Comenzamos este artículo con un párrafo, tomado del Ángelus que el papa Francisco pronunció el 2 de noviembre de 2014 en la Plaza de San Pedro a los fieles allí congregados.
El recuerdo de los
difuntos, el cuidado de los sepulcros y los sufragios son testimonios de
confiada esperanza, arraigada en la certeza de que la muerte no es la última
palabra sobre la suerte humana, puesto que el hombre está destinado a una vida
sin límites, cuya raíz y realización están en Dios.
Cada año, el 2
de noviembre, la Iglesia conmemora a todos los fieles difuntos. El día anterior
la Iglesia ha celebrado la solemnidad de Todos los Santos para celebrar con las debidas alabanzas la dicha de todos sus hijos
bienaventurados en el cielo.
En este día la
Iglesia ofrece el sacrificio eucarístico por todos los difuntos.
Haciendo un poco de
historia podemos decir que los primeros cristianos, desde las catacumbas, ya
esculpían a Lázaro, como signo de resurrección de sus amigos o parientes. Pero
fue en el siglo IX cuando, tomando esa costumbre de los monasterios, se hace
general esa práctica de dedicar un día entero a rezar por los difuntos.
Finalmente, en 998 se fijó la conmemoración el 2 de noviembre, llegando incluso
a tener una novena, la Novena de los Difuntos[1]
extendiéndose esa práctica monacal en siglos posteriores a toda la Iglesia
católica.
En la Conmemoración de todos los fieles difuntos La santa Madre Iglesia, […] se interesa ante el Señor en favor de las almas de cuantos nos precedieron con el signo de la fe y duermen en la esperanza de la resurrección, y por todos los difuntos desde el principio del mundo, cuya fe solo Dios conoce, para que, purificados de toda mancha de pecado y asociados a los ciudadanos celestes, puedan gozar de la visión de la felicidad eterna (Martirologio Romano).
La misa del día
tiene todo propio: antífonas, oraciones, prefacios propios. Las dos lecturas se
toman de las misas de difuntos.
Es uno de los pocos días del año en que el sacerdote está autorizado a trinar, o sea,
decir tres misas (igual pasa en Navidad). Está dispuesto que, caso de decir las
tres misas, sólo puede recibir estipendio por una de ellas, debiendo aplicar la
segunda misa por todos los difuntos y la tercera por las intenciones del Papa. Por
ese motivo el Misal Romano ofrece tres formularios de misas distintas para el 2
de noviembre. El celebrante puede elegir en qué orden usarlos y, si únicamente
va a celebrar una, puede decidir cuál de los tres formularios usar a gusto del
celebrante.
Ese día, además, puede impartirse la bendición solemne
que contempla el Misal Romano. Los fieles que hayan recibido la comunión en una
misa pueden recibirla otra vez, solamente dentro de la celebración eucarística.
En este día no se permiten otras celebraciones, excepto la misa exequial
El color de los ornamento es, de ordinario, morado. También
puede usarse el negro, tal como dispone la OGMR en su número 346: El
color negro puede usarse, donde se acostumbre, en las Misas de difuntos. Aunque el color negro está en desuso Parece que es mejor usar los ornamentos
negros para distinguir un color para la penitencia (morado) y otro para el
duelo (negro), siguiendo la antigua tradición litúrgica[2].
Terminamos recordando una cuestión menos conocida, que
el Calendario Litúrgico pastoral recuerda, referida a las indulgencias a ganar
en este día.
A los fieles
que visiten devotamente el cementerio u oren solo mentalmente por los difuntos
se les concede la indulgencia plenaria (aplicable solamente a las almas del
purgatorio) en cada uno de los días del 1 al 8 de noviembre e indulgencia
parcial en los demás días del año. En el día de la conmemoración de los fieles
difuntos (o, con el consentimiento del Ordinario, en el domingo anterior o
posterior, o en la solemnidad de Todos los Santos), en todas las iglesias y
oratorios se puede lucrar de indulgencia plenaria.
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