Con este artículo terminamos con el culto litúrgico a la Virgen, viendo sus memorias libres.
El Inmaculado Corazón
de María (sábado después del II domingo después de Pentecostés y que se celebra
al día siguiente al Sagrado Corazón de Jesús). Instituida por Pío XII en 1944
como réplica al Sagrado Corazón de Jesús.
Su devoción de remonta al S. XVII y su sentido es evangélico ya que
"la Madre medita las palabras y los hechos del hijo en su propio
corazón" (Lc 2, 19.51). Es una
memoria de tipo devocional.
Nuestra Señora de
Lourdes (11 de febrero), es una memoria instituida por Pío X en 1907 para
recordar las apariciones de la Virgen producidas cuatro años después de la
proclamación del dogma de la Inmaculada, en 1858, a una humilde muchachita
francesa de catorce años llamada
Bernardita Soubirous. Desde
entonces Lourdes se ha convertido en lugar de peregrinación y de curaciones
milagrosas y en santuario mariano muy importante. Su memoria ofrece la
posibilidad de la contemplación de María como fuente de agua viva y medicina de
los enfermos. El mensaje que la Virgen
Inmaculada nos transmite es doble: oración y caridad que son los dos hilos
conductores de la fe cristiana.
Nuestra Señora del
Carmen (16 de julio), es una memoria extendida por Benedicto XIII a toda la
iglesia universal. Se trata de un recuerdo a esta advocación en la vertiente
contemplativa, como invitación a interiorizar en la oración y en la meditación
la fe en Cristo. María escuchaba la palabra de Dios y la cumplía, meditándola
en su corazón tal como dice la antífona del Magníficat. Recuerda el nacimiento
de una orden religiosa profundamente mariana que la considera madre y hermana.
Es pues una invitación a interiorizar en la oración y en la fe en Jesús.
La Dedicación de la
basílica de Santa María la Mayor (5 de agosto). Esta memoria hace referencia a
la iglesia construida en Roma en honor de la Virgen María, Santa María la Mayor
o la Blanca, como réplica romana a la basílica de la Natividad de Belén. Su
historia hace referencia al sueño del patricio Juan al cual, el 5 de agosto del
año 352 y siendo papa Liberio, se le apareció la Virgen para pedirle que
construyese una iglesia en su honor en la colina que hubiese nieve. Comunicado
el sueño al papa se dirigen al monte Esquilino donde no sólo había nieve sino
que estaba dibujada en el suelo la planta de la iglesia. Históricamente hablando fue Sixto III en el
año 433 quien construyó la iglesia y la ofreció al pueblo de Dios embellecida
por bellos mosaicos al poco de concluido el Concilio de Éfeso, que proclamó
solemnemente la maternidad divina de María. Esta memoria evoca los grandes
temas de María como templo de Dios y nueva Jerusalén.
La memoria libre más
reciente es la de la Bienaventurada Virgen María de Loreto, decretada por el
papa Francisco, que se celebra el 10 de diciembre.
Antes de terminar hemos
de decir que el Calendario Romano general no recoge todas las celebraciones
marianas correspondiendo a los calendarios particulares con fidelidad a las
normas litúrgicas. Las iglesias locales celebran sus fiestas marianas propias.
Así, el 12 de octubre,
en España y como fiesta celebramos la de la Virgen del Pilar para recordar
según una antigua tradición el origen mismo de la fe cristiana en España. Pero
más que un recordatorio histórico o advocación concreta celebramos a la Virgen
María uniéndonos a todas las generaciones que la felicitan y la proclaman
concebida sin pecado, Madre de Cristo y asunta al cielo. Pedimos que por su intercesión la Virgen nos
concede fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor,
tal como reza la oración de su día. Su templo zaragozano nos recuerda que Ella
fue santa morada para su Hijo.
Festividad de origen
devocional ya suprimida es la del Dulce Nombre de María (12 de septiembre) y
en el calendario litúrgico de la
archidiócesis hispalense se celebra el tercer sábado después de Pascua de
Resurrección y como memoria obligatoria la fiesta de la Divina Pastora de las
Almas, devoción netamente sevillana nacida en nuestra ciudad en 1703 y creada
por el fraile capuchino fray Isidoro de Sevilla. Esta devoción se extendió de
las devociones marianas que Sevilla puede presentar como propia a todo el mundo
católico desde que en 1795 Pío VI aprobara su culto litúrgico oficial, gracias
a los desvelos y gestiones del beato fray Diego José de Cádiz.
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