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9.12.13

LA SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA


“Purísima había de ser, Señor,
La Virgen que nos diera el Cordero inocente
que quita el pecado del mundo”

Cada 8 de dicembre. la Iglesia celebra la solemidad de la Inmaculada Concepción. Comenzaremos este artículo haciendo un poco de historia. La creencia en la Inmaculada Concepción de María consiste en afirmar que la Virgen María fue concebida por sus padres (Joaquín y Ana) y nacida sin el pecado original.
Esta idea se declaró dogma por Pío IX el 8 de diciembre de 1854, mediante la Bula Ineffabilis Deus. Es una creencia que está íntimamente ligada a la historia de muchas hermandades y a la piedad popular, que antes que Roma el pueblo proclamó. Sixto IV introdujo esta fiesta en el calendario romano en 1476. En el Misal de de san Pío V figuraba solo como memoria.
La Pureza de María era especialmente defendida por los franciscanos, siguiendo las enseñanzas de Duns Scotto, y era combatida por los dominicos, que seguían la enseñanza de Santo Tomás en el sentido de que solo Cristo había estado libre del pecado original y que la Virgen fue purificada en el momento de su Concepción.
Argumentaba el “doctor angélico” que, si Cristo redimió a todos los hombres –redención universal– también redimió a María, y si Ella no tuvo pecado original entonces ¿cómo pudo ser redimida? Quién no tiene pecado no necesita ser redimido. Este razonamiento tomista implicaba que, para que la redención fuese universal, debía abarcar a toda la Humanidad, incluyendo a la Virgen y para que Ella fuera redimida debía haber tenido al menos el pecado original, que todos los humanos por el hecho de serlos traemos al mundo.
El dogma hay que entenderlo como un privilegio especial concedido por Dios a su Madre, ya que la Virgen tuvo una redención profiláctica: Cristo impidió que tuviese pecado, pero ese hecho la Virgen se lo debe a Él, luego Ella fue también redimida, aunque de manera diferente al resto de los mortales, al igual que el médico que cura al enfermo o bien impide, a través de medidas preventivas,  que alguien contraiga la enfermedad: en ambos casos el médico es quien cura.
En Sevilla, donde resido, y otras muchas ciudades hubo grandes controversias sobre esta cuestión, llegando a tomar esta idea proporciones de manifestaciones populares. En el sevillano convento dominico de Regina, hoy desaparecido, un 8 de septiembre del año 1613, siendo la fiesta de la Natividad de la Virgen, un fraile se atrevió a afirmar públicamente que la Virgen María no había sido concebida sin pecado original sino que había sido concebida como ustedes y como yo y como Martín Lutero y que fue santificada después de nacer, contra la opinión extendida en la ciudad a favor de la defensa de la Inmaculada Concepción de María.
Este sermón fue, al parecer, la chispa de un movimiento inmaculadista sin precedentes en la ciudad, que originó innumerables votos, procesiones y funciones a su favor. Incluso se escribieron unas letrillas que pronto se hicieron populares y que decían así:
Aunque se empeñe Molina
y los frailes de Regina,
al prior y al provincial,
y al padre de los anteojos
–tenga sacados los ojos
y él, colgado de un peral–
María fue concebida
Sin pecado original.
La llamada pía opinión, defensora de la idea de que la Virgen había sido concebida sin pecado original, era opinión mayoritaria, como demuestra el hecho de que  el cabildo de la catedral hispalense celebrara la fiesta de la Inmaculada desde 1369.
Scoto razonaba de la siguiente manera: dado que las Escrituras no aclaran si la Virgen fue o no concebida sin pecado original y que las opiniones sobre este tema pueden ser tres, él defendía la más favorable a la Virgen. Las tres opiniones se resumen en que o bien la Virgen fue concebida sin pecado original –pía opinión–, o bien fue concebida con pecado original y purificada nada más nacer –opinión tomista– o, en tercer lugar, que fue concebida con pecado original y fue purificada posteriormente.
En 1615 el movimiento inmaculadista en Sevilla casi llegó a tomar carácter  de revuelta popular, acudiendo una embajada a Roma encabezada por Mateo Vázquez de Leca y Bernardo del Toro para influir en el Papa al objeto de conseguir la proclamación del dogma, cosa que no lograron de Paulo V.
En cambio, sí lograron que, al menos, que no se defendiese en público la opinión contraria, mediante la renovación que hizo el papa de la Constitución de Sixto IV sobre la Concepción Inmaculada. Esto sucedió el 8 de diciembre de 1616. La posterior bula de Clemente XIII, de 14 de marzo de 1767, por la cual se declaraba a la Inmaculada Patrona Principal y Universal de España y las Indias supuso un gran avance en la proclamación del dogma, ya en el siglo XIX. Pero lo mismo podría contarse de muchas ciudades y pueblos españoles, que defendían acaloradamente esta idea de la Pureza de María.
La Liturgia concede a esta fiesta la máxima categoría, al calificarla como solemnidad. Esa calificación implica que se equipara a un domingo (fiesta primordial del cristiano). Tiene misa propia, con sus antífonas, oraciones, prefacio y lecturas. Lo más llamativo es el privilegio concedido a España y Latinoamérica de poder usar ese día el color azul en las vestiduras sagradas. En Sevilla se solemniza especialmente con la celebración de una octava, cuyo aspecto más llamativo es el baile de los niños seises, vestido con los colores inmaculadistas: azul y blanco.

Terminar diciendo que este año de 2013, aunque el 8 de diciembre caía en el II Domingo de Adviento y, según las normas litúrgicas debería pasarse al lunes, ya que los domingo de Adviento tienen preferencia sobre la celebración de solemnidades y fiestas, la solemnidad se celebró en su día, por petición expresa de la Conferencia Episcopal española a la Santa Sede que, gustosamente, concedio la dispensa oportuna, debido al arraigo popular de esa fecha en el calendario del pueblo español y latinoamericano.

2 comentarios:

Jesús Luengo Mena dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jesús Luengo Mena dijo...
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