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5.1.15

SOBRE EL USO DE LA DALMÁTICA EN LAS COFRADÍAS

Vamos en este artículo a abordar un tema, muy preguntado,  sobre el uso de las dalmáticas por los cuerpos de acólitos en las cofradías sevillanas, aunque me consta que en muchas otras diócesis también se da.
En primer lugar hay que dejar claro que la dalmática es vestidura litúrgica propia del diácono, al igual que la casulla lo es del presbítero. Por lo tanto,  esa cuestión no ofrece dudas.
El vestido propio del diácono es la dalmática, que se pone sobre el alba y la estola: la dalmática, sin embargo, puede omitirse bien por necesidad, bien cuando se trate de un grado menor de solemnidad (OGMR 338).
Sin embargo, en nuestra ciudad y otras muchas, la visten el llamado cuerpo de acólitos, que por cierto, tampoco son acólitos propiamente dichos los muchachos que hacen ese oficio de portar ciriales e incensarios, ya que el acólito auténtico es el instituido como tal por el obispo o superior, según el derecho.
Pero cuando me preguntan mi opinión sobre si yo (algo que no depende de mí, obviamente) estoy a favor de suprimirlas siempre respondo rotundamente que no. Respuesta que puede extrañar viniendo de una persona que divulga la Liturgia. La voy a argumentar, dejando claro que es mi opinión y que los argumentos que voy a emplear son fácilmente rebatibles, en cuanto que la norma es clara.
En primer lugar, la vestidura diaconal en muy vistosa, ceremonial. Tiene un especial atractivo visual, motivo por el cual las cofradías, en su estética siempre barroquizante, las usan para dar mayor vistosidad y esplendor al culto. Así pues, la intención es sana: el esplendor del culto.
En segundo lugar, la piedad popular, la costumbre, hace que el pueblo haya asimilado perfectamente su uso por el cuerpo de acólitos. Las costumbres populares también deben ser tenidas en cuenta por la jerarquía, siempre que no supongan un grave abuso litúrgico. Su supresión no sería bien entendida y provocaría rechazo. Muchas veces, la piedad popular y el uso que el pueblo ha hecho de determinadas costumbres o devociones ha hecho que, posteriormente, la Liturgia las haya hecho propias. En la historia podemos encontrar numerosos ejemplos.
Y, por último, y quizás el más importante de mis argumentos, es que no existe la intención, en modo alguno, por parte del cuerpo de acólitos ni de la cofradía de suplantar al diácono, aunque vistan la dalmática, ni de ejercer el ministerio diaconal ni de hacerse pasar por tales. De hecho, si se pregunta a un “acólito” sobre qué es un diácono lo que, seguramente responderían, es que un diácono es una especie de cura, pero menos.   
Tampoco parece un abuso litúrgico grave, teniendo en cuenta que no hay intención de suplantación y que el pueblo lo sabe.
Sobre otra costumbre, como es la de llevar la medalla de la hermandad sobre la dalmática o sobre el alba, es evidente que no se contempla por las normas litúrgicas, pero defendido lo anterior, este detalle es nimio.
En cualquier caso, el encargado por velar del correcto uso de las normas litúrgicas en cada diócesis es el obispo y a su magisterio y disposiciones hay que atenerse.
Ha de vigilar ─el obispo─ para que no se introduzcan abusos en la disciplina eclesiástica, especialmente acerca del ministerio de la palabra, la celebración de los sacramentos y sacramentales, el culto de Dios y de los Santos y la administración de los bienes (CDC 392.2)
Otra cuestión muy diferente es la aparición de falsos prestes, figura que debe ser ministro ordenado, y sobre la cual la Vicaría ya dio instrucciones concretas y muy acertadas a las hermandades para corregir este flagrante abuso litúrgico, sin duda bienintencionado pero erróneo.
Como teoría explicativa al inveterado uso de las dalmáticas por el cuerpo de acólitos en las hermandades propongo, como hipótesis, que la dalmática tal vez se haya confundido, tiempo atrás, con la tunicela, vestidura muy similar usada por los subdiáconos ─como ocurre con la sobrepelliz o la cotta y el roquete, prendas también muy similares─. Dado que hoy el acolito instituido viene a sustituir en sus funciones, grosso modo, al subdiácono anterior a la reforma litúrgica actual, tal vez de ahí venga su asimilación, que pudiera ser en origen una tunicela y haya derivado en el uso de la dalmática, al desaparecer prácticamente la tunicela.
En España si ha sido normal el uso de la tunicela por los acólitos y ministros no ordenados.
Finalizo añadiendo que la dalmática también es usada en ceremonias civiles por laicos, como las que visten en nuestra ciudad los maceros del Ayuntamiento o la Diputación, también llamadas tabardos.   


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