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12.11.15

LOS SUFRAGIOS POR LOS DIFUNTOS


       Antes de comenzar habría que preguntarse ¿qué sentido                  tienen los sufragios que se ofrecen por los difuntos?
Nadie puede ser recibido en la amistad e intimidad de Dios si antes no se ha purificado de las consecuencias personales de todas sus culpas. Así, la Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos.
De aquí viene la piadosa costumbre de ofrecer sufragios por las almas de los difuntos, que son una súplica insistente a Dios para que tenga misericordia de ellos, los purifique con el fuego de su caridad y los introduzca en el Reino de la luz y de la vida.
Los sufragios más frecuentes son el ofrecimiento de Misas, pero también pueden consistir en oraciones, limosnas, obras de misericordia e indulgencias aplicadas en favor de las almas de los difuntos. Sufragios son, en lenguaje litúrgico, los actos piadosos que se realizan para ayudar a los difuntos.
La OGMR[1] trata, en sus apartados del 335 al 341 sobre la Misas de difuntos. Dice así: El sacrificio eucarístico de la Pascua de Cristo lo ofrece la Iglesia por los difuntos, a fin de que, por la intercomunión de todos los miembros de Cristo, lo que a unos consigue ayuda espiritual, a otros acarrea  el consuelo de la esperanza.
También hay que distinguir entre una Misa de difuntos en sentido estricto y en aplicar la Misa ordinaria del día por un difunto.
Las Misas de difuntos tienen sus formularios propios en el Misal y sus lecturas propias en el Leccionario VIII. El color de las vestiduras es el morado. No todos los días se pueden celebrar Misas de difuntos: el calendario litúrgico-pastoral pone cuando pueden o no pueden celebrarse, extremo que no vamos a dilucidar ahora por ser un poco engorroso.
También, el Misal aconseja que el sacerdote sea moderado en  preferir las Misas de difuntos, ya que cualquier Misa se ofrece de igual modo por los vivos y por lo difuntos, y en cualquier formulario de la Plegaria eucarística se contiene el recuerdo de los difuntos[2].
Entre las Misas de difuntos, la más importante es la Misa exequial, que se puede celebrar todos los días, excepto las solemnidades de precepto, el Jueves Santo, el Triduo pascual y los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua. Se entiende por Misa exequial ─del latín exsequi, exsequia que significa seguir, acompañar─ aquella en la que la comunidad cristiana acompaña a sus difuntos y los encomienda a la bondad de Dios. En sentido estricto sería aquella Misa en la que está presente el difunto recién fallecido o también la primera Misa ofrecida por él.
En esa Misa debe hacerse una pequeña homilía, excluyendo los elogios fúnebres. Si la Misa exequial está directamente unida con el rito de las exequias, una vez dicha la oración después de la sagrada Comunión, se omite todo el rito conclusivo y en su lugar se reza la última recomendación o despedida; este rito solamente se hace cuando está presente el cadáver. También la Misa del primer aniversario del fallecimiento tiene una especial consideración litúrgica.
Las otras Misas de difuntos, o Misas cotidianas, son en las que solamente se hace mención del difunto  en las oraciones.
El Misal exhorta a los fieles, sobre todo a los familiares del difunto, a que participen en el sacrificio eucarístico ofrecido por él, también acercándose a la Comunión. También han de tenerse en cuenta al ordenar y seleccionar las partes de la Misa de difun­tos, sobre todo la Misa exequial, los motivos pastorales respecto al difunto, a su familia, a los presentes.
Finaliza lo dispuesto sobre las Misas de difuntos exhortando a los sacerdotes a que pongan especial cuidado con aquellas personas que asisten a las celebra­ciones litúrgicas y oyen el Evangelio, personas que pueden no ser católicas o que son católicos que nunca o casi nunca participan en la Eucaristía, o que incluso pueden haber perdido la fe. Se recuerda a los sacer­dotes que son ministros del Evangelio de Cristo para todos.
Terminamos añadiendo que la llamada Misa de Réquiem ─palabra latina que significa descanso─, y que tantas composiciones musicales de calidad ha tenido a lo largo de la historia, no es ni más ni menos que la Misa de difuntos, que es la primera palabra del canto de entrada clásico en las Misas de difuntos  ─réquiem aeternam dona eis Domine ─dales, Señor, el descanso eterno─ y de ahí ha tomado ese nombre. 





[1] Ordenación General del Misal Romano
[2] OGMR 316


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