Un ciclo importante del año litúrgico se nuclea en
torno a la festividad de la Natividad del Señor, fiesta fija, que
celebramos el 25 de diciembre, Navidad.
La Iglesia celebra el Nacimiento desde el año 336, por
disposición del papa san Julio I, aunque en realidad no se sabe con rigor
histórico la fecha exacta del Nacimiento y ni siquiera si fue o no en invierno.
Los orígenes de esta celebración parecen remontarse a tiempos muy lejanos,
teniendo como lugar de inicio la gruta donde nació Jesús. Sobre esa gruta Santa
Elena construyó la basílica de la Natividad, allá por el año 326, colocando el
altar encima mismo de la gruta. Se ha venido afirmando que los cristianos de
Roma habían fijado en el siglo IV la fecha del 25 de diciembre para conmemorar
la Natividad del Señor, eligiendo la fecha de la fiesta civil romana del Sol
invicto, fiesta muy popular entre los romanos y que evocaba la victoria del sol
sobre las tinieblas, divinidad que el emperador Adriano impuso y que tenía su
templo romano en el Campo Marzo.
El hecho de elegir la Iglesia esta
fecha (solsticio de invierno) tiene un simbolismo. El sol ha alcanzado su
punto más bajo en el horizonte y, justamente al comenzar el invierno, comienza
de nuevo a levantarse, simbolizando a Cristo, Sol naciente que con su luz
alumbra a la Humanidad a la que ha venido a salvar. Con la venida de la nueva
luz y el nacimiento del Sol (fiesta pagana) los creyentes celebramos a Cristo,
luz que no se apaga jamás y Sol que ilumina a todos los hombres. Posteriormente
se introdujo y generalizó la costumbre romana de la Misa de medianoche (la
tradicional Misa del Gallo), que se empezó celebrando en la basílica romana de
Santa María la Mayor, basílica romana erigida como imitación de la de la
Natividad en Belén.
La Iglesia celebra estos días el misterio de la
manifestación del Señor. La Navidad del Señor es una celebración entrañable, a
la que contribuyó decisivamente san Francisco de Asís cuando, en el
año 1223, hizo representar con personajes la escena de Belén, origen de los
actuales belenes y nacimientos, tan arraigados en la religiosidad popular. La
cena navideña en familia, la asistencia a la Misa del Gallo y el beso a la
imagen del Niño Jesús son elementos muy entrañables y queridos por el pueblo
cristiano.
La Liturgia de este día es muy especial, pues en el día de Navidad los sacerdotes pueden celebrar la Eucaristía tres veces, siempre que sea en su hora propia –medianoche, mañana y tarde–, circunstancia que se volverá a repetir solamente el día de los difuntos. El misal nos presenta cuatro formularios de misas propias: la misa vespertina de la vigilia, la misa de medianoche (la del gallo), la misa de la aurora y la misa del día, con una hermosa antífona de entrada (Un Niño nos ha nacido, un Hijo se nos ha dado…).
La Liturgia de este día es muy especial, pues en el día de Navidad los sacerdotes pueden celebrar la Eucaristía tres veces, siempre que sea en su hora propia –medianoche, mañana y tarde–, circunstancia que se volverá a repetir solamente el día de los difuntos. El misal nos presenta cuatro formularios de misas propias: la misa vespertina de la vigilia, la misa de medianoche (la del gallo), la misa de la aurora y la misa del día, con una hermosa antífona de entrada (Un Niño nos ha nacido, un Hijo se nos ha dado…).
Se usa el color blanco y al final de la misa se da a besar el Niño y
se bendice el Belén que se haya compuesto en la iglesia. Las misas usan alguno
de los prefacios de Navidad, vuelve el Gloria y en el Credo, a las palabras «Y
por obra del Espíritu Santo…» todos se arrodillan. Los fieles que han comulgado
en la misa de medianoche pueden volver a hacerlo en la misa del día.
Comienza un nuevo tiempo litúrgico, el tiempo de Navidad, que durará
hasta el domingo posterior a la Epifanía, Fiesta del Bautismo del Señor, en
este caso el domingo 12 de enero.
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