El canto tiene
el deseo de hacer participar al pueblo en los actos litúrgicos. La función de
un coro en la celebración litúrgica, al igual que el resto de la música, tiene
varias vertientes:
*Función ornamental
y artística
*Función
dinámica, ya que sirve para unir los corazones.
*Favorece la participación, como consecuencia de lo anterior.
* Función ministerial, ya que se encuentra al servicio de la acción litúrgica.
El canto del coro debe tener un principio rector: que no excluya el canto del pueblo, ya que los fieles no vamos a la celebración eucarística para oír conciertos que otros interpretan sino a participar y vivir. No se debe confiar al coro el canto de toda la Misa, excluyendo al pueblo de la participación activa. Lo anterior no excluye que, en ocasiones muy solemnes como una Función Principal de Instituto, pueda y deba cantar una coral o capilla e incluso algún solista. También, el celebrante y el diputado de cultos deben estar coordinados con los cantores, para que no se produzcan interferencias mutuas.
*Favorece la participación, como consecuencia de lo anterior.
* Función ministerial, ya que se encuentra al servicio de la acción litúrgica.
El canto del coro debe tener un principio rector: que no excluya el canto del pueblo, ya que los fieles no vamos a la celebración eucarística para oír conciertos que otros interpretan sino a participar y vivir. No se debe confiar al coro el canto de toda la Misa, excluyendo al pueblo de la participación activa. Lo anterior no excluye que, en ocasiones muy solemnes como una Función Principal de Instituto, pueda y deba cantar una coral o capilla e incluso algún solista. También, el celebrante y el diputado de cultos deben estar coordinados con los cantores, para que no se produzcan interferencias mutuas.
Hay partes de la
Misa que siempre deberían ser cantadas: me refiero a la antífona de
respuesta al salmo y el propio salmo, así como el Santo. Recitar el salmo
equivale a recitar un villancico en vez de cantarlo. No obstante, la falta de
salmistas y, en general, de cantores adecuados hace de esta parte de la
Liturgia una asignatura pendiente y sin visos de solución.
En la Misa el
pueblo puede cantar: el canto de entrada, la respuesta al saludo inicial,
el canto de aspersión cuando lo hay, los Kyries, el Gloria, el Amen conclusivo
de la oración Colecta, el salmo responsorial, el Aleluya, el Credo, la
respuesta a la Oración de los fieles, durante la presentación de las ofrendas,
el diálogo del Prefacio, el Sanctus, las aclamaciones a la Plegaria eucarística
con el Amen conclusivo, el Padrenuestro, su aclamación al Cordero de Dios,
durante la comunión y en la bendición.
Hay cantos que
son un rito por sí mismos, como el Gloria, el Salmo Responsorial, el Aleluya o
el Sanctus. Otros, en cambio, sirven para acompañar a un rito, como el Canto de
Entrada, el del Ofertorio o el Cordero de Dios.
Puntualizamos
algunos detalles. El canto de entrada
se comienza mientras entra el sacerdote y los ministros. Es bueno coordinarse
de manera que, cuando el sacerdote entre, ya esté comenzado para que el pueblo reciba
cantando la procesión del sacerdote y sus ministros.
Tras el acto
penitencial, los fieles aclaman al Señor y piden su misericordia cantando, todos,
el Señor ten piedad. Cada aclamación
se repite dos veces como norma.
El Gloria lo entona el sacerdote o un
cantor o el coro y lo cantan todos juntos o el pueblo alternando con los
cantores, o sólo el coro. Si no se canta, se recita.
El Salmo se ha de procurar que se cante
íntegramente o, al menos, la respuesta que corresponde al pueblo.
El Aleluya
es un rito en sí mismo, y lo canta todo el pueblo en pie; el verso lo canta un cantor o el coro. Si no
se canta, puede omitirse.
El Credo lo ha de cantar o recitar el
sacerdote junto con el pueblo.
En la Oración de los Fieles, el pueblo en pie
puede responder a las peticiones cantando la invocación.
Al comienzo de
la liturgia eucarística se pueden llevan al altar los dones en procesión,
pudiéndose aportar otras donaciones para los pobres o para la Iglesia. Esta
procesión se acompaña con el canto del Ofertorio.
Este rito del ofertorio siempre puede acompañarse de canto, aunque no haya
procesión de los dones. Y añado, las frases que a veces pronuncia un lector,
explicando la intención o el significado de los dones que se aportan mientras
se llevan al altar, sobran.
El Santo
lo canta todo el pueblo con el sacerdote.
El Padrenuestro
se canta por el pueblo junto al sacerdote, mientras que la invitación a orar ─Fieles a la recomendación del Salvador...─
y el embolismo ─Líbranos de todos los males...─
lo canta el sacerdote. El pueblo le responde cantando la doxología ─Tuyo es el Reino... ─.
A continuación
sigue el rito de la paz, rito para el que la Liturgia no contempla ningún
canto, aunque se ha puesto de moda un canto de la paz.
A la fracción
del pan se canta el Cordero de Dios
por el coro o un cantor, respondiendo el pueblo. Se puede repetir cuantas veces
sea necesario, concluyendo siempre con el danos
la paz.
El canto de comunión comienza mientras el
sacerdote comulga el Sacramento, prolongándose mientras comulgan los fieles. Lo
canta el coro, o también el coro o un cantor con el pueblo.
Tras la
bendición, a la que el pueblo responde con un Amen, se nos da la despedida por el diácono o el sacerdote, al que
se responde cantando el Demos gracias a
Dios y se comienza la procesión de
salida, en la que no se contempla ningún canto, aunque también sea costumbre
generalizada despedir al cortejo con un canto.
También hay que
hacer notar que, en igualdad de circunstancias, el canto gregoriano tiene un
puesto de honor entre todos los demás, seguido de la polifonía, sin que se
excluyan otros géneros musicales. El instrumento musical por excelencia de la Liturgia es el órgano.
Los principales
documentos sobre la música litúrgica que el siglo XX nos ha dejado son
varios. Podemos citar:
* el motu propio
Tra le Sollecitudini de san Pío X
(22-11-1903)
* la encíclica Musicae Sacrae disciplina de Pío XII (25-12-1955)
* la Instrucción sobre la Música sagrada de la Sagrada Congregación de Ritos (3-9-1958)
* la encíclica Musicae Sacrae disciplina de Pío XII (25-12-1955)
* la Instrucción sobre la Música sagrada de la Sagrada Congregación de Ritos (3-9-1958)
* la
Constitución Sacrosanctum Concilium
del Vaticano II, la cual dedica su capítulo VI a la música.
* Como documento
postconciliar destacaremos la instrucción Musicam
Sacram (5-3-1967).
Para terminar
podemos citar también las orientaciones que sobre música litúrgica nos da el
Misal Romano (OGMR), el Orden de las Lecturas de la Misa (OLM), la Ordenación
General de la Liturgia de las Horas (OGLH), el Ceremonial de los Obispos y la Instrucción
sobre La Liturgia romana y la Inculturación (25-1-1994) así como
el Cantoral Litúrgico Nacional, que recoge los principales cantos de
la Misa para los diferentes tiempos litúrgicos y otros temas.
2 comentarios:
Buen artículo.
El canto litúrgico eleva el espíritu y alaba al Señor
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