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18.4.08

LA COMUNIÓN EN CASA DEL ENFERMO

Algunos enfermos y ancianos se sienten relegados de la comunidad y la familia. Ya no pueden asistir diariamente a la iglesia, ni siquiera el domingo. Necesitan por tanto un acompañamiento pastoral más cercano y adaptado. Los sacerdotes no pueden atenderlos en domingo, ni en la hora más acomodada al enfermo. Para que el gran don de la comunión eucarística estuviera al alcance de todos, la Instrucción “Inmensae charitatis” establecía la posibilidad de instituir ministros extraordinarios de la comunión para los enfermos, y en casos extraordinarios también en el templo.
Hoy día y en algunos contextos sociales, el sacerdote o el diácono aún llevan la Eucaristía en procesión al enfermo, usando un alba, o sotana y sobre­pelliz, con una estola blanca y el paño humeral. Puede acompañarle un acólito u otra persona llevando una vela. Es tradicional tocar una cam­pana para avisar que se está llevando la Eucaristía.
Aunque es muy bueno que no se olviden estas tradiciones, en sociedades pluralistas, en la práctica actual, el sacerdote, diácono o persona autorizada –ministro extraordinario de la comunión, tanto varón como mujer– lleva con reverencia la Eucaristía a los enfermos sin ceremonia pública, vistiendo su traje ordi­nario. Utiliza, si es ministro ordenado, una «estola de bolsillo» que debe ser preferiblemente reversible: de color blanco por un lado, y morada por otro porque el sacramento de la Penitencia es parte del ministerio con los enfermos. Lleva la Eucaristía en una píxide, que puede transportarse dentro de una bolsa de cuero o de algún otro material fino y debe haber sido bendecida. Esta bolsa, unida a una cadena o cordón, se pone alrededor del cuello y se introduce en el bolsillo interior. El sacerdote también debe llevar un pequeño corporal, un purificador (ambos, generalmente, se mantienen doblados dentro de la bolsa de la píxide), un pequeño recipiente con agua bendita y el libro del ritual de la comunión a los enfermos. La píxide debe purificarse después de cada uso.
El sacerdote se debe poner la estola de bolsillo antes de arrodillarse y tomar la Eucaristía del sagrario para depositarla en la píxide. Después, debe ir directamente a la casa del enfermo, sin entretenerse en otros asuntos mientras lleve la Eucaris­tía. Debe ser consciente de la importancia de la sagrada responsabilidad que le ha sido encomendada.
En la habitación del enfermo, sobre una mesa o una silla próxima a la cama, se debe preparar lo siguiente: un mantel (un crucifijo, si es posi­ble), una vela (o velas), un vaso de agua (un acetre de agua bendita y un hisopo para asperger si el sacerdote o diácono no traen agua ben­dita). Se pueden poner flores frescas encima de la mesa. Estas prepa­raciones se pueden modificar en caso de emergencia, o de condiciones difíciles. Es muy bueno que el enfermo sepa exactamente cuándo va a llegar el sacerdote o diácono. Recordar que los enfermos están exentos del ayuno eucarístico de una hora.
Al llegar, el celebrante se dirige directamente a la habitación del enfermo. Como es costumbre, por reverencia a la Eucaristía, el celebrante no debe ini­ciar una conversación con los de la casa hasta que se haya terminado el rito. Primero saluda al enfermo y a los presentes, según las fórmulas del ritual. Después toma el corporal, lo desdobla y lo pone sobre la mesa, deposita la píxide sobre la mesa y se arrodilla. En este momento todos los presentes deben arrodillarse en adoración durante un breve espacio de tiempo.
Entonces, el celebrante puede asperger al enfermo y a los presentes con agua bendita, mientras dice alguna de las fórmulas previstas por el ritual. Si el celebrante es un sacerdote, se puede celebrar el sacramen­to de la Penitencia, en cuyo caso los presentes deben abandonar la habi­tación mientras dure la confesión. Si la persona enferma no necesita el sacramento, se continúa con el rito penitencial.
Después sigue una breve liturgia de la palabra y el celebrante u otra per­sona lee algunos versos sugeridos por el ritual. A continuación hay un momento de silencio; luego, el celebrante puede explicar brevemente las lecturas, comentando la aplicación que tienen a las necesidades del enfermo y de los que le cuidan. Si el celebrante tiene que visitar a varios enfermos, esta parte del ritual se puede reducir a recitar con reverencia un verso eucarístico de la Sagrada Escritura.
El rito de la Comunión comienza con la oración del Señor, el Padrenuestro. Después, el celebrante hace una genuflexión, abre la píxide, toma la Hostia, que sostiene sobre la píxide abierta, y la muestra al enfermo diciendo: «Este es el Cordero de Dios...» u otro texto aprobado. Una vez que todos los presentes han respondido: «Señor, no soy digno...», el celebrante admi­nistra la Eucaristía al enfermo y a los que están presentes y quieran recibir al Señor. El celebrante u otra persona puede ofrecer un poco de agua si alguno tiene dificultad para tragar la Hostia. Si el enfermo tiene dificultad en la deglución se puede prever que tome la Sangre del Señor.
Después de administrar la Comunión, el celebrante deposita la píxide sobre la mesa, la cierra y hace una genuflexión si todavía queda alguna Hostia. Si está vacía, echa un poco de agua en la píxide y purifica sus dedos. Si es necesario, consume la ablución y seca la píxide con el puri­ficador. Y luego la guarda con los lienzos en la bolsa.
Se pueden tener unos breves minutos de silencio. A continuación, el celebrante dice: «Oremos» y, si no hubo un momento de reflexión previo hace una pausa para rezar en silencio. Después dice una de las oraciones ­ de la Comunión. Finalmente, da una de las bendiciones previstas en el ritual. Sin embargo, si todavía está el Santísimo Sacramento en la píxide, hace una genuflexión, toma la píxide y dirigiéndose al enfermo y a los presentes, hace la señal de la cruz lentamente sin decir nada. Cuando se imparte la bendición eucarística, todos deben estar arrodillados en actitud de oración.
Nota: Píxide es un copón o caja pequeña en que se guarda el Santísimo Sacramento o se lleva a los enfermos.
Jesús Luengo Mena, Lector Instituido y Vicette de Jesús Despojado

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿tiene email para hacerle algunas preguntas?

Jesús Luengo Mena dijo...

Puede escribirme a
jluengomena@hotmail.com