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12.10.15

LOS CANTOS DE LA MISA

El canto tiene el deseo de hacer participar al pueblo en los actos litúrgicos. La función de un coro en la celebración litúrgica, al igual que el resto de la música, tiene varias vertientes:
*Función ornamental y artística
*Función dinámica, ya que sirve para unir los corazones.
*Favorece la participación, como consecuencia de lo anterior.
* Función ministerial, ya que se encuentra al servicio de la acción litúrgica.
El canto del coro debe tener un principio rector: que no excluya  el canto del pueblo, ya que los fieles no vamos a la celebración eucarística para oír conciertos que otros interpretan sino a participar y vivir. No se debe confiar al coro el canto de toda la Misa, excluyendo al pueblo de la participación activa. Lo anterior no excluye que, en ocasiones muy solemnes como una Función Principal de Instituto, pueda y deba cantar una coral o capilla e incluso algún solista. También, el celebrante y el diputado de cultos deben estar coordinados con los cantores, para que no se produzcan interferencias mutuas.
Hay partes de la Misa que siempre deberían ser cantadas: me refiero a la antífona de respuesta al salmo y el propio salmo, así como el Santo. Recitar el salmo equivale a recitar un villancico en vez de cantarlo. No obstante, la falta de salmistas y, en general, de cantores adecuados hace de esta parte de la Liturgia una asignatura pendiente y sin visos de solución.
En la Misa el pueblo puede cantar: el canto de entrada, la respuesta al saludo inicial, el canto de aspersión cuando lo hay, los Kyries, el Gloria, el Amen conclusivo de la oración Colecta, el salmo responsorial, el Aleluya, el Credo, la respuesta a la Oración de los fieles, durante la presentación de las ofrendas, el diálogo del Prefacio, el Sanctus, las aclamaciones a la Plegaria eucarística con el Amen conclusivo, el Padrenuestro, su aclamación al Cordero de Dios, durante la comunión y en la bendición.
Hay cantos que son un rito por sí mismos, como el Gloria, el Salmo Responsorial, el Aleluya o el Sanctus. Otros, en cambio, sirven para acompañar a un rito, como el Canto de Entrada, el del Ofertorio o el Cordero de Dios.
Puntualizamos algunos detalles. El canto de entrada se comienza mientras entra el sacerdote y los ministros. Es bueno coordinarse de manera que, cuando el sacerdote entre, ya esté comenzado para que el pueblo reciba cantando la procesión del sacerdote y sus ministros.
Tras el acto penitencial, los fieles aclaman al Señor y piden su misericordia cantando, todos, el Señor ten piedad. Cada aclamación se repite dos veces como norma.
El Gloria lo entona el sacerdote o un cantor o el coro y lo cantan todos juntos o el pueblo alternando con los cantores, o sólo el coro. Si no se canta, se recita.
El Salmo se ha de procurar que se cante íntegramente o, al menos, la respuesta que corresponde al pueblo.
El Aleluya es un rito en sí mismo, y lo canta todo el pueblo en pie;  el verso lo canta un cantor o el coro. Si no se canta, puede omitirse.
El Credo lo ha de cantar o recitar el sacerdote junto con el pueblo.
En la Oración de los Fieles, el pueblo en pie puede responder a las peticiones cantando la invocación.
Al comienzo de la liturgia eucarística se pueden llevan al altar los dones en procesión, pudiéndose aportar otras donaciones para los pobres o para la Iglesia. Esta procesión se acompaña con el canto del Ofertorio. Este rito del ofertorio siempre puede acompañarse de canto, aunque no haya procesión de los dones. Y añado, las frases que a veces pronuncia un lector, explicando la intención o el significado de los dones que se aportan mientras se llevan al altar, sobran.
 El Santo lo canta todo el pueblo con el sacerdote.
El Padrenuestro se canta por el pueblo junto al sacerdote, mientras que la invitación a orar ─Fieles a la recomendación del Salvador...─ y el embolismo ─Líbranos de todos los males...─ lo canta el sacerdote. El pueblo le responde cantando la doxología ─Tuyo es el Reino... ─.
A continuación sigue el rito de la paz, rito para el que la Liturgia no contempla ningún canto, aunque se ha puesto de moda un canto de la paz.
A la fracción del pan se canta el Cordero de Dios por el coro o un cantor, respondiendo el pueblo. Se puede repetir cuantas veces sea necesario, concluyendo siempre con el danos la paz.   
El canto de comunión comienza mientras el sacerdote comulga el Sacramento, prolongándose mientras comulgan los fieles. Lo canta el coro, o también el coro o un cantor con el pueblo.
Tras la bendición, a la que el pueblo responde con un Amen, se nos da la despedida por el diácono o el sacerdote, al que se responde cantando el Demos gracias a Dios  y se comienza la procesión de salida, en la que no se contempla ningún canto, aunque también sea costumbre generalizada despedir al cortejo con un canto.
También hay que hacer notar que, en igualdad de circunstancias, el canto gregoriano tiene un puesto de honor entre todos los demás, seguido de la polifonía, sin que se excluyan otros géneros musicales. El instrumento musical por excelencia de la Liturgia es el órgano.
Los principales documentos sobre la música litúrgica que el siglo XX nos ha dejado son varios. Podemos citar:
* el motu propio Tra le Sollecitudini de san Pío X (22-11-1903)
* la encíclica Musicae Sacrae disciplina de Pío XII (25-12-1955)
* la Instrucción sobre la Música sagrada de la Sagrada Congregación de Ritos (3-9-1958)
* la Constitución Sacrosanctum Concilium del Vaticano II, la cual dedica su capítulo VI a la música.
* Como documento postconciliar destacaremos la instrucción Musicam Sacram (5-3-1967).

Para terminar podemos citar también las orientaciones que sobre música litúrgica nos da el Misal Romano (OGMR), el Orden de las Lecturas de la Misa (OLM), la Ordenación General de la Liturgia de las Horas (OGLH), el Ceremonial de los Obispos y la Instrucción sobre La Liturgia romana y la Inculturación (25-1-1994) así como el Cantoral Litúrgico Nacional, que recoge los principales cantos de la Misa para los diferentes tiempos litúrgicos y otros temas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen artículo.

Anónimo dijo...

El canto litúrgico eleva el espíritu y alaba al Señor