LITURGIA.
EL DOMINGO DE LAETARE. JESÚS LUENGO MENA
La Iglesia
celebra cada año, en tiempo cuaresmal, el cuarto domingo de Cuaresma, denominado de «Laetare». Recibe ese
nombre por la antífona de entrada de la misa
«Laetare, Ierusalem, et conventum facite omnes qui diligites eam; gaudete cum laetitia, qui in tristitia fuistis; ut exsultetis, et satiemini ab uberibus consolationis vestrae»
«Laetare, Ierusalem, et conventum facite omnes qui diligites eam; gaudete cum laetitia, qui in tristitia fuistis; ut exsultetis, et satiemini ab uberibus consolationis vestrae»
(¡Festejad a Jerusalén, gozad
con ella todos los que la amáis, alegraos de su alegría, los que por ella
llevasteis luto; mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos!) Son frases tomadas del Cántico de Isaias[1]
Este domingo tiene un
carácter especial dentro de la Cuaresma: es un domingo de alegría porque se
acercan ya las fiestas pascuales. Veremos la alegría que sintió el pueblo de
Israel cuando fue liberado de la cautividad de Babilonia en la primera lectura
y celebraremos nuestra salvación por pura gracia de Dios, que, estando nosotros
muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo, como oiremos en la segunda
lectura. El Evangelio de Juan nos hará ver la alegría de saber el amor que Dios
nos tiene, que envió a su Hijo al mundo no para condenarlo, sino para salvarlo.
Este don requiere por nuestra parte recibirlo con fe: todo el que cree en Él
tendrá la vida eterna, no será condenado. Pero el que no cree en el nombre del
Hijo único de Dios, ya está condenado. Los textos, pues, nos hablan también de
la alegría.
Los ornamentos para este domingo son de
color rosa o morado, el rosa es opcional. El color rosa (que no deja de ser un
morado más claro) simboliza alegría, aunque sea una alegría pasajera y efímera.
Este domingo se celebra el segundo
escrutinio preparatorio al bautismo para los catecúmenos que en la Vigilia
pascual serán admitidos a los sacramentos de la Iniciación cristiana, con
oraciones e intercesiones propias. Otras peculiaridades de este domingo es que puede
utilizarse la música instrumental y se puede adornar el altar con flores.
Hoy no se permiten otras celebraciones,
tampoco la misa exequial.
Los ornamentos de color rosado surgieron
en la Baja Edad Media en el sur de Italia. Se asignan a los domingos Gaudete,
III de Adviento, y Laetare, IV de Cuaresma, por ser los penúltimos de cada
tiempo señalado: es un respiro en el camino de la austeridad al divisar en el
horizonte la gloria que se va a alcanzar.
El color rosa pasó al Caeremoniale
Episcoporum y de ahí se extendió su uso, aunque nunca ha sido preceptivo, sino «ad
libitum», es decir, a consideración o discreción del celebrante o presidente de
la celebración litúrgica.
Este domingo fue llamado
también como «Domingo de las Rosas» pues, en la antigüedad, los cristianos
acostumbraban obsequiarse rosas. Y de esa costumbre derivó la «Rosa de Oro»,
allá por el siglo X.
Consiste en que el Santo Padre,
en el IV Domingo de la Cuaresma, iba del Palacio de Letrán a la Basílica
Estacional de Santa Cruz de Jerusalén, llevando en la mano izquierda una rosa
de oro que significaba la alegría por la proximidad de la Pascua. Con la mano
derecha, el Papa bendecía a la multitud. Regresando procesionalmente a caballo,
el Papa veía su montura conducida por el prefecto de Roma. Al llegar,
obsequiaba al prefecto la rosa, en reconocimiento por sus actos de respeto y
homenaje. De ahí procede la costumbre de ofrecer la «Rosa de Oro» a personalidades
y autoridades que mantenían una buena relación con la Santa Sede, como príncipes,
emperadores, reyes. Fue
creada por el papa León IX en 1049 y consiste en
un rosal de oro con flores, botones y hojas,
colocado en un vaso de plata renacentista en un estuche
de oropel con el escudo papal. La rosa es bendecida el cuarto
domingo de Cuaresma, ungida con el Santo Crisma y se la inciensa,
de modo que es un sacramental.
En la actualidad, los papas
acostumbran a remitir este símbolo de afecto personal únicamente a santuarios marianos
destacados. Por ejemplo, el Santuario de Nuestra Señora de Fátima, (Portugal),
recibió una Rosa de Oro de Pablo VI, en 1965, y la Basílica de Nuestra Señora
Aparecida (Brasil) recibió otra
concedida por Pablo VI, en 1967 y otra de Benedicto XVI, en 2007. Desde 1956 no
se hace entrega de la rosa a ninguna persona.
Lla «Rosa de Oro» tiene consideración de condecoración otorgada
por el Papa.
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