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6.12.17

Calendario litúrgico-pastoral 2018

El pasado domingo 3 de diciembre de 2017 fue el primer domingo de Adviento, dando pues comienzo un nuevo Año Litúrgico.
Cada año litúrgico comienza siempre en las vísperas del  domingo más próximo al 30 de noviembre, fiesta de San Andrés apóstol
El domingo pascual, núcleo del año litúrgico, quedó fijado por el Concilio de Nicea, reunido el año 325, que dispuso que la Pascua se celebrase el domingo posterior al primer plenilunio del equinoccio de primavera, o dicho de otra manera, el domingo que sigue a la primera luna llena que haya después del 22 de marzo. La  Pascua de Resurrección es, por lo tanto, una fiesta variable y necesariamente deberá oscilar entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Una vez fijado el domingo pascual de cada año se establecen los demás tiempos movibles y sus fiestas: el tiempo pascual (cincuenta días posteriores) con su final en la solemnidad de Pentecostés y el tiempo cuaresmal (cuarenta y cuatro días atrás si contamos desde el Miércoles de Ceniza al Jueves Santo), además de las solemnidades dependientes del domingo pascual y de Pentecostés: Ascensión, Santísima Trinidad, Corpus Christi, Sagrado Corazón. 
Este año que comienza es Ciclo B, año par.

En este nuevo año litúrgico, las festividades móviles quedan establecidas así:
I Domingo de Adviento: 3 de diciembre de 2017.
La Sagrada Familia: Domingo 31 de diciembre de 2017. Fiesta.
Bautismo del Señor: Domingo 7 de enero de 2018 Fiesta. Finaliza el tiempo de Navidad y comienza el Tiempo Ordinario, primera parte.
Miércoles de Ceniza: 14 de febrero de 2018. Comienza la Cuaresma.
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor:25 de marzo de 2018.
Domingo de Resurrección: 1 de abril de 2018. Comienza el Tiempo Pascual.
La Anunciación del Señor: Lunes 9 de abril de 2018. Solemnidad.
Ascensión del Señor: Domingo 13 de mayo de 2018. Solemnidad.
Domingo de Pentecostés: 20 de mayo de 2018. Solemnidad. Termina el Tiempo Pascual. 
Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote:  Jueves, 24 de mayo. Fiesta.
Santísima Trinidad: Domingo, 27 de mayo de 2018. Solemnidad
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo: Domingo, 3 de junio de 2018. En Sevilla se mantiene la procesión y Liturgia el jueves anterior, 31 de mayo de 2018. Solemnidad.
Sagrado Corazón de Jesús: Viernes, 8 de junio de 2018. Solemnidad
Jesucristo, Rey del Universo: 25 de noviembre de 2018. Solemnidad
La Natividad del Señor (25 de diciembre), Epifanía del Señor (6 de enero), Transfiguración del Señor (6 de agosto) y Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre) tienen fecha fija, al  igual que las solemnidades y fiestas de la Virgen María: Inmaculada Concepción (8 de diciembre), Natividad de María (8 de septiembre), Maternidad Divina (1 de enero) y Asunción a los Cielos (15 de agosto). Lo mismo sucede con las cuatro fiestas de santos que se celebran como solemnidad: San José (19 de marzo); Santos Pedro y Pablo (29 de junio); Natividad de San Juan Bautista (24 de junio); Todos los Santos (1 de noviembre).
Este año la solemnidad de la Anunciación del Señor se pasa al lunes 9 de abril, ya que su fecha habitual, 25 de marzo, es Domingo de Ramos.
En el año 2018, el Tiempo Ordinario comprende 34 semanas, de las cuales las seis primeras se celebran antes de Cuaresma, comenzando el 8 de enero, lunes siguiente a la fiesta del Bautismo del Señor, hasta el 13 de febrero, día anterior al Miércoles de Ceniza. Se reanuda de nuevo el tiempo ordinario con la VII semana, el día 21 de mayo, lunes después del domingo de Pentecostés, hasta el sábado 1 de diciembre, vísperas del I Domingo de Adviento del nuevo Año Litúrgico. No se omite ninguna semana del Tiempo Ordinario.

FIESTAS DE PRECEPTO EN ESPAÑA
- 1 enero: Santa María, Madre de Dios. Solemnidad
- 6 enero: Epifanía del Señor. Solemnidad
- 19 marzo: San José, esposo de la Virgen María. Solemnidad
- 25 julio: Santiago, apóstol. Solemnidad en España
- 15 agosto: La Asunción de la Virgen María. Solemnidad
- 1 noviembre: Todos los Santos. Solemnidad
- 8 diciembre: La Inmaculada Concepción de la Virgen María. Solemnidad
- 25 diciembre: La Natividad del Señor. Solemnidad

Cada diócesis debe añadir las fiestas que acuerde el obispo.
Recordamos que son días de abstinencia todos los viernes del año, no sólo los de Cuaresma. Ayuno y abstinencia son el Miércoles de Ceniza y el Viernes y Sábado Santos. La ley de la abstinencia obliga a todos los mayores de 14 años en adelante y la del ayuno a los mayores de edad hasta los 59 años (CDC cánones 1.251 y siguientes).
En la Iglesia universal, son días y tiempos penitenciales todos los viernes del año y el tiempo de Cuaresma. La Conferencia Episcopal puede determinar con más detalle el modo de observar el ayuno y la abstinencia, así como sustituirlos en todo o en parte por otras formas de penitencia, sobre todo por obras de caridad y prácticas de piedad.
LIBROS QUE SE UTILIZAN DURANTE ESTE AÑO
Liturgia de las Horas
Volumen I, II, III y IV.
Misa
Misal Romano.
Leccionario I-B.
Leccionario II: Ferias de Tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua.
Leccionario III-par: Ferias del Tiempo Ordinario.
Leccionario IV: Propio de los santos.
Oración de los fieles.
Libro de la Sede.
El resto de Leccionarios, cuando se precisen. 


31.7.17

POSTURAS Y GESTOS DE LOS FIELES LAICOS DURANTE LA EUCARISTÍA

Vamos en este artículo a recordar las posturas y los gestos que el pueblo debe realizar durante la Eucaristía.
En primer lugar no está de más recordar las posturas a tener durante la misa. La Ordenación General del Misal Romano (OGMR) dispone al respecto:  Los fieles estén de pie: desde el principio del canto de entrada, o mientras el sacerdote se acerca al altar, hasta el final de la oración colecta; al canto del Aleluya que precede al Evangelio; durante la proclamación del mismo Evangelio; durante la profesión de fe y la oración de los Fieles; y también desde la invitación Orad hermanos que precede a la oración sobre las ofrendas hasta el final de la Misa, excepto en los momentos que luego se enumeran.
En cambio, estarán sentados durante las lecturas y el salmo responsorial que preceden al Evangelio; durante la homilía, y mientras se hace la preparación de los dones en el ofertorio; también, según la oportunidad, a lo largo del sagrado silencio que se observa después de la Comunión.
Estarán de rodillas durante la consagración, a no ser que lo impida la enfermedad o la estrechez del lugar o la aglomeración de los participantes o cualquier otra causa razonable. Y, los que no pueden arrodillarse en la consagración, harán una profunda inclinación mientras el sacerdote hace la genuflexión después de ella[1]. Obsérvese que la inclinación profunda la harán solamente los que no hayan podido arrodillarse.
Sobre lo anterior hay dos costumbres bastante generalizadas, que no cumplen lo dispuesto. Así, son pocos los fieles que nos ponemos de pie al Orad hermanos, la mayoría lo hace al oír el «Levantemos el corazón».
Otra costumbre generalizada es permanecer en pie durante la consagración, salvo en los casos que la propia OGMR cita. Desde la epíclesis, que a veces se anuncia con un toque de campanillas, hay que estar de rodillas, hasta  «Este es el sacramento de nuestra Fe». También la OGMR dispone que  allí donde sea costumbre que el pueblo permanezca de rodillas desde que termina la aclamación del Santo hasta el final de la plegaria eucarística y antes de la Comunión cuando el sacerdote dice: Este es el Cordero de Dios, es loable que dicha costumbre se mantenga.
Los fieles que no puedan arrodillarse durante la consagración por motivos de salud, incomodidad u otras causas justificadas, harán una profunda inclinación mientras el sacerdote hace la genuflexión posterior a la consagración del Pan y del Vino. Los fieles que han permanecido de rodillas no tienen que hacerla.
Ahora vamos con los gestos que el pueblo debe realizar en algunos momentos de la misa. 
Así, en el Yo confieso del acto penitencial se  golpea el pecho mientras se dice las palabras Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Suelen darse tres golpes de pecho, pero la OGMR no indica cómo ni cuántos golpes hay que darse.
Otro gesto, en este caso inclinación de cabeza, se hace en el Credo, El Símbolo lo canta o lo recita el sacerdote juntamente con el pueblo estando todos de pie. A las palabras: Y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre (si es el Credo Nicenoconstantinopolitano) , o que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen (si es el Credo apostólico).  todos se inclinan profundamente; pero en las solemnidades de la Anunciación y de la Natividad del Señor, se arrodillan[2]. Muy pocos fieles hacen esta reverencia. El Credo no es en sentido estricto una oración, ya que no se dirige a Dios en cualquiera de sus tres personas sino que es una declaración de nuestra fe, una relación de nuestras creencias, aunque se diga rezar el credo.
Otro gesto que el pueblo debe hacer es antes de comulgar, en este caso una inclinación de cabeza.
La bendición con qué concluye la misa debe, asimismo, recibirse con la cabeza inclinada.
No olvidemos que por medio de la inclinación se expresa la  reverencia y el honor que se tributa a las personas o a sus signos y que hay dos clases de inclinación: de cabeza y de cuerpo.
a) La inclinación de cabeza se hace cuando se nombran las tres Personas Divinas a la vez, a los nombres de Jesús, de la bienaventurada Virgen María y del Santo en cuyo honor se celebra la Misa;
b) La inclinación de cuerpo, o inclinación profunda, se hace: al altar; a las oraciones: Purifica mi corazón, y Acepta, Señor, nuestro corazón contrito; en el Símbolo, a las palabras Y por obra del Espíritu Santo, o que fue concebido; en el Canon romano, al decir la oración Te pedimos humildemente. La misma inclinación hace el diácono cuando pide la bendición antes de proclamar el Evangelio. El sacerdote se inclina además un poco cuando, durante la consagración, pronuncia las palabras del Señor[3].
Gesto significativo se produce también al momento de darse la paz, con un beso, abrazo o apretón de manos, aunque en cada cultura puede variar. Eso sí, está dispuesto que debe saludarse a las personas más cercanas, sin formar barullo ni abandonar el sitio que se ocupa en la nave. 
Y al Evangelio, en las palabras «Lectura del Santo Evangelio según ...» tanto el sacerdote como el pueblo hacen la señal de la cruz en la frente, boca y pecho. Santiguarse (hacer una gran cruz de la frente al pecho y del hombro izquierdo al derecho) sobra en ese momento, pero sí se hace al comenzar la misa y en la bendición final.
Terminamos refiriendo algunos gestos que no están dispuestos y que gran número de fieles realizan. Es costumbre devolver la reverencia al turiferario cuando inciensa al pueblo. No hay que hacerlo. En cambio, el turiferario sí que hace reverencia profunda antes y después de incensar al objeto o persona oportuno. Otro gesto que no indica la OGMR es al rezar el Padrenuestro, que muchos fieles lo hacen elevando algo las manos o dándosela. Y la genuflexión al entrar en la iglesia sólo se hace ante el Sagrario, si está Jesús Sacramentado presente, no a las imágenes.




[1] OGMR 43
[2] OGMR 137
[3] OGMR 275

11.6.17


LA DOCTRINA

Llamamos doctrina a toda verdad enseñada por la Iglesia como necesaria de creer. La doctrina se puede clasificar en las siguientes categorías: como revelación divina; como conclusión teológica de la verdad revelada  o como parte de la ley natural
         Llamamos pues doctrinas de fe a las verdades que la Iglesia enseña sobre las que se tiene la certeza de que son infalibles. o sea, sin posibilidad de error. Y no son infalibles por capricho ni arbitrariedad de la Iglesia: esas verdades están amparadas por las promesas de Cristo. Así pues, estas verdades requieren de los católicos el asentimiento de la fe, o sea, obligan a los católicos bajo pena de romper nuestra comunión con la fe verdadera.
         El Magisterio de la Iglesia ejerce plenamente la autoridad que tiene de Cristo cuando define dogmas, es decir, cuando propone, de una forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión irrevocable de fe, verdades contenidas en la Revelación divina o también cuando propone de manera definitiva verdades que tienen con ellas un vínculo necesario[1].
         Una doctrina es de fe, o sea, infalible y obligatoria de creer, si se da alguno de estos requisitos: cuando ha sido una definición infalible del Papa; cuando los obispos enseñan verdades definitivas de la fe y moral en comunión con el Papa, de manera especial, cuando se reúnen en Concilio o, en tercer lugar, cuando el magisterio ordinario del Papa expresa un juicio definitivo en materia de fe o moral que era antes debatida.
         Al ejercicio explícito de infalibilidad papal se le conoce como ex-cathedra  cuando el Sumo Pontífice habla desde su silla –cathedra– de autoridad, como cabeza visible de todos los cristianos, sus enseñanzas no dependen del consentimiento de la Iglesia y son irreformables. No es menos cierto que la mayoría de las proclamaciones infalibles del Papa han sido tomadas en colegialidad, o sea, consultando a los obispos, aunque no sea preciso. El Papa puede definir un dogma sin los obispos.
         Los dogmas, tal como el Catecismo indica, son luces que iluminan el camino de nuestra fe y lo hacen seguro.





[1] Catecismo de la Iglesia católica, nº 88.

26.2.17

EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA: GENERALIDADES


Vamos en un par de artículos a comentar un asunto no litúrgico en sí mismo, pero con repercusión en la Liturgia. Se trata del Magisterio de la Iglesia. 
El Magisterio de la Iglesia –Magisterium Ecclesiae– es un término que hace referencia a la función y autoridad de la Iglesia de enseñar. Lo ejercen el Papa y los obispos, aunque las enseñanzas de la Iglesia están jerarquizadas, de modo que el Papa y los obispos no ejercen el mismo grado de autoridad en todas las enseñanzas. El Catecismo de la Iglesia Católica dice al respecto: El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma[1].
         A su vez, el CDC afirma: Se ha de creer con fe divina y católica todo aquello que se contiene en la palabra de Dios escrita o transmitida por tradición, es decir, en el único depósito de la fe encomendado a la Iglesia, y que además es propuesto como revelado por Dios, ya sea por el magisterio solemne de la Iglesia, ya por su magisterio ordinario y universal, que se manifiesta en la común adhesión de los fieles bajo la guía del sagrado magisterio; por tanto, todos están obligados a evitar cualquier doctrina contraria[2] . 
         La Iglesia no toma exclusivamente de las Sagradas Escrituras la certeza de todo lo revelado sino que  también lo completa con la Tradición, o sea, por todas aquellas verdades reveladas por Dios, que han sido reconocidas por la Iglesia y que no están incluidas en la Biblia.
         La Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin. Una y otra hacen presente y fecundo en la Iglesia el misterio de Cristo que ha prometido estar con los suyos "para siempre hasta el fin del mundo" (Mt 28,20)[3]. 
         Se entiende por Tradición la que viene de los apóstoles y transmite lo que estos recibieron de las enseñanzas y del ejemplo de Jesús y lo que aprendieron por el Espíritu Santo.
         Hay que distinguir entre la Tradición y las tradiciones teológicas, disciplinares, litúrgicas o devocionales, nacidas en el transcurso del tiempo en las Iglesias locales. Estas constituyen formas particulares en las que la gran Tradición recibe expresiones adaptadas a los diversos lugares y a las diversas épocas. Sólo a la luz de la gran Tradición aquéllas pueden ser mantenidas, modificadas o también abandonadas bajo la guía del Magisterio de la Iglesia[4].
         Dentro del Magisterio de la Iglesia podemos distinguir entre el Magisterio Solemne o extraordinario, que es infalible y el Magisterio Ordinario. Lo contenido en el Magisterio Solemne es irrevocable, es decir, no puede contradecirse ni aún por el Papa o los concilios, quedando fijado para siempre.  El Magisterio Ordinario consiste en las enseñanzas no infalibles. Por orden de importancia tenemos en primer lugar la enseñanza de los papas, en segundo lugar la de los concilios y en tercer lugar las de los obispos y las de las conferencias episcopales. Estas enseñanzas pueden ser posteriormente alteradas.





[1] Catecismo de la Iglesia Católica, nº 85.
[2] CDC canon 750
[3] Catecismo de la Iglesia Católica, nº 80.
4 Catecismo de la Iglesia Católica, nº 83.