Buscar este blog

5.3.23

FORMAS DE CULTO Y DE PIEDAD POPULAR (I). LAS SIETE PALABRAS.

 

En este tiempo cuaresmal, tan propicio para los actos de piedad popular, vamos a dedicar varios artículos a estas formas de piedad no litúrgicas pero recomendadas por la Iglesia en nuestro camino para celebrar los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Así, veremos el Vía Crucis cuaresmal, ejercicio de devoción muy querido por las hermandades y parroquias, las meditaciones sobre el Stabat Mater y las meditaciones sobre las Siete Palabras de Jesús en la Cruz, difundidas en el siglo XVII, sobre todo gracias al tratado que sobre dicho asunto escribió el cardenal jesuita san Roberto Belarmino, hoy doctor de la Iglesia (De septem Verbis a Christo in cruce prolatis).

En el presente artículo nos fijamos en Las Siete Palabras.

El sermón sobre las Siete Palabras es fuente importante de reflexión durante los días cuaresmales. Pero una buena pregunta sería ¿Y cuáles son esas Siete Palabras? En realidad no son palabras sino las frases que Jesucristo pronunció estando ya crucificado y que los evangelistas han recogido.

Estas frases tienen un orden que, tradicionalmente, es el siguiente:

 Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34)

Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23,43)

Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». 27Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre» Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio (Jn 19, 26-27)

Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente: Eloí Eloí, lemá sabaqtaní (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»). Mt 27,46; Mc 15,34;

Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed» (Jn 19,28)

Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu (Jn 19,30)

Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y, dicho esto, expiró. (Lc 23,46)

Algunas de estas frases las dirigió Jesús al Padre, otra al Buen Ladrón, a su Madre y a san Juan y otras propias.

En próximos artículos abordaremos más en detalle el Stabat Mater y el piadoso ejercicio del Vía Crucis.

No hay comentarios: