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25.6.12

LA MISA ESTACIONAL DEL OBISPO. LITURGIA EUCARÍSTICA II Y RITOS FINALES

Terminada la doxología de la Plegaria Eucarística, el obispo, con las manos juntas, hace la monición previa al Padrenuestro, que todos lo cantan o lo rezan. Tanto el obispo como los concelebrantes están con las manos extendidas.
El obispo, con las manos extendidas, dice él solo: “Líbranos de todos los males”. Los presbíteros concelebrantes, juntamente con el pueblo, dicen la aclamación final: “Tuyo es el reino”. A continuación, el obispo dice la oración: “Señor Jesucristo, que diste”. Terminada esta, el obispo, dirigiéndose a la asamblea, anuncia la paz diciendo: “La paz del Señor esté siempre con vosotros”. El pueblo responde: “Y con tu espíritu”. Si se cree oportuno, uno de los diáconos, dirigiéndose a la asamblea, hace a invitación para la paz con estas palabras: “Daos fraternalmente la paz”. El obispo da la paz al menos a los dos concelebrantes más cercanos a él, después al primero de los diáconos. Y todos, según la costumbre de cada lugar, se manifiestan mutuamente la paz y la caridad. El obispo inicia la fracción del pan y la prosiguen algunos de los presbíteros concelebrantes, y entre tanto se repite “Cordero de Dios”, cuantas veces sea necesario para acompañar la fracción del pan. El obispo deja caer una partícula en el cáliz, diciendo en secreto: “El Cuerpo y la Sangre”.
Dicha en secreto la oración antes de la Comunión, el obispo hace genuflexión y toma la patena. Los concelebrantes uno a uno se acercan al obispo, hacen genuflexión, y de él reciben reverentemente el Cuerpo de Cristo, y teniéndolo con la mano derecha, y colocando la izquierda debajo, se retiran a sus lugares. Sin embargo, los concelebrantes pueden permanecer en sus lugares y recibir allí mismo el Cuerpo de Cristo. Luego el obispo toma la hostia, la sostiene un poco elevada sobre la patena, y, dirigiéndose a la asamblea, dice: “Este es el Cordero de Dios”, y prosigue con los concelebrantes y el pueblo diciendo: “Señor, no soy digno”. Mientras el obispo comulga el Cuerpo de Cristo, se inicia el canto de Comunión.
El obispo, una vez que bebió la Sangre de Cristo, entrega el cáliz a uno de los diáconos y distribuye la comunión a los diáconos y también a los fieles.
Los concelebrantes se acercan al altar y beben la Sangre, que los diáconos les presentan. Estos limpian el cáliz con el purificador, después de la comunión de cada uno de los concelebrantes. Acabada la comunión, uno de los diáconos bebe la Sangre que hubiere, lleva el cáliz a la credencia y allí, en seguida, o después de la Misa, lo purifica y arregla. El otro diácono, o uno de los concelebrantes, si hubieren quedado hostias consagradas, las lleva al tabernáculo, y en la credencia purifica la patena o el copón sobre el cáliz, antes de que éste sea purificado. Cuando el obispo, después de la comunión regresa a la cátedra, vuelve a tomar el solideo, y, si es necesario, se lava las manos. Todos sentados, pueden guardar unos momentos de sagrado silencio, o cantar un cántico de alabanza o un salmo. Después el obispo de pie en la cátedra, y sosteniéndole el libro el ministro, o habiendo regresado al altar con los diáconos, canta o dice: “Oremos” y, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión, a la cual puede preceder un breve tiempo de silencio, a no ser que ya lo haya habido después de la comunión. Terminada la oración el pueblo aclama: “Amen”.

RITOS DE CONCLUSION
Terminada la oración después de la Comunión, se dan, si lo hay, breves avisos al pueblo. Finalmente el obispo recibe la mitra, y extendiendo las manos, saluda al pueblo, diciendo: El Señor esté con vosotros, al cual responde el pueblo: Y con tu espíritu. Uno de los diáconos puede invitar a todos diciendo: Inclinaos para recibir la bendición, o algo similar. Y el obispo da la bendición solemne, usando la fórmula más conveniente de entre las que se encuentran en el Misal, en el Pontifical o en el Ritual Romano. Mientras dice las primeras invocaciones, o la oración, tiene extendidas las manos sobre el pueblo. A las invocaciones todos responden: Amén. Luego recibe el báculo, y dice: La bendición de Dios todopoderoso, y haciendo tres veces el signo de la cruz sobre el pueblo, agrega: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero cuando imparte la bendición apostólica, según las normas del derecho, ésta se da en vez de la bendición acostumbrada. La anuncia el diácono y se da según sus propias fórmulas. Dada la bendición uno de los diáconos despide al pueblo, diciendo: Podéis ir en paz; y todos responden: Demos gracias a Dios.
Después el obispo besa el altar, como de costumbre, y le hace la debida reverencia. También los concelebrantes y todos los que están en el presbiterio, saludan el altar, como al principio, y regresan procesionalmente al "secretarium", en el mismo orden en que vinieron. Cuando llegan al "secretarium" todos, a una con el obispo, hacen reverencia a la cruz. Luego los concelebrantes saludan al obispo, y con diligencia dejan las vestiduras en sus sitios. También los ministros, conjuntamente, saludan

1 comentario:

Roberto M dijo...

Qué tal,
El rezo del padrenuestro con las manos levantadas o con manos tomadas entre los aisstentes unos con otros me parece un exceso. Esto es extremadamente común en México ¿Esta práctica no es correcta verdad? por lo que entiendo en la introducción general al misal romano solamente los sacerdotes deben de tomar esta postura aunque no dice nada con respecto al pueblo. ¿Estoy en lo correcto o hay alguna interpretación que he olvidado?

Gracias