En una
serie de tres artículos vamos a analizar el rito de la incensación. Comenzaremos
diciendo que el incienso es una sustancia aromática que se obtiene de ciertos
árboles resinosos y se emplea principalmente con fines de culto religioso. La
palabra también se utiliza para señalar el humo o perfume que surge cuando se
quema el incienso. Del latín «incendere» deriva incensario, y de la raíz
griega «thus» proviene turíbulo y turiferario.
SU USO EN LAS CIVILIZACIONES ANTIGUAS
Las religiones han
empleado desde hace mucho tiempo el incienso en sus ceremonias litúrgicas. Heródoto ya da noticias de su uso entre los asirios y babilonios,
mientras que en relieves egipcios se
representa a los reyes y dioses recibiendo el incienso, como signo de honor y
respeto.
Estos incensarios, con forma de brazo
humano, sostenían un cuenco lleno de carbón. El oficiante seleccionaba las
bolitas de resina de un pequeño compartimento situado a lo largo y las echaba
en el cuenco. Los faraones llegaban incluso a cultivar árboles de incienso, o
se importaban las resinas para los templos y tumbas egipcias. Al incienso se le
atribuían múltiples propiedades, como la fertilidad o la capacidad de dar la
vida.
El incienso significa reverencia y oración, pero en un nivel más
profundo evoca incluso la presencia real de la divinidad mediante la creación
de la «fragancia de los dioses».
Los romanos también quemaban incienso y perfumes en sus ritos
domésticos durante las celebraciones privadas como bodas y funerales, pero
también para solicitar favores o dar las gracias a los dioses.
EL INCIENSO EN EL PUEBLO JUDIO
El uso del
incienso entró extensamente al ritual judío, en el cual se utilizaba especialmente en relación con
las ofrendas eucarísticas de aceite,
frutas y vino o los sacrificios incruentos.
Por mandato de Dios, Moisés construyó
un altar del incienso (Éx. 30), sobre el cual se quemaban las especies y gomas más dulces, y
la función de la renovación diaria se le encomendó a una rama especial de
la tribu levítica (1 Crón. 9,29). El
incienso aparece en el Talmud y se menciona numerosas veces en la Biblia. La
utilización del incienso en el culto judío continuó mucho después del comienzo
del cristianismo y fue una influencia evidente en el uso de la Iglesia católica
en las celebraciones litúrgicas.
Así lo narra el libro
del Éxodo: Harás un
altar para quemar el incienso; lo harás de madera de acacia. 2Medirá medio metro de
largo por medio metro de ancho; será cuadrado y tendrá un metro de alto. De él
arrancarán unos salientes. 3Revestirás de oro puro
la parte superior, sus lados y sus salientes, y le harás alrededor una cenefa
de oro. 4Debajo de la moldura, a sus dos costados, le harás dos anillas,
por las que se meterán los varales para transportarlo. 5Harás los varales de
madera de acacia y los revestirás de oro. 6Colocarás el altar delante del velo que tapa el Arca del
Testimonio y delante del propiciatorio que cubre el Testimonio, donde me encontraré
contigo. 7Aarón quemará sobre él incienso aromático; lo quemará cada
mañana, cuando prepare las lámparas; 8también lo quemará al atardecer, cuando Aarón encienda las
lámparas. Será un incienso perpetuo, de generación en generación, ante el
Señor. 9No ofreceréis sobre él incienso profano, ni holocausto, ni
ofrendas, ni derramaréis sobre él libación alguna. 10Una vez al año Aarón
hará la expiación sobre los salientes del altar; con la sangre de la víctima
expiatoria hará sobre él expiación una vez al año en vuestras sucesivas
generaciones. Este altar será muy santo para el Señor».
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