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19.9.12

EL PRECEPTO DOMINICAL II


Terminamos, con este segundo artículo, el comentario sobre el precepto dominical
Dificultades para cumplir el precepto. Hoy, como en los tiempos heroicos del principio, en tantas regiones del mundo se presentan situaciones difíciles para muchos que desean vivir con coherencia la propia fe. El ambiente es a veces declaradamente hostil y, otras veces —y más a menudo— indiferente y reacio al mensaje evangélico. El creyente, si no quiere verse avasallado por este ambiente, ha de poder contar con el apoyo de la comunidad cristiana. Por eso es necesario que se convenza de la importancia decisiva que, para su vida de fe, tiene reunirse el domingo con los otros hermanos para celebrar la Pascua del Señor con el sacramento de la Nueva Alianza. Corresponde de manera particular a los obispos preocuparse de que el domingo sea reconocido por todos los fieles, santificado y celebrado como verdadero "día del Señor", en el que la Iglesia se reúne para renovar el recuerdo de su misterio pascual con la escucha de la Palabra de Dios, la ofrenda del sacrificio del Señor, la santificación del día mediante la oración, las obras de caridad y la abstención del trabajo.
Desde el momento en que participar en la Misa es una obligación para los fieles, si no hay un impedimento grave, los pastores tienen el correspondiente deber de ofrecer a todos la posibilidad efectiva de cumplir el precepto. En esta línea están las disposiciones del derecho eclesiástico, como por ejemplo la facultad para el sacerdote, previa autorización del obispo diocesano, de celebrar más de una misa el domingo y los días festivos, la institución de las misas vespertinas y, finalmente, la indicación de que el tiempo válido para la observancia de la obligación comienza ya el sábado por la tarde, coincidiendo con las primeras Vísperas del domingo. Además, los pastores recordarán a los fieles que, al ausentarse de su residencia habitual en domingo, deben preocuparse por participar en la misa allí donde se encuentren.
Transmisión por radio y televisión. Los fieles que, por enfermedad, incapacidad o cualquier otra causa grave, se ven impedidos, procuren unirse de lejos y del mejor modo posible a la celebración de la Misa dominical, preferiblemente con las lecturas y oraciones previstas en el Misal para aquel día, así como con el deseo de la Eucaristía. En muchos países la televisión y la radio ofrecen la posibilidad de unirse a una celebración eucarística cuando esta se desarrolla en un lugar sagrado. Obviamente, este tipo de transmisiones no permite de por sí satisfacer el precepto dominical, que exige la participación en la asamblea de los hermanos mediante la reunión en un mismo lugar y la posibilidad de la comunión eucarística. Pero para quienes se ven impedidos de participar en la Eucaristía y están excusados de cumplir el precepto, la transmisión televisiva o radiofónica es una preciosa ayuda, sobre todo si se completa con el generoso servicio de los ministros extraordinarios que llevan la Eucaristía a los enfermos, transmitiéndoles el saludo y la solidaridad de toda la comunidad.
Otros momentos del domingo cristiano. El domingo cristiano no debe limitarse a la participación en la Eucaristía, aunque sea el centro del domingo. En efecto, el día del Señor es bien vivido si todo él está marcado por el recuerdo agradecido y eficaz de las obras salvíficas de Dios. Todo debe llevar cada cristiano a dar también a los otros momentos de la jornada —vida en familia, relaciones sociales, momentos de diversión— un estilo que ayude a manifestar la paz y la alegría del Resucitado en el ámbito ordinario de la vida, como, por ejemplo, el encuentro sosegado de los padres y los hijos.
Asambleas dominicales sin sacerdote. La Iglesia, considerando el caso de la imposibilidad de la celebración eucarística, recomienda convocar asambleas dominicales en ausencia del sacerdote, según las indicaciones y directrices de la Santa Sede y cuya aplicación se confía a las Conferencias Episcopales.
En cualquier caso, la participación en la asamblea eucarística dominical nunca debería ser percibida por los cristianos como una obligación o carga sino, todo lo contrario, como ocasión gozosa de encuentro con el Señor.
Fuente: Carta apostólica Dies domini de Juan Pablo II al  episcopado, al clero y a los fieles sobre la santificación del domingo (31 de mayo 1998).

1 comentario:

Jordi TRES BOSCH dijo...

Te agradezco el trabajo en general del blog. Eres claro y bien documentado. Lo que me gusta + es el resumen, pues el domingo "és ocasion gozosa de encuentro".