se dan ya en el S. XX, años antes del Vaticano II. Estos hitos se pueden resumir en los siguientes:
* restauración de la Vigilia pascual (1951)
* reforma de la Semana Santa (1955)
* simplificación de las rúbricas del Misal y del Breviario (decreto de 23 de marzo de 1953)
* nuevo Código de Rúbricas (26 de julio de 1960)
* Instrucción sobre Música Sacra (3 de septiembre de 1958)

EL MOVIMIENTO LITÚRGICO ESPAÑOL.­
Los primeros balbuceos del Movimiento litúrgico español los encontramos, como ya dijimos, en los monasterios benedictinos de Silos y Montserrat con sus investigaciones sobre liturgia. La restauración de la música sagrada, concretamente del canto gregoriano, fue también otras de las manifestaciones de este movimiento, como aparece en los Congresos de Valladolid (1907), Sevilla (1908), Barcelona (1919), Vitoria (1929) y Madrid (1954).
La celebración del I Congreso Litúrgico de Montserrat en el año 1915 tuvo una gran influencia en Cataluña, contribuyendo de manera decisiva a fortalecer la vida de los sacerdotes. Como fruto de este congreso surgió la obra del canónigo D. Isidro Gomá titulada "El Valor educativo de la Liturgia católica" en dos tomos. Por su parte, el abad de Silos presentó una ponencia en el IX Congreso para el progreso de las Ciencias celebrado el año 1923 titulada “Valor científico y cultural de los estudios sobre Liturgia”.

Al término de la Guerra Civil española el movimiento litúrgico español renace con gran pujanza, brillando de nuevo las abadías de Silos y Montserrat. Los monjes supervivientes del conflicto siguen con renovado ánimo sus trabajos sobre liturgia: el abad A. MLa Marcet escribe una valiosa introducción sobre el Movimiento litúrgico para la obra del ya cardenal Gomá. Entre los monjes de Silos recordamos a Germán Prado, Santiago Alameda, Justo Pérez de Urbel y otros más, discípulos de M. Forotín. Los monjes de Silos editan la revista Liturgia(1946) y los monjes de Samos (Galicia) traducen el “Liber Sacramentorum” del cardenal Shuster en nueve volúmenes nada menos. El padre Andrés Azcárate monje de Silos transterrado a la Argentina publica su libro “La Flor de la Liturgia”.
Pero no sólo los monjes van en esa línea sino que también los curas párrocos se van sumando a este Movimiento, incorporando el clero diocesano su apostolado litúrgico mediante las Misas dialogadas.
Un importante hito en el Movimiento litúrgico español fue el XXV Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Barcelona el año 1952. El periódico sacerdotal “Incunable” fundado y dirigido por Lamberto de Echevarría aglutinó a los renovadores convocándoles a una sesión de Pastoral Litúrgica presidida por el obispo auxiliar de Toledo monseñor Francisco Miranda Vicente, en la cual se acordó pedir a la Asamblea de Metropolitanos Españoles la creación de la Junta Nacional de Apostolado Litúrgico, cosa que sucedió en 1955 e instituida al siguiente año siendo su primer presidente el citado obispo.
En el año 1955 se inician los coloquios o Semanas Nacionales de Pastoral Litúrgica y ese mismo año surge en la Universidad Pontificia de Salamanca el Instituto Pastoral dirigido por D. Casimiro Sánchez Aliseda. Estas instituciones logran dar una mayor organización al Movimiento litúrgico español, como se ve en la asistencia de nuestro país al Congreso de Asís del año 1956. Al año siguiente se inicia la andadura del Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona bajo la dirección de D. Pedro Tena. En León se celebra la Primera Semana Nacional de Arte sacro en el año 1958 y ya funcionaban por este tiempo en algunas diócesis las comisiones de Liturgia y se había editado Misales de Fieles y Devocionarios adaptados a las nuevas corrientes para facilitar en la medida de lo posible la participación de los fieles.
En el año 1961 se creó la Comisión Episcopal de Liturgia, Pastoral y Arte Sacro que estuvo presidida por Monseñor García de la Sierra y Méndez. El Secretariado Nacional de Liturgia comenzó a editar el boletín Hodie (1962-65) y se inició la colección "Cuadernos de Pastoral Litúrgica Etheria".
Terminamos, antes de ver brevemente la gran reforma vaticana, diciendo que la existencia de rituales bilingües aseguraba la participación de los fieles así como la construcción de nuevos templos adaptados a las nuevas exigencias (Virgen del Camino, León y Alcobendas en Madrid).

LA REFORMA DEL VATICANO II.­
El Concilio Vaticano II convocado por el papa Juan XXIII se abrió el once de octubre de 1962 y el primer tema estudiado fue la Liturgia, para justo cuatrocientos años después de clausurado Trento, el cuatro de diciembre de 1963 ser promulgada por Pablo VI la constitución sobre la Sagrada Liturgia "Sacrosanctum Concilium" que es el punto de partida y la referencia obligada a la renovación litúrgica posterior y a la cual haremos frecuentes referencias.
La gran reforma decidida se puso en vigor enseguida, en tres fases:
a) paso del latín a las lenguas vernáculas (1964-1967)
b) publicación de los nuevos libros litúrgicos (1968-1975)
c) adaptación de esos libros a las iglesias particulares.
El Concilio Vaticano II (que hizo el XXI de los Ecuménicos) fue convocado por el papa Juan XXIII para reformar la Iglesia y hacer que esta "siguiera más radicalmente a Jesús y que estuviera más cercana a los hombres". Clausuró el Concilio otro papa, Pablo VI, el ocho de diciembre de 1965. Entre los innumerables documentos que elaboró se encuentra la "Sacrosanctum Concilium", documento para la reforma de la Sagrada Liturgia. Allí se establecen los principios fundamentales de la reforma litúrgica:
* la actualización del Misterio Pascual que se realiza sobre todo en las acciones litúrgicas.
* la lectura de la palabra de Dios a la cual se le da más variedad y más importancia de la que venía teniendo.
* la iglesia se manifiesta a sí misma en el sentido de que al celebrar el culto divino la Iglesia expresa lo que es: una, santa, católica y apostólica.
* participación de los fieles que se ve facilitada por la celebración en lengua vernácula y otros mecanismos como la participación en las lecturas y acolitados.
Otros principios inspiradores de esta reforma: preferencia por lo comunitario, adaptación a cada cultura, formación de ministros, concelebración y rezo en común del Oficio Divino, comunión bajo las dos especies en determinadas circunstancias, etc.
Jesús Luengo Mena

8.4.08

UN POCO DE HISTORIA SOBRE EL MOVIMIENTO LITÚRGICO

Vamos en una serie de artículos a hacer algo de historia sobre el llamado "Movimiento litúrgico" comenzando por generalidades. En otros artículos abordaremos el Movimiento litúrgico en España y los detractores del Movimiento litúrgico.
El Movimiento Litúrgico no puede ser considerado como una etapa en sí misma sino más bien como una serie de esfuerzos que surgen en diversos lugares de Europa fundamentalmente con la vocación de renovar la Liturgia para que cumpliera su misión de didascalia del pueblo cristiano y hacer asequible y entendible al pueblo la simbología de que la liturgia hace uso. No obstante y dicho lo anterior vamos a dividirlo en tres períodos bien diferenciados:

A) ETAPA DE GESTACIÓN (1840-1909).
Estos movimientos renovadores comienzan en el S. XIX marcados por el Romanticismo, al sentirse en algunas personas la necesidad de acercar la liturgia al pueblo. Se suele tomar como punto de partida la renovación monástica abanderada por el monasterio de Solesmes con su famoso abad Próspero Guéranguer (1805-1875) que restauró los benedictinos en Francia y que se puso al frente de unos ideales de romanización de la Liturgia. Este monasterio benedictino promueve el canto gregoriano y las ceremonias litúrgicas promoviendo el estudio científico de la liturgia. El abad propaga el aprecio por la Liturgia romana con las Instituciones Litúrgicas (1840-1851) dedicadas a la formación de los clérigos y con El Año Litúrgico (1841) que se edita para fomentar la instrucción de los seglares.
El abad Guéranguer sentó las bases para un renacimiento auténtico del canto romano que originan la publicación, a fines de siglo, del nuevo Gradual (1883) y del Antifonario (1891) debidos al impulso de don Jausions y don Pothiers,
Otras abadías benedictinas bajo su influjo se van sumando a este movimiento: Maredsous y Mont-César en Bélgica, cuyo abad Lambert Beauduin habla de celebrar "como comunidad y participar en la acción -salvífica de Cristo" y relanza este movimiento renovador en el Congreso de Malinas (1909), Beuton en Alemania, Finalpia en Italia y Silos (que fue restaurado por Solesmes en 1880) junto a Montserrat en España.
En esta primera etapa del Movimiento Litúrgico encontramos ya un comienzo de apostolado litúrgico. Así aparecen los primeros Misales de los Fieles (1882) y la reaparición del canto gregoriano como ya se ha dicho con la obra Paleografía Musical de Dom A. Mocquereua, monje de Solesmes.

B) ETAPA INSTITUCIONAL (1909-1943)
En el S. XX estos movimientos adoptan un estilo más pastoral y eclesial, impulsados por el Motu propio Tra le sollecitudini del papa san Pío X. Por toda Europa surgen abanderados y pioneros de este movimiento: en Bélgica destaca L. Beauduin, en Alemania podemos citar a O. Casel y a Romano Guardini como maestro de la formación litúrgica de varias generaciones del S. XX, así como la escuela litúrgica de María Laach que se caracteriza por su influencia académica y espiritual. En Italia destacan el cardenal Shuster que escribe el Liber Sacramentorum y el monasterio de Finalpia que publica la Revista Litúrgica (1914).
Dom L.Beauduin (1873-1960) fue un sacerdote secular dedicado a la pastoral obrera y que ingresó posteriormente en el monasterio de Moret-César (Lovaina). Durante el Congreso de obras Católicas de Malinas (1909) pronunció una famosa frase: "Es preciso democratizar la liturgia". Con sus propuestas superó el elitismo monástico y llevó aires renovadores a las parroquias y demás comunidades cristianas.
En Francia se crea el Centro de Pastoral Litúrgica de París como heredero del espíritu de Beauduin y los monjes de Moret-Cesar llamados Capelle y Botte siguieron sus pasos.
En España e consideran como precursores de este movimiento los monasterios ya citados de Silos y Montserrat, especialmente a partir del Congreso Litúrgico de Montserrat del año 1915. Ya más recientemente, en 1956, se fundó la Junta Nacional de Apostolado Litúrgico que fue sustituida en 1961 por la Comisión Episcopal de Liturgia, Pastoral y Arte Sacro.
Una última figura a destacar es el historiador L.Duchesne que publica allá por el año 1889 “Los orígenes del culto cristiano”en el cual el Movimiento Litúrgico comienza a hacer historia al pretender conocer el pasado a través de los libros litúrgicos.
Los Papas apoyaron este movimiento, desde san Pío X con su motu propio "Tra le sollecitudine" (1903) hasta Pío XII del que hablaremos más adelante. San Pío X realizó una reforma parcial del oficio divino y del Calendario, favoreciendo la comunión frecuente.

C) ETAPA UNIVERSAL (1943-1960)
Importante fue en esta nueva etapa la acción de Pío XII que crea en 1948 la Comisión para la Reforma Litúrgica General. Sus encíclicas Mediator Dei (1947) y Musicae Sacrae disciplina (1955) contribuyen decisivamente a ello. Este Pontífice llevó a cabo la restauración de la Semana Santa, autorizó el uso de lenguas vernáculas en la Misa y en los sacramentos y en el año 1956 dirigió un importante discurso al Congreso Internacional de Liturgia de Asís. Se modifica el Ritual del orden, las misas vespertinas, el Salterio para el Breviario, el rito de la semana Santa, la nueva ley sobre Ayuno Eucarístico, etc.
Es ahora cuando surge una crisis ritual que exige unos textos y ritos nuevos, adaptados a las nuevas corrientes renovadoras. Se van introduciendo cambios en las vestiduras litúrgicas, en el canto y en el arte litúrgico. Se trata de realizar una pastoral o apostolado litúrgico que empieza, por otra parte, a tener opositores y detractores. A Francia se le concede el Ritual Bilingüe en 1947, que se extiende posteriormente a otras naciones.
Podemos recordar, antes de dedicar unos breves párrafos al Vaticano II, una serie de centros litúrgicos que sirven de motor de estas reformas: París, Tréveris; Congresos como los de María-Laach (1951), Estrasburgo (1952), Lugano (1953), Asís (1956) y Montserrat (1958). Especialmente importante fue el de Asís (1956) que advirtió sobre la importancia de las lenguas vernáculas. También hubo Congresos sobre música sacra, que no citaremos por no hacer más prolija la exposición.
Dentro ya del Concilio Vaticano II Juan XXIII publicó un nuevo Código de Rúbricas y una nueva edición típica de libros litúrgicos. Con estas reformas se inicia una nueva etapa hacia una proyección universal.
Pero sin dudar es el Vaticano II el que da el impulso definitivo a la reforma litúrgica, reforma esta la más importante en toda la historia de la Iglesia y que en palabras de Juan Pablo II, en su Exhortación Apostólica Vicesimus quintus annus era calificada como "el fruto más visible de la obra conciliar”.
Jesús Luengo Mena

5.4.08

LAS ORACIONES SECRETAS DE LA MISA

Durante el desarrollo de la misa el sacerdote pronuncia, en ocasiones, frases u oraciones en voz baja, que se llaman secretas.
La primera vez que el sacerdote, durante la misa, habla en voz baja es antes de proclamar el Evangelio, diciendo inclinado ante el altar: “Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que anuncie dignamente tu Evangelio”. Si el Evangelio lo proclama un diácono u otro concelebrante le piden la bendición, en voz baja: “Padre, dame tu bendición”. El presidente le contesta con estas palabras, también en voz baja: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Al terminar de proclamar el Evangelio, el diácono o el sacerdote dice en secreto: “Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados”.
Otro momento en el que el sacerdote ora en secreto es en el Ofertorio. El sacerdote eleva un poco la patena con la hostia y dice en secreto: ”Bendito seas, Señor, Dios del Universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros pan de vida”. A continuación echa el vino y un poco de agua en el cáliz diciendo en secreto: “El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana”. Al elevar el cáliz vuelve a decir en secreto: “Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de salvación.”.
Estas oraciones también las puede decir en voz alta si no hay canto ni música.
Una vez terminado este rito se inclina profundamente sobre las ofrendas y dice el secreto: “Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro”.
A continuación, en un extremo del altar, se procede al rito de lavarse las manos, mientras dice en secreto: “Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado”.
Otra oración en secreto dice el sacerdote en el momento de la inmixtión (cuando echa una parte pequeña de la hostia en el cáliz con el vino): "El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, unidos en este cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna”.
Asimismo, después del Agnus Dei (Cordero de Dios) el Misal propone dos fórmulas de oración secreta. La primera: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo, diste con tu muerte la vida al mundo, líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre, de todas mis culpas y de todo mal. Concédeme cumplir siempre tus mandamientos y jamás permitas que me separe de ti.” o bien: “Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio saludable”.
Antes de comulgar, el sacerdote dice en secreto: “El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna” y “La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna”.
La última oración secreta de la misa la pronuncia el sacerdote, si es él quien hace la purificación de los vasos sagrados (ablución). Dice así: “Haz, Señor, que recibimos con un corazón limpio el alimento que acabamos de tomar, y que el don que nos haces en esta vida nos aproveche para la eterna”.
Jesús Luengo Mena

26.3.08

LOS IMPROPERIOS

El diccionario de la RAE de la Lengua define el término improperio como “Injuria grave de palabra, y especialmente la que se emplea para echar a alguien en cara algo” y en una segunda acepción como “Versículos que se cantan en el oficio del Viernes Santo, durante la adoración de la cruz”. En efecto, las dos cosas son improperios aunque en sentido litúrgico se refiere a reproche o queja, concretamente a las quejas de Jesús contra su pueblo que se cantan durante la Adoración de la Cruz el Viernes Santo. Los textos actuales proceden del S. IX y se mezclan dos planos: por un lado la queja de Yahvé contra Israel en el Antiguo Testamento y la queja de Jesús crucificado para con su pueblo, en el Nuevo Testamento.
El Viernes Santo es un día alitúrgico, al igual que el Sábado Santo, ya que son los dos únicos días en que no se celebra la Eucaristía.
La Liturgia del Viernes Santo tiene tres partes: Liturgia de la Palabra y Oración de los fieles especialmente solemne, la Adoración de la Cruz y Sagrada Comunión llamada de presantificados, con las hostias consagradas el día anterior.
El rito de la Adoración de la Cruz comienza con la procesión para llevarla, cubierta con un velo, al altar. Allí se descubre en tres fases, acabando cada acto con la frase “Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo” respondiendo todos: “Venid a adorarlo”. El Misal propone dos formas para este rito. A continuación el sacerdote, ministros y pueblo se acercan a adorar a la Cruz, haciendo genuflexión u otro signo de veneración. Si el pueblo es muy numeroso se puede sustituir la adoración individual por una colectiva. En este momento de adoración es cuando se entonan los improperios, en los que Jesús reprocha a su pueblo su ingratitud.
“¡Pueblo mío!
¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido?
Respóndeme
Yo te saqué de Egipto;
Tú preparaste un cruz para tu Salvador...
En definitiva, Jesús relata lo que ha hecho por su pueblo: lo sacó de Egipto, lo condujo a través del desierto, lo alimentó con el maná, hizo por él toda clase de portentos; en recompensa por todos esos favores, el pueblo lo trata con desprecio. La antítesis: "Yo te saqué de Egipto, tú preparaste una cruz para tu Salvador", es usada para dar efecto a toda la composición. Entre un improperio y otro tenemos el patético estribillo: "¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme", y el trisagio: "¡Santo es Dios, santo y fuerte! Santo inmortal, ten piedad de nosotros". Cristo nos reprocha a todos, no sólo a los que lo crucificaron; pero lo hace de forma tan suave, que suscita nuestra compasión más que nuestro sentimiento de culpabilidad. Lo que se cuestiona es nuestra ingratitud y dureza de corazón. La única respuesta a esas preguntas y reproches es el beso silencioso a los pies del Señor crucificado.
El Misal Romano contiene completos los improperios, versos de una belleza incalculable y que el fiel que los lea enseguida entenderá porque se llaman improperios. Se rematan con Hágios o Theós (Santo es Dios).