La
cuestión de la determinación de la fecha para la celebración de la Pascua
cristiana ha sido uno de los temas más polémicos y aún no resueltos para todos
los cristianos.
Ya en el primer concilio de Arlés (Francia) del año 314, convocado por
Constantino, que condenó la herejía donatista[1],
se obligó a toda la Cristiandad a celebrar la Pascua el mismo día. La fecha la
fijaría el Papa, que enviaría cartas a todas las iglesias del mundo
con las instrucciones pertinentes. Sin embargo, no todas las iglesias siguieron
este precepto. Hubo que esperar al concilio de Nicea del año 325 para llegar a una
solución, estableciéndose que la Pascua de Resurrección había de ser celebrada
cumpliendo unas determinadas normas: que la Pascua se celebrase siempre en domingo; que no coincidiese nunca con la Pascua
judía, que se celebraba independientemente del día de la semana, para
evitar confusiones entre ambas religiones y que los cristianos no celebrasen nunca
la Pascua dos veces en el mismo año[2].
No obstante, siguió habiendo diferencias entre la Iglesia de Roma y la Iglesia de Alejandría, si bien el Concilio de Nicea dio la razón a los alejandrinos, estableciéndose la costumbre de que la fecha de la Pascua se calculaba en Alejandría, que lo comunicaba a Roma, la cual difundía el cálculo al resto de la cristiandad, conservándose hoy día la costumbre, aún vigente, de leer el calendario movible en el día de Reyes, 6 de enero, Epifanía del Señor, tras la proclamación del Evangelio.
No obstante, siguió habiendo diferencias entre la Iglesia de Roma y la Iglesia de Alejandría, si bien el Concilio de Nicea dio la razón a los alejandrinos, estableciéndose la costumbre de que la fecha de la Pascua se calculaba en Alejandría, que lo comunicaba a Roma, la cual difundía el cálculo al resto de la cristiandad, conservándose hoy día la costumbre, aún vigente, de leer el calendario movible en el día de Reyes, 6 de enero, Epifanía del Señor, tras la proclamación del Evangelio.
Finalmente, en el año 525, el
monje y erudito Dionisio el Exiguo convenció de las bondades
del cálculo alejandrino, creándose el anno domini o método más exacto de su
tiempo para calcular la Pascua, con el ciclo metónico de 19 años[3].
Así pues, para el cálculo hay que establecer unas premisas iniciales:
La Pascua ha de celebrarse siempre en domingo, y este domingo ha de ser el siguiente al plenilunio pascual (la primera luna llena de la primavera boreal)[4]. Si esta fecha cayese en domingo, la Pascua se trasladará al domingo siguiente para evitar la coincidencia con la Pascua judía. Este equinoccio tiene lugar el 20 o 21 de marzo. Así las cosas, queda claro que la Pascua de Resurrección no puede ser antes del 22 de marzo (en caso de que el 21 y plenilunio fuese sábado), y tampoco puede ser más tarde del 25 de abril. Suponiendo que el 21 de marzo fuese el día siguiente al plenilunio, habría que esperar una lunación completa (29 días) para llegar al siguiente plenilunio, que sería el 18 de abril, el cual, si cayese en domingo, desplazaría la Pascua una semana para evitar la coincidencia con la pascua judía, quedando: 18 + 7 el 25 de abril.
La Pascua ha de celebrarse siempre en domingo, y este domingo ha de ser el siguiente al plenilunio pascual (la primera luna llena de la primavera boreal)[4]. Si esta fecha cayese en domingo, la Pascua se trasladará al domingo siguiente para evitar la coincidencia con la Pascua judía. Este equinoccio tiene lugar el 20 o 21 de marzo. Así las cosas, queda claro que la Pascua de Resurrección no puede ser antes del 22 de marzo (en caso de que el 21 y plenilunio fuese sábado), y tampoco puede ser más tarde del 25 de abril. Suponiendo que el 21 de marzo fuese el día siguiente al plenilunio, habría que esperar una lunación completa (29 días) para llegar al siguiente plenilunio, que sería el 18 de abril, el cual, si cayese en domingo, desplazaría la Pascua una semana para evitar la coincidencia con la pascua judía, quedando: 18 + 7 el 25 de abril.
Y
para calcular las lunaciones entra en juego la epacta. Llamamos epacta a la
edad de la luna al comenzar el año, o dicho de otra manera, es un número que
expresa los días que hay entre el último novilunio del año y el día 1 de enero
del año siguiente. El ciclo lunar
es de 29 días, no coincidente con el ciclo solar. Se entiende que el novilunio,
luna nueva, es el primer día de la luna, cuarto creciente será el día 7, el día
14 será luna llena y el 22 será cuarto menguante, para comenzar, siete días más
tarde, otro ciclo lunar. De hecho, parece que la división de la semana en siete
días, conocida desde épocas muy remotas, corresponde a las fases lunares,
aunque hay otras explicaciones bíblicas (seis días duró la Creación y el
séptimo día descansó)
El
cálculo de la epacta tiene gran importancia litúrgica, puesto que todo el
calendario litúrgico variable se toma a raíz del domingo pascual. Es pues
básico el cálculo de la epacta ya que su conocimiento
permite calcular, con una sencilla fórmula, las fechas en que se producen los
novilunios de un año y por tanto la fase en que se encuentra la luna en
cualquier fecha.
¿Cómo
se calculan las lunaciones? La edad lunar
se determina partiendo del número de la epacta correspondiente a ese año al que
hay que sumarle una unidad por cada mes a partir de marzo y el día del mes que
se quiere calcular. Si pasa de 30 restamos 30 y el número que dé nos indica la
edad de la Luna en esa fecha concreta. Pero para conocer la epacta de cada año
hay que averiguar, previamente, el número aúreo astronómico, que se calcula
fácilmente por el ciclo metónico, pero que dejamos para otra ocasión por ser
algo enredoso de explicar y que el lector curioso puede consultar en internet.
Añadir
que epacta también ha pasado a ser sinónimo de calendario eclesiástico,
gallofa, añalejo u ordo.
[1] Herejía producida en
las iglesias norteafricanas a principio del siglo IV encabezada Donato, obispo de Cartago, que defendía
básicamente dos afirmaciones: que la
Iglesia está formada por hombres buenos y santos y que los sacramentos
administrados por ministros indignos eran inválidos.
[2] Hoy nos parece raro, pero tiene su explicación
porque el año nuevo empezaba en el equinoccio primaveral, por lo que se prohibía la
celebración de la Pascua antes del equinoccio real (astronómicamente hablando, antes
de la entrada del Sol en Aries).
[3] Se llama ciclo metónico por el astrónomo y matemático Metón de Atenas,
que sobre el 432 a.C. calculó que la Luna tiene un ciclo de 19 años para que
repita en los mismos días del año las mismas fases.
[4] La luna pascual es aquella cuyo plenilunio tiene
lugar en el equinoccio de primavera del hemisferio norte (de otoño en el sur) o inmediatamente después.
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