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7.10.19

ALGUNOS DETALLES SOBRE LA INTERVENCIÓN DE LOS ACÓLITOS EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA.



Vamos en este artículo a relacionar algunos detalles sobre el comportamiento y actuación de los acólitos durante la celebración eucarística, unos más y otros menos conocidos. Los ejemplos están tomados del Ceremonial de los Obispos, libro lítúrgico que, además de ordenar la liturgia episcopal, entra en muchos pormenores que no se hallan en otros documentos.  
En primer lugar veamos algo tan frecuente como portar los ciriales en la procesión de entrada o salida. Según el modo romano, o sea, nuestra Liturgia, los acólitos tomarán los ciriales con la manos de tal forma que el que avanza por la parte derecha sujetara con su mano izquierda la base del cirial y con la derecha el nudo central del cirial o candelabro, mientras que el acólito que avanza por la parte izquierda colocará la mano derecha en el pie del cirial y la manos izquierda en el nudo. Pura simetría.  
Un tema que detalla muy pormenorizadamente ese Ceremonial es la función del turiferario y la forma de usar el turíbulo. Así, indica que, cuando avanza en la procesión, siempre el primero, el turiferario llevará el incensario con la mano derecha, introduciendo el dedo pulgar en el anillo mayor y con el dedo corazón controlará el anillo menor de la cadena, para levantar la tapa. Si va solo, en la mano izquierda llevara, por su pie, la naveta con el incienso y la cucharilla. Procurará llevar las dos manos a la misma altura. Si van dos acólitos, el que porta la naveta se situará a la izquierda del turiferario, llevando la naveta por su pie con la mano derecha y colocará, al igual que el turiferario, su mano izquierda sobre el pecho.
Al presentar al obispo (o al presbítero que preside) el incensario pueden hacerlo dos acólitos: uno lleva el incensario y a su izquierda el de la naveta, que presenta abierta al obispo, aunque de ordinario, si hay diácono, a éste le corresponde ofrecer la naveta. Si solo hay un acólito llevará ambas cosas: el incensario en la mano izquierda y la naveta con la cucharilla en la mano derecha. El obispo echa por tres veces incienso y, una vez devuelta la cucharilla al ministro, hace la señal de la cruz con su mano derecha sobre el incienso del incensario sin decir nada.
El diácono y/o el acólito, cuando entreguen el incensario al obispo o al presbítero que preside la celebración, lo hacen colocando la parte superior de las cadenas en la mano izquierda de quien lo recibe y el incensario con las brasas en la derecha.
Para finalizar digamos que quien inciensa debe tomar con la mano izquierda y por su parte superior las cadenas que sostienen al incensario y con su mano derecha toma las mismas cadenas cerca del incensario. Debe procurar no balancearse al tiempo que el incensario. La mano izquierda, que sostiene el incensario por su parte superior, estará fija y quieta junto al pecho y el brazo y la mano derecha se moverán con comodidad con los movimientos del incensario, sin extender el brazo. Debe moverse la muñeca sobre todo. Para incensar al presidente de la celebración se debe colocar en el extremo derecho del altar y a una distancia suficiente como para evitar golpear al presidente.
Recordamos que el acólito, cuando inciensa, siempre da tres golpes dobles de turíbulo y tiene asignado (en ausencia de diácono) incensar al presidente, a los concelebrantes, al pueblo y en la consagración a la Hostia y al Vino, en este caso siempre de rodillas. 




5.10.19

Manual de Liturgia.

MI ÚLTIMO LIBRO, PUBLICADO POR LA EDITORIAL ALMUZARA




La Liturgia y la piedad popular son aspectos poco estudiados y conocidos en el mundo de las cofradías. La abundancia de estudios sobre la imaginería, los bordados, el mundo del costal, la orfebrería, los vestidores, la historia de esas corporaciones y otros muchos aspectos de esa realidad multiforme que es la Semana Santa parecen ocultar y perder de vista que todos esos elementos no tienen sentido, pierden su esencia, si se desvinculan del fin al que se dirigen: el culto a sus Titulares. Sin el culto no tendrían sentido, salvo como curiosidad antropológica o tradicional.

En este libro sobre Liturgia el autor aborda todos los elementos litúrgicos que un buen cofrade debe saber, conocimientos que deberían ser imprescindibles para miembros de juntas de gobierno y diputados de cultos, y en general para cualquier católico amante de la Liturgia. Pero no sólo se queda ahí, también Luengo Mena hace incursiones en el Derecho Canónico y otros temas, abordando asuntos como el gobierno de la Iglesia, la situación de los divorciados en la Iglesia, el protocolo eclesiástico y civil y, en definitiva, temas de sumo interés para cualquier católico. Estamos ante un libro completo, redondo, que bien puede convertirse en el manual de referencia para el cofrade comprometido.