Vamos, en una serie de cuatro artículos, a analizar la liturgia de la Misa Estacional del obispo, misa que antes se llamaba “de Pontifical”. El Ceremonial de los Obispos es el libro litúrgico que detalla el rito.
La principal manifestación de la Iglesia local tiene lugar cuando el obispo, gran sacerdote de su grey, celebra la Eucaristía sobre todo en la iglesia catedral, rodeado por su presbiterio y los ministros, con plena y activa participación de todo el pueblo santo de Dios. Esta Misa, llamada Estacional, manifiesta tanto la unidad de la Iglesia local, como la diversidad de ministerios alrededor del obispo y de la Sagrada Eucaristía. Por lo tanto, convóquese a ella la mayor cantidad de fieles; los presbíteros concelebren con el obispo; los diáconos ejerzan su ministerio, los acólitos y lectores desempeñen su oficio propio. Esta forma de celebrar la Misa se ha de conservar sobre todo en las mayores solemnidades del año litúrgico, en la Misa Crismal y en la Misa vespertina en la Cena del Señor –Jueves Santo–, en las celebraciones del santo fundador de la iglesia local o del patrono de la diócesis; en el día natalicio del obispo, en las grandes reuniones del pueblo cristiano y también en la visita pastoral.
La Misa Estacional se celebrará con canto. Conviene que haya por lo menos tres diáconos, que sean verdaderamente tales, uno que sirva al Evangelio y al altar, y otros dos que asistan al obispo. Si son varios distribúyanse entre sí los diversos ministerios, y por lo menos uno de ellos preocúpese de la participación activa de los fieles. Si hay capítulo en la iglesia catedral, conviene que todos los canónigos concelebren con el obispo la Misa Estacional, sin que por ello queden excluidos otros presbíteros. Otros obispos que se encuentren presentes, y los canónigos que no concelebren, usarán sus vestiduras corales.
LLEGADA Y PREPARACION DEL OBISPO
Después de que haya sido recibido el obispo, este, ayudado por los diáconos asistentes y otros ministros, los cuales ya tienen puestas las vestiduras litúrgicas antes de que él llegue, deja en el "secretarium" la capa o la muceta, y según el caso, también el roquete, se lava las manos y se reviste con amito, alba, cruz pectoral, estola, dalmática y casulla. Después, uno de los dos diáconos coloca la mitra al obispo. Pero si es arzobispo, antes de recibir la mitra, el primer diácono le coloca el palio. Entre tanto los presbíteros concelebrantes y los otros diáconos, que no sirven al obispo, se ponen sus vestiduras.
Cuando ya todos están preparados, se acerca el acólito turiferario, uno de los diáconos le presenta la naveta al obispo, el cual pone incienso en el incensario y lo bendice con el signo de la cruz. Luego recibe el báculo, que le presenta el ministro. Uno de los diáconos toma el Evangeliario, que lleva cerrado y con reverencia en la procesión de entrada.
RITOS INICIALES
Mientras se canta el canto de entrada, se hace la procesión desde el "secretarium" hacia el presbiterio, de esta manera: el turiferario abre la procesión con el incensario humeante; un acólito que lleva la cruz, con la imagen del crucifijo puesta en la parte anterior; va entre siete, o por lo menos dos acólitos, que llevan candeleros con velas encendidas; el clero de dos en dos; el diácono que lleva el Evangeliario; los otros diáconos, si los hay, de dos en dos; los presbíteros concelebrantes, de dos en dos; el obispo, que va solo, lleva la mitra y el báculo pastoral en la mano izquierda, mientras bendice con la derecha; un poco detrás del obispo, dos diáconos asistentes; por último los ministros del libro, de la mitra y del báculo.
Si la procesión pasa delante de la capilla del Santísimo Sacramento, no se detiene ni se hace genuflexión. Es recomendable que la cruz llevada procesionalmente se coloque cerca del altar, de tal manera que se constituya en la cruz del mismo altar. De lo contrario, se guarda. Los candeleros se colocan cerca del altar, o sobre la credencia, o cerca del presbiterio. El Evangeliario se coloca sobre el altar.
Todos al entrar al presbiterio, de dos en dos, hacen profunda reverencia al altar. Los diáconos y los presbíteros concelebrantes suben al altar, lo besan y luego se dirigen a sus sitios. Cuando el obispo llega al altar, entrega al ministro el báculo pastoral, y dejada la mitra, junto con los diáconos y los otros ministros que lo acompañan, hace profunda reverencia al altar. En seguida sube al altar y, a una con los diáconos, lo besa. Después, si es necesario, el acólito pone de nuevo incienso en el incensario y el obispo, acompañado por los dos diáconos, inciensa el altar y la cruz. Una vez incensado el altar, el obispo acompañado por los ministros, se dirige a la cátedra por la vía más corta. Dos diáconos se colocan de pie, uno a cada lado, cerca de la cátedra para estar preparados a servir al obispo. Si no lo hay, los suplen dos presbíteros concelebrantes. Después el obispo, los concelebrantes y los fieles, de pie, se signan con la señal de la cruz, mientras aquél, de cara al pueblo, dice: En el nombre del Padre. Luego, el obispo, extendiendo las manos, saluda a la asamblea, diciendo: La paz sea con vosotros, u otra de las fórmulas que se encuentran en el Misal. Después el mismo obispo, el diácono o uno de los concelebrantes puede hacer a los fieles una breve introducción sobre la Misa del día. En seguida el obispo invita al acto penitencial, que concluye diciendo: Dios Todopoderoso tenga misericordia. Si es necesario el ministro sostiene el libro ante el obispo. Cuando se emplea la tercera fórmula del acto penitencial, el obispo, el diácono, u otro ministro idóneo dice las invocaciones.
El domingo, en vez del acto penitencial acostumbrado, se recomienda hacer la bendición y la aspersión del agua. Después del saludo, el obispo, de pie cerca a la cátedra, de cara al pueblo y teniendo delante de sí un recipiente con agua para ser bendecida, que le llevó el ministro, invita al pueblo a orar, y después de un breve tiempo de silencio, dice la oración de bendición. Donde la tradición del pueblo aconseje que se conserve el uso de mezclar sal al agua, el obispo bendice también la sal, y después la vierte en el agua.
El obispo recibe del diácono el aspersorio, se rocía a sí mismo y a los concelebrantes, a los ministros, al clero y al pueblo y, según las circunstancias, recorre la iglesia acompañado por los diáconos. Entre tanto se canta el canto que acompaña a la aspersión.
El obispo vuelve a la cátedra, v terminado el canto, de pie y con las manos extendidas dice la oración conclusiva.
Terminado lo anterior, cuando está prescrito, se canta o reza el himno Gloria a Dios en el cielo. Después del acto penitencial se dice el Señor, ten piedad, a no ser que se hubiera hecho la aspersión con agua, o se hubiera empleado la tercera fórmula del acto penitencial, o las rúbricas determinen en otra cosa. El himno Gloria a Dios en el cielo se dice según las rúbricas. Lo puede iniciar o el obispo, o uno de los concelebrantes, o los cantores. Mientras se dice el himno, todos están de pie. Luego el obispo, invita al pueblo a orar, y teniendo las manos juntas, canta o dice: Oremos; y luego de unos instantes de silencio, con las manos extendidas, dice la oración colecta. Para ello tiene ante sí el libro que le presenta el ministro. El obispo junta las manos cuando concluye la oración, y dice Por nuestro Señor Jesucristo..., u otras palabras. Al final el pueblo aclama: Amén.
En seguida el obispo se sienta y, como de costumbre, de uno de los diáconos recibe la mitra. Y todos se sientan. Los diáconos y los demás ministros se sientan según la disposición del presbiterio, pero de tal manera que se note la diferencia de grado con los presbíteros.
1 comentario:
Muchas Gracias por ese Blog, ayuda a ser fiel a la liturgia de la Iglesia.
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