Independientemente de las fiestas propias de la Virgen la piedad popular ha recurrido a numerosas prácticas piadosas no litúrgicas que hay que tomarlas como muestras del cariño popular que su figura despierta en el pueblo cristiano. Estas prácticas brotan de la fe y del amor del pueblo que considera a María no sólo como Madre de Dios sino también como Madre de todos los hombres. La Iglesia exhorta a todos sus hijos a aumentar su piedad con ejercicios piadosos que aprueba y recomienda tal como la Congregación para el Culto Divino ha dejado dispuesto en numerosas Decretos y Cartas circulares siempre teniendo como referencia a la liturgia que debe ser la fuente de inspiración y punto de referencia de estos actos piadosos.
Dentro del variado repertorio de prácticas piadosas en el culto a la Virgen podemos señalar el sábado (sabatina), los triduos, septenarios y novenas, el mes de María, el Ave María, el Ángelus y el Regina Caeli, la Salve, el Rosario, las Letanías, el escapulario del Carmen y las medallas.
El mes de María es tradicionalmente el mes de mayo, mes en el cual el pueblo cristiano tiene un recuerdo especialmente mariano. Como cae gran parte en tiempo pascual hay que enfocarlo entendiendo a María como el fruto más perfecto de la Pascua, ya que Ella fue la llena de Pascua y si hay alguien que ha recibido plenamente el don del Espíritu es María.
El Ave María es sin duda la oración dedicada a la Virgen más popular y extendida en todo el orbe católico. La primera parte de la oración recoge el saludo del ángel, del enviado del Señor, en el momento de la Anunciación. Es una alabanza en la que usamos las mismas palabras del embajador de Dios. Es Dios mismo quien, por mediación de su ángel, saluda a María (Lc 1, 28). "Llena eres de gracia, el Señor es contigo". A continuación se añade el saludo de santa Isabel: "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús". Isabel dice estas palabras llena del Espíritu Santo (Lucas 1, 42), y así se convierte en la primera persona dentro de la larga serie de las generaciones que llaman y llamarán bienaventurada a María. Después, el Avemaría continúa con nuestra petición: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. María nos entrega a Jesús, su Hijo, que muere por nosotros y por nuestra salvación en la cruz y, desde esa misma cruz, Jesucristo nos da a María como Madre nuestra (Juan 19, 26-28); María es Madre de Dios y Madre nuestra, y por eso podemos confiarle todas nuestras preocupaciones y peticiones, porque sabemos que Dios no le va a negar nada (Juan 2, 3-5) y al mismo tiempo confiamos en que tampoco nos lo va a negar a nosotros si es para nuestro bien. El papa Juan Pablo II nos explica claramente el contenido del saludo de Isabel a su prima en la Carta Encíclica “Redemptoris Mater” (nº 12) y asimismo el Catecismo de la Iglesia católica, en sus números 2676 y 2677 nos ilustran suficientemente sobre el contenido y significado de la oración mariana más bella y conocida.
El Ángelus tiene una estructura sencilla y está inspirado en las Escrituras. Recibe ese nombre por ser esa palabra en latín por la que comienza la oración. El Ángelus es "una invitación a conmemorar el misterio pascual, pues a partir de la noticia de la Encarnación del Hijo de Dios, pedimos ser llevados por su Pasión y su cruz a la gloria de su Resurrección" (MC 41). Pablo VI en la Marialis Cultus lo recomienda especialmente pues santifica los distintos momentos de la jornada ya que se debe rezar tres veces: en la mañana, mediodía y tarde aunque el rezo al mediodía es el más extendido. Es una invitación a los hombres a hacer una alto en su trabajo y consagrarlo al Señor con la oración. En tiempo pascual se sustituye por el Regina Caeli.
La Salve Regina es una oración muy antigua pues ya existía en el siglo XI. La Salve es una oración que gusta por su brevedad y sencillez, por su ternura y profundidad, en la que se entrelazan de modo admirable la tristeza del peregrino y la esperanza del creyente. Comienza con un saludo a base de sucesivos piropos: “Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve”. Enseguida la nombramos con el mejor titulo que posee: Madre y además, misericordiosa. Vida, dulzura, esperanza son piropos de cariño destinados a ganarnos su benevolencia. Continuamos pidiendo su mediación: “A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas”. La Madre es nuestra abogada, la que siempre nos ampara: “Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos”. Si la Virgen no nos ayuda y ampara ¿Quién lo hará? A continuación le hacemos la única petición que contiene la oración: “y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre”. Termina la oración con una coda: ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! La coda, atribuida a san Bernardo, es el broche final y la despedida de esta hermosísima oración que concluye de modo magistral pronunciando simplemente el nombre de María.
El Rosario es una práctica piadosa definida como el Salterio de la Virgen y que tiene una índole evangélica como compendio de todo el Evangelio. El Catecismo nos dice que en su origen fue una sustitución popular de la Oración de las Horas. Es la devoción mariana por excelencia y el papa Pablo VI lo recomienda muy especialmente en la MC: "Favorece la oración contemplativa, que es a la vez alabanza y súplica, y han ensalzado su eficacia a la hora de promover la vida cristiana y el empeño apostólico" (MC 42). Históricamente se atribuye su invención a santo Domingo de Guzmán aunque ya se conocía antes su existencia y consistía en el rezo de 150 Ave Marías, como un salterio mariano paralelo a los Salmos que son también el mismo número. Fue el dominico Alano de la Roche quien difunde la anterior atribución y le da gran difusión. Al principio sólo se rezaban Ave Marías, después se introducen la meditación de los misterios, aportación hecha por los cartujos. Alano de la Roche añade el Padrenuestro y propaga la fórmula de quince Padrenuestros y cincuenta Ave Marías. Finalmente fue el papa Pío V quien le dio la forma actual en la Bula "Consueverunt Romani Pontífices" con los quince misterios (gozosos, dolorosos y gloriosos) y el Padrenuestro ya las Ave Marías. Ya en el S. XVII el jesuita español Arias hace mención al uso de la jaculatoria final y del Gloria añadiéndose también en ese siglo las letanías. El papa León XIII, denominado “Papa del Rosario”, ha promulgado varias encíclicas sobre esta devoción y nos dice que el rezo del Santísimo Rosario ha proporcionado grandes beneficios a la Cristiandad. Muy recientemente el papa Juan Pablo II en su carta apostólica “Rosarium Virginis Mariae” publicada el 16 de octubre de 2002 añadió al rezo del Rosario los misterios luminosos como aportación de un Papa mariano por excelencia. Esta devoción ha originado históricamente el nacimiento de múltiples hermandades dedicadas a su promoción contando nuestra ciudad con uno de los mayores especialistas en este tema cuyo libro sobre el Rosario en Sevilla, citado en la bibliografía, recomendamos a todos los lectores.
Terminamos con la recomendación del papa Pablo VI en la MC: "Por su naturaleza, el rezo del Rosario exige una recitación tranquila y un ritmo reflexivo que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca que nadie de Él, y le ayude a descubrir sus insondables riquezas" (MC 47). Los misterios son: Gozosos (lunes y sábados), Dolorosos (martes y viernes), Gloriosos (miércoles y domingos) y Luminosos (jueves).
La adjudicación de días concretos a cada grupo de misterios no es algo inamovible y debe adaptarse a los tiempos litúrgicos. Quiérese decir con eso que, por ejemplo, si un día de Navidad cae en viernes no es propio decir los misterios dolorosos por ser un día claramente gozoso.
Las letanías, aunque popularmente así se considere, no forman parte del rosario ni son un colofón del rezo del mismo sino una oración independiente. La prescripción del papa León XIII de concluir el rezo del rosario con el canto de las letanías durante el mes de octubre hizo que los fieles asociaran las letanías como una parte final del rezo del rosario. Las letanías son pues, por sí mismas, un acto de culto propio a la Virgen pudiendo ser canto procesional o formar parte de otros actos cultuales. Las primitivas letanías de la Virgen eran las que se cantaban en el italiano santuario de Loreto (de ahí su nombre de Letanías Lauretanas) y Clemente VIII las declaró como las únicas que merecían tal nombre siendo el papa Sixto V quien aprobó las originales en el año 1587. Hoy día la Sagrada Congregación de Ritos es la competente para aprobar las modificaciones habiendo aparecido otras letanías posteriores.
Los escapularios son otro elemento de la piedad popular mariana, especialmente el del Carmen. Su extensión es universal y es un “signo exterior de la relación especial filial y confiada, que se establece entre la Virgen Reina y Madre del Carmelo, y los devotos que se confían a Ella con total entrega y recurren con toda confianza a su intercesión maternal”, tal como el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia nos indica claramente.
Dentro del variado repertorio de prácticas piadosas en el culto a la Virgen podemos señalar el sábado (sabatina), los triduos, septenarios y novenas, el mes de María, el Ave María, el Ángelus y el Regina Caeli, la Salve, el Rosario, las Letanías, el escapulario del Carmen y las medallas.
El mes de María es tradicionalmente el mes de mayo, mes en el cual el pueblo cristiano tiene un recuerdo especialmente mariano. Como cae gran parte en tiempo pascual hay que enfocarlo entendiendo a María como el fruto más perfecto de la Pascua, ya que Ella fue la llena de Pascua y si hay alguien que ha recibido plenamente el don del Espíritu es María.
El Ave María es sin duda la oración dedicada a la Virgen más popular y extendida en todo el orbe católico. La primera parte de la oración recoge el saludo del ángel, del enviado del Señor, en el momento de la Anunciación. Es una alabanza en la que usamos las mismas palabras del embajador de Dios. Es Dios mismo quien, por mediación de su ángel, saluda a María (Lc 1, 28). "Llena eres de gracia, el Señor es contigo". A continuación se añade el saludo de santa Isabel: "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús". Isabel dice estas palabras llena del Espíritu Santo (Lucas 1, 42), y así se convierte en la primera persona dentro de la larga serie de las generaciones que llaman y llamarán bienaventurada a María. Después, el Avemaría continúa con nuestra petición: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. María nos entrega a Jesús, su Hijo, que muere por nosotros y por nuestra salvación en la cruz y, desde esa misma cruz, Jesucristo nos da a María como Madre nuestra (Juan 19, 26-28); María es Madre de Dios y Madre nuestra, y por eso podemos confiarle todas nuestras preocupaciones y peticiones, porque sabemos que Dios no le va a negar nada (Juan 2, 3-5) y al mismo tiempo confiamos en que tampoco nos lo va a negar a nosotros si es para nuestro bien. El papa Juan Pablo II nos explica claramente el contenido del saludo de Isabel a su prima en la Carta Encíclica “Redemptoris Mater” (nº 12) y asimismo el Catecismo de la Iglesia católica, en sus números 2676 y 2677 nos ilustran suficientemente sobre el contenido y significado de la oración mariana más bella y conocida.
El Ángelus tiene una estructura sencilla y está inspirado en las Escrituras. Recibe ese nombre por ser esa palabra en latín por la que comienza la oración. El Ángelus es "una invitación a conmemorar el misterio pascual, pues a partir de la noticia de la Encarnación del Hijo de Dios, pedimos ser llevados por su Pasión y su cruz a la gloria de su Resurrección" (MC 41). Pablo VI en la Marialis Cultus lo recomienda especialmente pues santifica los distintos momentos de la jornada ya que se debe rezar tres veces: en la mañana, mediodía y tarde aunque el rezo al mediodía es el más extendido. Es una invitación a los hombres a hacer una alto en su trabajo y consagrarlo al Señor con la oración. En tiempo pascual se sustituye por el Regina Caeli.
La Salve Regina es una oración muy antigua pues ya existía en el siglo XI. La Salve es una oración que gusta por su brevedad y sencillez, por su ternura y profundidad, en la que se entrelazan de modo admirable la tristeza del peregrino y la esperanza del creyente. Comienza con un saludo a base de sucesivos piropos: “Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve”. Enseguida la nombramos con el mejor titulo que posee: Madre y además, misericordiosa. Vida, dulzura, esperanza son piropos de cariño destinados a ganarnos su benevolencia. Continuamos pidiendo su mediación: “A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas”. La Madre es nuestra abogada, la que siempre nos ampara: “Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos”. Si la Virgen no nos ayuda y ampara ¿Quién lo hará? A continuación le hacemos la única petición que contiene la oración: “y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre”. Termina la oración con una coda: ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! La coda, atribuida a san Bernardo, es el broche final y la despedida de esta hermosísima oración que concluye de modo magistral pronunciando simplemente el nombre de María.
El Rosario es una práctica piadosa definida como el Salterio de la Virgen y que tiene una índole evangélica como compendio de todo el Evangelio. El Catecismo nos dice que en su origen fue una sustitución popular de la Oración de las Horas. Es la devoción mariana por excelencia y el papa Pablo VI lo recomienda muy especialmente en la MC: "Favorece la oración contemplativa, que es a la vez alabanza y súplica, y han ensalzado su eficacia a la hora de promover la vida cristiana y el empeño apostólico" (MC 42). Históricamente se atribuye su invención a santo Domingo de Guzmán aunque ya se conocía antes su existencia y consistía en el rezo de 150 Ave Marías, como un salterio mariano paralelo a los Salmos que son también el mismo número. Fue el dominico Alano de la Roche quien difunde la anterior atribución y le da gran difusión. Al principio sólo se rezaban Ave Marías, después se introducen la meditación de los misterios, aportación hecha por los cartujos. Alano de la Roche añade el Padrenuestro y propaga la fórmula de quince Padrenuestros y cincuenta Ave Marías. Finalmente fue el papa Pío V quien le dio la forma actual en la Bula "Consueverunt Romani Pontífices" con los quince misterios (gozosos, dolorosos y gloriosos) y el Padrenuestro ya las Ave Marías. Ya en el S. XVII el jesuita español Arias hace mención al uso de la jaculatoria final y del Gloria añadiéndose también en ese siglo las letanías. El papa León XIII, denominado “Papa del Rosario”, ha promulgado varias encíclicas sobre esta devoción y nos dice que el rezo del Santísimo Rosario ha proporcionado grandes beneficios a la Cristiandad. Muy recientemente el papa Juan Pablo II en su carta apostólica “Rosarium Virginis Mariae” publicada el 16 de octubre de 2002 añadió al rezo del Rosario los misterios luminosos como aportación de un Papa mariano por excelencia. Esta devoción ha originado históricamente el nacimiento de múltiples hermandades dedicadas a su promoción contando nuestra ciudad con uno de los mayores especialistas en este tema cuyo libro sobre el Rosario en Sevilla, citado en la bibliografía, recomendamos a todos los lectores.
Terminamos con la recomendación del papa Pablo VI en la MC: "Por su naturaleza, el rezo del Rosario exige una recitación tranquila y un ritmo reflexivo que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca que nadie de Él, y le ayude a descubrir sus insondables riquezas" (MC 47). Los misterios son: Gozosos (lunes y sábados), Dolorosos (martes y viernes), Gloriosos (miércoles y domingos) y Luminosos (jueves).
La adjudicación de días concretos a cada grupo de misterios no es algo inamovible y debe adaptarse a los tiempos litúrgicos. Quiérese decir con eso que, por ejemplo, si un día de Navidad cae en viernes no es propio decir los misterios dolorosos por ser un día claramente gozoso.
Las letanías, aunque popularmente así se considere, no forman parte del rosario ni son un colofón del rezo del mismo sino una oración independiente. La prescripción del papa León XIII de concluir el rezo del rosario con el canto de las letanías durante el mes de octubre hizo que los fieles asociaran las letanías como una parte final del rezo del rosario. Las letanías son pues, por sí mismas, un acto de culto propio a la Virgen pudiendo ser canto procesional o formar parte de otros actos cultuales. Las primitivas letanías de la Virgen eran las que se cantaban en el italiano santuario de Loreto (de ahí su nombre de Letanías Lauretanas) y Clemente VIII las declaró como las únicas que merecían tal nombre siendo el papa Sixto V quien aprobó las originales en el año 1587. Hoy día la Sagrada Congregación de Ritos es la competente para aprobar las modificaciones habiendo aparecido otras letanías posteriores.
Los escapularios son otro elemento de la piedad popular mariana, especialmente el del Carmen. Su extensión es universal y es un “signo exterior de la relación especial filial y confiada, que se establece entre la Virgen Reina y Madre del Carmelo, y los devotos que se confían a Ella con total entrega y recurren con toda confianza a su intercesión maternal”, tal como el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia nos indica claramente.
Las medallas, que los fieles gustamos de llevar colgadas al cuello, son asimismo testimonio de fe, signos de veneración a la Virgen María y expresiones de confianza en su protección maternal.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido y Vicette de Hermano Mayor de Jesús Despojado
1 comentario:
No es apropiado designar como "paraliturgia" a las manifestaciones de piedad no liturgicas. No existen liturgias paralelas. La Liturgia es una.
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