Dentro de la serie de artículos dedicados a las posturas reverentes hoy vamos a escribir sobre la postura de rodillas. En la tradición judía, la postura propia del orante era de pie y sólo en ocasiones de especial solemnidad o de fervor excepcional se ponían de rodillas. Orar de rodillas es cosa bien distinta de la genuflexión. Es un gesto todavía más elocuente que la genuflexión o la inclinación de cabeza, que puede tener varias connotaciones: a veces es gesto de penitencia, de reconocimiento del propio pecado, otras veces es gesto de sumisión y dependencia o bien, sencillamente, puede ser una postura de oración concentrada e intensa. Esta postura la encontramos muchas veces en la Biblia, cuando una persona o un grupo quieren hacer oración o expresan su súplica, como también fue la actitud de Cristo en su agonía en el Huerto de los Olivos del Huerto:
Y
se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba diciendo:
«Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero que no se haga mi voluntad,
sino la tuya» (Lc 22,41-42)
En los primeros siglos no parece que fuera usual entre los cristianos
el orar de rodillas. Más aún, el Concilio de Nicea lo prohibió explícitamente
para los domingos y para todo el Tiempo Pascual, tiempo festivo. En el vigésimo canon del Primer Concilio de Nicea (325) los padres sinodiales
establecieron lo siguiente:
Debido
a que hay algunos que se arrodillan en el día del Señor y en los días
de Pentecostés [los cincuenta días entre Pascua y el domingo de Pentecostés]:que todas las cosas se
realicen uniformemente en todas las parroquias o diócesis,
le parece bien al Santo Sínodo que
todos hagan las oraciones [tas euchas] a Dios de pie.
San Basilio
llamaba al estar de rodillas como penitencia menor, en oposición a la
postración o penitencia mayor.
Más bien esta
postura de rodillas se reservó para los días penitenciales y, como una
costumbre que llegó hasta nuestros días, en las Témporas, cuando se nos
invitaba a ponernos de rodillas para la oración después del Kyrie: flectamus
genua (doblemos las rodillas) hasta que el diácono decía: Levate (levantaos). Hoy día esa
invitación ha quedado como monición del diácono, en la Oración de los Fieles
del Viernes Santo. Actualmente son las conferencias episcopales las que pueden
determinar que se conserve esa tradicional monición diaconal.
A partir de los
siglos XIII-XIV, la postura de rodillas se convirtió en la más usual para la
oración, también dentro de la Eucaristía. La práctica de arrodillarse durante la consagración se
introdujo durante la Edad Media, y está
en relación con la elevación que se
originó en el mismo período
Actualmente
durante la Misa sólo se indica este gesto para los fieles durante el momento de
la consagración, desde la epíclesis, expresando así la actitud de veneración. Antes
de la actual reforma litúrgica se estaba de rodillas durante toda la Plegaria
eucarística, así como para recibir la comunión o al recibir la bendición.
También se debe recibir la absolución en el sacramento de la penitencia de
rodillas.
Orar de rodillas
sigue siendo una actitud indicada para la oración personal, sobre todo cuando se hace delante
del Santísimo. También se puede orar de rodillas delante de las imágenes de Cristo,
la Virgen, de los santos o en cualquier lugar, ya que es una postura del orante
para su personal recogimiento.
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