Un elemento al que hoy día no parece prestársele ninguna importancia es la orientación del templo, que siempre ha sido en la tradición cristiana mirando al oriente (oriens significa oriente y orientarse es dirigirse al oriente, al este).
En un templo la cabecera es donde está el retablo mayor y los pies del templo son la entrada principal. El ábside, la cabecera del templo litúrgicamente orientada debe mirar al punto por donde sale el sol. Así Cristo es el sol naciente que trae la luz y la salvación al mundo. Si los judíos orientan sus sinagogas mirando al Templo de Jerusalén y los musulmanes sus mezquitas mirando hacia la Meca, así los cristianos hemos tenido la costumbre considerada como tradición apostólica desde tiempos de la Iglesia antigua de mirar mientras oramos hacia el oriente, de tal manera que el pueblo e incluso hasta hace poco el sacerdote convergían sus miradas en esa dirección. Cristo está simbolizado por el sol naciente que volverá en el último amanecer de la historia.
Los templos tienen fundamentalmente dos lugares bien definidos: la nave o naves, donde está el pueblo participante de la Asamblea y el presbiterio, sitio donde se sitúan los ministros para la celebración. El elemento más importante del presbiterio y centro del espacio celebrativo es el altar, punto de referencia y principio de unidad, centro de toda la liturgia eucarística.
Los templos tienen fundamentalmente dos lugares bien definidos: la nave o naves, donde está el pueblo participante de la Asamblea y el presbiterio, sitio donde se sitúan los ministros para la celebración. El elemento más importante del presbiterio y centro del espacio celebrativo es el altar, punto de referencia y principio de unidad, centro de toda la liturgia eucarística.
El altar tiene una connotación sacrificial a la que se suma el sentido de comida eucarística, es la mesa del Señor. Así pues es ara y mesa a la vez. Debe ser fijo, estar consagrado y se dedica a Dios. Es costumbre que contenga alguna reliquia de mártir o santo aunque no es obligatorio. También puede haber altares moviles, que en este caso sólo se bendicen. El altar se recubre con un mantel y sobre él o cerca debe haber un crucifijo y dos candeleros al menos. Cuando celebra el obispo diocesano se ponen siete candeleros. También en el presbiterio se sitúa el ambón, lugar para la celebración de la palabra y la sede, lugar donde se sienta el presbítero que preside la Eucaristía.
Se recomienda que el sagrario ocupe una capilla lateral dentro de la iglesia para que el Sacramento pueda ser adorado fuera de la Misa aunque a veces (por falta de espacio u otras circunstancias) el sagrario se encuentre en el mismo presbiterio.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido
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